EL TANGO Y GARDEL EN LA OBRA DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Por Luciano Londoño López*
El colombiano Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura 1982, siempre ha manifestado su amor a la Argentina y así lo ha expresado en varias entrevistas. El 16 de septiembre de 2004 el periódico La Nación reprodujo un cable de la agencia EFE, titulado «García Márquez y su amor por la Argentina». En esa ocasión el escritor dijo: «En cuanto a la Argentina, es el país que más amo y ya tendré oportunidad de ir. Yo me siento un invitado permanente de la Real Academia y del Instituto Cervantes.»
Esta admiración por Argentina y sus manifestaciones culturales se deja entrever también en «Vivir para contarla» (Editorial Norma, Bogotá, 2002) cuando dice:
Página 137: «En todo caso, el eje de nuestras vidas era la librería Mundo, […] Germán, Álvaro y Alfonso fueron sus asesores en los pedidos de libros, sobre todo en las novedades de Buenos Aires, cuyos editores habían empezado a traducir, imprimir y distribuir en masa las novedades literarias de todo el mundo después de la guerra mundial. Gracias a ellos podíamos leer a tiempo los libros que de otro modo no habrían llegado a la ciudad.»
Página 293: «En las tardes libres, en vez de trabajar para vivir, me quedaba leyendo en mi cuarto o en los cafés que lo permitían. Eran libros […], recién traducidos e impresos en Buenos Aires después de la larga veda editorial de la segunda guerra europea. Así descubrí para mi suerte a los ya muy descubiertos Jorge Luis Borges, D. H. Lawrence y Aldous Huxley, a Graham Greene y Chesterton, a William Irish y Katherine Mansfield y a muchos más.»
García Márquez igualmente ha hecho alusiones al tango y a Gardel, con lo cual confirma la importancia de éstos en Colombia, en particular, y en Latinoamérica, en general.
Estas menciones figuran en su ensayo «El argentino que se hizo querer de todos», en sus notas periodísticas «Textos Costeños», «Relato de un náufrago» y «Miguel Littin clandestino en Chile», en sus memorias «Vivir para contarla» y en sus obras literarias «Doce cuentos peregrinos» y «El amor en los tiempos del cólera» y «Memoria de mis putas tristes».
Las alusiones al tango y Gardel en la obra de García Márquez son las siguientes:
EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA. AYUDAR TIENE SUS RIESGOS.
Esta novela de García Márquez salió a la venta en Colombia (Editorial La Oveja Negra) a comienzos de diciembre de 1985. Yo, Luciano Londoño López, la leí entre ese mismo día y el siguiente, pues había mucha expectativa con esta novela.
En mi afán de advertir al autor, y como aficionado al tango, envié una carta a varios medios, sobre el error cronológico que había cometido al mencionar a Gardel. Esa observación hizo que el Nobel, a los comedidos como yo, nos regañara en entrevista aparecida en febrero 23 de 1986, en el suplemento Lecturas Dominicales del periódico bogotano El Tiempo. En esa ocasión sobre la referencia a Gardel dijo García Márquez:
«El libro apenas había aparecido cuando alguien me reprochó que por ahí aparece Gardel en Colombia alrededor de 1914 y que eso es inexacto. Pero para mí esas cosas de historiadores no me interesan verdaderamente. Gardel es un ídolo enorme en Colombia, muy querido y venerado […] y su fama empezó muy temprano. Quizás diez años después, pero eso no importa; no hay nada de malo en forzar un poco la historia y poner allí a Gardel.»
Gardel es mencionado en la novela «El amor en los tiempos del cólera», así:
Página 261:
De pronto, el médico cambió de tema de un modo abrupto.
—¿Le gusta la música?
Lo tomó por sorpresa. En realidad, Florentino Ariza asistía a cuanto concierto o representación de ópera se daban en la ciudad, pero no se sentía capaz de sostener una conversación crítica o bien informada. Tenía la sangre dulce para la música de moda, sobre todo los valses sentimentales, cuya afinidad con los que él mismo hacía de adolescente, o con sus versos secretos, no era posible negar. Le bastaba con oírlos una vez de pasada, para que luego no hubiera poder de Dios que le sacara de la cabeza el hilo de la melodía durante noches enteras. Pero esa no sería una respuesta seria para una pregunta tan seria de un especialista.
—Me gusta Gardel —dijo.
El doctor Urbino lo entendió. «Ya veo —dijo—. Está de moda.»
VIVIR PARA CONTARLA
Páginas 116—117:
Hasta donde recuerdo, mi vocación por la música se reveló en esos años por la fascinación que me causaban los acordeoneros con sus canciones de caminantes […]. Sin embargo mi urgencia de cantar para sentirme vivo me la infundieron los tangos de Carlos Gardel, que contagiaron a medio mundo. Me hacia vestir como él, con sombrero de fieltro y bufanda de seda, y no necesitaba demasiadas súplicas para que soltara un tango a todo pecho. Hasta la mala mañana en que mi tía Mama me despertó con la noticia de que Gardel había muerto en el choque de dos aviones en Medellín. Meses antes yo había cantado «Cuesta abajo», en una velada de beneficiencia, acompañado por las hermanas Echeverri, bogotanas puras, que eran maestras de maestros y alma de cuanta velada de beneficiencia y conmemoración patriótica se celebraba en Cataca. Y canté con tanto carácter que mi madre no se atrevió a contrariarme cuando le dije que quería aprender el piano en vez del acordeón repudiado por la abuela.
