Literatura Cronopio

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Mercedes

MERCEDES

Por José Cardona López*

Ayer misiá Dorita estuvo en el salón de belleza y yo salí de compras. Fui a comprarles azúcar saroma, frutas cristalizadas y harina, colapiscis, huevos, anilinas y polvo de hornear, vinos, uvas y galletas. La lista que me dieron era larga. En la casa se quedó la niña Meche, no fue a la universidad. Se quedó recortando el papel crespón para las guirnaldas. A la noche haremos las guirnaldas entre las tres y el señor Christian nos ayudará. Hacer guirnaldas me gusta. El sábado pasado, mientras preparaba la ensalada de la comida, la niña Meche me preguntó que qué era una guirnalda y que cómo se hacía. Soportando su preguntadera por todo, le expliqué. Menos mal que a mí me encanta hacer guirnaldas, y explicar cómo se hacen no es que me disguste. Aprendí a hacer guirnaldas donde los Iragorris. En esa casa había ocho niños y cada año uno hacía su Primera Comunión. Allá trabajé como cuatro años y por cuatro veces ayudé a hacer guirnaldas, me volví lo que se dice una experta. Una hace guirnaldas y es como si se estuviera rezando camándula en mano. Cada circulito de papel que se hace es como una pepita del rosario. Me encanta sentir cómo el papel crespón va cediendo todo suavecito bajo la yema del pulgar, cogiendo la forma de la cabeza del dedo, como si se estuviera haciendo sombreritos para pulgares.

Una se entretiene mucho haciendo guirnaldas. Se conversa con las demás, como si se estuviera en un grupo de costura, y se apuestan carreras a ver quién acaba primero con la tira larga de papel crespón. Cuando ya están hechas todas las guirnaldas se comienza a pegarlas en el techo y en las paredes. Se colocan manojos atados a un clavo. Si hay una lámpara de techo, mejor. Y después la punta de cada tira de guirnalda se pega en la pared, cada tira bien separadas de la otra, claro. Cada tira no debe quedar muy estirada, debe quedar más bien como flotando, que el viento la pueda mecer. Para que queden así a veces es necesario unir una o más tiras de guirnaldas, depende. Cuando una acaba de colgarlas y mira hacia arriba, una se siente como niña en procesión de Corpus llevando esos palos de cintas blancas que otras niñas de blanco y con caras de ángel en estampita llevan de las puntas con sus manos enguantadas también de blanco. También he visto por ahí en revistas las fotos de una gente como campesina, o son como unos indiecitos, no sé, que giran bailando lo más de bonito y todos contentos. Hay un palo en el centro y cada uno de ellos tiene una cinta que es roja, o verde, o amarilla y mientras bailan se cruzan entre ellos y las cintas van quedando enrolladas en el palo, formando un tejido de colores y el palo se ve bien bonito, todo forrado en las cintas. Si en el sitio donde se amarran las guirnaldas se cuelga una campana de esas de papel de seda que se abren y que parecen como si fueran hechas por abejas, ¡tan lindas!, todo queda más bonito. Menos mal que a misiá Dorita no se le olvidó encargarme unas campanas de esas. Conseguí apenas tres, es que a los almacenes traen más en diciembre. Conseguí tres de un verde suavecito.
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La niña Meche ya recortó todo el papel crespón y hoy entre ella y misiá Dorita hicieron la torta. Antes les rindió, ¡con esa preguntadera de la niña Meche por todo! Yo me dediqué a lavar y a cocinar. La torta les quedó bien grande y huele tan rico. Claro que yo creí que sería un ponqué de varios pisos, por lo menos de tres, pero ellas me dijeron que serán pocos los invitados al matrimonio. Misiá Dorita sabe mucho de tortas, aprendió donde las japonesas. Ella la decoró con pastillaje blanco. Con el mismo pastillaje y anilinas hizo unas florecitas lindas de diferentes colores, con sus tallitos con hojas y todo. Hoy la casa ha olido mucho a torta y a pastillaje. Yo planché bien el mantel y las servilletas. Los cubiertos me quedaron como espejos, y pensar que después los dejarán hechos una nada. También limpié cuadros, espejos y porcelanas, les di y les di trapo por horas. Menos mal que ya casi no se siente ese olor horrible que el martes tenía el pelo de misiá Dorita. Se cortó el pelo, tan boba, y se hizo hacer la permanente. Duró como dos días ese olor. Por donde ella pasaba quedaba ese olor como a sudor de pie ajeno.

