De este concepto de curiositas emergen los de auctoritas y experiencia.
La mente medieval identifica la auctoritas con las Sagradas Escrituras; para Aristóteles sería el juicio de un sabio en una disciplina.
Según Avalle-Arce «el conocimiento a través de la autoridad representa la forma primigenia del conocimiento judaico-cristiano, cimentada inconmoviblemente en la Revelación.»
En opinión de Johanes Balbus la auctoritas sería la sentencia digna de ser imitada o implementada y creída. De esta manera, en el Ci se define la poesía: «aunque sea ficción poética, tiene en sí encerrados secretos morales dignos de ser advertidos y entendidos e imitados.»
Hay una conexión ineludible entre poesía y auctoritas (en el Ci una defensa de la poesía como fuente auctorial). Prueba de ello son las constantes citas auctoriales de Lotario, que tienen una doble intención: por un lado delimitar las verdaderas consecuencias del pecado de Anselmo y, por otro, demostrar el carácter dialogado de la historia.
Hemos de ser conscientes de que rara vez la curiositas se satisface con la auctoritas, pues normalmente la inercia es guiada hacia la experiencia. En el Ci Anselmo tiene la curiosidad de saber si su esposa es tan buena como aparenta y mata dicha curiosidad a través de la experiencia, «experimenta» con Camila y la pone a prueba con la ayuda de su amigo Lotario. En palabras de David Arbesú: «hay que distinguir al curioso del verdadero estudiante al ver cómo Anselmo (el curioso) se obstina en demostrar empíricamente su certeza.» Por tanto, esto nos deja únicamente una vía. Y es que si la curiositas es identificada con el pecado y la experiencia es una consecuencia lógica de la curiositas comprobamos que la experiencia proviene directamente del pecado. Y así entendemos el terrible fin de Anselmo y los otros dos protagonistas. En el ámbito medieval podemos entender mejor el castigo de Anselmo, pues se considera la auctoritas como la palabra divina y la experiencia como el pecado.
Podemos ver, incluso, una lectura religiosa si consideramos que Dios fue el primer autor y que sus dos primeras creaciones humanas pecaron por curiosas. Así, piensan algunos como San Bernardo, San Buenaventura o Ariosto que el pecado original procede de la curiositas. Por ello y por las distintas citas auctoriales de Lotario, algunos relacionan este pasaje con el Génesis.
Estos rasgos delatan un claro contraste entre Anselmo y Lotario. El primero representa el saber empírico. Podríamos, incluso, identificarlo con el dicho «si no lo veo, no lo creo». Representa el afán de experimentación renacentista. El segundo se corresponde con un saber basado en las sentencias auctoriales y se caracteriza por la búsqueda del conocimiento en la auctoritas. Pero eso en la primera parte, pues cuando se enamora de Camila representa más bien el arte malo de los poetas, cambia las sentencias por sonetos. Como consecuencia de esto, pues esta es la base de sus diferencias, podemos observar el contraste existente entre los argumentos que nos aportan Anselmo y Lotario. Uno dando razones de por qué quiere que su amigo le ayude a «desenmascarar» a su esposa y el otro aportando sus teorías de por qué no puede hacer lo que su amigo le pide. Estos argumentos sirven para justificar la acción ficticia y sostener la verosimilitud, ya que hay una trasgresión de la norma ética y social. El fracaso retórico que supone la argumentación de Anselmo justifica el desenlace trágico de la historia y la justicia poética. Por otro lado, la ineficiencia final del arsenal argumentativo de Lotario hace que éste ceda a las instancias de Anselmo. Lotario trasgrede, así, una norma social básica que lo transforma en un antihéroe y lo precipita al desenlace fatal.
Sin embargo, aún viendo estos dos puntos de vista tan distintos, Cervantes no es hombre de hacer juicios directamente, y deja que sea el lector el que interprete sus palabras a su manera. Así, el autor no nos ofrece una predilección clara y absoluta sobre si prefiere la experiencia para el aprendizaje o más bien se decanta por las autoridades.
Y todo esto para distinguir y conocer a los dos protagonistas principales y poner sobre la mesa las cartas de cuál es el factor desencadenante de toda la acción.
Todo en la historia se sucede con total normalidad, siguiendo incluso el tradicional esquema del cuento de los dos amigos, hasta que Anselmo confiesa a Lotario su pena y su necesidad de probar a Camila. Aquí se desvía ya del camino al pretender Anselmo un imposible. Es este momento el que va a traer consecuencias nefastas al final de la novela: Anselmo pone a prueba a su amigo y a su mujer. Desde este punto de vista, es Anselmo el único culpable de la tragedia, pues por pedir un imposible se le niega hasta lo posible.