Página 159:
Otra conquista de aquella época fue el permiso de mi padre para ir solo a la matiné de los domingos en el Teatro Colombia. Por primera vez se pasaban seriales con un episodio cada domingo, y se creaba una tensión que no permitía tener un instante de sosiego durante la semana. La invasión de Mongo fue la primera epopeya interplanetaria que sólo pude reemplazar en mi corazón muchos años después con la Odisea del espacio, de Stanley Kubrick. Sin embargo, el cine argentino, con las películas de Carlos Gardel y Libertad Lamarque, terminó por derrotar a todos. Aclaración para lectores desprevenidos del Nobel: La única película argentina de Carlos Gardel es «Flor de durazno», la cual es muda. Es casi seguro que en Colombia nunca se vio.
Página 208:
—De eso quería hablarte —me dijo sin misterios—. Lo mejor para ambos sería que te fueras a estudiar en otra parte ahora que estamos locos de amarrar. Así te darás cuenta de que lo nuestro no será nunca más de lo que ya fue.
La tomé a burla.
—Me voy mañana mismo y regreso dentro de tres meses para quedarme contigo.
Ella me replicó con música de tango:
—¡Ja, ja, ja, ja!
Página 235:
Guillermo Granados daba rienda suelta desde el amanecer a sus virtudes de tenor con su inagotable repertorio de tangos.
Página 265:
Tampoco supe por qué el rector me escogió para acompañarlo a la audiencia con la condición de que me arreglara un poco la pelambre desgreñada y el bigote montuno.
No tuve alternativa: la noche del sábado, mientras Guillermo Granados leía en el dormitorio una novela que nada tenía que ver con mi caso, un aprendiz de peluquero del tercer año me hizo el corte de recluta y me talló un bigote de tango. Soporté por el resto de la semana las burlas de internos y externos por mi nuevo estilo.
Página 527:
Hasta entonces, lo único que el mundo entero sabía de Medellín era que allí había muerto Carlos Gardel, carbonizado en una catástrofe aérea. Yo sabía que era una tierra de grandes escritores y poetas.
LA AVENTURA DE MIGUEL LITTIN CLANDESTINO EN CHILE
En el capítulo «El puente que lo ha visto todo» se dice:
Sin embargo, en medio de aquella feria de vida y de muerte, el puente Recoleta sobre el río Mapocho es un amante neutral: sirve lo mismo para los mercados que para el cementerio. Durante el día, los entierros tienen que abrirse paso por entre la muchedumbre. De noche, cuando no hay toque de queda, aquel es el camino obligado para los clubes de tango, guaridas nostálgicas de arrabal amargo donde son campeones de baile los sepultureros.
TEXTOS COSTEÑOS
Hay alusiones al tango en los siguientes textos:
JORGE ÁLVARO
(página 492)
Jorge Álvaro había leído a Shakespeare (traducido, pues lo de aprender el idioma era demasiado serio para incluirlo en el programa) y lo citaba en la versión castellana y un poco arrabalera de algún traductor de tangos dramáticos. Pero de todos modos, había leído a Shakespeare, en un grupo que a duras penas había pasado de don Juan de Valera, y eso le daba cierto prestigio parlamentario, cierta severidad británica que lo colocaba, decididamente, a la vanguardia del movimiento.
EL DERECHO DE LOS DEMÁS
(página 567)
Medellín es una ciudad aficionada al tango. Creo que en ningún otro lugar fuera de la Argentina tiene más acogida esa música trágica en la que siempre muere alguien, y no precisamente de muerte natural. Sin embargo, ahora se ha hecho una excepción. Se ha prohibido la transmisión por radioemisoras antioqueñas, de ese tango dialogado de trescientas noches consecutivas que es El derecho de nacer, del benemérito autor cubano don Félix Baltasar Caignet.
EL DE LAS CALABAZAS
(páginas 705 y 706)
En un bar de Buenos Aires, el actor Carlos Thompson procura aliviar su tremenda indigestión de calabazas. Lo que a él le ha ocurrido es algo más dramático que una tragedia: es un tango. Un argumento que podría ser aprovechado cinematográficamente. Hasta hace dos meses, Thompson, que se llama justo Piernes, era un desconocido. Tal vez había hecho algunas cosas importantes, pero sin duda la más importante de todas fue el haberse enamorado de María Félix. La actriz mexicana quería publicidad cuando llegó a Buenos Aires. En la cámara mortuoria de Eva Perón firmó autógrafos y fue expulsada del recinto por la policía. Fue un golpe espectacular, que hizo descender un poco su prestigio entre los cineastas argentinos, pero que en cambio le aseguró por dos días varios kilos de plomo de linotipo. Poco después apareció Thompson en escena. Es un hombre joven, apuesto y muy sentimental, a quien del tropezón con María Félix, se le fracturaron el corazón y un brazo.
