SIETE CONVERSACIONES CON ADOLFO BIOY CASARES
Por Armando Francesconi*
Traducción Revista Cronopio
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Como no existe una traducción al italiano de «Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares» [1], de Fernando Sorrentino, he pensado llenar este vacío ofreciendo a nuestros lectores los aspectos más íntimos e inéditos de este refinado autor de literatura fantástica [2]. La declaración de Octavio Paz: «el tema de Bioy Casares no es cósmico sino metáfisico» [3] nos recuerda que Adolfo Bioy Casares, desde la publicación de su primera novela «importante», La invención de Morel, fue considerado como un renovador del género fantástico. El mismo Borges en la introducción a la novela afirma: «En español, son infrecuentes y aun rarísimas las obras de imaginación razonadas. […] La invención de Morel […] traslada a nuestras tierras y a nuestro idioma un género nuevo» [4].
La novela, publicada en 1940, fue galardonada con el Premio Municipal de Buenos Aires y contiene, además de la historia de amor entre el isleño y la «imagen elusiva» de Faustine (proyección en tres dimensiones creada por el Dr. Morel), los temas constantes de su futura producción literaria: el amor imposible, la soledad, la búsqueda de la inmortalidad y la creación artística. Esta consistencia en su escritura (evidente en toda su obra, ya sea historia, novela o ensayo) se ha merecido el reconocimiento de la crítica, siendo galardonado con el prestigioso y meritorio Premio Cervantes (1991).
Escuchar, pues, las memorias de Bioy Casares es como escuchar una Argentina y un Buenos Aires ahora desaparecidos, como cuando habla de Sarmiento [5]:
F.S.: ¿Habría sido agradable para conversar con Sarmiento?
A.B.C:. Probablemente no. Porque parece que Sarmiento se adoraba a sí mismo, él era un hombre que tenía un gran respeto por sí mismo […] Pero también estoy dispuesto a hacerme el de la vista gorda, porque me gusta mucho su «Facundo». [6] También me gustan sus recuerdos de viaje […] Sarmiento me parece un hombre que dice lo que quiere decir y no se molesta en producir una buena o mala impresión delante de los demás. Él tiene una gran fuerza. También recuerdo su crónica «Campaña en el Ejército Grande», cuando acompaña las tropas de Urquiza que van hacia Buenos Aires. […] Lo he leído con entusiasmo. Relata un doma de caballos durante el viaje; no se detuvo para domarlos: seguía caminando mientras incontables gauchos domaban caballos […] Bueno, esos son los grandes recuerdos que tengo de la lectura de Sarmiento.
F.S.: Aparte del aspecto literario, ¿cree que Sarmiento ha sido uno de los hombres más importantes de nuestro país?
A.B.C:. Estoy absolutamente seguro de que esto es así. Sarmiento fue uno de los hombres más importantes del país y ha sido un civilizador del mismo, quería una Argentina muy civilizada y el ideal que tenía Sarmiento fue el ideal que muchos de nosotros todavía tenemos.
Del «Martín Fierro» de Herández y de los gauchos:
A.B.C:. […]. ¿Por qué Martín Fierro es una persona creíble, que trabaja con las limitaciones de su ignorancia, que opera en esas situaciones extrañas en las cuales se desenvuelve la vida de los gauchos. Es decir, todos tenían que ser luchadores, tuvieron que ser valientes, no debieron dejarse dominar de nadie en ningún momento […] Que la vida era para ellos, como se dice ahora, un desafío permanente. Y no es por crear filósofos o modelos éticos, sino sencillamente hombres valientes que debían superar los peligros reales que constituyen a los de su propia especie, y los no tan parecidos a ellos —ya que los gauchos no consideraban a los indios como iguales—. Los gauchos vivían en un ambiente muy duro y, así, tuvieron que luchar. De modo que, como novelista, Hernández fue perfecto. […]
F.S.: ¿Así que no define el gaucho más que como esa persona nómada y sin trabajo fijo, como era en el siglo XIX?
