Literatura Cronopio

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La poesía de Urondo podría haber evolucionado valiosamente de infinitas maneras si su vida no hubiese sido cortada abruptamente. Su trabajo, que había ido desarrollándose constantemente hasta sus últimos días, trajo un fresco aire nuevo al campo poético argentino. No ha habido desde la publicación de la última Revista Martín Fierro en el año 1927 ningún movimiento trascendente que fuera más allá de la mirada solipsista e introspectiva a la que estaba habituado el lector rioplatense de principio del siglo XX. No es hasta el año 1945, fecha en que emerge el Peronismo en el orden político, social y cultural argentino, que los nuevos movimientos poéticos y las revistas literarias de vanguardia comienzan con vigor a revivir el decaído panorama de las letras argentinas. La obra de Urondo y de muchos otros, que pertenecieron a las generaciones innombradas y perdidas de las décadas de los 50 y los 60, son un buen ejemplo de ello. Estos movimientos y revistas, como Poesía Buenos Aires (que se funda en 1950) y Zona de la poesía americana, donde Urondo participa muy activamente, desarrollan una gran tarea inaugural que contribuirá decisivamente, al tan esperado nuevo panorama poético argentino.
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Luego vendrán muchas otras publicaciones que colaborarían también trayendo las nuevas tendencias a la Argentina, publicando por primera vez profusamente a escritores de la talla de Pablo Neruda, Paul Eluard, Tristan Tzara, René Char y Vicente Huidobro —quien promoviera y trajera a Buenos Aires por primera vez la estética del movimiento creacionista—.

Después de la fundación de Poesía Buenos Aires en 1950, comienzan a salir a la luz numerosas publicaciones como Conjugación de Buenos Aires —fundada en 1951 por Edgar Bayley y Juan Carlos La Madrid—, A partir de Cero —fundada por Enrique Molina y Aldo Pellegrini en 1952—, Letra y línea —que constituyó la continuación de Que y fue fundada en 1953 por Aldo Pellegrini y donde colaboran escritores de la talla de Enrique Molina, Oliverio Girondo, Tomás Maldonado, Juan Carlos Onetti y Osvaldo Svanascini, entre otros— y finalmente Contorno —que también nace en 1953 y cuenta con la dirección de los hermanos David e Ismael Viñas, además de varios colaboradores notables entre quienes se destacan Noé Jitrik y Juan José Sebreli—.

Los primeros trabajos de Urondo [La Perichole (1954), Historia antigua (1956), Lugares (1961), Dos Poemas (1959) y Breves (1959)] están fuertemente influenciados por el surrealismo, especialmente por la corriente hiper-vitalista del surrealismo y por el invencionismo hiper-artístico. Sus estrategias líricas en aquel entonces recreaban la tradición precedente, la ensanchaban, la hacían más versátil pero de ninguna manera contraponían abiertamente una nueva y remozada forma de decir y hacer poesía. Urondo tardaría varios años hasta poder ofrecer una visión y una voz propia, autónoma de los movimientos que el canon literarios reglaba y legitimaba, e independiente del abuso que de las estrategias introspectivas y elegíacas se cometía y que tanto criticaría luego el propio Urondo.

Desde Nombres (1963) hasta el final de su carrera, la obra de Urondo mostraría un giro notable, más acorde a las tendencias ligadas al innovador movimiento coloquial, tan en boga en los círculos progresistas de los 60. Esta propuesta irrumpe con una poesía más vinculada a la realidad circundante, al punto de ser considerada y denominada en algunos círculos como una poesía hiper-social o neo-popular debido a su constante compromiso con la realidad cotidiana urbana. En esta nueva etapa, Urondo va a ofrecer lo mejor de su producción poética, inaugurando una nueva forma de poetizar la convulsa realidad nacional. Su propia voz, en toda su dimensión coloquial, se va a llenar de elecciones, de colores renovados y nuevas miradas de lo cotidiano que hasta entonces parecían sentenciadas a una única manera de ser. Este coloquialismo social invade así todos los aspectos de su obra con una clara intención, modificar la realidad nacional inmediata, modificando primero a sus lectores.
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El estilo creado por Urondo retoma alguno de los brillantes métodos retóricos utilizados por los movimientos de principios del siglo XIX y XX en el Río de la Plata. Me refiero concretamente a la vanguardia de la literatura Gauchesca y al Sencillismo respectivamente. La obra de Urondo se inspira en una variedad de escuelas y tradiciones literarias, que toma tanto del sencillismo de Baldomero Fernández Moreno (1886-1950), como de la Escuela de Boedo donde sobresalía especialmente Raúl González Tuñón (1905-1974). También es importante destacar la obra de otros grandes escritores reivindicados por el santafecino como Oliverio Girondo (1891-1967) y por supuesto, su amigo Juan Laurentino Ortiz (1896-1978), de quien Urondo tomaría su ‘nombre de guerra’, «Ortiz».

