EL ASESINATO DE TROTSKY, EL HOMBRE QUE AMABA LOS PERROS
La historia, analizada por politólogos, sociólogos, historiadores, filósofos y hasta teólogos, no duda en afirmar que el siglo XX ha sido el centenario con más violencia política reflejada en los monstruosos conflictos internacionales como la Primera y Segunda Guerra Mundial, la invasión norteamericana a Vietnam, las guerras civiles y los conflictos étnicos y religiosos.
Esas guerras fueron crueles y destructivas hasta la saciedad. La maldad humana, sedienta de poder y de conquista de territorios, no tuvo respeto por los valores humanos ni misericordia con los enemigos. Las potencias mundiales, además de innovar sus armas, crearon otras de destrucción masiva como las bombas atómicas, las de hidrógeno, los gases y armas químicas que acabaron con pueblos y con millones de seres humanos.
Los líderes de esas batallas, al desarrollar su personalidad patológica, generaron destrucción, terror y muerte. Todos quisieron ser los dueños absolutos del poder y cuando surgió un posible competidor fue acusado, inmediatamente, de traidor y, por lo tanto, merecedor de la pena de muerte. Hablamos de genocidas como Stalin, Hitler, Mao Tse Tung, Pol Pot, Pinochet, Mussolini, Videla, Franco…
Entre los millones de muertos que dejaron esas tiranías, hay asesinatos planificados con anticipación y realizados sin piedad. Recordemos el de Aldo Moro, el de Gandhi, el de John F. Kennedy, el de Luther King, el de Federico García Lorca y en Colombia el de Jorge Eliécer Gaitán, el de Luis Carlos Galán…, pero la lista es interminable.
La lectura de la novela El hombre que amaba a los perros nos lleva a revivir la experiencia histórica, intensa y duradera que nos dejó la ideología de izquierda desarrollada en la Unión Soviética, en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial.
Stalin, político ambicioso, movido por sus ansias de poder y no por ideales revolucionarios, logró, con la simpatía de Lenín, el cargo de Secretario General del Partido Comunista. A la prematura muerte de Lenín se declaró su sucesor, cargo que le correspondía a Trotsky.
Lev Davídovich Bronstein, más conocido como León Trotsky, político y revolucionario ruso, de origen judío, se enfrentó política e ideológicamente a Stalin. Lideró la oposición de izquierda lo cual lo llevó al exilio y a su posterior asesinato.
Es sorprendente la capacidad que tiene Leonardo Padura para conseguir que el lector, conocedor de la forma en que Trotsky fue asesinado, se emocione tanto con la lectura de esta novela y no pierda, en ningún momento, el interés por conocer los detalles.
En setecientas sesenta y cinco páginas, el autor nos cuenta, en forma simultánea y perfectamente construida e intercalada, la historia de tres personajes. Pensaríamos que la de León Trotsky sería la principal, pero la narración está tan bien lograda que cada una de ellas nos genera sentimientos especiales, diferentes, fuertes.
El odio de Stalin persigue a Liev Davídovich a través de todos los lugares testigos de su exilio. Inicialmente es deportado a Kasajistán, luego Turquía le daría asilo y así, durante cuatro años vivió, con su familia, en la isla de Prínkipo, enclavada en el Mar de Mármara, a unos treinta kilómetros de la ciudad de Estambul. Luego viajó a Francia y a Noruega para, finalmente, conseguir el asilo político en México en el año 1937. Allí, Diego Rivera y Frida Kahlo lo acogieron en su casa de Coyoacán. En esos once años de destierro Trotsky tuvo que sufrir la desaparición y muerte de todos sus hijos y la tortura y ejecución de casi todos sus amigos y sus familias, con quienes había luchado contra el sistema estalinista.
Me impactó la cercanía con la realidad que tiene el escritor al narrar los detalles de la persecución a la que fue sometido Trotsky y la exhaustiva preparación de su asesino. Este seguimiento nos confirma la minuciosa documentación que realizó el autor para contarnos una historia; para encuadrar, acertadamente, algunos elementos de ficción necesarios en la reconstrucción de aquellos incidentes que se han mantenido en secreto; y para sostenernos, todo el tiempo, interesados.
Un segundo personaje de la novela es el asesino: el catalán Ramón Mercader. Un militar hispanosoviético hijo de una familia pudiente; un hombre duro, de convicciones profundas. Su padre era un industrial catalán y la madre, nacida en Cuba (cuando Cuba era una colonia de España) era una mujer posesiva, vengativa y cargada de odio. Ramón asistió a colegios elitistas en donde recibió una educación conservadora.
