Literatura Cronopio

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La mujer tras el hecho literario

LA MUJER TRAS EL HECHO LITERARIO

Por Lyda Aponte de Zacklin*

Silda Cordoliani emerge en el ámbito de la narrativa venezolana al comienzo de los años noventa. Sus libros de cuentos: Babilonia (1993), La mujer por la ventana (1999) y En lugar del corazón (2008) son evidencia de la profunda curiosidad literaria de esta autora por todo lo que concierne a la vasta e inextricable realidad de la experiencia femenina.

En el mundo de ficción de Silda Cordoliani, la escritura se extiende como una rapsodia de delicadeza y éxtasis en su acercamiento a lo humano y universal, que perdura a través del tiempo. Así, sus cuentos exploran, en la tristeza y la alegría que acompaña toda vida, abriendo un espacio de ficción que busca el significado de las cosas, de la vida, donde el mundo es observado con pasión y distancia.

La vida de los personajes en estos cuentos, se enmarca en imágenes recurrentes que se extienden en el espacio de ficción, conformado tanto por los sueños como por el mundo exterior en el que se desarrollan sus historias.

Veremos así, imágenes que parten de lo cotidiano, calles solitarias, espacios interiores o abiertos: el mar y el río, como también imágenes oníricas, pero todo este mundo imaginario o soñado, de imágenes recurrentes, es lo que impulsa a los personajes a cuestionar el sentido de sus vidas.

Nos referiremos en esta instancia a relatos que pertenecen a la colección que lleva por título En lugar del corazón (Bid & co. editor, Caracas, 2008), tales como «La calígrafa» y «Sueño de epifanía».

En estos cuentos un narrador toma la palabra, partiendo de la relación que se establece entre el soñador o soñadora y las historias soñadas, como punto de partida para el cuestionamiento de los pensamientos, emociones y deseos que dirigen la vida de los personajes reales o soñados.

En los cuentos «Sueño de epifanía» y «La calígrafa» se reiteran imágenes de espacios desolados, mustios, devastados por la guerra o las plagas que se deben atravesar. No obstante, son estos espacios, estos caminos, los que impulsan el movimiento del deseo que dirige las vidas de los personajes. El narrador en «La calígrafa» nos dirá: Creo creer que por fin he encontrado mi espacio y tiempo que nunca más volveré a vagar por difusos paisajes desolados, que en este rincón del universo (o de mi psique) al lado de Tilde y de mis papeles, se encuentra mi destino de hombre obcecado en azarosas visiones nocturnas. (pp. 128-129)

Asimismo, la visión inicial del sueño en la historia que se relata en el cuento: «Sueño de epifanía» es el de una mujer: «caminando casi a tientas, tratando de evitar los bultos, con la espalda doblada de cansancio, abatida, desolada, como impulsada por la adversidad sobre aquel campo sembrado de cuerpos, cadáveres todos». (p. 146).

Esta visión desoladora contrasta con las imágenes de luz y resplandor que dirigen a los personajes hacia los momentos de gozo y plenitud, tales como los que procuran un momento efímero de experiencia maternal, en la celebración de la epifanía:

Con la mirada clavada en él, seducida como sus compañeras por el encanto que emana la criatura, se complace en observar la incesante mutación: las sucias telas que lo cubrían cambian en finas sedas de brillantes colores; un halo de luz aparece poco a poco alrededor y con la misma lentitud va tomando forma de finos rayos dorados que crecen buscando el infinito más allá del cuarto; sobre su cabeza, una suerte de corona terminará transformándose en refulgente arco iris. (pp. 151-152)
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En un trabajo sobre En lugar del corazón la también narradora Krina Ber (https://tapara.blogspot.com/2009_03_01_archive.html) se acercó al tema de estos dos cuentos de la siguiente manera:

En «La calígrafa», un hermoso relato que transcurre en una ciudad amurallada, el hecho de estar soñando es per se germen de una traición (tema muy recurrente en Silda). En las situaciones de peligro que ocurren en el mundo de este sueño, la condición ambigua del durmiente lleva implícita la amenaza de despertar desamparando a las personas a quienes se ha comprometido a proteger. Al mismo tiempo, la siento como una condición tranquilizadora de quien, cual niño rico que juega a ser pobre, toma ciertos riesgos probando vidas que no le corresponden, pero siempre tiene una salida. Es, pues, el mismo individuo en dos mundos.

En «Sueño de epifanía» son claramente dos mujeres: la soñada y la que sueña. La que al despertar descubrirá en el espejo un misterioso vínculo con la otra a través del tiempo y la presentida cadena de generaciones que la unen a la mujer ancestral.