Aunque la relación con los dos continúa igual, de algún modo con esta proposición Anselmo logra que algo se haya roto en su trato con Lotario y Camila. Sin embargo, después, la traición de Lotario agrava más aún la situación. Una primera traición hacia su amigo es la mentira, pues le asegura que sí seguirá su plan para conquistar a Camila y ayudarle a probarla, pero no hace nada de esto aunque le convence de lo contrario con una mentira tras otra. Cuando Anselmo se da cuenta, sorprende su reacción tan pacífica. Cualquiera que esté leyendo el libro podría pensar que se enfadaría terriblemente. Otros quizá pensarían que si eran tan amigos como se dice en la novela sería justo que perdonara a Lotario. De todas formas, Lotario le pide perdón y le confirma que ahora sí llevará el plan a cabo. Anselmo se fía de él y confía tanto que, incluso, le cede su casa para que esté a solas con su mujer. En mi opinión, la víctima de todo esto es Camila. Camila quiere a Anselmo, pero este ya en un primer momento duda de ella. A sus espaldas trama un plan con Lotario para probarla. Cuando el plan está en pleno funcionamiento su marido la abandona y la deja a solas con Lotario, que empieza a tratar de conquistarla. Ella desesperada escribe a su marido y le dice que si no vuelve pronto a casa ella se marchará con sus padres. Pero él la convence para que se quede diciéndole que él regresará enseguida. Ella continúa aguantando la ausencia de Anselmo y la comprometida situación con Lotario, trata de mantener intacto su honor, pero finalmente cae rendida de amor por Lotario. Quizás en un primer momento pueda parecer que Camila ha actuado mal, que no ha resistido y ha caído en la trampa que le ha puesto su esposo. A mí me parece más bien que Anselmo ha forzado demasiado la máquina esperando que sucediera lo que él temía que podía suceder. Y no ha parado de insistir hasta conseguirlo. A partir de ahora el triángulo boccaccesco marido/esposa/amante se convertirá en una lucha interna de traiciones y mentiras. Se ha roto por completo la relación de amistad entre Lotario y Anselmo y la relación amorosa entre Camila y Anselmo. Ahora incluso Camila mentirá y traicionará a su esposo en ese pasaje en el que se produce una actuación muy realista e impactante de Camila. Pero Lotario en su amor por Camila también destroza su honor de la misma forma que hizo Anselmo: dudando de ella. Piensa que el hombre que había salido de casa tras pasar la noche con Leonela, una criada de Camila, era un amante de Camila. Así entra en juego el tópico de las apariencias. Los tres en un principio parecían respirar una gran paz, amistad y amor entre ellos, pero a lo largo de la obra vamos descubriendo por sus actuaciones cómo son y se comportan realmente. A medida que avanza la acción el velo va desapareciendo. Lotario sigue engañando a Anselmo según sus intereses. Al final hay un enredo tal que acaba en un caos total. Anselmo descubre toda la verdad, todos le han abandonado. No lo soporta y muere de pena al saber de los amores entre Camila y Lotario. Lotario muere en una batalla, y Camila de pena al enterarse de la muerte de Lotario. Así describe Cervantes en la novelita a los dos protagonistas: «quedaron de este acuerdo el impertinente y el traidor amigo».
Este final puede recordarnos en cierto modo a las grandes tragedias de Shakespeare en el sentido de que no cabe hablar de justicia poética, pues el precio que tienen que pagar los personajes por sus errores es demasiado grande y casi siempre termina con la muerte de todos sus protagonistas. El castigo no es proporcional al error cometido en ninguno de los casos.
En el Ci el papel de los personajes cambia continuamente. En un primer momento puede parecernos que Lotario es el culpable, y por tanto antagonista de la novela, por varios motivos: está dejando el honor de su esposa por los suelos, pone a su amigo entre la espada y la pared, y siendo que Lotario suena más convincente en sus argumentaciones contrarias a Anselmo con sus sentencias auctorales y su rica retórica a la hora de expresarse, nos causa más simpatía Lotario que Anselmo. Lotario cría la fama de un hombre inteligente y un gran amigo, y Camila, por el momento, parece una víctima de las dudas de su esposo.