El pelo le quedó todo crespito y brillante. Parece que a cada pelo lo hubieran enrollado en un tubino, uno por uno. Ayer, cuando llegué de compras, la niña Meche estaba sentada en las piernas de misiá Dorita y le espulgaba la cabeza. Las dos jugaban y se reían. Después la niña Meche empezó con su preguntadera. Que por qué esto y por qué lo otro, y misiá Dorita le respondía mirándola toda fija a la cara. La niña Meche tenía la cabeza recostada a un brazo de misiá Dorita y sus pies tocaban el piso con las puntas. Misiá Dorita le conversaba y no le quitaba la vista de la cara. Hubo un momento como con harta luz, no sé, y se me parecieron a La Piedad de madera que tienen en La Trinidad. Por la noche me encerré en mi pieza a escuchar el programa de boleros, mientras ellas hacían tremenda bulla en la sala con el señor Christian. Creo que hablaban de viajes por la Costa y de comprar dizque muchas cosas.

La voz que más zumbaba era la del señor Christian. El habla muy grueso, como ese locutor del programa de noticias del medio día en Todelar. Yo siempre he creído que los hombres que tienen el bigote como el del señor Christian, hablan bien grueso y bonito. Ese bigote del señor Christian es como el de ese cantante de la Matancera que canta tan bueno y que estuvo en Cali en diciembre. Así también debe ser el del locutor del programa del noticiero del medio día. Para mí que es una voz como malgastada, él no debería estar dando noticias, no le queda bien que diga de asesinatos, de asaltos y robos en las casas. Cuando lo oigo, no sé a qué ponerle cuidado si a su voz o a las noticias que da. A lo mejor en la emisora lo pusieron para que con su voz las noticias queden menos espantosas. Bueno, pero no es que siempre diga noticias horribles, hay de otras, diferentes, pero la mayoría sí hablan de problemas en otros países, y de los de aquí, que son por toneladas. Creo que él más bien debería trabajar en el programa de boleros, para que diga palabras bonitas, como las que merece decir. Yo creo que cuando un hombre le habla a una así con esa voz, después a una como que le nacen palomas en la orejas. Mejor dicho, esa voz debería ser usada para leer poemas, por ejemplo como ese que habla de unas golondrinas que van a volver y de otras que no van a volver.
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El señor Christian se fue tardísimo y creo que esta vez estuvo mucho tiempo con Misiá Dorita en la puerta. El señor Christian se despide y se despide y no se va. Envidio a misiá Dorita. El señor Christian es tan buena persona. A mí me trae cajetillas de cigarrillos vacías para mi colección. Qué día me trajo una de Mapletón con filtro que yo no tenía. Olía tan rico. Pero, claro, olía más rico la alhucema del señor Christian. Por donde pasa deja ese olor que a una la hace cerrar los ojos para poder abrir más las narices. Me entregó la cajetilla y me dijo que me la tenía guardada desde hacía días. Yo acababa de dejar la bandeja del café en la mesa de la sala y le dije que gracias mientras sentía un poco las yemas de su mano en la punta de mis dedos. Sentí como un temblorcito. Eso me gustó, creo que es la vez que más cerca he estado de él. Es que siempre lo miro de lejitos, y es mejor así.

Yo aquí trabajo y el mundo de ellas como que me queda al frente, en el otro andén. Así me parece que hasta las veo mejor, y a él también. De él me gusta verlo siempre tan bien vestido. Usa unos sacos largos, de un sólo fondo o de rayitas. El debería ponerse un pañuelito en el bolsillo del saco. Donde los Navarretes el patrón siempre se ponía un pañuelo todo perfumado en ese bolsillo, pero era los sábados, en las noches, antes de salir. Pero ese viejo debería usar más bien un limpión de cocina bien mugroso porque es un viejo verde. El pañuelo de los sábados era un pañuelo mal usado, ¡cómo es la vida! Pero así y todo, sin pañuelo en el bolsillo del saco el señor Christian es muy elegante. Hay que verle esas camisas siempre tan limpias y recién planchadas, sin una arruga, deben ser americanas porque nunca se las veo arrugadas. Cuando les llevo el café a él siempre le miro sus camisas de cuellos perfectos y siempre nuevos. Sus corbatas son bien bonitas. Qué día tenía una de barquitos tan bellos y brillantes, eran barquitos sobre un fondo turquí. El usa las corbatas con un nudo gruesote, de esos que llaman de corazón. ¿Cómo será que los hacen? Una vez, donde los Ospinas, el mayor me dijo «Imelda vení que te quiero enseñar cómo se hace el nudo de una corbata». Me estuvo explicando como dos horas, intenté hacerlo y nunca pude aprender. Qué pena con él. Nunca aprendí a hacer nudos de corbatas. Eso de ponerse una corbata es para mí algo muy complicado. Yo creo que nunca aprenderé porque no dejo de imaginarme cosas feas cuando pienso en los nudos de las corbatas, no dejo de pensar que un hombre poniéndose una corbata es como si quisiera suicidarse ahorcándose. Y para mí que los que se ahorcan escogen la manera más solitaria de morir, y entonces esto de las corbatas es como miedoso y triste a la larga. Pues ni tanto a la larga, el otro día a un señor por robarle lo estrangularon con su misma corbata. Y bueno, como usar corbata es algo muy elegante, eso de morirse con la corbata puesta es una manera elegante de morir. Y para el asesino a lo mejor es una manera elegante de matar, no sé. Yo sé que si yo fuera hombre sería muy elegante y usaría corbata, pero sería de los que no saben hacer el nudo.

