LUVINA O LA FURIA DE LOS CUATRO ELEMENTOS
Por Gloria Amparo Deossa Quiroz*
Luvina es uno de los cuentos de Juan Rulfo [1] incluido en la colección de El llano en llamas. En este autor, los espacios asumen en varios de sus relatos e incluso en su única novela, Pedro Páramo, un papel protagónico, este es el caso de Luvina donde el nombre del pueblo le da título al texto y todo lo que se cuenta gira en torno al paisaje y a su dureza.
Una prueba de la importancia del espacio dentro del cuento es la ausencia casi total de acontecimientos. La trama se entreteje alrededor de la descripción del panorama por parte de un narrador interno que desde su percepción realiza un cuadro en ocasiones detallado sobre este lugar, además el personaje que habla en el texto lo hace en tiempo presente y a veces en futuro y es bien sabido que el tiempo de la narración es el pasado.
De entrada se ubica geográficamente el pueblo, aunque de una manera imprecisa: «De los cerros altos del sur el de Luvina es el más alto y el más pedregoso» (Rulfo, 1974:203). A partir de allí comienza a mostrar cómo es Luvina, utilizando siempre el tiempo presente y cuando se dirige al interlocutor, utiliza el futuro: «Ya mirará usted ese viento que sopla sobre Luvina» (Rulfo, 1974:203). El narrador principal es un profesor que ha ejercido por varios años su función de docente en ese lugar, pero en el momento de producir el relato se encuentra en otro espacio y el destinatario de su discurso es otro maestro que está próximo a partir hacia allá.
Las secuencias temáticas en las que se estructura el cuento para el análisis están relacionadas con la caracterización del espacio y se asocian a las cuatro materias o raíces que conforman el cosmos planteado por los filósofos griegos presocráticos, especialmente por Empédocles de Acragas [2] y ampliados posteriormente por Aristóteles. Esos elementos son la tierra, el agua, el aire y el fuego.
Aristóteles señalaba que los elementos se pueden transformar unos en otros ya que entre ellos comparten alguna propiedad. Por ejemplo, el sol se caracteriza por ser seco y caliente y la tierra por ser seca y fría; si se sustituye el adjetivo caliente del fuego por su antónimo frío el elemento fuego se convierte en tierra, y lo mismo ocurriría con los demás elementos, por lo cual, en todo los organismos coexisten los cuatro elementos primigenios (Aristóteles, 1987: 330 a 24) tal como se indica en la siguiente imagen.
Sin embargo, el mismo Aristóteles plantea que las transformaciones de los elementos se pueden asimilar con el ciclo de los movimientos circulares con lo cual se entraría a lo que él llama generación y corrupción
Así pues, la traslación del universo es causa de la continuidad, mientras que la inclinación lo es del acercamiento y del alejamiento. Pues sucede que el sol llega a estar, a veces, lejos y, a veces, cerca, y, por ser desigual la distancia, resultaría irregular el movimiento. En consecuencia, si el sol genera al aproximarse y estar cerca, es él mismo quien destruye por alejarse y volverse distante, y si genera por sus frecuentes acercamientos, también destruye por sus frecuentes distanciamientos (Aristóteles, 1964: 336a -33 -336b8)
Hipócrates [3] también relacionaba la armonía de los cuatro elementos con la salud y el bienestar, mientras la incorrecta distribución de los mismos era generador de enfermedad.
Además, de la interacción de dichos elementos resulta que del «fuego» y del «aire» aparece la propiedad de «caliente»; asimismo, «fuego» y «tierra», darán lugar a la calidad de «seco», y así, sucesivamente. Es de interés señalar, que los cuatro elementos del mundo exterior (macrocosmos) están relacionados con los cuatro humores del organismo humano (microcosmos), cuya mezcla adecuada (EUCRASIA) significa SALUD, en tanto que la mezcla inadecuada de los cuatro humores (DISCRASIA) es causa de ENFERMEDAD. El vocablo griego «krasis» significa «mezcla», y como «dis» es una negación, resultó que la mezcla de los humores era inadecuada y por la tanto causa una enfermedad (Günther y Morgado, 2000: 2)
En el cuento Luvina, esas cuatro sustancias originales se mezclan de manera inadecuada (discrasia) por lo tanto no producen salud ni bienestar sino al contrario hacen muy difícil la vida en esa región y sobre todo a los advenedizos, a los que no nacieron en Luvina y no comparten su visión del mundo: la prehispánica. Es por eso que este trabajo analiza el espacio haciendo una revisión de los elementos que lo conforman desde la cosmogonía presocrática, su simbología y su relación con los mitos prehispánicos aztecas.
