Literatura Cronopio

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Borges

MITO(S) EN LA ARGENTINA, EMMA ZUNZ O BORGES: LAS (IN)CREÍBLES INVENCIONES DE LA PALABRA – PRIMERA PARTE

Por Demetrio Anzaldo*

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Al vivir atrapada en un centro sagrado y consagrado por la
ajena voluntad, la mujer es quien realmente conoce su entorno
y la que lo siente en carne propia. Esta misma experiencia le
ayuda a desarrollar una filosofía de la vida que, desafortunadamente,
queda al margen o es eliminada oficialmente.

(Mujeres en la historia: espacios
divergentes y convergentes al interior
de la ciudad moderna. DA)

Hoy al releerse algunas de las creaciones literarias y filosóficas de América Latina sucede lo mismo que aconteciera, asumimos introspectiva e individualmente, en aquellas pasadas épocas al leerlas la alétheia; es decir, que al fijar atención en las invenciones de poetas y pensadores, se develen distintas realidades o se descubran diferentes conocimientos que, quizás, se pasasen por alto en aquella primera ocasión por diversas problemáticas existenciales, siempre venidas al caso; como en el caso protagonizado por Emma Zunz en la que la verdad de lo acontecido sigue disfrazada por lo que se dice y por lo que argumentan los que la han leído.

Al igual que sucede cuando no se dicen las cosas, cuando no se sabe lo que se declara o cuando se ignora y se renuncia a mirar lo que acontece verdaderamente. Lo mismo pasa al visualizar esos recorridos históricos de Emma que no son como los de las demás mujeres; pero que, simbólicamente sí los son; puesto que a lo largo de cada uno de ellos se perciben las presencias y sentimientos de los demás habitantes de esa otra ciudad, la Buenos Aires histórica contraparte y origen de ésa que Emma tanto conoce y de la que no puede escapar por ser/estar condicionada por el poder (i)racional de los hombres.

De tal forma ha cambiado la interpretación de esas realidades y esos pensamientos rodeando a Emma que, al visualizarlas y conocerlos más poética y filosóficamente, vuelven a sacudir y alterar esa primaria conceptualización y discurrimiento que sobre esas mismas palabras y esos mismos pensamientos escritos se hubiesen planteado al estudiar este cuento que lleva el nombre de esa singular protagonista, que continúa apareciéndose en la ciudad y hablando literalmente, a pesar de las concomitantes impuestas por su creador, de la mujer de carne y hueso, de la ciudad, de todo «lo que se ha perdido y lo que será, (Buenos Aires) es lo ulterior, lo ajeno, lo lateral» (Citado por Sergio Waisman, 7).
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La escritura derivada de esa interpretación, o re-visión ontológico-poética al cuento «Emma Zunz» (Buenos Aires Argentina, Revista Sur, 1948), tiene como meta primordial compartir esas visiones marginalizadas/encontradas en la literatura filosófica de su creador, el escritor argentino Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899–1986) para que en vuestro interior se proyecten también otras ideas, palabras e imágenes que alimenten potencialmente a las memorias, mitos e imágenes que sobre la mujer, la ciudad y el habla se tengan o mantengan a fin de revolucionarlas; es decir, se espera que emerja de esta lectura compartida no sólo algo de lo que ya se había expuesto por el sentimiento crítico, sino también todo aquello otro que ha quedado rezagado, inmerso o disfrazado en lo genérico —marginalizado por el silencio, la censura debido a los innumerables obstáculos políticos, enfrentados a los cúmulos culturales socialmente difusos y a las consabidas dudas estético-existenciales suscitadas dentro de cada persona al hablar en torno a la literatura y al conocimiento dialéctico a instancias todas dependientes de los poderes de los hombres— en la producción cultural de una Argentina que, al parecer, vuelve a retomar los caminos de las vanguardias artísticas e intelectuales al dejar hacer y colaborar con las mujeres.

Si bien hace ciento sesenta y cinco años desde el viejo continente se propagaban los pensamiento de Karl Marx, abriendo cambios y caminos insólitos en el pensar del gran público, al compartir aquello de que «Un fantasma recorre Europa, el fantasma del Comunismo» se seguían ignorando las voces y presencias protagónicas de las mujeres en el mundo. Es a partir de 1948, con Emma Zunz, recreación femenina de Jorge Luis Borges, como indirectamente la presencia siempre infaltable de la mujer en la vida social argentina, llega a la literatura de este otro gran pensador, quien se hará copartícipe, sin quererlo propiamente dicho, del reflejo de las acciones de una Emma que va recorriendo Buenos Aires y que develará lo que les pasa y sufren las mujeres en una ciudad también cambiante, desafiante, revolucionante; puesto que es el doble de «una mujer ahora de 109 años afantasmándose en la Buenos Aires en el presente».