A.B.C:. Es que ahora soy un poco así. Los muchachos que hacen de domadores rara vez se quedan durante mucho tiempo en un solo lugar. Están en una finca para domesticar animales del lugar y luego van a otra y otra más. No digo que he viajado por todo el país, pero me muevo a través de cuatro o cinco distritos de la provincia de Buenos Aires. Que van desde una finca a otra, de un campo a otro. Así que no dejamos de ser nómadas.
Los textos del tango «primitivo» y aquellos «canallescos» que no le gustaban a Borges:
A.B.C: Creo que, como regla general, Borges prefiere tangos rítmicos, aunque sean un poco marciales y fuertes, en lugar de los tangos más sentimentales. Y le gustaba la letra menos sentimental, pero no como los textos que él llamó «canallescos», tales como el texto, por ejemplo, de «Ladrona» y de otros tangos que cantaba la cantante que más me gustaba de entre todas, Sofía Bozán, a quien fui a ver en el teatro Porteño.
De la lechería y las caballerizas en la avenida Quintana:
F.S.: Y esta misma zona de Buenos Aires, que ahora está bien poblada, en ese momento era bastante agreste, ¿no es así? Usted nos ha dicho que, detrás de su casa, había una lechería […]
A.B.C.: Cómo no. En la calle Montevideo, entre la avenida Quintana y la Alvear, había una lechería en la parte izquierda, yendo en dirección a la Avenida Alvear, cosa que ahora puede parecer inconcebible. En la Avenida Quintana, había dos caballerizas: una, entre la vía Montevideo y la vía Rodríguez Peña; y la otra, en medio de la a venida Rodríguez Peña y la avenida Callao, donde ahora está el garaje de El Inca. Me acuerdo de los haces de salvado y la alfalfa y el olor que me gustaba tanto […]
Es de recordarse que sus palabras adquieren un tono no tanto nostálgico, cuanto social, anecdótico y humorístico Es el mismo Fernando Sorrentino, quien también fue ensayista y escritor porteño, el que nos habla de lo casual de su primer encuentro con Bioy Casares en la final de 1969 «en la acera de los números pares de la Avenida Santa Fe», y la subsecuente y «amistosa» relación que con los años han producido las conversaciones «desenfadadas» llenas de información sobre la vida, obras y modelos literarios de uno de los grandes reformadores del género fantástico:
F.S.: Hay ciertos nombres que generalmente se citan como el paradigma del autor perfecto de cuentos, o al menos el autor que se acerca a la perfección: por ejemplo Poe, Maupassant, y en nuestro país, Quiroga. La pregunta es: ¿estos tres escritores han influido en usted? Y, si no lo han influenciado ¿cuáles fueron sus influencias?
A.B.C.: En efecto, ninguno de estos tres es un autor del que me sienta cercano o que me guste mucho. No, no me gustan. Maupassant me parece gracioso cuando me acuerdo de él y me cae bien como persona, como ser humano, pero en general sus historias parecen anécdotas: en general, no me gusta, puede ser que alguna historia me guste […] No me gusta Quiroga y me parece que escribe muy mal. Y Poe, con excepción de las Aventuras de Arthur Gordon Pym, que me gustaron mucho, me parece truculento y obvio. Así que a ninguno de estos tres lo citaría como un modelo de escritor de cuentos. Creo que los escritores de cuentos que han influido en mí han sido […] Wells me influido mucho en mí. Incluso Beerbohm […] Kipling […]
En estas charlas matutinas nos encontramos con algo más, lo que también, y sobre todo, es una oportunidad para conocer su método de escritura, los secretos de la historia fantástica y su escritura deliberada y lúcida, que fue su objetivo desde la publicación, en 1940, de «La invención de Morel»:
A.B.C:. […]. Es decir, todo es cuestión de tacto: la historia debe ser creíble, no debe ser exagerada, el lector debe verse atraído por la idea y debe ser capaz de imaginar, e incluso encontrar una manera de colaborar […] Por ejemplo, yo, cuando me escribií «La invención de Morel», no sé si lo había previsto o no, creo que he creado una historia que le interesa al lector y en la cual este se anima a pensar en las variantes. Esto sería ideal para una historia de fantasía: con esto no quiero decir que «La invención de Morel» representa este ideal, pero el tema de la novela me dio semejante regalo.
