Literatura Cronopio

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Ensalada criolla

ENSALADA CRIOLLA

Por Francisco Cabanillas*

[blockquote cite=»César Vallejo» type=»left, center, right»]Me duelen los cuchillos de esta mesa…[/blockquote]

[blockquote cite=»Josean Ramos» type=»left, center, right»]Aunque se alega que Puerto Rico fue el único país caribeño que nunca visitó el inmortal escritor Gabriel García Márquez, el Gabo sí estuvo muchas veces en la Isla haciendo escala de Bogotá a Madrid, pero encerrado en un pequeño cuartito del aeropuerto casi hermético, que lo hacía sentir como en una celda con un guardia a la entrada. Y es que por su verticalidad, el Gabo había chocado contra el muro imperialista de la Ley McCarran, al negarse a declarar que no era comunista.[/blockquote]

[blockquote cite=»José Asunción Silva» type=»left, center, right»]
Prescriben los facultativos,
cuando el estómago se estraga,
al paciente, pobre dispéptico,
dieta sin grasas.
[/blockquote]

LITERATURA. Ahora que ha muerto García Márquez, el boom latinoamericano —¡lo poco que queda!— aparece en calzoncillos: la mancha liberal de Vargas Llosa, su último sobreviviente, ensucia el pensamiento político, aunque no «enmierde» (Roberto Bolaño) la narrativa. De todos los artículos que leí tras la muerte del Gabo, la pedrada de Rafael Narbona, «García Márquez y el amor al dinero», fue la única que hizo pedazos el vidrio que protegía los retratos del escritor junto al rey Juan Carlos y a Bill Clinton:

Amaba [dice Narbona] el lujo y se relacionaba con los poderosos de la tierra. No se diferenciaba mucho de su eterno antagonista, el furibundo neoliberal Mario Vargas Llosa, que le pegó un puñetazo en el ojo por razones aún desconocidas. Ambos pasaron por el sarampión juvenil de querer cambiar el mundo y, apenas llegó el éxito, descubrieron que era mucho más cómodo disfrutar de los grandes placeres del mundo.

Los libros se estremecen. De la estantería más alta cae como un Altazor incandescente un libro blanco, Cortázar por Buenos Aires, Buenos Aires por Cortázar (2013). La caída se siente en la poesía de Yván Silén: «¡Todo es humo, Señor!» El libro de Diego Tomasi reconstruye cronológicamente, de 1914 a 1983, la relación entre Cortázar y Buenos Aires. Ciudad donde el escritor ni nació ni murió, de la que partió en 1951, a la que no volvió durante diez años (1973-83), y a la que, cuando regresa en 1983, lo hace para despedirse (Cortázar muere en París en 1984).

De esta crónica fresca y limpia que Tomasi pone sobre el plato, queda en la memoria anecdótica la imagen de un escritor alto, demasiado alto y flaco, cuya altura descomunal, irrisoria dentro de un Fiat 500, se acopla a una personalidad amable, afable, cálida, empática, simpática, solidaria, dulce e intersubjetiva. Un tipo —Cortázar— que ve la ciudad como a la mujer de su vida.
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Del libro en llamas de Tomasi, saltan chispas que llegan a la estantería más baja de la biblioteca, donde un libro naranja, Entre islas: homenaje puertorriqueño a Juan Bosch (2013), le rinde tributo al escritor y político dominicano, autor, entre otros, del ensayo Pentagonismo, sustituto del imperialismo (1967). La imagen del intelectual dominicano, demasiado conectado con Puerto Rico y con Cuba, autor de cuentos, presidente de la república durante 7 meses en 1963, impresiona, en tanto que configura la silueta de un político honrado, que no se ensució las manos ni con el dinero ni con el poder. Entre García Márquez, Cortázar y Bosch, brilla como un poema en llamas la Cuba del siglo XX, común denominador donde intersecan, cada cual a su manera, la literatura y la política de los escritores.

PINTURA. Desde Puerto Rico, la pintura de Myrna Báez, considerada «difícil» por la crítica de arte Marta Traba en 1980, plantea Mangle (1977), cuadro que asusta desde sus tonos fronterizos. ¿Un azul grisáceo que hace imposible diferenciar lo sublime de lo siniestro? Inmediatamente, la contigüidad con la literatura del martiniqués Édouard Glissant, para quien la escritura es como un mangle, complica las imágenes y los colores de Báez, ya que ni Puerto Rico ni Martinica se han independizado de sus respectivas metrópolis: Estados Unidos y Francia.

La literatura de Yván Silén insiste en la necesidad de la república boricua. En el ensayo Los ciudadanos de la morgue (1997), el poeta sueña con los soldados puertorriqueños que liberarán la colonia. A su vez, en Colonial Subjects (1993), Ramón Grosfoguel complica la situación política de Puerto Rico, diferenciando entre colonialismo y colonialidad, y argumentando que América Latina, aunque poscolonial, sigue girando [en 1993] alrededor de la colonialidad del poder; subalternidad contra la que no ha hecho mucho la independencia política latinoamericana que, según Grosfoguel, el independentismo puertorriqueño anhela como parte de su vislumbrada liberación.

