Literatura Cronopio

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Si uno medita en todo esto, no puede menos que resultar altamente sgnificativo que siendo Martí la figura cubana que suscita las más enconadas pasiones, es también la menos conocida; o para decirlo de otro modo, Martí es el autor de una monumental obra literaria que casi nadie — ni aun la inmensa mayoría de los auto-titulados martianos — lee. Es el escritor que nos enfrenta a unos contra otros, contra otros, contra otros. Sin embargo, después de más de cien años de su muerte, me atrevo a decir que Martí el desconocimiento de Martí no hace — siempre con las honrosas excepciones que son del caso — sino crecer. Nos estamos volviendo cada vez más duchos en el desconocimiento de Martí.
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Al censurar a los argentinos que durante el mundial de fútbol de 1978 y la invasión de las Malvinas de 1982 se dejaron arrastrar por la pasión nacionalista y prefirieron ignorar la represión de la dictadura militar, los torturados, los desaparecidos, Beatriz Sarlo observa que ambos eventos «produjeron lo que no había logrado la propaganda de la dictadura, lo que ni siquiera había logrado el miedo.» El mundial y la guerra, nos dice Sarlo, «rodearon a los dictadores de un pueblo que no los repudiaba» («Mundiales… 124). Tal unanimidad, cabe advertir, expresa el consenso alcanzado, y con él la retirada de lo político. ¿Cómo pudo lograrse esto? Sarlo nos pone entre «[d]ecenas de miles de argentinos, con los ojos cubiertos por la bandera nacional» y «amordazados por los colores de la patria» (125). Las imágenes de la patria y de la bandera como una mordaza que ciega a los argentinos resultan cruciales en la reflexión de Sarlo sobre la pasión nacionalista en conexión con el conocimiento. Ella contrasta la pasión por el fútbol con la pasión de Argentina jugando al fútbol. Cada pasión tiene un «objeto central,» afirma, pero «la pasión que despierta el mundial no es, para muchos, una pasión por el fútbol sino por la victoria o la derrota de una nacionalidad.» Esta pasión, añade, «ignora, supera y puede anular su propio objeto, el deporte.» A esa «pasión ciega» entonces «le tiene sin cuidado cómo se juegue al fútbol.» Similarmente, sostengo que no pocos de los estudiosos martianos han sido en gran medida responsables por la destrucción del objeto central de su pasión: Martí. Lo han destruido alejando de él a los lectores. Si Martí hay que «divulgarlo» es porque no se lo lee. Si los políticos y los creyentes pueden engatusarnos con las citas, es porque no nos tomamos el tiempo y el trabajo que exige leer a Martí. Casi todos los estudiosos están de acuerdo en que no es un escritor fácil, pero proceden igual como si lo fuera. El resultado es que se había vuelto imposible jugar seriamente con Martí. Quiero decir, ponerlo a disposición de los jugadores-lectores, ni más ni menos que como un balón de fútbol. Porque lo que falta usualmente en la pasión de Martí es la pasión del conocimiento. Por eso de Martí puede decirse lo que dice Sarlo del mundial de fútbol, a saber, de que en él «reaparece la nacionalidad con sus atributos exteriores más agresivos y pesadamente simbólicos (himnos, banderas, colores nacionales en las ropas y sobre los cuerpos)» (130). Tomada como «doctrina,» su escritura se ha petrificado como el propio Martí hasta lo indecible. Sólo una pasión puede entonces devolvernos la pasión de Martí: la de la herajía, la del apóstata incluso, la del descreído Barrabás. Una pasión que lo retorne al juego, al ruedo de la lectura. A un juego y una pasión tal vez más «nacionales» que el fútbol: ¿la pelota?

¿Jugar con Martí a la pelota? ¿Jugárselo a la pelota? ¿Por qué no? Este estudio termina precisamente en un juego de pelota que había escapado a la atención de los historiadores, y que sostengo es el evento más importante de toda la historia de Cuba. Pero hay todo un camino, un via crucis que debe seguir el lector que aspire a conseguir una papeleta para ese juego. Le aconsejo, pues, a ese lector que no quiera pasarse de listo y saltar directamente al «juego», puesto que éste empieza aquí y ahora.

