Literatura Cronopio

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Muerte a cuestas

CON LA MUERTE A CUESTAS

Por Manuel Cortés Castañeda*

para Kathy

Los gatos habían sido hechos para ella y ella para ellos… si pudiéramos estar en la mente de todos y de cada uno de estos felinos, en sus manos ya no tan felinos, ya no tan gatos, podríamos afirmar que desde el comienzo de los tiempos o de su especie, ella ya los había conocido y amado y amamantado y acariciado uno a uno, y uno a uno desde mucho antes del comienzo de los tiempos, les había dado un nombre, el apropiado, el exacto, el que siempre había soñado y que le había permitido soñar…

Aparecía y desaparecía como tocada a cada instante por un conjuro extraño o una promesa que no podía dejar de cumplir… un peso de esos que circulan con la sangre y que la sangre misma aliviana y hace volar sin que tengamos alas y ni siquiera ganas de volar… unas veces estaba allí donde cuidaba los suyos, sus elegidos, sus escogidos, su rebaño ideal, y otras se repetía como un fantasma ya casi incoloro e inodoro donde quiera que fuese que hubiese uno de ellos perdido… o abandonado… o enfermo… o maltratado… allí estaba ella… nunca faltaban sus manos cada vez más grandes de tanto amor…

Los alimentaba a manos llenas y a manos llenas los acariciaba, les hablaba y se hacía un rollo con ellos… y pasaba las noches con todos ellos… los que estaban y los que no… los que eran y los que todavía no eran… los que se habían ido sin que por lo mismo se hubiesen marchado definitivamente… incluso los muertos… todos ellos, todos los muertos, como si su cuerpo fuera un imán que los atraía y los congregaba y los nacía a todos, a cada uno de ellos a la hora de su amor, de sus caricias… a la hora del pan…

Era delgada como una brisa tenue y casi inexistente… como el soplo de un enfermo ya perdido en sus últimos sueños… los ojos hundidos, las mejillas altas, las caderas estrechas y pequeñas, las piernas largas y como si le nacieran en las axilas, y tenía el cuello a la manera de los lagartos y como ellos una mirada acaballada en el crepúsculo de un muro desconchado… Si había tenido senos ya la habían abandonado, o ya se le habían consumido de tanto amor, de tanto pan, de tantas manos, de tantas noches en vela… y de las nalgas, solo le quedaba el vago recuerdo de un amor que se marchó demasiado pronto…

Desde el primer instante que la conocí tuve miedo de que en cualquier instante pudiera desaparecer… hacerse humo, aire, eco, apenas un rumor, una sonrisa apenas, una silaba a medias, apenas un apenas…ni siquiera una sombra… también me atemorizaba el presentimiento, cada vez más presente e intenso, de que para ella yo no fuera más que uno de sus gatos… y más aún, me ponía los pelos de punta y la piel de espanto, el solo pensamiento de no saber cuál de todos, cuál de ellos, cuál de tantos… y como nunca me llamó por mi nombre llegué incluso a tener pesadillas con la idea de que me había asignado un nombre secreto que se guardaba solo para ella… y que a mí también me acariciaba, y me decía palabras de amor y me daba mi ración diaria de pan…
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Un día encontré un libro sobre los gatos y el zodiaco en una librería de librso de segunda mano… No recuerdo nada su título exacto. Estaba en perfectas condiciones y tenía unos dibujos que cualquier dibujante que se respete hubiera querido haber hecho… lo compré y esa misma tarde se lo llevé a casa. Lo recibió con un placer indescriptible… la miré y me miró fijamente y por un momento sus ojos parecieron salir de su escondite y mirarme y reconocerme y decir mi nombre en silencio por primera vez desde lo más recóndito de su amor…

Me la encontré al día siguiente sin proponérmelo y sin que ella se lo propusiera… cosas que los que saben llaman el azar, lo fortuito, el destino, la fatalidad… Sin embargo cuando la vi a mi lado, como si siempre hubiese estado a mi lado, tuve el presentimiento de que la cita ya había sido concertada desde antes del comienzo de los tiempos… me miró lenta a los ojos con un placer que yo nunca en mi vida he vuelto a ver en otros ojos, ni siquiera en los ojos del amor… y me describió con una precisión endemoniada el signo que le correspondía a cada uno de sus gatos… escucharla hablar de las características, carencias, cualidades y sueños de cada uno de ellos, era como participar de un número de magia exquisito… armar con los ojos cerrados un rompecabezas de difícil ejecución… era como sabernos vivos por primera vez, y por primera vez conocer lo desconocido… era como si hubiésemos entrado de un solo golpe en los territorios de la felicidad… recuerdo que antes de marcharse me dijo: «nunca antes me habían dado un regalo tan hermoso y no creo que nunca más me lo vayan a hacer».

