CUENTOS DE LEMON TWIST
Por Nora Méndez*
De por qué Cuentos de Lemon Twist:
Tenía siete años cuando la primera tienda de juguetes gringos abrió en San Salvador. Allí vendían los Lemon Twist, que eran una especie de grillete con el que se saltaba en una pierna mientras se oscilaba la otra. Es una metáfora de un país con dictadura: engrilletado, en donde la oligarquía pasaba la guadaña mientras la otra parte, el pueblo, saltaba para salvarse. He ahí que todavía.
CONFERENCIA DE PRENSA PARAÍSO
—¿Por qué ninguna foto con sus hijos?
Adán y Eva se levantan, se marchan, nunca contestan.
FAMILIA POSTMODERNA
Fue amor a primera mordida. Se mordían todo el tiempo. Tuvieron hijos que ahora se muerden y ladran entre ellos. En eso vino la rabia y haciendo cuentas se dieron cuenta que todo fue culpa de Mc Donald`s, la mordida de sus vidas
EN PIE DE LUCHA
Miraba los aviones desde el deslizadero de metal. Siempre coincidían las dos cosas: la música de los Guaraguao y los aviones. Desde esos mismos altavoces —los de la Universidad de El Salvador— escuchó por primera vez la consigna «En pie de lucha». Ella no entendía quién era Lucha, de quién era ese pie o si se trataba de un juego como saltar en una sola pierna. Una tarde, viendo coser en la Singer a su abuela, por fin lo entendió.
MADREVISIÓN
Todos los días desde que tuvo conciencia vio a su madre sentada frente al televisor. A lo sumo cerraba los ojos y tiraba humo de la boca mientras dormía como si fuese un dragón. Supo en la revelación de la película de la tarde que su madre le hablaba por medio de la televisión. De ahí hasta la fecha, cada vez que quiere contarle algo, enciende la tele y ríen, lloran juntas.
COMPAÑERO TRAVESTI
A los siete años se desmayó frente al puesto de pescados. A los 17 años volvió a hacerlo cuando era una estudiante de secundaria que pedía una mejor educación. La ayudó a levantarse un travesti de la Avenida Independencia, que la subió a un bus junto con él y se fue todo el camino viéndola mientras le decía «ya te volvió el color», «por qué te metés en esto si te da miedo», y más cosas por el estilo. Sólo veinticinco años después ella se despegó el tufo a pescado en la memoria, se dio cuenta que el travesti era un oreja y se volvió a desmayar.
SUEÑOS
Había estado en la India, de pequeña, lo que pasa es que nadie me lo había dicho, por eso la segunda vez que fui, reconocí el trayecto del micro hasta esa casa. Allí me recibió una familia numerosa y amplia, todos hablaban a la vez, menos dos hermanos masculinos que tocaban algo así como guitarras. El mayor estaba vestido de chocolate, incluso cuando se quitó el saco y se tumbó en el suelo pude leer un pequeño listón en su pecho que decía: chocolate. El menor, y quien lo acompañaba con la música, dijo algunas cosas que me asustaron porque pude comprenderlas. No entiendo por qué el rótulo del baño de mujeres sigue usando falda cuando en la realidad las mujeres usamos pantalones más que otra cosa. Lo olvidaba, estoy en La India. Las equivocaciones se las debo entonces a los sueños que me da la vida.
APULO
Pescando con mi abuelo pude hablar con un pez que me contó que las canoas son yinas que se pone todas las noches un gigante.
LO QUE ME PASÓ EN EL LAGO DE GUIJA Y NO ME QUIERO ACORDAR
Otro día, estando de pesca con mi abuelo, en un lugar muy lejano con nombre de cosa que brilla — el Lago de Güija — me pasó una cosa muy terrible. Pescamos, sin querer, a un muerto que venía arrastrando la corriente, flotando hueco por entre el oleaje.
¡Quién sabe cómo murió! —dijo mi abuelo .
¿Y ahora qué hacemos? —pregunté.
Nada —dijo halando el cuerpo hacia la lancha—. Arrastrarlo y llevarlo al pueblo más cercano, eso haremos. Está buscando quien lo sepulte.
Cuando por fin llegamos a la casa, después de dar vueltas y vueltas con el muerto, mi abuela me dio un vaso de agua azucarada, decía ella que la muerte era un susto que así se pasaba.
BELLEZA DURMIENTE
Una vez desperté a un poema dormido hacía tiempo, y ¿qué creen?, ¡se enojó!