ELEMENTO TIERRA
En el cuento Luvina las referencias a este elemento se encuentran más que todo en el primero y el segundo párrafo donde se describe cómo es el suelo de Luvina: árido, seco, pedregoso, sin una sola planta, salvo el chicalote que nace pero no se alcanza a desarrollar porque es arrancado por el viento (Rulfo, 1974:203). La tierra en todas las mitologías está relacionada con la fertilidad, no obstante en Luvina la tierra no es explotada, no sirve para nada, en ella la cualidad de húmedo ha desaparecido. Es precisamente porque aquí no se alude a la tierra como tal sino al purgatorio o al Míctlan de la mitología de los mexicas. El narrador mismo compara este lugar unas veces con un cementerio y otras con el purgatorio:
Todo el lomerío pelón, sin un árbol, sin una cosa verde para descansar los ojos todo envuelto en el calín ceniciento. Usted verá eso: aquellos cerros apagados como si estuvieran muertos y a Luvina en el más alto, coronándolo con su blanco caserío como si fuera una corona de muerto»( Rulfo:1974:204).
Me sonaba a nombre de cielo aquel nombre. Pero aquello es el purgatorio. Un lugar moribundo donde se han muerto hasta los perros y ya no hay ni siquiera quien ladre al silencio (Rulfo, 1974:211).
Y cuando el maestro le sugiere a los lugareños que dejen el sitio y busquen una región más fértil donde vivir, ellos le contestan que no pueden irse porque «¿Quién se llevará a nuestros muertos? Ellos viven aquí y no podemos dejarlos solos» (Rulfo 1974:2011) con esta idea refuerza la alusión al inframundo, Luvina es la tierra de los muertos, sólo hay sombras, tristeza y silencio.
Otro factor que asemeja este lugar con el inframundo es la descripción que se hace de sus habitantes:
Pero al rato oí yo también. Era como un aletear de murciélagos en la oscuridad, muy cerca de nosotros. De murciélagos de grandes alas que rozaban el suelo. Me levanté y se oyó el aletear más fuerte, como si la parvada de murciélagos se hubiera espantado y volara hacia los agujeros de las puertas. Entonces caminé de puntitas hacia allá (…) Me detuve en la puerta y las vi. Vi a todas las mujeres de Luvina con sus cántaros al hombro, con el rebozo colgado de su cabeza y sus figuras negras sobre el negro fondo de la noche (Rulfo, 1974: 208,209)
Estas mujeres más que seres humanos parecen espíritus, seres inmateriales, al comparar el ruido que producen con el de una bandada de murciélagos está remitiendo una vez más al Míctlan, pues este animal es típico del infierno en la cultura azteca prehispánica [4]. El texto sigue arrojando claves al respecto y más adelante se centra en describir la imagen de las mujeres «porque en Luvina sólo viven los viejos y los que todavía no han nacido (…) Y mujeres sin fuerzas casi trabadas de tan flacas (Rulfo, 1974:209). A este respecto Vicente T. Mendoza, un estudioso de este pueblo aborigen, manifiesta que
Las figuras femeninas corresponden seguramente con Mietecacíhuatl: «Señora de los muertos» o con Mictlancíhuatl: «Señora del mundo de los muertos». Siempre ofrecen aspecto descarnado, a las veces con solo el cráneo sin piel, mostrando formas de mujer, con la cabellera entremezclada con estrellas entre sombras —símbolo de la noche—; en otros casos llevan coronas o collares de cráneos (86).
Se debe señalar también la insistencia del narrador en describir la naturaleza del tiempo en Luvina como otro indicio que señala el Mítlan, si a los pueblerinos no les importa el tiempo y si allí el tiempo dura una eternidad, es porque ya no los afecta. Para los dioses y para los muertos el tiempo es indiferente: «…Y es que allá el tiempo es muy largo. Nadie lleva la cuenta de las horas ni a nadie le preocupa cómo van amontonándose los años» (Rulfo, 1974:209)
Se observa entonces que en el cuento se alude por medio de diferentes imágenes e indicios al Mítlan, ese lugar de sombras pensado por los pueblos nativos, que habitaron México, como su última morada. Aunque en el texto no se haga explícito que los pobladores de Luvina fueran indígenas, ni se aborde de manera directa este mito, perviven en ellos las creencias ancestrales de los aborígenes y se niegan a aceptar las costumbres y modos de vida legitimados por la cultura oficial y representados por el maestro que llega al pueblo.
EL AIRE
La segunda secuencia corresponde al aire y se encuentra distribuida a lo largo del cuento haciendo un mayor énfasis en el párrafo tres. «Ya mirará usted ese viento que sopla sobre Luvina. Es pardo. Dicen que porque arrastra arena de volcán; pero lo cierto es que es un aire negro» (Rulfo, 1974:203) En el cuento se personifica el viento: se lo ve usar sombrero, arañar la piel de la gente como si tuviera uñas, golpear las cruces de la iglesia, además: «…Dicen los de allí que cuando llena la luna, ven de bulto la figura del viento recorriendo las calles de Luvina, llevando a rastras una cobija negra» (Rulfo, 1974:205).
