Literatura Cronopio

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De esta forma, comprobamos que es más que evidente la importancia que llega a tener en el texto el contexto sociopolítico que rodea una era de guerra.

La República, de pensamiento izquierdista, no aprueba la imposición de una religión, sino que defiende una comunidad aconfesional. El mismo Moncho lo afirma: «Mi padre era republicano. Mi madre, no. Quiero decir que mi madre era de misa diaria y los republicanos aparecían como enemigos de la Iglesia». Para ser así, se nos rebela también una cierta oposición en este aspecto entre los padres de Moncho. Hay constantes referencias a la Iglesia o la religión: «aquella noche dormí como un santo, bien arrimado a mi madre» (resulta muy curiosa esta alusión: el niño duerme como un santo junto a su madre, una mujer de misa y de espíritu religioso), «¿rezaste?», «una cosa que hablaba de Caín y Abel», «no sé por qué dicen que el nuevo maestro es un ateo», «alguien que dice que Dios no existe», «¿y el demonio, existe el demonio?», «el demonio era un ángel, pero se hizo malo», «eso es cosa del cura», «yo voy a misa a rezar», «pero en la Alameda no había el bullicio de las ferias, sino un silencio grave, de Semana Santa», «se persignó mi madre.»
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A través, por un lado, de esas alusiones políticas a la República, y por otro de las referencias religiosas, se hace hincapié en esa oposición de ideas entre la madre y el padre de Moncho. Nos encontramos, por tanto, con una secuencia escalonada de oposiciones: madre/padre de Moncho, republicanos/falangistas, Dios/demonio. Mi escaso conocimiento en estos casos me hace plantear si no podríamos ver aquí la base de toda literatura simbolista, esa lucha tópica entre el Bien y el Mal en busca de la salvación. No porque sí, sino porque es más que evidente que en este cuento de lo que se trata es de crear un estado de conciencia en los lectores sobre la fatalidad de la guerra, sobre la necesidad de que acaben las confrontaciones (el Mal) y que la paz (el Bien) llegue por fin al mundo.

Sin embargo, no todo es fatalidad en este relato. Pues, a pesar de esa diferencia de ideas podemos ver cómo hay cosas que pueden más: el amor. Un ejemplo claro son los padres de Moncho. O la ilusión por descubrir cosas nuevas, gente nueva, o por vivir momentos especiales. Esto se manifiesta claramente en Moncho; su relación con la escuela, con el maestro y los compañeros de clase. Descubre un nuevo mundo en la naturaleza. La inocencia del niño equilibra, más o menos, el horror que asolará su pueblo más tarde. Crea una imagen de ternura en el lector, que le hace olvidarse por un momento de la época en la que nos sumergimos al comenzar la lectura.

Pero la tragedia es tal que se compara con el dolor producido por la muerte de un familiar: «En casa parecía que la abuela se hubiese muerto otra vez.» Además, es un momento trágico, que tiene flashes premonitorios un tiempo antes: «¡La república, la República! ¡Ya veremos adónde va a parar la República!», «era que se avecinaba una tormenta.»

En este punto empieza a vislumbrarse uno de esos temas secundarios a los que hacía referencia anteriormente: la evolución que sufre el protagonista, Moncho, que en términos de teoría literaria denominaríamos «Bildungsroman» o novela de educación. No en su sentido estricto, eso es cierto, pero sí en el sentido esencial del hombre como errante en el camino de la vida. Se da una evolución importante en el personaje a pesar de tratarse de un corto periodo de tiempo. En un principio, Moncho se nos muestra como un niño frágil (tiene asma, según se ve en la adaptación cinematográfica), miedoso, inocente. Poco a poco hace frente a sus turbaciones y logra crear amistades en el colegio con los compañeros, sobre todo con uno de ellos, Cordeiro, e incluso con el maestro. Supera sus miedos y se integra perfectamente en ese contexto. En la película se evidencia más claramente esta evolución al introducir otros episodios en la vida del niño: la historia de Carmiña y la de su hermano en la orquesta. El niño aprende cosas en clase de historia, de geografía, de la naturaleza, pero también aprende fuera de la escuela. Comprende que la gente no tiene relaciones sexuales sólo cuando se quiere, que su padre tiene unas ideas contrarias a las de su madre y que discuten cuando no está él…
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En esta línea podríamos pensar también en si no hay aquí algo de ritos de paso, donde el niño es el iniciando y el maestro don Gregorio es su iniciador. Yo creo firmemente que sí. Creo que esta evolución de niño a adolescente suele requerir en la mayor parte de las obras la interpretación del Bildungsroman y del rito de paso. Ambas, pienso, deben ir unidas. La vida misma se explica a través de estas teorías, pues es un constante aprendizaje. En cualquier persona o situación puedes encontrar un iniciador que te enseñe algo y te cambie la vida o la forma de pensar o de ver las cosas. Creo firmemente que la vida guarda para nosotros abundantes y diversas muertes simbólicas. De este modo, Moncho experimenta esa muerte simbólica, a través del monte Sinaí, cuando pierde el miedo y se integra, incluso de una forma más íntima o personal, en la escuela.

