Literatura Cronopio

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PREGUNTAR

Dijo Paul Celan «pregúntale a las cosas de dónde vienen y para dónde van». Los peregrinos budistas se preguntan por lo que florece, les interesan los nombres de los árboles y de las plantas. También, se detienen para reflexionar sobre aquello que ha muerto. En una de sus anotaciones Basho se pregunta: ¿Cómo sería todo esto hace quinientos años? La curiosidad es la energía vital del que viaja y del que escribe.

(Preguntando se llega al poema)
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PERDERSE

Creemos, que no hay ningún viaje en el que éste verbo no sea conjugado. Cuando el viajero sale de su casa, sabe que va a perderse, algunas veces lo evita y recurre a los mapas o a algún guía. Otras, lo asume como una manera misma de moverse.

ZIGZAGUEAR

Este es un verbo poco usado, pero apostamos a que todos los viajeros han ondulado el camino. Caminar en zigzag, es seguir el movimiento de la naturaleza, ir detrás del llamado de un sapo, de la danza de una ardilla, del verde de un pino. A eso nos referimos con zigzaguear, a dejarse llevar por el impulso, no importa si eso lleva a perderse, no importa.

LOS GUÍAS

En una ocasión Matsuo Basho pide por un guía; se presenta un joven rollizo con un bastón de roble. El camino es hostil, los poetas siguen al joven y atraviesan la penumbra. Durante todo el camino les habla de los peligros que pueden asaltarlos: «Ahora si de seguro nos acecha un percance». Es muy común que el guía exprese miedo, pues al conocer el camino asumen que conoce también el peligro. Todo irá mejor si el viajero pregunta por alguna historia o anécdota del lugar que está siendo recorrido.

La figura del guía es esencial en el viaje; maestros, eruditos, iluminados. Hoy, podríamos nombrar a los taxistas, a los mulatos que van descalzos, a los campesinos y a sus mulas ensilladas. También a los pastores, a los soldados y marinos. Es posible que el viajero encuentre un guía, en alguien que nunca hubiera imaginado, es posible. El guía es alguien que ha recorrido varias veces la misma ruta, está acostumbrado a sus bifurcaciones y en general a su vida. Casi siempre va adelante, son más rápidos sus pasos y pocas veces se detiene para contemplar. El viajero deberá pedirle que se detenga en caso de que alguna imagen le conmueva, el guía por su puesto que aceptará. Incluso, podrá agregar alguna impresión suya a la escena.
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PUERTOS

Tiempo antes de iniciar sus viajes, Matsuo Basho era un poeta reconocido en los círculos literarios del Japón medieval. A veces, manifestaba en sus escritos tener cierta incomodidad con la vida, sentía en el corazón una inquietud que lo perturbaba. Cuando esto sucedía, se encerraba en su casa por unos días. La soledad elegida se convertía en angustia y el maestro manifestaba constantemente su falta de ánimo. Para el año 1684 decide recorrer parte de su país a pie, confiando que en el camino, encontraría la experiencia fundamental para escribir nuevos poemas. Desde ese momento se entregó por completo al estado de tránsito. El camino fue para él, la iniciación en la filosofía Zen y la comprensión del estado Satori. La mayoría de su obra poética es el resultado de sus viajes y él fue, sobretodo, un poeta que viajaba.

Llegar a un puerto no quiere decir que el viaje ha terminado. En principio, los puertos son lugares para detenerse y admirar, para preguntar, para escribir. Estos, son puertos imaginados, pequeñas cimas alcanzadas que colman de emoción el corazón del viajero. Son múltiples y tan diversos como el número de peregrinos. En Sendas de Oku, asistimos al momento en el que Basho se detiene para admirar y escribe en tres versos el movimiento del mundo, así:

«Juntos en la tarde tranquila
vuelan notas de Ángelus,
murciélagos y golondrinas.»

En cada uno de los lugares que visitaba, preguntaba por los hombres sensibles, se acercaba a sus casas y los saludaba con poemas, ellos le contestaban también con versos. Se establecían así, diálogos poéticos llamados «Haikai no renga». En todos sus diarios resuenan al unísono, las voces de sus discípulos y de los maestros que a su vez conoció en el camino.
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En la última anotación de Oku no Hosomichi, Basho relata el encuentro con sus discípulos, ha llegado el momento de regresar a casa. En tanto, esta guía no considera que éste sea el fin del viaje, pues según los escritos del poeta, justo al llegar al pueblo de Ohgaki (última estación de su recorrido) ya estaba imaginando su próxima peregrinación. En esencia, su obra representa un estar siempre en movimiento, un estado interminable del acto de viajar por las cosas, los días y las sendas. Era verano cuando el poeta murió en el camino, el último de sus días Matsuo Basho lo pasó viajando. Queda sí, un poema que se considera como su despedida:

«Caer enfermo durante el viaje
Mi sueño huelga errante
sobre un campo de césped seco».

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* Manuela Gómez Quijano es Comunicadora Social y Periodista y también licenciada en Filosofía y letras de la Universidad Pontificia Bolivariana. Ha pertenecido por varios años al Semillero de Investigación en la Escritura y Experiencia Poética de la UPB. Es amante del abc y mendiga de la poesía. Le gusta adivinar el movimiento de los pájaros entre la hierba. Escribe en una libreta de tapas rojas, que adentro tiene el mapa del mundo. Estudió una maestría en Creación Literaria en Barcelona, España.

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