Literatura Cronopio

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Borges

BORGES Y LA MÁQUINA DE PENSAR

Por Carlos Montemayor*

La creatividad y la repetición son temas centrales en la obra de Borges. En «Funes El Memorioso», Borges concluye que pensar es olvidar la magia de lo particular. En la medida en que uno piensa basado en los recuerdos, uno piensa de manera vaga. La mente repite, o trata de repetir lo pasado, con simbolismos y reconstrucciones abstractas. El precio que paga Funes por recordar todo, percibir todo, en la gloriosa belleza del más minúsculo detalle, es que Funes es incapaz de pensar de manera abstracta (o quizá sea más preciso decir que Funes es incapaz de pensar). Pensar es repetir de manera abstracta.

Pero la memoria también es un acto de repetición. No importa cuán detallados o vagos sean los resultados, el proceso de recordar o repetir en la mente cualquier evento pasado puede ser mecánico y tortuoso. Por ejemplo, una memoria de la infancia puede irrumpir abruptamente la fluidez de la conciencia. Dependiendo de la frecuencia con la que esto occurre y la carga emocional de la memoria en cuestión, recordar puede no sólo ser un proceso mecánico, sino también opresivo e impredecible.

Borges enfatizó en su obra que la repetición es fundamental para comprender la conciencia. Toda una vida —mejor dicho, toda una vida recordada y vivida como expreriencia consciente— puede ser una de varias reiteraciones. La creatividad, Borges afirma, es compatible con la infinita repetición de un esquema que es mucho más complejo de lo que la mente puede imaginar. Lo mágico y lo creativo es, como en «Las Ruinas Circulares», un sueño soñado por alguien más (alguien enigmático, desconocido). El creador se cree amo de su obra, y crea sólo para entender que al final de su vida, la obra que creó —y su propia vida— corresponden a una reiteración más de un engranaje arcaico.

El lenguaje está íntimamente ligado a la inteligencia y a la repetición. Pensar es usar el significado de palabras, símbolos o expresiones que muchas personas han usado y repetido con anterioridad. Dado que pensar puede ser, de una manera muy fundamental, la repetición de patrones semánticos, la tesis de que pensar es un tipo de maquinación es muy plausible. En efecto, el creador de la máquina de pensar más famosa, Alan Turing, insistió en que uno podría medir la inteligencia de un modo objetivo por medio de un cuestionario. La idea revolucionaria de Turing, que abrió las puertas a la teoría de la computación y la inteligencia artificial, es que su máquina podría, en principio, sobrepasar la inteligencia de muchos seres humanos —medida en términos de respuestas satisfactorias a las preguntas del cuestionario—.

Hay algo muy sospechoso en la propuesta de que las computadoras (o algo muy similar a ellas) pueden pensar. Parece obvio que ninguna máquina de repetición programada, guiada por reglas estrictamente formales, es capaz de entender el significado de las palabras de un lenguaje o de tener experiencias conscientes. Es obvio, por ejemplo, que aunque la computadora en la que escribo puede reproducir resultados matemáticos con mucha más precisión y velocidad que cualquier ser humano, la computadora no entiende estas operaciones matemáticas. De igual manera, aunque la computadora reproduce las palabras de un lenguaje, no hay comprensión de dichas palabras en el proceso de repetición.
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En cuanto a las experiencias conscientes, una computadora más complicada (un robot, para ser más precisos) puede reproducir aspectos del comportamiento humano. Por ejemplo, un robot puede comportarse como si tuviese dolor, o como si viese colores. Incluso puede parecerse mucho a un ser humano, por ejemplo, ser una copia genética mal lograda y sin conciencia (un zombie, o como el Golem, una criatura que parece estar consciente, pero de un modo dolorosamente incierto). Si la máquina de Turing se programara genéticamente, parece que la situación sería la misma a la de una computadora común: sólo habría repetición mecánica, sin entendimiento consciente (aunque hay que admitir que si el material genético es humano, las cosas se complican bastante).

Pero la máquina de Turing —aunque es la máquina de pensar paradigmática— es radicalmente distinta a la máquina de pensar que Borges estudia en su breve texto. La máquina de Turing repite comandos. No tiene inclinaciones o motivos; no puede más que repetir respuestas. Pero el lenguaje, Borges insiste, está vinculado no sólo con la repetición, sino fundamentalmente con la creatividad. El lenguaje no puede ser —no debe ser— simple repetición. La paradoja es cómo entender la labor creativa, que implica repetición, sin caracterizarla como simple repetición.

La máquina de pensar del texto de Borges repite, pero no con el fin de recordar el pasado. Y cuando repite es por accidente, por lo que tampoco es un proceso de «pensar». En general, su principal función es combinar. No hay sentimientos o experiencias en sus tabulaciones, pero tampoco hay patrones programados o resultados fijos. La máquina de pensar de Borges, inspirada en el diseño de Ramón Llull, está basada —como el título del comentario que escribió Borges indica— en la aplicación metódica del azar. El azar metódico de la repetición intencionalmente aleatoria, que busca novedad en lugar de simple repetición o confirmación, es característico del acto creativo.

Quizá por eso Borges sugiere que este tipo de azar metódico es mejor para producir poesía que el pensamiento y la memoria. Cuando uno piensa, uno repite abstracciones, generaliza, vuelve a las mismos patrones, los mismos argumentos y refutaciones. Cuando uno recuerda todos los detalles más minúsculos de un evento, uno se ahoga en descripciones que vuelven al mismo punto de origen, el mismo ícono, la misma huella del pasado. Pero cuando uno usa el azar, cosas mágicas ocurren.

Por ejemplo, después de describir la máquina de Llull, Borges reporta los resultados que producen algunas de las combinaciones de los nombres que Llull diseñó para diagramar los atributos divinos: la gloria es eterna, la eternidad es gloriosa, el poder divino es verídico, glorioso, bueno, grande, eterno, sapiente, eternamente poderoso, virtuosamente veraz, etcétera, etcétera. Borges entonces señala: «Quiero que mis lectores alcancen bien toda la magnitud de ese etcétera. Abarca, por lo pronto, un número de combinaciones muy superior a las que puede registrar esta pagina.»
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Quizá lo más importante que podemos aprender de este texto de Borges, es que pensar creativamente es un acto paradójico que implica repetición sin repetición. La creatividad es una forma rara de maquinación. Es repetición sin repetición, maquinación sin necesidad, azar con inspiración —con método—. Este tipo de maquinación es el único modo de evadir la simple repetición y es algo que aunque alguna computadora puede reproducir, sólo un ser humano puede apreciar como algo bello y original.
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* Carlos Montemayor es Licenciado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México. Maestro en Filosofía por la New School for Social Research. Doctor en Filosofía por la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey. Autor de «La Unificación Conceptual de los Derechos Humanos» y «Minding Time: A Philosophical and Theoretical Approach to the Psychology of Time». Profesor de Filosofía de la Universidad Estatal de California, San Francisco.

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