Todas estas estrategias discursivas, métodos retóricos e influencias variadas, formaron parte de los intentos del poeta santafecino por crear un movimiento que portara los valores de una nueva conciencia moral como uno de sus principales objetivos. La poesía conversacional, junto a toda la rica imaginería aportada por el realismo coloquial, conformarían los dos grandes pilares de su poética, situando a Urondo en un lugar de privilegio en la historia de la poesía nacional. Este «nuevo realismo», como algunos lo han calificado, incorpora lo menos retórico del movimiento Antipoético, y rechaza toda forma de realismo precedente. Ya que ni el Naturalismo como emergente del Realismo Burgués, ni el Realismo Socialista, promovido especialmente en las ex Repúblicas Socialistas Soviéticas, formarán parte alguna del entramado poético de Urondo.

La contribución mayor de Urondo a los movimientos de vanguardia posteriores se verá cristalizada en lo que más tarde se conocería bajo el nombre de Literatura Comprometida Latinoamericana. Entre los escritores que bien pueden asociarse a este tipo de poética, Urondo especialmente prefiere a aquellos latinoamericanos que como Nicanor Parra (Chile 1914), Ernesto Cardenal (Nicaragua 1925), Javier Heraud (Perú 1942-1963), Enrique Lihn (Chile 1929-1988), Antonio Cisneros (Perú 1942), Roberto Fernández Retamar (Cuba 1930), Jorge Enrique Adoum (Ecuador 1926-2009), y especialmente Roque Dalton (El Salvador 1935-1975) continúan la tradición de denuncia y compromiso social.
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Después de la muerte de Urondo, su amigo y compañero de lucha Rodolfo Walsh [20] va a escribir una sentida carta, para honrar la memoria del poeta, acaso sin saber que otro, a los nueve meses, escribiría la suya propia.

Mi querido Paco:

[…] En estos días que han pasado desde que te mataron, me he preguntado qué es lo importante de tu vida y de tu muerte, qué cosa te distingue, qué ejemplo podríamos sacar, qué lección nos dio Francisco Urondo.

Tengo una respuesta provisoria en las cosas evidentes que pudiste ser y en las más desconocidas que elegiste.

Llegaste a los cuarenta años con la pasta de los grandes escritores, que no es más que una forma de mirar y una forma de escuchar, antes de escribir. El problema para un tipo como vos y un tipo como éste, es que cuando más hondo se mira y más callado se escucha, más se empieza a percibir el sufrimiento de la gente, la memoria, la injusticia, la soberbia de los ricos, la crueldad de los verdugos. Entonces ya no basta con mirar, ya no basta con escuchar, ya no alcanza con escribir.

Pudiste irte. En París, en Madrid, en Roma, en Praga, en La Habana, tenías amigos, lectores, traductores. Podías sentarte a ver desfilar en tu memoria el ancho río de tu vida, la vida de los tuyos, volcarlo en páginas cada vez más justas, cada vez más sabias. Con el tiempo, quién lo duda, habrías figurado entre esos grandes escritores que eran tus amigos, tu nombre asociado al nombre de tu país, pedirían tu opinión sobre los problemas que agitan al mundo.
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Preferiste quedarte, despojarte, igualarte a los que tenían menos, a los que no tenían nada. Lo que era tuyo era fruto de tu esfuerzo, pero igual lo consideraste un privilegio y lo fuiste regalando con una sonrisa. […]

Ángela Urondo, recuerda la muerte de su padre, el escritor Francisco Urondo. Cortesía de Mate Amargo. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=YEHwuN4fCu8[/youtube]

NOTAS.

