SIDERAL Y OTROS POEMAS EN PROSA
Por Melina Pezzotti Escobar*
SIDERAL
Media hora de silencio para el corazón, tic-tac, tic-tac, tic-tac,
un hormigueo en los labios, una cosquilla en la palma de tu mano.
Tu cuaderno descansa sobre un cojín amarillo que robaste a tu padre.
Apretar los dedos para escribir es un sendero.
Siempre hay luces vistosas para el recogimiento del alma, arrobamiento de los sentidos,
sed que no conoce el límite.
Calla, espera un poco, ahora escribiré, permitiré a esta sed poseerme, salvarme,
salvaguardar este día del tedio, sumergirme en algo visceral.
Sin recogimiento no hay desvarío, sin sacrificio no hay salvación.
Este día bastará a mi ser para emerger de la nada cristalino, casto y entrañable,
sin sabor a comisura. Arrestado por un delirio que me alivia y oxigena.
Quiero escuchar a mi corazón, bendecirlo. Quiero presentir la danza de la lluvia en mi ser.
Quiero el alucinante sol en mis adentros. Quiero soportar la desdicha sin miseria.
Dejar al otro tan invisible en su lejanía. Postergar el daño, el fuego que en mí produce daño.
Ser liviano y vital, sideral.
LO LLAMABAN TEDIO
Lo llamaban tedio, la última conjuración que te quedaba un sábado en la tarde,
cuando el silencio era eclipsado por el absurdo.
Tedio de domingo, de pordiosero, de hombre sin afeitar.
Le dijeron que se fuera cuatro meses o durante un año, pero el tedio se quedó,
inquebrantable y dominante, sosteniéndose en el vacío como la única opción soportable.
Tedio de tortuga anidando en las telarañas… Lárgate con tu tedio a otro sitio, adonde no te duela el tedio.
Tedio fecundo, visceral y ancestral, miserable como el bullicio que me envuelve en esta tarde de domingo.
Engánchate a un deseo y sé conmovido en el regazo de tu alma. No alucines con refugios inexistentes.
Sé tú, sedoso y sensitivo, sigue sosteniéndote en el vacío sin miedo.
Aunque dejes entrar el tedio en tu vida, no le permitas quedarse.
Saca tu traje más bello y sal a la calle, no tienes más remedio que existir,
salvaguardar la esperanza, cueste lo que cueste.
SABÍA TAN RICO LA DESDICHA
Sabía tan rico la desdicha, así encuerada se veía mejor, con su cintura flácida y sin aliento,
corroída por sustancias irreales, mustia, sobrecogedora. Sabía tan rico, que me prometí a mi mismo
no abandonarla, ser su esclavo, su súbdito… Si ella tropezaba conmigo me hincaría a sus pies.
Estaba lisiada en ambos costados, prefería la desdicha, su equipaje pesado,
su alarido de fuego secándome la boca y nutriéndome de vacío.
Tal vez era yo la desdichada, la olla rota, mustia, silente, lacerante.
Quizá porque soy esta comisura andante… quizá por eso la desdicha encuentra en mí bebida y asilo.
Quizá la desdicha me encuentra dispuesto, herido, abierto, quizá necesito sumergirme en el látigo
para domesticar mi podredumbre, mi estrechez, quizá estoy perdido y derrotado,
soy un manjar para la desdicha. No puedo ignorarla porque soy parte de esa sed y esa renuncia.
Sabe tan rico la desdicha al sombrío, un manjar en su boca es.
Tal vez un día pueda taparme los oídos y me niegue a escucharla, tal vez un día pueda.
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* Melina Pezzotti Escobar nació en Medellín el 24 de diciembre de 1975. Estudió Trabajo Social en la Universidad Pontificia Bolivariana. Asistió durante 4 años al taller de literatura en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, con Claudia Ivonne. Ganadora del Primer Concurso de Narrativa y Poesía «Le Radici e le Foglie» (Las raíces y Las hojas) en Roma- Italia, el 28 de diciembre del 2001. «La memoria nunca regala sus marcas» es su primer libro, publicado en el 2007. Desde hace 13 años reside en Cartagena de Indias.