Caridad del Río, la madre, nunca encajó en el ambiente burgués y en 1929 empezó a frecuentar grupos comunistas y anarquistas. Dos años después se separó de su esposo y se fue, con sus hijos, a Francia. Allí empezó la relación de Ramón con el comunismo soviético. Al iniciarse la Guerra Civil Española, Ramón se vinculó al Ejército Republicano y en 1937 viajó a la Unión Soviética.
Recomendado por su madre, para realizar la Operación Pato, fue entrenado en Moscú y convertido en gentleman, políglota (hablaba perfectamente español, catalán, francés, inglés y ruso) y en obediente soldado revolucionario ruso.
Con la nueva personalidad llegó a París y enamoró a Sylvia Ageloff, judía, norteamericana de origen ruso, secretaria esporádica de Trotsky. Con ella viajó a Estados Unidos, luego a México y, de manera astuta, manipuladora y con un excelente manejo de la farsa del amor, consiguió la entrada a la casa donde vivía Trotsky. Aparentando un desinterés total consiguió que tanto la esposa de Trotsky, Natalia Sedova, como el cuerpo de vigilancia le permitieran la entrada sin ninguna restricción.
Las diez páginas de la novela en las cuales Leonardo Padura relata la visita de Ramón Mercader a León Trotsky en donde tiene la posibilidad de asesinarlo, pero prefiere acatar la orden de su jefe y llevarlo a cabo tres días después, contienen tanta tensión que es imposible no sentirse contagiado de la angustia del asesino.
[…] En ese instante Ramón Mercader sintió que su víctima le había dado la orden. Levantó
el brazo derecho, lo llevó hasta más atrás de su cabeza, apretó con fuerza el mango recortado
y cerró los ojos. No pudo ver, en el último momento, que el condenado, con las cuartillas
tachadas en la mano, volvía la cabeza y tenía el tiempo justo de descubrir a Jacques Mornard
mientras éste bajaba con todas sus fuerzas un piolet que buscaba el centro de su cráneo.
El grito de espanto y dolor removió los cimientos de la fortaleza inútil de la avenida Viena.
(Padura, 2009, p. 644).
El tercer personaje importante de la novela, el narrador, es el cubano Iván Cárdenas. Un escritor frustrado, profundo creyente de la revolución, que acostumbra a pasear por la playa para distraer su sentimiento de fracaso. En una de esas caminatas se encuentra con un hombre que pasea dos hermosos perros Borzoi. Por su oficio de veterinario se siente atraído por ellos e inicia conversación con el dueño. En los encuentros posteriores, el propietario de los perros, Ramón Mercader, descubre el interés literario de Iván y, a través de varias citas, le cuenta su historia, pero relatada en tercera persona. Poco a poco Iván descubre la verdadera identidad del dueño de los perros y a pesar de tener una excelente historia en sus manos prefiere ocultarla por el miedo que le produce escribir sin libertad. El encuentro con el asesino de Trotsky no hizo sino avivar sus dudas, desilusiones y rabias mientras cuenta cómo fue la vida en la Cuba de los 90 en donde personas como él se sintieron engañadas y utilizadas frente a una utopía que no existía.
El hombre que amaba a los perros es esencialmente una novela porque habla de los sentimientos de los personajes, de sus deseos, de sus frustraciones y entra en los conflictos individuales de cada uno. Ramón Mercader que llega al asesinato por mantener una creencia; Trotsky que decide seguir fiel a una ideología e Iván porque le cae encima el peso de una historia.
La novela es conmovedora y es imposible terminarla y no quedar, por un buen tiempo, con su recuerdo y con una gran necesidad de reflexionar acerca de la desilusión de cada personaje al descubrir tantas mentiras a las que estuvieron sometidos y a su cuestionamiento de si valió la pena lo vivido.
REFERENCIA:
El hombre que amaba a los perros
Leonardo Padura Fuentes (2009)
Maxi Tusquets Editores
765 páginas
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* Norha Stella Mendieta V. es fonoaudióloga de la Universidad Nacional de Bogotá. Trabajó 36 años en la Fundación Pro-Débiles Auditivos de Medellín (veintiocho de ellos como directora académica). Tiene estudios de Licenciatura en Español y Literatura en la Universidad de Medellín. Fue profesora de la Universidad de Antioquia, de la Universidad de Medellín y de otros centros de educación superior. Ha asistido a talleres de escritores en Yurupary, en la Biblioteca Pública Piloto, en la Universidad de Antioquia y en la Pontificia Universidad Católica del Perú en los cuales ha escrito reseñas y ensayos. Actualmente se encuentra escribiendo se tercera novela.
Excelente reseña, pues de forma concisa y clara se expone el complicado contexto histórico-político que inspiró la novela y que, al mismo tiempo, esta desarrolla. Además, logra su objetivo al estimular la lectura de la obra.
Felicitaciones Norha.