DE LA MALA CONCIENCIA QUE ABRIÓ LA PUERTA MIENTRAS LA MUJER DORMÍA
Una vez iba pasando por una casa, cuando de pronto me dieron ganas de tocar la puerta. La mujer que vivía allí estaba dormida, pero me abrió su mala conciencia que nunca podía dormir. Me hizo pasar y comer todo lo que tenía, llevarme sus vestidos y sus plantas. Yo me fui contenta y ataviada. Al día siguiente cuando la mujer despertó vio que la mala conciencia se había quedado dormida y que no tenía comida ni ropa ni nada.
EL CUENTO DE LA PUPUSA Y LO QUE PUDO Y NO PUDO SER
La primera vez que alguien hizo una pupusa, los grandes pensadores del pueblo vinieron a verla. ¡Oh! —dijo el primer sabio- este invento equivale al gran disco romano. Y entonces se pusieron a hacerlas más grandes, casi gigantes. ¡Ah! —dijo otro sabio— esto es la hostia del pueblo, que bendice y resigna a los hambrientos. Y entonces las hicieron dándose golpes de pecho mientras cocinaban. Otro sabio, el menos sabio de todos, dijo: ¡Uh!, esto es como una moneda comestible, es como estar tragando dinero. Y entonces todos comenzaron a hacerlas pequeñas —como el dinero— y a cobrar por ellas y acapararlas y a tragarlas como monederos. Fue así que todo se arruinó, y la pupusa se transformó en algo muy, pero muy corriente.
TOQUE DE QUEDA
Siempre jugaba hasta muy tarde en la calle o en casa de mis amigas, hasta que llegó el toque de queda. Una tarde se me olvidó por completo la prohibición y mi abuela salió al zaguán a gritarme que me apurara. Mientras cruzaba la avenida entre el portón de mi amiga y el zaguán de mi casa, pude sentir corriendo el hielo de la muerte, muy parecido al de la mano que jugando tocaba la mica.
PUEBLO PREVENIDO
Este era un pueblo donde la gente viajaba a diario con su ataúd, pues nadie sabía dónde le podía agarrar la muerte.
EL TACUAZÍN
Decía la Claudia Hérodier que su papá le regaló un animal mitológico al que los dioses le habían dejado manos de hombre, cola de rata y cabeza de ratón, movimientos de araña y pelo de tacuazín, tal cual y como se llama. Pero yo no se si creerle porque cuando la Universidad de El Salvador estaba cerrada, a veces nos metíamos para acortar camino hacia casa y mi abuela me apuraba, pues salía el tacuazín sin cola, una especie de animal torturado por los dioses de ese tiempo.
NO SÉ
No sé si Matatero tero tero es Matatero Terolán, y ¡mucho gusto! O si mata Tero Tero Tero es mata Tero Tero land, y no quiero.
COMO EN UN CUENTO
Tanto lloré, tanto tiempo lloré, que al despertar estaba en un bosque.
CHINAS Y CANASTERAS
Les decían chinas a las muchachitas campesinas que cuidaban a los hijos e hijas de los hacendados. No se sabe por qué les pusieron chinas, quizás porque nadie entendía lo que hablaban con los niños, o porque eran obedientes y calladas. Las mamás de las chinas trabajaban en las calles, de canasteras, vendiendo fruta y verduras.
Eran mujeres solteras o viudas que vivían en mesones que les alquilaban los hacendados, los mismos donde trabajaban sus hijas. Una navidad de tantas, una china llamada Alicia recibió la visita de dos ángeles en un sueño.
El primer ángel dijo:
—Vengo a susurrarte el destino.
El segundo ángel dijo:
—Vengo a evitar que lo cumplas.
La china amaneció con una gran fiebre que le duró días y noches que no se contaron. El ángel del destino había presagiado una venganza en la que ella y sus pares matarían a todos los primogénitos de las familias adineradas, pues sólo así evitarían la esclavitud de su descendencia.
El ángel que evita el destino le había dicho en cambio, que ella viviría feliz y encontraría otra manera de dar a su descendencia una mejor vida.
No sabemos qué pasó, pero la familia de la china es ahora accionista de una empresa petrolera venezolana.