A.B.C:. […]. De hecho, yo siempre he creído que todo tiene que tener un poco de sorpresa para no desanimar al lector, que quiere cerrar el libro y salir. Pero la sorpresa no puede ser total, porque una sorpresa total es apenas perceptible, o se advierte como una arbitrariedad, y esto no es una buena cosa para un libro. Es bueno que la sorpresa se sienta como algo que el lector sea capaz de predecir, pero que no resulte así. He aquí mi simpatía de toda la vida por la inteligencia desde mi transición a la literatura ordenada y deliberada, que me llevó a admirar el siglo XVIII, que siempre me había encantado.
Apenas se habla de Bioy Casares se hace también inevitable hablar de otro famoso argentino: Jorge Luis Borges. Su amigo, de hecho, su «hermano», y las aventuras literarias de ambos escritores, que se reunieron en la casa de Victoria Ocampo en 1932, como recordó Bioy Casares en la entrevista:
A.B.C.: Creo que los dos teníamos el mismo sentimiento: nos dimos cuenta de que queríamos jugar al aire libre. Nos pareció que en la casa de Victoria, en San Isidro, estábamos en un mundo literario que no era nuestro mundo literario. Teníamos otras simpatías, otras admiraciones […] Cuando Borges y yo empezamos a hablar de literatura, nos entendíamos mucho más que con las personas que estaban allí, a pesar de que mis gustos de la época no podían haber sido aprobados por Borges.
Entre sus colaboraciones principales citamos: la fundación de la revista Destiempo, la colección de cuentos Seis problemas para don Isidro Parodi (1942), un Modelo para la muerte (1943/45) y la compilación, esta vez juntos con Silvina Ocampo, de la Antología de la literatura fantástica (1941), un libro fundamental para entender el concepto, que se formaría en la cultura hispanoamericana, del carácter del verdadero género fantástico.
NOTAS
[1] Hay una traducción al Rumano «Sapte convorbiri cu Adolfo Bioy Casares», trad. de Ileana Scipione, Bucarest: Editura Fabulator 2004, 180 pp. De Fernando Sorrentino conocíamos otras «Conversaciones», aquellas con Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1974), traducido al italiano por Lucio D’Arcangelo publicado por Mondadori (1999).
[2] Sorrentino grabó estas conversaciones «durante siete sábados por la mañana», al final del invierno de 1988 y se publicó en Buenos Aires por Sudamericana muchos años después, en 1992. Así hubo dos ediciones posteriores de otras editoriales: Editorial Ateneo en 2001 y Editorial Losada en 2007.
[3] Véase, Octavio Paz, Corriente Alterna, México: Siglo XXI Editores, 2000, p. 54.
[4] Véase, «Introducción», de Jorge Luis Borges, a Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel, Milán: Bompiani, 1989, pp. 17 a 21.
[5] Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) fue un político, militar, escritor y periodista argentino. Fue presidente del país desde 1868 hasta 1874, y también tuvo una notable producción literaria y ensayística centrada en particular en la educación y otros temas sociales.
[6] Título original «Facundo o Civilización y Barbarie» (1845). La primera traducción completa de Facundo, fue de Mario Puccini en 1956, hasta la fecha la única en la circulación.
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* Armando Francesconi es investigador de lengua española en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Macerata. Sus intereses de investigación, pasando de los estudios sobre la ciencia de la traducción y lingüística contrastiva español-italiano, que se han extendido a áreas más grandes, como el contacto de lenguas, la traducción literaria y el análisis del discurso político. Ha publicado artículos y ensayos sobre traducción de varias revistas científicas y ha contribuido a la traducción de textos españoles medievales. Armando Francesconi es graduado en Lenguas Extranjeras (inglés y español) con una tesis comparativa «Juan Rulfo e Malcolm Lowry» de la Universidad G.D’Annunzio, Pescara-Chieti. Recibió su Ph.D. en Estudios de Traducción de la misma Universidad en 1997. Ha trabajado como profesor de traducción en la Universidad de Pescara-Chieti (1997-2001). Actualmente es Investigador de lengua española y traducción, así como y profesor asistente en la Universidad de Macerata (Italia), donde imparte clases de lenguaje avanzado, español, (Facultad de Ciencias Políticas) y lengua española y traducción, mod. A (Facultad de Filosofía y Letras).