Y como si fuera poco, el aire no deja crecer nada en este pueblo. Todo se lo lleva, lo arrastra. No obstante, a pesar de la descripción tan adversa que se realiza de este elemento es quien da fuerza y mantiene vivos a los Luvineses. Ellos se lo manifiestan al narrador:
—¿No oyen ese viento? —les acabé por decir—
Él acabará con ustedes.
—Dura lo que debe durar. Es el mandato de Dios —me contestaron—. Malo cuando deja de hacer aire. Cuando eso sucede, el sol se arrima mucho a Luvina y nos chupa la sangre y la poca agua que tenemos en el pellejo. El aire hace que el sol se esté allá arriba. Así es mejor (Rulfo, 1974:2119
Esta cita muestra cómo algo que el extraño (El maestro) valora negativamente, para los oriundos tiene su razón de ser y es necesario para su permanencia en el lugar, es una especie de protector. En este punto, las creencias de los luvineses chocan de nuevo con las del maestro, pues el viento, es para ellos más que eso, es un dios. Se trata de Ehécatl, en la mitología azteca, este dios es una de las manifestaciones de Quetzalcóatl. Entre sus funciones estaba poner en movimiento el sol (Belmonte y Burgueño, 20006:242).
Las alusiones a Ehécatl en este cuento son tan abundantes como las que se hacen al Míctlan, estas dos deidades están relacionadas, pues aunque el aire simbólicamente esté asociado a la vida [5], en la religión náhuatl, habían cuatro vientos: dos traían las lluvias y barrían las tierras para prepararlas para el cultivo del maíz, pero los otros dos eran considerados malignos porque traían las heladas o alejaban las lluvias (Morante L, 2000: 38) y uno de estos vientos corresponde a una de las pruebas que debe afrontar el espíritu para llegar al Mítlan: «el desventurado espíritu deberá atravesar ocho desiertos y un correspondiente número de montañas y habrá de resistir un torbellino afilado como una espada que puede cortar hasta las más sólidas rocas» (Spence, 2000:42).
Este torbellino parece ser el que sopla sobre Luvina:
Se planta en Luvina prendiéndose de las cosas como si las mordiera (…) Luego rasca como si tuviera uñas: uno lo oye a mañana y tarde, hora tras hora, sin descanso, raspando las paredes, arrancando tecatas de tierra, escarbando con su pala picuda por debajo de las puertas, hasta sentirlo bullir dentro de uno como si se pusiera a remover los goznes de nuestros mismos huesos (Rulfo, 1974:204).
(Continua página 2 – link más abajo)
Excelente trabajo. Leer a Juan Rulfo a través de la mirada experta y atónita de la autora del artículo, es contestar muchas preguntas que me había hecho sobre Comala (que no es menos tétrico que Luvina). siempre que lees a Rulfo te preguntas si no haces parte de esa muerte, de ese sueño de los no-vivos que si embargo no descansan el paz.
Magnífica la referencia a los cuatro elementos de los antiguos Griegos así como la relación con la rica mitología pre-hispánica. Impresionante el espíritu investigativo que se evidencia en el análisis de los elementos literarios de este magnífico cuento del que quedé antojada de leer!
Gloria: Felicitaciones mil por tan documentado y sesudo artículo, de un autor tan importante y maravilloso como Juan Rulfo.
Me parece que es un trabajo digno de un tesón y capacidad demostrada en la redacción, explicación y motivación del artículo, provocador y encantador, que denota tu gran dedicación y capacidad puestas al escribirlo.
Gloria: solo me asaltan dos dudas:1. Cuando te refieres al movimiento de traslación del Universo, pensando que puede existir una confusión con el movimiento expansionista del mismo. Y segundo, cuando utilizas el concepto de la cosmogonía presocrática, pensando también en que el término que mejor se le acomoda es el de la cosmología presocrática.
Pero, es tan interesante y cautivante tu artículo, que estos dos aspectos considerados, pueden pasar por alto, en caso de que fuesen correctos, porque también abro la posibilidad, que el equivocado sea yo, y en caso de ser así, igualmente mi felicitación sincera, creyendo que el análisis literario (hermeneútica) propuesto, tiene mucha validez y goza de una muy buena redacción y explicación, teniendo en cuenta que el tema y su tratamiento no es nada fácil. Solo personas como Tú, y lo demuestras, lo pueden hacer.
Gracias por esa maravilla. Me gustó demasiado.