VIEJOS DE AGOSTO
Antes que todo cambiara y las carretas de bueyes quedaran sin permiso de circulación, había una tradición muy extraña. Bajaban unos viejos todos secos y sucios de volcán, con pito y tambor, colgando trinos y mariposas, tocando una melodía afligida que alertaba a los niños dentro de las casas. Eran los viejos de agosto, que se ponían máscaras de animales y bailaban con tristeza irremediable que parecía alegría. Yo me escondía cada vez que oía el pito, pero mi abuela me iba a traer jalada para que los observara bailando y les pagara una moneda en recompensa; de vez en cuando se caían, mareados por un olor dulzón como si fueran picos de colibríes extasiados. Uno de esos agostos, se oyeron a los viejos tocando frente al zaguán, mi abuela no estaba. No se qué hormiga me picó y a pesar del miedo salí a la celosilla a espiarlos. El que tenía cabeza de venado me vio y se acercó diciendo:
¿Adónde llevan a las niñas? Al volcán, a quemarse. ¿Adónde llevan a las niñas? Al mar, a salarse.
Sentí que me desmayaba de un golpe, pero apareció mi abuela y me salvó.
TRANSPORTE NACIONAL
Noé trabaja en la NASA, para ricos animales. El submarino amarillo se extravió Jiboa arriba. La Carreta Chillona, ¡esa sí!, a las doce pasa.
ABUELO URDEMALES Y ABUELA SIHUANABA
Abuela contaba que abuelo había regresado varias noches de sus correrías por el mundo con grandes calenturas y arañazos de mujer. Abuela decía que por mujeriego y tomador lo habían perseguido y castigado las mujeres mitológicas vengadoras de los traicioneros sin único tálamo. Pero yo pienso que mi abuelo era Pedro Urdemales, sin remedio, y que mi abuela para vengar sus infidelidades, se convirtió algunas noches en Sihuanaba y dejó su alma en el frasquito de crema Ponds mientras se iba a chotear con todos los hombres que la deseaban.
EL CUENTO DE LAS JÍCAMAS CABEZAS
En la calle que va de San Salvador a Tonacatepeque crecieron un día sin avisar un montón de jícamas gigantes, tenían el tamaño de una cabeza. Enormes y blancas como la cal, alumbraban por las noches el camino. Los meteorólogos se aprestaron a decir que aquel extraño fenómeno se debía a una lluvia de granizo; mientras que el gobierno hablaba del triunfo de la Reforma Agraria del 79. Mi abuela, en cambio, me contó otra historia que le había contado a ella una señora que viajaba por ahí todos los días: Las jícamas cabezas eran sagradas, la gente del pueblo sabía que en dicha carretera habían llevado los cadáveres decapitados de los jóvenes que gritaban contra los militares y pedían cosas como el reino de dios en la tierra. Las mujeres hacían guardia con sigilo durante el día, para evitar que las aves o los hambrientos se llevaran las jícamas, cabezas florecidas de sus hijos que estaban bajo de la tierra.
A is LADO
La verdad no sé cómo explicarlo. Es algo que hace muy poco se. Los espejos de mi casa me lo ocultaron, mi familia, mis amigos, nadie antes quiso decirme nada. La verdad es que siempre me sentí diferente, más apartado que dentro del mundo. Los sonidos, incluso, siempre me parecieron retrasados, ahogados en una pared inerte. Lo cercano es algo intangible para mí. Siempre que veía a los demás los sentía más juntos, más cercanos, que eran capaces de unirse como yo nunca lo haría. Todo comenzó a tener sentido el día de la primera explosión. Era un domingo temprano y mi hermanito y yo jugábamos. Entonces sentí el sonido, el vacío, la irregularidad y pérdida de control. Mi madre me calmó diciendo que era parte de la adolescencia, tener barros y que explotaran de esa forma tan espontánea. Lo creí. Luego vino el momento más bochornoso, la vez que en medio de un partido y del sol, estallé más de diez veces y todos corrieron. «Son aires —dijo mi madre en son de consuelo—». A partir de ese momento no volví a ser el mismo, quería saber qué me pasaba. Se lo conté a mi mejor amigo que luego de muchas estupideces me alcanzó un espejo de verdad, no como el de mi casa. Pude verme en cuerpo entero. Yo estaba metido dentro de una bolsa llena de burbujas de aire para evitar caídas bruscas. Toda mi vida he vivido dentro de una burbuja.
MADRE DE LA GUERRA
Cunegunda Bonilla ha llegado temprano este uno de noviembre al muro de los desaparecidos para encender una vela y poner una flor al nombre de Manuel Castro Peña. Se sienta a esperar, no reza. Manuel no ha llegado a casa desde hace veintinueve años, pero ella confía en que llegará y esa vela es para que encuentre el camino. Se ha prometido a sí misma que no lo va a regañar.
