Literatura Cronopio

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En el resto del poema la combinación de rimas que usa Miguel Hernández continúa siendo transparente:

instrumento–alimento–aliento
costado–helado–derribado
homicida–herida–vida
conjuntos–difuntos–asuntos
consuelo–vuelo–suelo
madrugada–enamorada–nada
desatenta–tormenta–hambrienta
estridentes–dientes–calientes
parte–encontrarte–regresarte
calavera–higuera–colmenera
flores–labores–labradores
rejas–cejas–abejas
lado–ajado–enamorado
rosas–cosas
requiero–compañero.

La transparencia es total, todas son palabra–rimas «de andar por casa», de recreo y no de esfuerzo. Nos atrevemos a afirmar, incluso, que, viendo los distintos «juegos de rimas» que emplea el poeta, así, sueltos, individualizados, un lector no avisado (que no conozca el poema ni la vida y obra del poeta) sería capaz de vislumbrar amplios e importantes aspectos del poema: su tono dolorido, su contexto rural, su hálito elegíaco. Al menos, nos parece inequívoco el campo semántico asociado al dolor y a la pérdida en un ambiente rural: «hortelano», «amapolas», «homicida», «herida», «difuntos», «calaveras», «flores», «labradores».

Por último, comprobada ya la transparencia y el hábil manejo de las rimas que hace el autor de El rayo que no cesa, podemos arriesgar que Hernández (consciente o intuitivamente) se vale, para emocionarnos, de tres tipos de rima, más allá de si son consonantes o asonantes, llanas o agudas, categoriales o acategoriales; se vale de tres tipo de rimas, no clasificadas aún por la crítica. A saber:

La rima léxica: cuando la emoción lectora sobreviene de la palabra en sí, de la novedad del hallazgo léxico. Algunos ejemplos: «estercolas» (en el conocidísimo segundo verso de la Elegía a Ramón Sijé); «enarenen», «arracima», «regato», «alhaja» (de «alhajarse», «adornarse»), «calavera», «colmenera», «besana», «afluya», «despliego», «despedace», «estalactita», «estrechura», «desarrimo», «tuera», «zarza», «miera», «naufragio», «desmande», «galanía», «apetencia», «embarga», «arrecie» y muchas otras.

Joan Manuel Serrat presentó en el 2010 “Hijo de la luz y de la sombra”, su último trabajo discográfico donde musicaliza de nuevo poemas de Miguel Hernández.

La rima frásica: cuando la sorpresa y emoción lectoras sobrevienen no sólo gracias a la palabra–rima, o no tanto de ella, sino de la frase compuesta «con ella», y sin cuya construcción la palabra–rima no sería emotiva en sí misma, sino incluso manida, como en el caso de la muy citada y metaliteraria «almendra esclava»:

…como si fuera un huracán de lava
en el presidio de una almendra esclava…

O en el sencillo juego fónico:

bajo una piel de toro pisa y pace

O en el no menos sublime juego pronominal:

…del privilegio aquel, de aquel aquello

O en el no por hiperbólico, menos dramático:

y besarte la noble calavera

Y la rima versal: cuando la emoción lectora sobreviene gracias no tanto a la palabra–rima, ni a la frase compuesta con ella, sino al verso íntegro, ya sea por su construcción rítmica o por su novedad semántica. En todo caso, en la obra de Miguel Hernández abundan los ejemplos:

* una almena de nata giratoria
* de estrangulable hielo femenino
* y no crezco en espigas o en pescados
* La muerte, toda llena de agujeros
* bajo una piel de toro pisa y pace
* metrópolis de atmósfera sombría / gastadas por un río lacrimoso.
* pastar mi corazón, trágica grama
* Quiero escarbar la tierra con los dientes
* y besarte la noble calavera
* pajareará tu alma colmenera
* masculinamente serio
* se unge de lluvia y se alhaja
* Recojo con las pestañas /sal del alma y sal del ojo /y flores de telarañas
* Garza es mi pena, esbelta y triste garza
* El fantasma del beso delincuente

De esta manera, la poesía de Miguel Hernández, excelso rimador, es hoy uno de los más sólidos argumentos que pueden esgrimirse en defensa de la poesía rimada, es decir, de la auténtica Poesía tenga esta la factura técnica que tenga.

No quiero terminar mi exposición sin reparar en lo curioso que resulta, que el «fenómeno rima» lleve tantos siglos dando de qué hablar a críticos, teóricos, autores y lectores. Y que las opiniones sigan divididas, encontradas, casi irreconciliables. Recordemos que un animal literario como Borges reconocía, citando a su admirado Fritz Mauthner «que un diccionario de la rima es también una máquina de pensar», es decir, una fuente inagotable de asociación y generación de ideas provocadas muchas veces por el «azar objetivo» bretoniano y por la «sincronicidad» tan cara a Ernest Jung y al propio Borges. Recordemos que Alberti afirmaba que «la rima, lejos de esclavizar a la imaginación, la estimula dotándola de una insospechada libertad, pues un sonido recuerda a otro» (otra vez la «máquina de pensar» de Mauthner; otra vez el «azar objetivo» surrealista, y las ondas de Rodari); sin embargo, el Unamuno de 1900 era rotundo: «sí, me dedico al noble ejercicio de la poesía, no de la rima; sino de la poesía metrificada; la rima me revienta, paréceme artificio propio de oídos de la edad de piedra»; aunque el mismo Unamuno, pocos años después, será un defensor a ultranza de la «rima generatrice» carducciana, la rima como fuerza generadora de ideas, «y en efecto [dice], la necesidad de colocar un consonante, le obliga a un poeta, a un gran poeta, a seguir una nueva asociación de ideas. Y este lazo de asociación que parece meramente extenso, meramente acústico, introduce un cierto elemento de azar, de capricho, que Novalis estimaba tan esencial en la poesía»; y en 1904 es categórico cuando afirma, incluso, que escriben verso libre «aquellos a quienes no les sale libremente la rima, los incapaces de hacer fuente de asociación de ideas…»