El Mangle de Báez se contorsiona y desfigura. Algunas raíces sacan a la superficie el libro de Grosfoguel y el filósofo Santiago Castro-Gómez, El giro descolonial: reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global (2007). Por el contrario, otras raíces se hunden en la profundidad de las tres décadas que, a partir de 1980, ha pasado bajo rejas el preso político boricua, Óscar López Rivera, en las cárceles federales de Usamérica. El arte de otro preso político boricua, liberado en la década de los noventa, Elizam Escobar, se hace poesía: «Me muero en las mañana / cuando se mete la luna toda / en mi celda / redonda cuadrada / y apenas tengo espacio.»
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MÚSICA. La novela, ¡Que viva la música! (1977), estalla en un giro inesperado de Andrés Caicedo. El único escritor que dijo que la salsa —Richie Ray, Bobby Cruz y Hector Lavoe— podía reemplazar la literatura. Los instrumentos musicales de Fernando Botero revientan. El lienzo sangra tinta de bodegón. Por sus demasiados hedonismos melómano-sicotrópicos, por su individualismo feroz, la sociología de la música tropical de Ángel Quintero Rivera deja fuera ¡Que viva la música!, vacío por el que se cuela un mundo de salsa boricua.

El saxo tenor de Justo Almario vuela las hojas de los libros que quedan sobre las mesas de jazz latino, donde los melómanos de la caribeñidad callejera le piden a la literatura de Umberto Valverde que hable de la música popular. En un cuento de Álvaro Mutis, «la torpeza de un empleado ‘portorriqueño’ en [un aeropuerto de] Miami» [nuestro subrayado], desata un desfase lingüístico.

A Cantinflas se le lengua la traba. México (donde mueren Mutis y García Márquez; donde vive Vallejo).

Desde Radio Universidad de Puerto Rico, César Pagano habla del bolero. El personaje boricua de ¡Que viva la música!, María Bayo, se sale del tiempo y lee una novela de Fernando Vallejo: La virgen de los sicarios (1994). Una antropóloga boricua, Yamila Bauza, aprende de las mujeres del Palenque de San Basilio. Desde la pintura de Ana Mercedes Hoyos, las palenqueras viejas le cantan a Luis Rafael Sánchez boleros de Daniel Santos. El Viejo San Juan se mira en Cartagena de Indias: ¿qué dijo García Márquez sobre Puerto Rico?

Creo que los puertorriqueños no han podido crear una consciencia continental siquiera, o mundial, sobre la situación colonial, y los Estados Unidos son muy celosos con el caso de Puerto Rico. Hace unos años, Francesco Rossi, director de cine italiano, me propuso que hiciéramos en Nueva York una película sobre la vida de los puertorriqueños en Nueva York, es decir, no un documental, sino una película a través de la cual se dieran aspectos importantes de los núcleos puertorriqueños en Nueva York. A mí me interesaba muchísimo porque era una manera de conocer a Puerto Rico sin meterme en la leonera esa que tienen organizada ustedes (Entrevista de Josean Ramos a García Márquez, 1985).
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COMIDA. El plato se mueve de la mesa. La ensalada se llena de páginas verdes. El eco de un ensayo de Guillermo Cabrera Infante, «Salsa para una ensalada» (1982), le pega un tirón al mantel. Desnuda queda sobre la mesa, The Botany of Desire (2008), la botánica de Michael Pollan, quien lo apuesta todo a la papa peruana. Neruda aúlla desde los Andes (Machu Picchu). Yván Silén «loba» desde Puerto Rico (el Atlántico). César Vallejo «trilcea» en su tinta. En You Tube, Enrique Dussel narra su periplo del eurocentrismo a la filosofía de la liberación latinoamericana; en Planeta Kike.com, las caricaturas de Kike Estrada se comen la politiquería actual de Puerto Rico. Como Dussel, Gastón Acurio, el súper chef peruano, aunque se dice cocinero, narra en You Tube su viaje del eurocentrismo (la comida francesa) a la sazón criolla peruana. ¿Transmodernidad culinaria? ¿Se quema el ensayo de Germán Patiño Ossa, Fogón de negros (2007), frente al horno de los poetas?

Las páginas se cocinan en la salsa de Joe Arroyo.

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* Francisco Cabanillas. En 1991, obtuvo un Ph.d en literatura hispanoamericana en la University of Connecticut, Storrs. Ha publicado tres libros: Escrito sobre Severo (1995), Pedreira nunca hizo esto (2007), K-lores del trópico: ensayos transboricuas (2012). Tras varios años de trabajar con la literatura de Yván Silén (Puerto Rico), su manuscrito sobre la misma, Ensayos silenistas, está en proceso de publicación. En 2007, Pedrira nunca hizo esto, obtuvo el premio en la categoría de ensayo del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Desde 1991, enseña lengua, literatura y cultura hispanoamericanas en Bowling Green State University, Ohio.

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