Lo demás sucedió de tal modo que ni el mismo Thompson tiene una idea muy clara del episodio. María regresó a México. Su novio viajaría después, cuando le quitaran el cabestrillo. Pero antes de que eso ocurriera, María había anunciado que se casaría con Jorge Negrete. Y se casó, como todo el mundo lo sabe, ella vestida de china poblana y él de charro, para que Thompson se haga la ilusión de que todo esto no ha sido más que una película mexicana. Cuando en realidad es un tango.
EL ARGENTINO QUE SE HIZO QUERER DE TODOS
«Fui a Praga por última vez hace unos quince años, con Carlos Fuentes y Julio Cortázar. […] Doce años después vi a Julio Cortázar enfrentado a una muchedumbre en un parque de Managua, sin más armas que su voz hermosa y un cuento suyo de los más difíciles: La noche de Mantequilla Nápoles. Es la historia de un boxeador en desgracia contada por él mismo en lunfardo, el dialecto de los bajos fondos de Buenos Aires, cuya comprensión nos estaría vetada por completo al resto de los mortales si no la hubiéramos vislumbrado a través de tanto tango malevo; sin embargo, fue ese el cuento que el propio Cortázar escogía para leerlo en una tarima frente a la muchedumbre de un vasto jardín iluminado, entre la cual había de todo, desde poetas consagrados y albañiles cesantes, hasta comandantes de la revolución y sus contrarios. Fue otra experiencia deslumbrante. Aunque en rigor no era fácil seguir el sentido del relato, aún para los más entrenados en la jerga lunfarda, uno sentía y le dolían los golpes que recibía Mantequilla Nápoles en la soledad del cuadrilátero, y daban ganas de llorar por sus ilusiones y su miseria, pues Cortázar había logrado una comunicación tan entrañable con su auditorio que ya no le importaba a nadie lo que querían decir o no decir las palabras, sino que la muchedumbre sentada en la hierba parecía levitar en estado de gracia por el hechizo de una voz que no parecía de este mundo. Estos dos recuerdos de Cortázar que tanto me afectaron me parecen también las que mejor lo definían. Eran los dos extremos de su personalidad. […] En ambos casos fue el ser humano más importante que he tenido la suerte de conocer.»
RELATO DE UN NÁUFRAGO
En el capítulo I titulado «Cómo eran mis compañeros muertos en el mar» se dice:
«Nuestras amigas de casi todas las noches conocían la noticia de nuestro viaje y decidieron despedirse, emborracharse y llorar en prueba de gratitud. El director de la orquesta, un hombre serio, con unos anteojos que no le permitían parecer un músico, tocó en nuestro honor un programa de mambos y tangos, creyendo que era música colombiana. Nuestras amigas lloraron y tomaron whisky de a dólar y medio la botella.»
DOCE CUENTOS PEREGRINOS
Hay alusión al tango en el cuento: «La luz es como el agua»:
«De modo que el miércoles siguiente, mientras los padres veían El último tango en París, llenaron el apartamento hasta la altura de dos brazas, bucearon como tiburones mansos por debajo de los muebles y las camas, y rescataron del fondo de la luz las cosas que durante años se habían perdido en la oscuridad.»
MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES
Página 62.
Cantábamos… boleros de Agustín Lara, tangos de Carlos Gardel, y comprobábamos una vez más que quienes no cantan no pueden imaginar siquiera lo que es la felicidad de cantar.
Página 102.
La certidumbre de ser mortal, en cambio, me había sorprendido poco antes de los cincuenta años en una ocasión como aquélla, una noche de carnaval en que bailaba un tango apache con una mujer fenomenal, a la que nunca le vi la cara, […]. Bailábamos tan apretados que sentía circular su sangre por las venas, y me hallaba como adormecido de gusto con su resuello trabajoso […], cuando me sacudió por primera vez y casi me derribó por tierra el frémito de la muerte. Fue como un oráculo brutal en el oído: Hagas lo que hagas, en este año o dentro de ciento, estarás muerto hasta jamás.
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* Luciano Londoño López, es «el principal referente del tango en Colombia», según José Gobello, Presidente de la Academia Porteña del Lunfardo, de Buenos Aires–Argentina (El Colombiano, Medellín domingo 20 de junio de 1999, página 1–D, «ADN para Gardel»). En su labor como difusor del tango ha dictado numerosas charlas en universidades y centros culturales. Sus investigaciones y entrevistas han sido publicadas en periódicos y revistas de Argentina, Uruguay, Australia, Venezuela, Puerto Rico, España, Alemania, Estados Unidos, México, y Colombia. Hasta julio de 2012, sus trabajos han sido incluidos o citados en 38 libros de autores de diversos países americanos.