En este punto he de retomar el momento en que decía que La lengua de las mariposas es un cuento realista con leves pinceladas de novela psicológica. Creo que esa «psicología», esa introspección intimista se halla en relación con el Bildungsroman y el rito de paso. Quizás el niño que narra la historia en el momento que la vive no sea consciente del cambio psicológico que sufre, pero de mayor ya cuando cuenta y recuerda esa historia es más que consciente.

Del mismo modo que se produce una evolución en la Inocencia del pasaje, también consta similar transformación en la relación alumno-profesor. Al comienzo Moncho padece una humillación frente a toda la clase y el miedo le inunda el cuerpo. Lo notamos tanto física (se mea) como psicológicamente (sale de la clase, huye y corre lejos). El niño ya llevaba el miedo en el cuerpo, temía que el maestro pegara; y además su padre le había advertido: «¡Ya verás cuando vayas a la escuela!». El mismo Moncho asegura que «cuando era pequeñajo, la escuela era una amenaza terrible». Tras dormir esa primera noche con su madre, «con el corazón sereno» acudió al día siguiente a la escuela y se fijó por primera vez en el maestro. En esta ocasión tuvo una experiencia positiva en el aula y a partir de entonces fue cogiendo amistad con el maestro, hasta el punto de hacer excursiones al campo y de cogerle un cariño especial: «Yo quería mucho a aquel maestro». Tras dulces momentos de aprendizaje, la relación se verá truncada por el episodio final en el que detienen a don Gregorio por «¡rojo, traidor!», y el niño, que se ve acorralado entre el instinto de conservación y lo que el maestro le inculcó se deja llevar por la masa y corre tras el camión piedra en mano.
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Tenemos, pues, una trama principal, desarrollada a partir de una gradación que pretende hacernos ver la tragedia que significa una guerra en la vida de una persona, de un pueblo, de un país. Porque en el cuento se ve esta gradación, de lo más concreto a lo más general: la relación de alumno y maestro truncada por la diferencia de ideas políticas que desembocan en la guerra; la peculiar historia de claroscuros (aprobación del estatuto de autonomía y detenciones por los soldados de la Falange) en Galicia por aquel entonces, y en definitiva, el malestar y tragedia que asola todo el país. El mismo Manuel Rivas dirá en una entrevista que «La Guerra Civil y la dictadura es un escenario terrible llevado a los extremos, que es una especie de metáfora para hablar de todas las guerras, de los mecanismos de producción de odio, de suspensión de las conciencias. Y estos son problemas contemporáneos y habituales». A esta trama prioritaria se doblegan otras de carácter más apegado a lo personal que son la relación de alumno-maestro, la evolución del personaje, a través del Bildungsroman y los ritos de paso, y la escala de oposiciones que nos lleva a hablar de la literatura simbolista.

Fragmento de La lengua de las mariposas. Dirigida por José Luis Cuerda. Cortesía de Sogetel / Las Producciones del Escorpión / Grupo Voz. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=ng9Kk2j38Q0[/youtube]
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* Susana Maroto Terrer es licenciada en Filología Hispánica de la Universidad de Zaragoza, tiene 25 años. Es correctora de estilo. Ha escrito una novela conjunta con una compañera de la universidad. Ha sido finalista en un par de concursos, y su poema «lágrimas de plata» aparece en una colección intitulada Palabras entre el centeno. Es colaboradora de las revistas sorianas Arena y cal, y La pluma. Su blog: laplumapalpitante.blogspot.com

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