Literatura Cronopio

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Bibiana Vélez Cobo (Y yo) en el esplendor de la mariposa de Raul Gómez Jattin

BIBIANA VÉLEZ COBO (Y YO) EN EL ESPLENDOR DE LA MARIPOSA, DE RAÚL GÓMEZ JATTIN

Por Pedro Granados*

«En ese tiempo yo le edité un librito, El esplendor de la mariposa [1993], pensando en que le ayudaría [a Raúl], porque él vivía de eso. Me amparé en el concepto de Pedro Granados, un poeta peruano que conocí en el Festival [Internacional de Poesía de Medellín, 1993] y que luego contó muy bien en un libro [*] todo esto de Raúl en Medellín. Me ayudó, porque yo no era quién para decir si lo publicaba o no. Fue una edición baratita, la hicimos en una imprenta baratonga en Cartagena. Yo diseñé la portada, que era como un naipe, con una foto de él pa’rriba y pa’bajo. Le mandé el libro a Medellín, y estaba cabreadísimo con la portada; parece que la pintaba con pintauñas. Pero consiguió vivir un tiempito allá de ese libro»
(Testimonio de Bibiana Vélez) [1]

Por lo tanto, y lo recuerdo bien, en las falencias de aquella primera edición de El esplendor de la mariposa (1993) tiene que ver asimismo este servidor. En mi crónica de 2002, aunque no ahondo en ello, sí establezco ya algunas precisiones. Básicamente, fueron unas cuantas páginas mecanografiadas —con gruesas erratas ortográficas y otras, mínimas, de composición o formateo de los textos— las que recibimos de parte de Bibiana. Gazapos aún más notorios en cuanto pertenecían a poemas breves y a escuetos versos. Lo nuestro fue una intervención leve; anfibia, entre el error y el acierto. Es decir, limar lo mínimo, apenas lo evidente, para que subsista el «ruido» particular de este poemario escrito a manazos entre el talento y el deterioro… en el que, por esa época en particular, andaba sumido el extraordinario poeta de Cereté. Siempre he creído, además, que corregir poesía requiere ponerse previamente a tono con un ritmo, universo y lenguaje específicos… y, por lo tanto, aplicar a penas la tinta blanca. Esto cuando se trata de una alta poesía, por cierto. Tal como en este caso, manchada por un descuido involuntario; por un pliegue, de menos o de más, por mera cuestión de la tintorería.
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«SI YO LO ESCRIBÍ», LA POESÍA DE RAÚL GÓMEZ JATTIN

Durante el III Festival de Poesía en Medellín (Junio de 1993), escuchamos por primera vez a Raúl Gómez Jattin. Este fue de chanclas coloradas y sin libro alguno a su propio recital. Lo acompañaban Javier Sologuren, Juan Manuel Roca, y otro poeta del que ahora no nos acordamos. El público —que adoraba a Raúl— abarrotaba el céntrico auditorio. Llegado su turno, y después de dar muchas puyas a Roca, advirtió que no podía leer sin espejuelos; de aquella sala tipo anfiteatro fueron descendiendo, entonces, anteojos de diferentes formas y colores. Con el abracadabra de sus pesadas manos Raúl fue probándose cada uno; desdeñó inmediatamente el primero, unos cristales de marco grueso y de aspecto muy intelectual; lo mismo hizo con el segundo y con el tercero, discretos lentes de empleado, de disciplinado y tímido ganapán; finalmente, eligió unos de formato más bien estrecho, pero que quedaban flameándole de modo muy vivo en cada cien. Con estos leyó, mejor dicho, este poeta de casi dos metros de alto y de supersticiosos lentes de Gatúbela, quiso empezar a cantar, preguntó sobre las preferencias del público que en ese preciso momento ya lo observaba atónito.

—«¿Qué canción de Joan Manuel Serrat querrían escuchar primero?», y ahí mismo empezó a tararear la primera cuando poco a poco todo el mundo advirtió —antes nosotros— que no tenía entre sus manos texto alguno para leer. Seguidamente preguntó, ya habían pasado algunos desconcertantes minutos, si había alguien entre la concurrencia que tuviera un libro suyo. Silencio, risas, mayor perplejidad todavía. Por último, desde el fondo del auditorio, fue descendiendo a tumbos un único ejemplar que llegó con éxito hasta su mesa.

«Me dejaste en el momento en que más te necesitaba», leyó, o creemos que leyó, y con esto se instaló en la sala una incontenible gravitación que lo tenía a él como eje, exclusivamente a él. «Despreciable y peligroso/ Eso han hecho de mí la poesía y el amor», fueron otros versos ahora inolvidables. Sin embargo, todavía muy poco se conoce la poesía de Raúl Gómez Jattin (desaparecido trágicamente en 1997), apenas se ha difundido fuera de Colombia, y mucho menos se la ha estudiado. Extraordinario poeta celebrativo, con su Machado, Vallejo, Borges, Whitman, Paz y Lorca bajo el brazo, pero de catadura muy propia, su obra posee la frescura y vitalidad sólo comparable a la de otro de sus contemporáneos, el peruano Luis Hernández Camarero (Lima, 1941–1977). En ambos poetas, tan inteligentes y no menos cultivados, lo primero de lo primero es el gozo, esa ave rara hoy en día y a la que supo convocar siempre, por ejemplo, nuestro maestro Rubén Darío. Marginales y centrales a su modo —y tan latinoamericanos—. A sus obras no las coactó la racionalidad política, ni tampoco las cobijaron bajo oportunista teoría literaria alguna; fieles siempre a su corazón, entendieron la poesía ante todo como dignidad —propia y ajena— que es, a la larga, la que nos pone a la altura de aquel chimpancé que aspira arrobado una pequeña flor del iluminado jardín (foto en la National Geographic en Washington).
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«El putas» [2], algunos en Colombia denominan así a nuestro poeta; nombre cariñoso que no lo define por entero, pero que quizá ayuda a entendernos, sobre todo si nos circunscribimos a aquellos poemas que más fácilmente (de facilismo, de comodidad) lo identifican; por ejemplo, el famosísimo:

Te quiero burrita
Porque no hablas
ni te quejas
ni pides plata
ni lloras
ni me quitas un lugar en la hamaca
ni te enterneces
ni suspiras cuando me vengo
ni te frunces
ni me agarrras
Te quiero
ahí sola
como yo
sin pretender estar conmigo
compartiendo tu crica
con mis amigos
sin hacerme quedar mal con ellos
y sin pedirme un beso.

Sin embargo, Raúl Gómez Jattin, cuenta con un repertorio más vasto que el aludido, aunque igualmente concentrado (los suyos no son más de un centenar de poemas). A la vertiente, digamos, narcisista —al antes y después de la juventud y la belleza— que ilustran también otros textos admirables:

En este cuerpo
en el cual la vida ya anochece
vivo yo
Vientre blando y cabeza calva
Pocos dientes
Y yo adentro
como un condenado
Estoy adentro y estoy enamorado
y estoy viejo («De lo que soy»)

Sucede una poesía histórica, recreación o diálogo que entabla el poeta con algunos personajes universales de la historia o de la fábula, Hijos del tiempo es el libro al que nos referimos:

No volverá a ver la Alhambra en su esplendor

Tantos siglos construyendo pueblos y ciudades
irrigando llanuras
cultivando frutales
enseñando la Alquimia y el Álgebra
la Poética, la Astronomía y la Música
Y todo se ha perdido en unos cuantos años
En unas pocas batallas todo se esfumó
como un espejismo en medio del Sahara («El rey moro»)
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En el mismo año de 1993, cuando lo conocimos en Medellín, tuvimos la oportunidad de revisar —acompañando a la pintora Bibiana Vélez Cobo, persona excepcional y entrañable amiga del poeta de Cereté— lo que sería, no estamos seguros, su último libro de poemas, Esplendor de la mariposa; edición reducidísima de la que escribimos una reseña para un periódico de Barranquilla y detectamos, nos entristeció comprobarlo, cierta pérdida de rigor en la estructura de sus textos, ciertos versos de menos o de más, cierto exceso de lugar común en sus imágenes, pero jamás la ausencia, y esto harto nos alegraba, de auténtica poesía. Era el ramalazo lúcido —luz o sabiduría— en medio de su tenaz adicción. De modo análogo a lo que señala Ángel Rama respecto al maestro, en el Prólogo a su edición de la poesía de Rubén Darío para la Biblioteca Ayacucho, el estilo, el vocabulario, los temas, la estética de Raúl Gómez Jattin podrán pasar de moda, pero su poesía y la pregunta por su poesía —y por la persona de Raúl— tendrán vigencia permanente.

Volviendo a la anécdota. Luego de leernos tres o cuatro poemas, y todavía mientras su voz de ángel crecido en las calles —entre gritos y puñetazos— resonaba en la platea, el poeta se despojó solemnemente de sus gafas celestes y las colocó abiertas sobre la mesa. De un momento a otro, sus espaldas alcanzaban ya la puerta más cercana mientras los otros poetas aún estaban en sus lugares respectivos y el público continuaba como hipnotizado, embebido. Mas, repentinamente hubo alguien que reaccionó, y después otro y otro, hasta que el reclamo, aunque cortés, se hizo general y unánime. ¡El libro, el libro!, comenzaron a vociferar en toda la sala. El poeta giró una sola vez la cabeza, efectivamente, entre sus manos enormes sostenía un pequeño y trajinado volumen, y antes de abandonar definitivamente el lugar respondió al coro: «Si yo lo escribí».

NOTAS

[*] (2002) «Si yo lo escribí»: La poesía de Raúl Gómez Jattin (Testimonio)
[https://www.babab.com/no14/jattin.htm]
[1] https://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=1097&pag=5&size=n
[2] En Colombia se le llama así a quien se tiene por el más capaz, hábil o inteligente en algo o en muchas cosas. (Nota del editor).
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* Pedro Granados. Lima, Perú, 1955. Ph.D (Hispanic Language and Literatures) por Boston University. Ha publicado Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo (2004), Vallejo sin fronteras (2010) y Autismo comprometido: sobre poesía peruana reciente (2013). Poemarios: Sin motivo aparente (1978), Juego de manos (1984), Vía expresa (1986), El muro de las memorias (1989), El fuego que no es el sol (1993), El corazón y la escritura (1996), Lo penúltimo (1998), Desde el más allá (2002), Al filo del reglamento [www.miradamalva.com/biblioteca/biblioteca.html], Soledad impura (2009), Poesía para teatro (2010) y Poemas en hucha (2012). Narrativa reunida: Prepucio carmesí y otras novelas cortas (2012). Parte de su obra ha sido traducida al inglés, portugués y alemán. Leyó su poesía en: Festival Internacional de Poesía en Medellín, Casa de América en Madrid, Cornell University, Boston University, Universidad de Puerto Rico, Municipio de Montevideo, etc. El 2008 fue jurado de la I Bienal Internacional de Poesía Copé (Petroperú). El 2010 representó al Perú en el Cuarto Festival Int. de Letras «Jaime Sabines» (Chiapas, México). Actualmente es profesor visitante en la UNILA (Brasil).

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