LA LUZ DEL MUNDO
Cuando tenía diez años mi serie favorita era Mazinger Z y además viajaba en microbús al colegio. El recorrido era largo, bajábamos de mi casa a unas colonias en Mejicanos y La Rábida, allí fue donde vi el escondite de Mazinger por primera vez. Era exactamente igual al de la serie televisiva. Yo estaba segura que Mazinger Z estaba aquí.
Un día le pedí al señor Colorado, que manejara el micro hasta muy cerca de ahí donde se veían los picos de la torre, que por favor pasara cerca pues me era urgente constatar un hecho histórico. Lo hizo, quizás por curiosidad también. Cuando llegamos vi a un montón de gente con mantillas y biblias que iban entrando al mismo lugar donde yo juraba que estaba Mazinger Z. Era la iglesia evangélica La Luz del Mundo.
FRI VOLÁ
La primera vez que me vi al espejo fue cuando tenía cuatro años. Estaba saltando en la cama de mi mamá, colocada frente al tocador que a su vez tenía un espejo enorme, cuadrado. Habré pasado unas tres horas mirándome, entre que bailaba, posaba, hacía gestos y cantaba, hasta que mi hermana —diez años mayor— se hartó y me haló de un brazo gritándome ¡Frí volá!
Al escuchar aquellas palabras, tirada en el suelo y con el golpe, sentí que mi vida cobraba un nuevo significado. Sonaba todo el día la radio en inglés dentro de una radiola grande que ocupaba un espacio preponderante en la sala, junto a una hermosa lámpara de vidrios de colores que le había costado un ojo de la cara a mi madre y el regaño de su padre, según contaban.
Me acerqué a mi primo y le pregunté
-—¿Qué es frí?
—Libre —contestó extrañado y mirándome con curiosidad.
Salí corriendo al patio trasero en donde estaban los juegos. Me subí al deslizadero de metal y desde allí proclamé
—¡Frí volá!
Me tiré desde la altura de metro y medio. No pasó nada pero volé, desde entonces free volé con los pies y hasta la cara, bien puestos en la tierra.
LA CHALUPA DE LA MÁLAGA
Sale siempre bien tipería cuando arrecia la tormenta. De la quebrada El Sapo hasta La Cuevita, la Chalupa de la Málaga va, vestida a la moda con ropa de la cachada, olorosa a flor de pantano, con el pelo largo y negro que le brilla como si estuviera encachimbado. Dicen que va buscando al amor de su vida, un poeta que vive en la Colonia Santa Anita, que no se nombra ni apellida, sólo se llama Pichón y que Cea como sea un día se lo va a llevar.
PERDIDOS EN LAS NINFAS
Lo que pasó en este viaje es difícil de relatar, pues las palabras a veces se esconden como sustos, y otras, todavía no se saben pronunciar pues no están en diccionario alguno.
El día estaba soleado, caluroso, veníamos caminando entre arbustos, escondiéndonos, pues éramos zurururus y por allí abundaban los güirigüiris. Estábamos en guerra desde hacía cuatro años y teníamos hambre y mucho sueño. De pronto nos dimos cuenta que estábamos atrapados en las ninfas. Sin saber de dónde había aparecido el agua, luchábamos con ella hasta la cintura y contra un montón de ninfas que parecían cercarnos. En eso nos pareció escuchar un ruido, venían dos voces hablando y decían así:
Tabloncito…
¿Qué, Tacanagua?
Tacualuya aleluya
¡Tamashasha!
¡Tamashita!
Analquito quito quito
Tremedal, dal, dal, dal
¿Tulapa?
¿Upatoro?
Uvitas…
¡Los manojos!
Yomo…
Yurique…
¡Tejuiste abajo!
¡Tejuiste arriba!
Y entre plática y plática se carcajeaban bien de a galán.
¡Puya! —le dije a mi compañero— hoy sí nos llevaron las ánimas.
¡No jodás! —me contestó— con que no nos han llevado los güirigüiris, contimás este par de espantos, ´perate que ya vas a ver lo que hago.
Dicho y hecho, cuando aparecieron las ánimas mi compañero les preguntó:
Buetardes sus mercedes, ¿saben ustedes si este es el cerro arcoíris o el cerro plumaje?
Los espantos eran dos, una mujer vieja y un niño. Ella vestía de negro, como si fuera viuda. El niño en cambio era chiquito y panzón, tenía los pies viendo hacia el norte pero caminaba hacia el sur.