Por otra parte, Marcel Proust hablaba de los buenos poetas, a quienes «la tiranía de la rima» obliga a encontrar sus máximas bellezas. Y mucho antes en el tiempo (pero como si hablara desde el siglo XX, o desde hoy mismo, Antonio de Nebrija (1441–1522) condenó la rima como «obstáculo para la recta y natural expresión». Y nadie mejor que Quevedo para burlar–burlándose esa rigidez y tiranía de la rima:

Dije que una señora era absoluta
Y siendo más hermosa que Lucrecia
Para acabar el cuarteto la hice puta.

Pero bueno, he aquí otro falso «servicio» del poeta a la rima tirana. Sin duda, el propio Quevedo sabía que a la señora de sus versos también la podía haber hecho «bruta» (rima en –uta, igualmente bisílaba y adjetiva, de modo que «el poder» de la rima no peligraba por el cambio); digamos que aquí don Francisco tuvo más servilismo semántico que léxico, hizo más caso (concesiones) al humor que al látigo rimal. Y esto suele ser bastante frecuente en la poesía rimada, por mucho que los autores esgriman tantas veces el «forzóme el consonante».

Concluyamos diciendo que esa realidad técnica que Sergio Fernández llama «canevá retórico», esa urdimbre de la poesía rimada, ovillada una y otra vez sobre sí misma, sobre su armazón estructural llena de límites, es precisamente lo que ha hecho a este tipo de poesía (la rimada) tan atractiva como misteriosa, y una sobreviviente natural en el proceloso mar de las literaturas.

Que tantos siglos después nos siga emocionando una misma combinación de versos (Lope, Góngora, Quevedo, Calderón, Sor Juana) no deja de ser un desafío a las leyes físicas y psicológicas de la percepción (a mayor exposición mayor desgaste perceptivo, y por ende, menor emotividad receptora); por lo tanto, el «fenómeno rima», en sí mismo, constituye una demostración de poderío y autenticidad tan válida como la de los frescos renacentistas o las músicas de los grandes clásicos.

Lejos del darwinismo literario, los lectores, críticos, poetas, teóricos, deberíamos despojarnos de pre–juicios poéticos, y mirar más allá del tantanesco octosílabo que decía Unamuno y del efecto acústico que, para gusto o disgusto del lector, provoca la rima. Un mal poeta dejará intacta la emoción sea o no un rimador. Un gran poeta nos emocionará ya sea con «escarceos versolibristas», o militando en el versolibrismo y la poesía en prosa, o siendo un rimador, y estemos en el siglo XV o en el siglo XXV.

Miguel Hernández, su poesía, es una prueba de ello. Quién le diría a aquel joven pastor de Orihuela que se creía «un poquito poeta» en 1931, que ese poquito de «poeticidad» le bastaría para 100 años después entrar, por fin, en la ciudad de su querido amigo Pablo, el periodista, ese compañero de trinchera que había nacido en una ciudad que parecía tan lejana. Desde esta ciudad, La Habana, tan cosmopolita y tan promiscua en poetas y poeticidades, permítanme despedirme, entonces, volviendo a mi flash back (con travelling incluido) y viéndome con 16 o 17 años, lápiz en ristre y libreta escolar abierta, escribiendo esta décima–homenaje al gran poeta, al excelente rimador Miguel Hernández, sin sospechar que este sería mi regalo en su 100 cumpleaños:

Murió un pastor de Orihuela.
Dejó huérfano al rebaño.
Bebió vida y le hizo daño.
El tiempo le dio candela.
El viento como a una vela
sopló fuerte y lo apagó.
Murió el pastor, pero no.
Murió, pero luz y gloria.
Aún pacen en la memoria
los versos que pastoreó.

Almería, 8 de febrero de 2010

“Tus cartas son un vino”. Poema de Miguel Hernández, musicalizado por Joan Manuel Serrat. Hace parte de “Hijo de la luz y de la sombra”. Entrevista en el programa español “Buenafuente” en el 2010. Clic para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=nD-Qgbd3pjM[/youtube]
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* Alexis Díaz—Pimienta (La Habana, 1966). Escritor y repentista. Ha publicado hasta la fecha (2011) 25 libros en los géneros poesía, novela, ensayo, cuento, literatura para niños, la mayoría de ellos ganadores de premios nacionales e internacionales en Cuba y España. Su poesía y sus cuentos han sido traducidos al francés, inglés, alemán, italiano, árábe y búlgaro, en antologías y revistas.

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