Aunque no pueda entenderse una relación clara entre lo anteriormente dicho, o entre la simbiosis que existe entre las ideas socialistas y las ideas feministas, puesto que ninguna de las revoluciones socialistas ha dado lugar a una revolución feminista, sí puede establecerse el gran impacto que tienen ambos escritores para el mundo histórico y para el mundo de la literatura, tanto los artificios filosóficos como los literarios de Marx y Borges cambian al mundo usando a la palabra, a la poesía filosófica o cosmomemoria. Ambos, el filósofo y el poeta, hacen más evidente la importancia suprema del hablar y del pensar humanos cuando se trata de describir y descubrir la verdad de lo que pasa en los espacios urbanos, independientemente de los diferentes tiempos, espacios, lenguas y géneros sexuales.

En este último aspecto, se vislumbran en su labor y existencia a las aguerridas e injustas realidades sufridas por las mujeres en la Historia y en su escritura; puesto que viven y conviven con ellas, no pudieron dejar de pensar en ello. Por lo que las mujeres en el mundo hacen eco sin desearlo ellas en su escritura. La voz femenina suprimida o censurada durante tanto tiempo resuena entrelíneas como el verdadero fantasma y no sólo el Comunismo o el Cosmopolitismo. Esa presencia/ausencia de la escritura es retrasmitida inconcientemente por intermedio de la creación de un hombre atormentándose por ciegas acciones inverosímiles a las que le ha obligado una sociedad que reniega de la mujer y la oprime sin razón. Esa presencia fuertemente afantasmada y victimizada de Emma Zunz se ha convertido en una de las piedras angulares en la obra de Borges, porque los encubrimientos de cada una de las confesiones, con las que Emma reviste sus acciones y pensamientos, son paradojas que permiten ver el transfondo de lo que las mujeres viven junto con Jorge Luis Borges, un hombre que son todos los hombres, en la Buenos Aires del año 1922.
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Emma Zunz, en esta narración, presenta de manera sucinta, pero esclarecedora, a las diferentes mujeres que toca y a las relaciones que mantiene con ellas, mismas que son intuidas al mostrar sus sentimientos y entender cómo convivió en la ciudad, junto a sus familiares, amigas, compañeras, vecinas, conocidas, camaradas, obreras y trabajadoras, por medio de ella y las voces, narrando lo que pasa en su existencia. Por medio del habla y pensamiento de esta mujer fuerte, protagonista y superviviente en una ciudad literaturizada llena de nombres y dominada por los hombres, se sustentan las presentes imágenes y dicciones que intentan responder a la pregunta inicial y suscitar, con la venia del lector, muchas otras más. Puesto que también lo que Emma reaviva con su historia, es la luz y sombra en la vida del hombre Borges, del Borges mítico afantasmando sus silencios y perseguido angustiosamente por los intensos dramas y vacíos que colman su larga existencia.

Es precisamente al mencionar el eterno dilema de la existencia, y de lo existente en relación a la mítica idea del creador omnímodo poderoso y su duplicación en su creación, la manera más pronta de suscitar una gran inquietud y controversia entre propios y extraños; puesto que persisten incertidumbres y silencios en torno a la idea de ese creador borgeano que crea a su imagen y semejanza. Constatemente se ha dicho,

Si no veneramos debidamente a nuestros dioses, ellos nos desampararán.
No podemos renegar de ellos, sería como negar nuestra índole. Sus
imágenes nos habitan, sus historias pueblan nuestro pensamiento. No
podemos dejar de referirnos a ellos, de narrar sus hazañas, de
comprobar su influencia, de parangonarnos con ellos. El dios imperial
nos es ajeno; más que inalcanzable, nos resulta inimaginable. ¿Cómo
allegarnos a ese riguroso juez, tan distante de todo lo que nos aflige y
apetece? (Yurkievich, «A imagen y semejanza«, 115)

En muchas ocasiones, simplemente, se da por sentado, se cree en
ello; «somos como nuestros queridos dioses».
(Yurkievich, A imagen… 114)

En torno hacia esa controversia existencial de un Dios único, justiciero o amoroso y de la presencia o proceder de la mujer en la historia del mundo occidental, persisten las voces puntillosas, como las de Jorge Luis Borges que comparten y comentan al respecto esa humana ambigüedad que nos dan las ideas, las dudas; «Esas antiguas fuentes (que) surten de mitos, símbolos y alegorías a todo el mundo civilizado. El sitio de Troya y el sacrificio de Cristo —Helena y la Cruz— son los incesantes manantiales donde bebemos». (Mastronardi, 94). Reiterando también que «dos agonías inmortales —la agonía de un Dios humanizado y la de una ciudad largamente sitiada por el hierro y el fuego— viven en la memoria de los hombres y renuevan sin cesar las posibilidades del arte». (Borges por Mastronardi, 94). Por lo tanto, haciendo uso artístico y existencial de esas mismas agonías o fuentes, Borges alude de la manera siguiente a nuestro origen divino:

Yo entiendo a Dios como una hipótesis que raya en lo fantástico,
pero no es una hipótesis desechable. Inconcebible incluso para la
Teología, pero hipótesis igualmente. Por eso es que me resultan
inexplicables los credos estructurados en torno a la idea de Dios,
como si fuese un hecho concreto y probado definitivamente.
(Verdugo-Fuentes, 41)
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Equiparándose ante esas ideas y pensamientos borgeanos, el racionamiento científico, lleno de hipótesis y teorías tampoco confia/cree en lo que no se ve ni en los seres ni en los mundos supra-terrenales. No se fía de la palabra ni de la realidad así gestada y codificada por medio de ella; puesto que, por medio de ésta, se encubren las identidades y personalidades múltiples que nos habitan y que difícilmente logramos descubrir al emplear a las ciencias y artes del pensamiento humano, en aras de entender lo humano. Sin embargo son las palabras, al igual que las ideas y creencias las que forman y deforman nuestras realidades, nuestras irrealidades y también nuestras creaciones artístico-culturales en las que recreamos, o pensamos haberlas recreado, entre las infinitas incertidumbres y relatividades que alteran nuestra existencia son falibles y, por lo tanto, ficcionales de la misma naturaleza que el habla humana en su máxima expresión: la poesía.

Es precisamente dentro del arte literario donde esa alteridad/arbitrariedad/propiedad sentada por lo masculino se intensifica y problematiza en la vida social y cultural de todos los seres humanos; porque, no sólo se ha impuesto y continúa repitiéndose, desafortunadamente, en nuestra ya harto conocida existencia donde se sufre, sino también en toda comunicación subsecuente con las y los demás y, por ende, con las creaciones y comentarios derivados de éllas. Emma Zunz es un ejemplo representativo de un lenguaje literario increíble sobre una mujer y, acaso calculadoramente masculino, un doble juego de comunicación/ incomunicación humana en el que todo entra en una vorágine de imágenes/palabras en las que al parecer se dice o no dice, se ve o no se ve, lo que se ha intentado decir/mostrar. Porque:

La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a
todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era
el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el
odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido;
sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos
nombres propios.

No obstante y pese a los diferentes disfraces, enmascaramientos y declaraciones que hace Emma Zunz, la protagonista principal de la historia, nunca logramos ver ni saber realmente qué fue lo que le sucedió en su historia-vida codificada por ella misma; puesto que ella también sigue inmersa en la compleja realidad cultural, ficcional e histórica presentada asimismo por otro de los narradores, quien expone algunos de los dilemas sobre la verdad ya previstos, cuestionándole él: «¿Cómo hacer verosímil una acción en la que casi no creyó quien la ejecutaba, cómo recuperar ese breve caos que hoy la memoria de Emma Zunz repudia y confunde?»

Lo cierto es que esta es una historia perfilándose intermitentemente entre la verdad/falsedad de su propia dicción y confección, envuelta en los silencios y vacíos que la decoran. Es la increíble historia en la que también hemos quedamos atrapados/cubiertos con sus texturas, entre los pliegues de los múltiples disfraces, e increíbles enmascaramientos míticos de los que no podemos sustraernos; aunque esta historia es protagonizada por una mujer, luego es recreada por un hombre que no supo conocerla y que, sin embargo, confiesa con sus acciones y declaraciones que sí existe y es parte intrínseca de la totalidad de su ser. Ambos son el uno.

Esa atracción por conocer más de autor y personaje, se intensifica al conceptualizar dentro de nuestro ser pensante esas imágenes, los subsecuentes mitos idealizados, las procedentes ideas presentes/ausentes que se problematizan a través de este acercamiento/escritura en torno a la figura y acciones de la Emma judeo-argentina, que se prestan para hacer de ellas presupuestos filosóficos; porque en «Emma Zunz» subsiste la pugna entre lo literario e histórico, la imbricación entre mito y memoria, la duda entre verdad y mentira y la agónica lucha entre palabra e imagen al mostrar el proceder de una mujer de rasgos singulares (Borges) enfrentada a sí misma y a los mundos presentes y pasados de sus congéneres. Debido a que en el cuento,

La acción que se narra es enteramente rechazable desde un
punto de vista ético, digamos, universal, está regida por una
astucia casi puramente animal, aunque a primera vista pueda
pensarse que hay una primacía de la conciencia moral,
una subjetivización, de raíz cristiana, sobrenatural. No hay
nada de eso, entre otras cosas porque el Dios aludido nada
tiene que ver con un Dios del perdón, es un Dios fatal, como
podría decir Borges. (González Quirós, 5)
(Continua página 2 – link más abajo)

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