El niño fue el primero en responder:
Depende. Si van buscando las taltuzas este es el cerro arcoíris, pero si lo que tienen son alitas de cucaracha, este es el cerro plumaje. ¡Ahí vean ustedes!
Yo como vi la gran confianza de mi chero y las ánimas me atreví y dije:
Pero, ¿ustedes no serán el Cipitío y la Sihuanaba?
¡Los mismos! —dijeron ellos subidos en una gran rama.
Y, ¿qué andan haciendo?-—volví a preguntar con un gran miedo dentro del agua bien helada.
Andamos buscando a dos niños que se han perdido y no tienen la culpa de nada —dijo bien seria la señora Sihuanaba.
Y vos ¿por qué tenés los pies al revés, Cipitío? —le preguntó mi chero al niño.
Porque los dioses no quieren que encuentre a mi madre, por eso me les dieron vuelta; pero yo soy bien vivo pues aunque los tengo al revés camino para adelante.
Y usted señora Sihuanaba, ¿por qué anda de luto? ¿Que´s viuda?
A mi marido lo mataron los dioses y para joderme me mandaron un montón de pretendientes que me querían obligar a echarles tortillas día y noche y yo no quise, ¡chis!
Cuando nos dimos cuenta ya no estábamos en el agua, ni tampoco estaban las ninfas. Abrimos los ojos y eran los güirigüiris que nos decían sonrientes: «No se preocupen, bichos, no les vamos a hacer nada. A ustedes los reclutaron.»
SALIDA DE EMERGENCIA
Había una vez un país con un solo camino para gente que no quería ir al mismo lugar.
NO SOY UNA ESCRITORA DE CULTO
Me regalaron un revólver cuando cumplí diez años. Venía dentro de una caja de zapatos. Tenía instrucciones precisas. Primero debía matar a mi padre, pero él no estaba. Luego debía matar a mi madre, pero ella tampoco estaba. Por último debía matarme yo. Me recosté en el suelo y lo puse contra mí, pero no pude disparar. En eso recordé que había visto en la televisión un noticiero en el cual todos disparaban contra todos. Entonces apunté y le di al país, que me respondió también disparando y rozándome un ojo. De eso ha pasado mucho tiempo ya, y aún no se ha muerto ninguno.
FIN
Soñé dos cangrejitos que venían de noche a morderme los pies. Una noche en otra noche no era suficiente, y dentro del mismo sueño despertaba en otra más, más oscura y lejana. Los veía subir acracios hasta prenderse con azules tenazas amarillas de los diez cíclopes blancos que gritaban afónicos la sangre que salía de sus diez ojos entreabiertos. Yo también gritaba en la Wagon Lit y me tiraba la colcha sobre la cabeza, y con la oscuridad acotada escuchaba al mar golpearse contra el sueño; ronco y fino como pasa el aire por un caracol. Era el llanto fino de una Luna que se mecía entre las aguas junto a un niño muerto. Eso fue todo. Enciendan la luz, pueden irse a su casa.
* * *
Los presentes microrrelatos hacen parte de su libro «Cuentos de Lemon Twist», impreso por Findemundo Editora, 2014.
___________
* Nora Méndez. San Salvador, El Salvador, 1969. Poeta, escritora, periodista independiente, cantora. Aparace antologada en: Poetics of the Resistance, Universidad de Michigan, 1992. Trilces Trópicos, Barcelona, 2005. Revista de Poesía Prometeo, XVI Festival Internacional de Poesía en Medellín, 2006. Sobre tierras y ciudades iluminadas, Festival de poesía latinoamericana en Alemania, Latinale, 2006. De aquí nomás, antología de poesía centroamericana, VOX, Argentina. Libros publicados: Atravesarte a pie toda la vida (poesía), Universidad Tecnológica, 2002. La Estación de los Pájaros (poesía). Dirección de Publicaciones e Impresos, 2004. Trilogía: Seis, Pintura Fresca, Calentura de amor (poesía), Editorial Universitaria, 2006. Cuentos de Lemon Twist I y II (cuentos(, Findemundo Editora, 2011. Microensayos, Findemundo Editora, 2013. Dressing Room (poesía), Findemundo Editora, 2013. La Nena Dry Clean (novela), Findemundo Editora, 2013. Actualmente labora como editora y escritora en Findemundo Editora, editorial de corte artesanal casero, que edita su propia producción literaria y de otros talentos emergentes.