Literatura Cronopio

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Una nochesita en el tostadero

UNA NOCHECITA EN EL TOSTADERO

Por Blanca Irene Arbeláez*

…Más adentro de El Tostadero, y gracias al respeto que infunde el ángel guardián que nos guía entre tantos horrores, vamos descubriendo que no todo es tan feo y horrible. En algunas zonas se ven palacios muy bien decorados que aunque construidos de roca negra y levantados bajo la oscuridad, resplandecen majestuosos y se ven destellar por dentro con luces de colores brillantes, como en esas discotecas góticas de los muchachos de ahora. Vemos puertas y ventanas bordeadas en oro con incrustaciones de esmeraldas y rubíes. Allí habitan los demonios más poderosos con diablitos a su servicio, pero también, nos cuenta el ángel, personajes muy importantes en otro tiempo que no quisieron salvarse y siempre fueron rebeldes, como Voltaire, Marx y otros ateos memorables que aunque vivieron con dignidad en la tierra, eligieron voluntariamente El Tostadero por puro gusto de sentirse libres y auténticos. Pero en los alrededores de los palacios vemos pulular multitudes de mendigos zarrapastrosos, llenos de gusanos y llagas, que según el ángel, en vida fueron políticos corruptos, ricos banqueros que acumularon fortunas a costillas de los pobres. En otro lugar, metidos entre sepulcros blanqueados, pero devorados por toda clase de bichos repugnantes día y noche, están los falsos predicadores religiosos, los hipócritas que en la tierra aparentaron una falsa santidad para explotar a los más necesitados y alcanzar el poder político.

En algún momento pensamos que el viento nos impulsa y caminamos en dirección de una luz roja muy extraña y poderosa. Una fuerza misteriosa nos atrae hacia ella y a medida que nos acercamos, olores más fuertes que parecen ser perfumes exóticos llegan hasta nuestro olfato —puesto que a pesar de no tener corporeidad material, los sentidos siguen funcionándonos—. Cuando penetramos en la luz todo se hace más intimidante. Es como un jardín inmenso sembrado de árboles de sangre, vómito y estiércol por donde se pasean las más repugnantes criaturas, desde arácnidos gigantes hasta serpientes de tamaño descomunal. El piso es de grava cortante, y lleno de brasas ardientes, plantas venenosas que emanan pestilencia. Entonces comprendemos, éste es el jardín principal que rodea el palacio del propio Satán y la luz roja viene de allí. Seguimos adelante y en pocos instantes estamos entrando por las puertas, bastante lujosas eso sí, de la propia casa del rey de El Tostadero.

—Hemos llegado a la casa del Diablo mismo —dice el ángel mientras los guardias infernales abren paso—. Tenemos que ser muy prudentes con él. A veces está de mal humor, como a veces puede ser en exceso amable y hasta zalamero. Tengan cuidado y traten de no cometer alguna imprudencia.

La mansión de Satanás, después de todo, no me impresiona demasiado. Me recuerda los lujos y el mal gusto de algunas casonas de ricos que conocí en la tierra: Paredes de mármol rojo, enchapados en oro y hasta perlas enormes, cortinajes de terciopelo negro, grandes estatuas de mujeres y hombres en actitudes insinuantes, pebeteros, piscinas llenas de vino y cerveza, etc. La servidumbre, como es natural, conformada por diablos gordinflones y de aspecto afeminado. Pero Sarai está vivamente impresionada. Boquiabierta. Nos detenemos en el salón principal mientras el dueño baja a saludarnos. Sabe que estamos aquí, con toda seguridad, en visita clandestina y eso nos atemoriza. Podría ordenar nuestro secuestro y dejarnos encerrados en El Tostadero, al menos a Sarai y a mí, por pura maldad. No obstante, cuando aparece, como todo un playboy, con el aspecto de un don Juan, nos extiende la mano con mucha amabilidad y nos da la bienvenida. Toma asiento sobre un gran sillón y, descubro que comienza a coquetearle a Sarai. Ella lo ve con certeza muy atractivo gracias al poder que refleja. Pero el ángel la hace abrir un poco los ojos antes de que sea muy tarde y enseguida me mira como aliviada.
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Por su aspecto, músculos bien marcados, nos damos cuenta de que sí es aquel Lucifer bellísimo que dice la historia. Sus ojos reflejan un gran encanto, y su sonrisa enmarcada en unos labios gruesos y sensuales, se parece a la del mismo Sandro, el cantante que tanto admira Sarai. Dos diablos traen en una bandeja de oro una botella de Aguardiente Antioqueño con las respectivas copas y, con gentileza, nos invita a un trago. Hasta el ángel acepta y mucho más nosotros que no queremos que esta noche se vaya a palo seco.

—Me agrada que de vez en cuando vengan de allá arriba a hacerme la visita. Yo sé que al supremo jefe no le gusta, pero de malas, después de todo es bueno saber que aquí también pueden pasarlo sabroso —dice el diablo relamiéndose los labios con su rojísima lengua y guiñándole el ojo a Sarai que no puede evitar ponerse como un tomate a pesar de ser sólo ya una sombra blanca como yo…

TE ESPERO EN EL CIELO

…Al sábado en el esplendor de la tarde después del almuerzo, tocaron la puerta de una manera agitada, y Perla dijo:

—«Santa Alicia bendita, que no sea una mala noticia».