Pero a medida que avanza la novela y que el lector va descubriendo nuevas cosas de los personajes, la perspectiva varía. Lotario, víctima del chantaje emocional que le hace Anselmo, acepta formar parte de su locura, lo que implica no ser fiel a sus argumentaciones que tanta simpatía han creado en el lector, comprensible por otro lado. Con ello y las consiguientes mentiras a su amigo pierde el papel que el lector le había otorgado. Sin embargo, Anselmo desde un principio asegura que su locura no le traerá nada bueno: «veo y confieso que si no sigo tu parecer y voy tras el mío, voy huyendo del bien y corriendo tras el mal». Anselmo sigue llevando su absurda idea a cabo, lo cual le deja en el mismo lugar en que estaba. Y Camila continúa siendo la víctima de la trama. Se ve tan forzada por su destino que cae ante él: su honor por los suelos, se enamora del mejor amigo de su esposo: «lloró, rogó, ofreció, porfió y fingió Lotario con tanto sentimiento […] que aunque Camila fuera toda de bronce, viniera al suelo». Pero a partir de ahora los papeles se cambian y Anselmo se convierte en la víctima del engaño y la traición de Lotario y Camila. Y finalmente se produce el castigo desproporcional para todos.
EL CURIOSO IMPERTINENTE Y EL QUIJOTE
Ya sabemos que el Ci es una novelita intercalada en el Quijote como las muchas otras que Cervantes insertó y que se caracterizan por ser un mundo aparte de los dos protagonistas del argumento central, Quijote y Sancho.
Pues bien, hay dos maneras de afrontar esto: considerar que el Ci tiene su pertenencia dentro del esquema del Quijote o que, como todas las novelas intercaladas en el Quijote, la novela es extraña al argumento central. Yo soy partidaria de la primera opción. Esta novela es un exemplum de lo que trata de explicar Cervantes en el argumento más general del Quijote. Aparecen elementos que los relacionan y ponen en contacto: la locura, las apariencias, conflicto entre experiencia y auctoritas, el tema de la verdad…
Existe una relación contrastiva entre Anselmo y don Quijote. Anselmo no cree en su mujer, duda de ella, mientras don Quijote está dispuesto a creer en la virtud de su amada sin probarla. Don Quijote mantiene una fe ciega en la autoridad, que son para él los libros de caballerías, y que le lleva al extremo de negar la experiencia sensorial. Anselmo, por el contrario, se basa más bien en la experiencia, en las pruebas palpables.
Sin embargo, también existen paralelismos, el más evidente es el de la locura. Lo que se propone Anselmo es calificado repetidas veces de locura: «y llegará mi alegría por tu solicitud al grado que ha llegado mi descontento por mi locura». Anselmo es consciente de su alocada empresa: «porque no sé qué días a esta parte me fatiga y aprieta un deseo tan extraño y tan fuera de lo común de otros, que yo me maravillo de mi mesmo, y me culpo y me riño a solas». Lotario ya le advierte de antemano: «Mira que el que busca lo imposible, es justo que lo posible se le niegue». Incluso el cura Pero Pérez, que es el que lee la novelita, lo califica de loco: «no me puedo persuadir que esto sea verdad; y si es fingido, fingió mal el autor, porque no se puede imaginar que haya marido tan necio, que quiera hacer tan costosa experiencia como Anselmo».
Tanto en el Quijote como en el Ci, es la locura de los protagonistas lo que desencadena la tragedia final. Igual que don Quijote, Anselmo se inspira en un modelo ideal. Cree poseer así una medida objetiva para juzgar el mundo real y el comportamiento de sus personajes. Camila tiene una virtud real y no alcanza al concepto de virtud ideal que Anselmo tiene en mente.
Aparece de una forma menos evidente quizá el tópico de las apariencias. A don Quijote le engañan los sentidos, no es capaz de ver la realidad. En el Ci, Anselmo no se fía de la apariencia de «niña buena» de Camila y pretende ponerla a prueba para demostrar si es tan buena como parece.
Y por supuesto se pone de manifiesto el tema de la verdad, tan utilizado por Cervantes, muy relacionada a las apariencias. Los personajes no distinguen entre apariencias y realidad, no distinguen, por tanto, entre lo que es verdadero y lo que no. Continuamente se busca el descubrimiento de la verdad.
Por todas estas razones y puestas en común entre las dos obras, pienso que es necesario incluir el Ci dentro del esquema del Quijote como un exemplum del argumento central; quizá demasiado largo y con poca relación aparente con la historia de Sancho y Quijote, pero con otros lazos de unión que me hacen llegar a esta conclusión.
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* Susana Maroto Terrer es licenciada en Filología Hispánica de la Universidad de Zaragoza, tiene 25 años. Es correctora de estilo. Ha escrito una novela conjunta con una compañera de la universidad. Ha sido finalista en un par de concursos, y su poema «lágrimas de plata» aparece en una colección intitulada Palabras entre el centeno. Es colaboradora de las revistas sorianas Arena y cal, y La pluma. Su blog: laplumapalpitante.blogspot.com
Estimada Susana: Te felicito por tu artículo tan bien hilvanado y documentando. No cabe duda que eres una investigadora de primer orden. Besos, Chente.