En las narraciones de Silda Cordoliani las historias se construyen partiendo de un cuestionamiento de las experiencias, reales o imaginadas, que han delineado la vida de los personajes. Esta autoconsciencia de lo vivido se mantiene en el discurso a través de recuerdos que reaparecen en el presente, a su vez reconocible y diferente, más como señales de lo ocurrido que como preguntas. Así encontramos en el cuento «Del corazón todavía»: «las historias vividas se detienen cual presente inalterable y eterno que no podemos precisar, ni siquiera imaginar». (p. 86)

Esta ambigüedad entre el mundo de la realidad y el mundo imaginado que introducen las historias, permiten al lector tomar parte en el proceso de imaginar lo ocurrido en el pasado, de prefigurar los hechos que podrían ocurrir en el futuro o los que, de alguna manera, están ocurriendo en el presente de la lectura. En este sentido son historias que abren un espacio de cuestionamiento que no culmina con el final del relato.

En este mundo de ficción hay, asimismo, temas persistentes, tales como el dolor o la congoja que se apoderan de la vida de los personajes. Es a través de estos sentimientos que se explora en el discurso el drama de la autoconsciencia de las realidades vividas o imaginadas por las protagonistas. Así, el dolor se acepta como hecho real, como verdad absoluta: «la felicidad existió, pero también el sufrimiento que jamás conseguiré desterrar». (p. 84)

Pero esta aceptación y reconocimiento del dolor, lejos de subrayar lo negativo, abre otro espacio en el discurso, una apertura que pareciera conducir a una cierta purificación del ser que, en última instancia, le permite vislumbrar el resplandor de la felicidad y la alegría: «Debo reconocer que existen fragmentos que cultivo como una íntima y feliz ficción, con el único fin de animar mi triste destino, suerte de espejismos repetitivos a los que cada vez he ido añadiendo un detalle más de brillo y de ternura». (p. 83)
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Otro tema que aparece con frecuencia es el del deterioro de la pasión amorosa, expresado a través del desamor o el desprecio. Pero en algunos relatos, las acciones inesperadas de los personajes alcanzan una nueva dimensión en la escritura al apuntar a la búsqueda del sentido de la vida y a la fragilidad de todo lo que concierne a lo humano.

En el cuento «La mujer y la ventana», los temas del desengaño y la traición se mantienen a través del contrapunto entre la realidad imaginada por la mujer en, de o tras la ventana.

La ventana mantiene su simbolismo de apertura, pero a su vez es un espacio en el que la mujer puede encerrarse en sí misma y llegar a inventar lo que quisiera ser. La ventana puede abrir o cerrar noches de sueño o ilusión o noches de dolor y de traición. Pero lo importante de señalar es que esta ventana, oscura o iluminada, se convierte para la mujer en un espacio que representa para ella el lugar de la verdad, que le sirve de testimonio inapelable para poder continuar la jornada de su vida.

Otro aspecto que singulariza esta escritura es la manera en que la autora se acerca a lo que podría entenderse como lo absoluto femenino. Me refiero al tema del paso de niña a mujer, con la aparición de las primeras menstruaciones, que desarrolla el cuento «Babilonia». Es un tema que en la historia de nuestra narrativa no había sido desarrollado como asunto central de un relato.

En este cuento la escritura captura un instante en o fuera del tiempo, el comienzo para la protagonista de su vida de mujer: «Cuando el sol se ocultó, salí de mi habitación de la niñez adonde nunca más volvería». (p. 140)

El relato se acerca al misterio, a la cadencia y aliento del alma femenina, en un discurso iluminado por un arco iris de emociones donde el granate resplandece. Así, la sorpresa, el temor, la alegría, el dolor y finalmente el amor se extienden en esta prosa cuyo esplendor lo define un lenguaje que logra un alto nivel de matiz y precisión.

El tema se expresa con tanta sutileza y comprensión que nos parece un logro que sólo puede alcanzarse a través de la escritura realizada por una mujer. Son estas cualidades de la prosa de Silda Cordoliani, al acercarse a realidades que atañen al mundo femenino, lo que nos permite decir que sus cuentos son muestra de una consumada relación entre la escritura y mujer tras el hecho literario.

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* Lyda Aponte de Zacklin (Barinitas, Venezuela). Doctorada en Literatura por la New York University con su tesis La narrativa de Guillermo Meneses. Ha colaborado con revistas y suplementos literarios del continente, entre otros, la revista mexicana Vuelta y la revista Translation (Columbia University). En Monte Ávila Editores ha publicado su coleccion bilingue Venezuelan Short Stories y su libro de ensayos: Silencios, textos y glosas. Trabajó como profesora hasta el 2011 en el City College de la ciudad de Nueva York.

 

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