AQUÍ EN LAS PAMPAS EL TORO POR LAS ASTAS ES LA DICHA
Por Adrián Yanzón*
1-
Entierra a los muertos. Hieden insurgentes como mulas en Afganistán. No los dejes sin sepultura, si no vendrán las ratas, se paseará la epidemia (el ejercicio del recuerdo sin perdón), el opio que compran los que fracasaron al doctorarse en la academia… Pero puede acaecer que entierres a los muertos para seguir matando, entonces serás como una bestia experta, pulcra y aseada, agente especulativo —broker— hábil en la eugenesia…
2-
Son
tan nuevos
en occidente
hace tan poco
que han nacido al mundo
de vientres hendidos
cesáreas.
las certidumbres pobres
de sus padres…
3-
¿Por qué sueño que expando los límites
y sangras
oliendo a carne chamuscada?
Sorteó en la feria una megalópolis,
estrella negra que chupa y mastica
a psicólogos y psiquiatras
próximos esclavos de las ampollas.
Para una multitud de brujos poco afortunados
que han jugado con la suerte
comprando sus tickets,
guardando el secreto
de sus actividades
en el casino flotante
donde la cultura expende sus prebendas…
4-
Estoy harto pero no importa, necesito humillarme ante Dios, y no al contrario —ante su oposición— frente al humanismo/bestia papal que rezaga la llegada de lo extático con controles positivos socializados —evangelio de la liberación—. O la pseudo-ciencia creada por los nacionalistas españoles convertidos en homosexuales anarquistas —luchando por la despenalización de la marihuana— infiltrando a la Iglesia Anglicana.
Aquí en las pampas el toro por las astas es la dicha, por eso los paisanos no son muy dados al habla. El cerco lo ha construido el ogro de la contracultura en el saco a oscuras, cargado al hombro, del pordiosero.
5-
Se estremece el andén. La bruma cubre la estación del ferrocarril. Lo asesiné de cinco puñaladas. Clavé en su ojo izquierdo (una multitud de sensores), cuello, corazón, vientre, ingle. Huelo sangre (no es la mía), poco a poco mi mente se habitúa a la idea. Yo maté a Anton Szandor Lavey. Pero no me percibo asesino, hace muchos años ya que no consumo dosis de hachís. Sin embargo, la policía ha ventilado, que «el dragón» murió de neumonía en Londres, enfermedad que siempre he atribuido a la falta de exposición solar, a la astrología, al contacto con súcubos y a la visualización del sol negro. Gravedad. Fue velado por «familiares» sanguíneos a puertas cerradas, en una mansión (sectarios de la política & el mundo del espectáculo) del bosque sagrado, realizando éstos salvajes verbenas, abominables orgías de máscaras e ingestión de psicotrópicos. Sus sicarios me rastrean, si me atrapan pueden matarme según su antojo perverso, yo sería un voto para el ángel caído. Pondré potencial, todo de mí, para huir, luchar.
Tengo la ley mosaica, la práctica con rigor de la santidad, el Alfa & el Omega, el Verbo Divino, Jesús el Cristo, la Espada del Espíritu…
Aunque he llevado a cabo algunas variantes… ahí reside quizás mi debilidad, pues la Palabra no puede ser reformada en los labios ni en los actos. Él decía que no hacía oblaciones, pero su mente, su negación, fueron entregas. Me limpio la sangre de las manos en el baño del apeadero. Oigo una radio. Hablan de un fenómeno atmosférico. La temperatura ha caído cinco grados bajo cero. No percibo frío. Estoy en shock, conmovido por la acción, pero no me siento culpable, sólo excitado. Tengo demasiado sueño para limpiar la gran daga con el agua del grifo.
Yo poseo un arma blanca, ellos de fuego
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* Adrián Roberto Yanzón es un poeta y músico argentino. Tiene estudios primarios, secundarios y universitarios de Letras incompletos en la U.B.A. Es autor de un libro de poesías publicado a fines del año 2011: «Otras Puestas del Ocaso» (Editorial Milena Caserola), fragmentos que aparece en esta edición de www.revistacronopio.com.
El presente texto es un extracto de su poemario «Aquí en las Pampas el toro por las astas es la dicha», publicado por editorial Milena Caserola, 2013.