[1] Todos juzgados por violaciones a los derechos humanos, asesinato, tortura y privación ilegal de la libertad, y condenados a prisión perpetua y pérdida del grado militar.
[2] Montoneros fue una de las organizaciones guerrilleras más poderosa de Latinoamérica en la década de los los años 70. Sus objetivos iniciales fueron el retorno al poder del entonces exiliado Juan Domingo Perón y la instauración en la Argentina de un sistema político que denominaban «Socialismo Nacional», al que consideraban como la evolución histórica natural del Peronismo.
[3] Mario Benedetti. «Paco Urondo: constructor de optimismos». Poemas de Francisco Urondo. Madrid: Visor, 2003, página 206.
[4] Las FAR era una organización armada autodenominada marxista y guevarista que converge con Montoneros en 1973.
[5] Palabras de Arturo Jaureche recogidas por Pablo Montanaro en Francisco Urondo. La palabra en acción. Biografía de un poeta y militante. Rosario, Santa Fe: Homo Sapiens Ediciones, 2003, página 150.
[6] «Irnos, dejar la casa». Por ello, la hermana de Urondo asegura que el vehículo en el que se transportaban llevaba en su interior varias maletas conteniendo sus efectos personales, con las que pensaban irse a vivir a otra vivienda, esa misma tarde.
[7] Policía.
[8] Secuestró.
[9] Montonero.
[10] Delató.
[11] Testimonio de «La Turca» recogido por Daniel Desaloms en su largometraje titulado Paco Urondo, la palabra justa. Documental. Buenos Aires: Delta Producciones, 2004.
[12] Recuerda Beatriz Urondo las palabras de su hermano Paco cuando aseguraba que «A mí vivo no me van a encontrar porque amo la vida pero no puedo delatar a nadie ni puedo perjudicar a nadie, así que antes de que me agarren…». Beatriz Urondo y Germán Amato. Hermano, Paco Urondo. Buenos Aires: Nuestra América, 2007.
[13] Los cinco policías responsables de la muerte de Urondo y Raboy fueron proceados por los delitos de secuestro, tortura y asesinato. Sus nombres y cargos en aquella época eran: Comisario Inspector Juan Agustín Oyarzabal Navarro, Inspector Armando Osvaldo Miranda Fernández, Inspector Eduardo Smaha, Sargento Primero de la Policía Federal —Delegación Mendoza —Osvaldo Daniel Calegari y el Comisario General Pedro Dante Sánchez Camargo.
[14] Palabras de Carlos, propietario del taller mecánico situado enfrente de la escena del crimen, y testigo del asesinato, según se comenta en el documental de Rodrigo Sepúlveda titulado D2 Documental producido en Mendoza y estrenado el 18 de junio de 2001.
[15] Rodolfo Walsh. Ese hombre y otros papeles. Buenos Aires: Seix Barral, 1996.
[16] Certificado del médico Raúl Corradi de Medicina Forense de Tribunales, según recoge Pablo Montanaro en Francisco Urondo. La palabra en acción. Biografía de un poeta y militante. Rosario, Santa Fe: Homo Sapiens Ediciones, 2003, página 158.
[17] Necropsia firmada por el doctor De Cicco, según misma fuente, página 158.
[18] Los Andes. Mendoza, 19 de Junio de 1976.
[19] Francisco Urondo. «Algo». Obra poética. Segunda edición. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2007, página 152.
[20] «Carta abierta» escrita por Rodolfo Walsh para denunciar el asesinato de Francisco Urondo. Rodolfo Walsh. Ese hombre y otros papeles. Editado por Seix Barral en Buenos Aires, 1996. Rodolfo Walsh fue secuestrado y desaparecido el 25 de marzo de 1977.
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* Hernán Fontanet es doctor en Filosofía, con especialidad en Literatura Latinoamericana, de la Universidad Autónoma de Madrid, España 2003. También es Filólogo Hispánico de la Universidad Complutense de Madrid, España 1998. Ha publicado y participado, entre otros, de los libros «Elogio de las Lágrimas : La búsqueda de la identidad en la poesía argentina» (2013), «Francisco Urondo y Su poesía, sin arma cargada de futuro» (2012), «Modelo y su(b)versión  en la poética de Leónidas Lamborghini (2009), Fervor y exilio en la poética de Humberto Costantini (2008) y Poéticas de exilio (2004). Actualmente es profesor asociado de Español en la Rider University (Estados Unidos).

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