Yo creo que los hombres siempre se dividen en dos, entre los que usan corbata y los que no la usan. Los que la usan también se dividen en dos, los que saben hacer el nudo y los que no saben hacerlo. Los que saben hacer el nudo también se dividen en dos, entre los que prefieren el del corazón y los que prefieren ese otro sencillo, todo como flaco. Así que los que usan la corbata como la usa el señor Christian vienen a ser un grupo muy selecto de hombres.
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Cuando les llevo el café, al señor Christian le miro su camisa, el cuello de la camisa y la corbata y él me mira con disimulo los pechos por el escote de la blusa mientras endulza su café. A mí me da cosita, pero también pena con misiá Dorita y la niña Meche. Él a veces se pone unos pisacorbatas que deben de ser de oro. Los hombres que usan pisacorbatas se ven como más altos, no sé. Hay unos que en vez de usar pisacorbatas prefieren meterse la corbata dentro de la camisa, después del segundo botón, como los militares. Pero los que no son militares y las usan así es porque la corbata es muy larga o la tiene rota y así tapan el roto. Es que no hay nada más feo que una corbata rota. Recuerdo que una vez vi a un señor en una fiesta donde los Ospina y tenía la corbata rota, se le notaba bajo la camisa. El pobre no sabía que se le notaba el roto, y bailaba y reía como si nada, recuerdo que era uno de los que más gritaba cuando les daba por hacer el trencito. Y su corbata rota. Me imagino que todo el mundo se dio cuenta y fue comidilla en la fiesta. A mí me daba mucho pesar ver a ese señor con su corbata rota, me daban ganas de regalarle una.

El señor Christian siempre tiene el pelo engominado, como lo usan los cantantes de tango, le brilla lo mismo. ¿Se echará lechuga?, no, el pelo le brilla bastante, mucho, y la lechuga da como unas caspitas y en cambio el pelo del señor Christian luce como si lo tuviera recién mojado. Mejor dicho, en el señor Christian no tiene nada que hacer la lechuga, y menos la caspa. Qué risa, qué tal un hombre con corbata rota y para remate caspa. Sería el colmo del descuido, o de la pobreza, por más que, como dicen por ahí, soy pobre pero remendado. El señor Christian y misiá Dorita se van a la puerta y entonces la niña Meche se sube para su pieza. Una noche que ellos estaban en la puerta tuve que ir a llevarle a la niña Meche una colada con Saltinas porque dizque tenía hambre. Me la encontré jugando con sus muñecas. A una la paseaba en un cochecito y le decía que la iba a llevar a los caballitos pero si se tomaba toda la sopa. Después se puso a cantar a la rueda rueda de pan y canela y daba vueltas alrededor de la muñeca. Y todo lo hacía como si yo ni estuviera viéndola. Le dejé la colada con las Saltinas en su nochero. Cuando salía oí que le decía a las muñecas que yo era una bruja. A mí me dio risa, pero más bruja será ella. Y más que bruja, loca, porque sale con una cosas…
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Yo he aprendido a soportarle esas manías que ha cogido, pero cuando se mete conmigo a veces me da rabia. Claro que a la larga yo no me he ido de esta casa porque para qué, a las dos les he cogido cariño y la niña Meche hasta me divierte. Claro que donde los Iragorris la pasaba lo más de bueno, había bastantes niños y me hacían reír mucho, pero es que aquí la niña Meche me hace reír más que todos esos niños juntos.
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* José Cardona López es profesor titular de literatura hispanoamericana y creación literaria en Texas A&M International University. De ambas disciplinas también fue profesor en la escuela de español de Middlebury College (2003-2011). Ha publicado la novela Sueños para una siesta y los libros de cuentos La puerta del espejo, Siete y tres nueve, Todo es adrede y Al otro lado del acaso. Como investigador académico ha publicado el libro Teoría y práctica de la nouvelle. Cuentos, microficciones, poemas, ensayos y artículos suyos han aparecido en libros y revistas impresas y electrónicas de Colombia y el exterior. El director de cine independiente Luis Gerardo Otero ha filmado tres cortometrajes y un mediometraje a partir de tres cuentos y una nouvelle suyos.

El presente relato hace parte de su nouvelle «Mercedes», publicada en formato de e-book:
https://www.auroraboreal.net/aurora-boreal/editorial-aurora-boreal/1689-mercedes

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