Y se dirigió a abrir. Le entregaron una nota en una hoja de cuaderno, después de leerla sintió escalofríos, la arrugó entre su puño y sintiéndose impotente, como desvalida ante una situación inesperada, llamó a Jairo mi hermano:

— ¡Tenemos que ir a ver a alguien de inmediato!

Una hora más tarde llegó a ese lugar nada agradable para muchos.

—Sí, señor comandante, en efecto es él, no tengo ninguna duda —dijo Perla. Y el desaliento la envolvió en ese momento, mirando el cuerpo que yacía allí, pálido y rígido. Una vez identificado, salieron del recinto y esperaron otro par de horas.
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Había llegado al muladar el comandante, con sus secuaces, como a las tres de la tarde para hacer el levantamiento. Escribieron algo en una libreta, tomaron unas fotos, midieron no sé qué vainas. Me envolvieron en una bolsa blanca con cremallera y al otro viejo que todavía respiraba se lo llevaron al hospital. Llegamos a la comandancia, me tiraron en una poceta de loza blanca, me bañaron con agua fría y sin jabón. Después me pusieron sobre una mesa de cemento en un lugar parecido a una sala de cirugía. Cuando llegó el patólogo, vestido como un carnicero, de bata blanca, lentes gruesos para cegatones, empezó a realizar mi autopsia. No es nada agradable ese hachazo en el pecho para perforar costillas unidas al esternón y mirar mis vísceras. Pobre quien tenga que lavar esa bata salpicada de sangre. El hombre tomó muestras, pesó órganos continuó fumando y escuchando jazz en un viejo transistor. Con el fastidio que le tengo al cigarrillo… Y otro humeando encima de mí. ¡Uno muerto si no vale nada! Después que cerraron mi cuerpo con cáñamo, atascaron mi boca y taponaron con algodón impregnado de formol mi «culeco», quedé en manos de los empleados de la funeraria. Rápido me pusieron el «ajuar», como vistiendo un muñeco, y mi familia se dispuso a darme el último adiós, para este viaje que ustedes también harán, tarde o temprano, sin falta.

—Mira… lo maquillaron, parece dormido. Tan lleno de vida, con todo un porvenir por delante…

Yo creo que se suicidó por la tal Rosario, lo vi muy callado estos últimos días —dice Perla.

—No, hermanita—dice Jairo con dos lagrimones corriéndole a lo largo de sus mejillas.
—Éste es el resultado de una deuda de honor entre hombres, acordáte lo que pasó con la vaca, eso fue muy teso para él, aunque este trago tan amargo nos toca ahora a nosotros.
—Estúpidos hombres —alega Perla —que creen que todo lo pueden arreglar a machetazos. Hasta dónde los puede llevar ese maldito machismo. ¡Qué honor ni que mierda!… Es mejor que digan «aquí corrió fulano y no que digan, aquí cayó». El cementerio está lleno de valientes, pero los cobardes son más vivos, están más tranquilos paseándose de un lado a otro.

Se abrazaron en silencio, sellados los labios por el silencio y salimos rumbo a la casa, aquel rancho hermoso que me vio correr de niño por sus largos corredores, donde de vez en cuando había canastos y botas pantaneras de trabajadores, y donde me deleité viendo a los gatos haciendo el amor en el tejado, lo que despertó en mí los primeros instintos sexuales. La casa donde viví tan feliz esa niñez plena y mi adolescencia sana e inocente. La casa donde disfruté de un hogar dichoso y donde también veo ahora llegado mi final.
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* Blanca Irene Arbeláez es escritora colombiana. Ha publicado los libros: El primer amor nunca se olvida (2010) por Book Press NY; Cómo debemos morir (2011) por Editorial Artgrust en Madrid España; Trisagium Mortis (2012) por Artgerust en España; Te espero en el cielo (Trisagium Mortis) 2da. Edición (2013) el cual recibió la nominación del International Latino Book Awards en la categoría de mejor novela de misterio obra publicada con el sello Book Press NY. Asimismo, Te espero en el cielo ganó The 16th Annual Int’l Latino Book Awards, entregado el 28 de junio de 2014 en Las Vegas, Nevada; Las carangas resucitadas (2014) por Book Press NY, es su libro más reciente. Tiene una novela inédita próxima a publicar: Tres noches con Emily en Nueva York. Respecto a su carrera, Blanca Irene nos dice: «Estoy satisfecha con el trabajo que he podido realizar a lo largo de los útimos diez años en los cuales escribí a ritmo de mi propia imaginación cuatro obras donde exploro no sólo mis experiencias del pasado, sino también el mundo que hasta hace poco he conocido aquí en la Gran Manzana, trabajando y luchando por salir adelante como hace la gran mayoría de personas en búsqueda de sus sueños. Disfruto muchísimo de la literatura y trato de aplicar lo que leo en la manera como construyo cada libro. A veces no es fácil, hay que corregir y volver a escribir muchas páginas. Esta es la parte más delicada y la que la gente desconoce casi siempre. Me baso en los sentimientos, en lo romántico, pero busco que haya realismo y hasta crítica social, con un toque de humor y fantasía. Soy una enamorada de la naturaleza, las tradiciones del pasado pero también me gusta mucho la vida urbana de las grandes ciudades como Nueva York, que es para mí, todo un universo siempre nuevo y sorprendente cada día.»

Estos relatos hacen parte de su libro «Te espero en el cielo», publicado por Artgerust en 2013.

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