Concluyo con una aclaración. Este estudio no se propone «desacralizar», ni «desmitologizar» a José Martí. Se trata más bien de un ejercicio de deconstrucción. En un comentario crítico del texto benjaminiamo «Para una crítica de la violencia,» y aludiendo a la distinción que hace Benjamin entre «huelga general política», «destinadas a reemplazar el orden de un Estado por otro,» y «huelga general proletaria», encaminada a destruir el Estado, Jacques Derrida afirma que ambas son «las dos tentaciones de la deconstrucción.» A la pregunta entonces de si la deconstrucción «[…] es una huelga general o una estrategia de ruptura,» Derrida responde que sí y que no:

Sí, en la medida en que se abroga el derecho a discutir, y de forma no sólo teórica, los protocolos constitucionales, la carta misma que rige la lectura en nuestra cultura y sobre todo en la Academia. No, al menos en la medida en que sigue desenvolviéndose en la Academia (y no olvidemos, si no queremos sumirnos en el ridículo o la indecencia, que estamos aquí cómodamente instalados en la Quinta Avenida, tan sólo a unas pocas manzanas del infierno de la injusticia (Fuerza de ley 95-97).

La propuesta de Derrida, tanto como la conciencia del lugar en que mi propio empeño pudo realizarse, informan este estudio. Mi lectura de Martí, a contrapelo de la que se ha enseñoreado mayormente en la Academia, expresa tanto una vocación de ruptura con ésta, como el tácito reconocimiento de sus lazos con ella, puesto que «la posición misma de la fundación o de la posición del derecho […] debe implicar la violencia de la conservación […] y no puede romper con ella» (97) (itálicas de Derrida). La recreación del juego de pelota en Martí City — juego que ocurrió realmente — es justamente eso: el punto simbólico donde el último estallido es, para decirlo también en términos de Derrida, «[u]na fundación,» al igual que ésta es «una promesa.» Promesa para los lectores y jugadores que están por venir; jugadores y lectores implicados en las reglas del juego, tanto como en la impredecibilidad de la pelota.

NOTAS
[1] Presento un fragmento de la introducción de mi libro José Martí: la justicia infinita, que será publicado próximamente. En tanto fragmento de una «introducción,» no ha de esperarse del mismo la coherencia que, por supuesto, debe tener la introducción al estudio. Sin embargo, creo que el lector puede hacerse una idea de, como decimos en Cuba, por donde van los tiros. Agradezco a la revista Cronopio la oportunidad de publicar este anticipo.

[2] Slavov Žižek nos dice que la única religión del libro que no tiene el concepto de sagrada familia, o la figura del padre — la musulmana — es, por lo mismo, la única en que el hijo no es realmente sacrificado. Así, Allah, es presentado como huérfano. «Lo que esto quiere decir,» afirma, «es que Dios permanece en el dominio de lo Real-imposible: él es el Real-imposible padre que está en lo exterior, de modo que hay ‘un desierto genealógico entre el hombre y Dios’» (Zizek cita La psycanalyse a l’epreuve de Fethi Benslama). En el Islam, entonces, «ya no resulta posible anclar una comunidad a la manera de Tótem y Tabú, a través del asesinato del padre y, como resultado de esto, la unión de los hermanos.» ¿Quiere esto decir, entonces, que lo que Žižek llama la «consistente lógica anti-sacrificial del Islam» previene, por tanto, el sacrificio mismo. En su opinión esta noción de lo divino funciona en ambas direcciones: «puede actuar contra el sacrificio (no existe una economía simbólica de intercambio entre los creyentes y Dios; Dios es lo Puro del Más Allá), pero también a favor del sacrificio, cuando lo Real divino se convierte en la figura del Super-ego de ‘los dioses oscuros que exigen sangre continuamente’» (cita a Lacan-XI). Debe observarse, por tanto, que la violencia sacrifical es concomitante a la instancia paterna. Ver: Slavov Žižek, «A Glance into the Archives of Islam» en https://www.lacan.com/zizarchives.htm
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* Francisco Morán es un reconocido escritor cubano y profesor en Southern Methodist University.. Obtuvó su PhD del Departamento de Español y Portugués de Georgetown. Es autor de los libros:  Julián del Casal o los pliegues del deseo. Editorial Verbum. Madrid, 2008.  Casal a rebours. Casa Editora Abril. La Habana, 1996. El Cuerpo del delito. Ayuntamiento de Sevilla. Sevilla, 2001. Ecce Homo. Sociedad de Cultura Valle-Inclán. El Ferrol, 1997.  Habanero Tú. Ayuntamiento de Cieza. Cieza, 1997. El arte de la fuga. Ediciones Extramuros. La Habana, 1992.

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