Y sin que yo me diera cuenta ya no estaba… solo había quedado en lo fortuito el hueco de sus ojos flotando en lo más hondo y jugoso de mi felicidad… solo su mirada sin tiempo, el nombre que nunca me dijo, y todo lo que ahora quiero callar por un instante, se quedaron conmigo hasta que ya no pude más y eché a correr temeroso de que en un segundo iba a saltar por los aires hecho pedazos, trizas, mierda…

Hoy está enferma de muerte… de repente se le ha acabado la respiración, los pómulos salientes, sus caderas, las nalgas, la cicatriz de sus senos, todo se le ha acabado para siempre… Un lagarto, ya casi nada al atardecer sobre el borde de un muro abandonado… ella sabe que se va a morir y los gatos también lo saben… incluso mucho mas que ella… y uno a uno, congregados a su alrededor esperan la hora fatal… su propia hora… la hora exacta, la hora del amor definitivo… de sus caricias definitivas, de su último trozo de pan…
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Ella los reconoce a todos, los llama por su nombre uno a uno, palpo a palpo… los que están y los que no están y los que se fueron más, aún, que los que han acudido a su última cita, el último nombre, la última mirada, la última mano ya casi perdida en los socavones del dolor, de la tristeza, de las noches en blanco… habla con ellos y ellos le hablan… y se hablan, y le imploran y se imploran, y pareciera que en cada palabra ríos de esperanza invadieran el cuarto, donde el silencio poco a poco va acuñando su última moneda…

Y cuando ya parece que sus ojos se borran definitivamente, y sus caricias huyen a manos llenas como fantasmas aterrorizados, una a una las bestias se van acomodando sobre los últimos vestigios de sus cuerpo desnudo… un lagarto demasiado largo y delgado dormido en una cama angosta y demasiado larga y sin tiempo… uno a uno, lentos, como si no pudieran con su propia carga, van subiendo a la cama… una a una hasta cubrirla por completo de pies a cabeza y ahí se quedan, uno a uno, para siempre hipnotizados con su amor, ebrios de amor, perdidos de amor, evitando que el frío se apodere de sus despojos, de sus últimos besos, de sus últimas caricias, de su último trozo de pan…
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* Manuel Cortés Castañeda, nacido en Colombia, es licenciado en Español y Literatura de la Universidad Nacional Pedagógica (Bogotá), director y actor de teatro. Cursó estudios de doctorado en la universidad Complutense (Madrid). Enseña español y literatura siglo XX en Eastern Kentucky University. Ha publicado seis libros de poesía: Trazos al margen. Madrid, España: Ediciones Clown, 1990; Prohibido fijar avisos. Madrid, España: Editorial Betania, 1991; Caja de iniquidades. Valparaíso, Chile: Editorial Vertiente, 1995; El espejo del otro. París, Francia: Editions Ellgé, 1998. Aperitivos, Xalapa, México: Editorial Graffiti, 2004; Clic. Puebla, México: Editorial Lunareada, 2005. Dos antologías de su trabajo literario han aparecido recientemente: Delitos menores, Cali, Colombia: Programa editorial Universidad del Valle. Colección Escala de Jacob, 2006; y Oglinda Celuilalt, Cluj-Napoca, Rumania: Casa Cărţii de Ştiinţă, 2006. Ha sido incluido en antologías tales como Trayecto contiguo. Madrid, España: Editorial Betania, 1993; Los pasajeros del arca. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1994. Libro de bitácora. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1996. Donde mora el amor. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1997. Raíces latinas, narradores y poetas inmigrantes, Perú, 2012. Además, escribe sobre poesía, cuento y cine. Actualmente está traduciendo al español textos de poetas norteamericanos de las últimas décadas: Charles Bernstein, Leslie Scalapino, Andrei Codrescu, Susan Howe y Janine Canan, entre otros.

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