POEMAS DE LA INFANCIA
Por Enrique Solinas*
EL PUEBLO
En un pueblo muy chico
donde todos nos conocemos los delitos
y la nieve se cae como pintura fresca,
y la nieve se cae como pintura fresca,
vivo.
Tengo una casa
con patio, perra y padre,
y un jardín,
y una hermana
que todo el día
se disfraza de noche.
Cuando llega la hora de descansar
nos disparamos con gritos,
pero todos somos malos apuntadores
(NADIE QUIERE MATAR A NADIE AQUÍ).
Triste es la canción que pasan por la radio
(golpean a la puerta).
Triste es la canción que viene del jardín.
Nadie atiende.
Golpean a la puerta.
Nos abrazamos
porque tenemos miedo.
LA NOCHE EN EL JARDÍN
Una pequeña música nocturna
en forma de viento.
Los chicos cazan luciérnagas
y ponen las manos
como para rezar.
Como si Dios fuera una luciérnaga
y se dejara atrapar
para romper el silencio.
Como si el milagro fuera que Dios
sea una luciérnaga
para no sentirnos
tan solos.
CAMBIOS CLIMÁTICOS
Padre,
hoy te vuelvo a encontrar
en esta ciudad desesperada.
Charlemos sobre el tiempo
que es mejor
a conversar sobre otras cuestiones.
Hablemos de la lluvia o el sol
pero no me preguntes
sobre la muerte que nos sucede ahora.
La idea de parecerme a Jean Paul Sartre
aun me seduce
como el sonido de un cuchillo,
atravesando la realidad
(y no te lo digo).
Toda muerte
primero sucede en las palabras
para luego llevarse a cabo
en los ojos
(y no te lo digo).
Padre,
hoy te veo
y al mismo tiempo veo al que seré,
pero distinto.
Ya nada se puede hacer.
Es necesario.
Mejor,
charlemos sobre el tiempo.
IMAGO
La hermana
cada vez que la veo
va tomando la medida de las señoras.
De tanto leer a Louise M. Alcott
y de besar a un hombre en cada tarde
se transformó
en toda
Mujercitas.
La vida tiene el don de los capullos de seda.
La vida es un capullo de seda.
La hermana no cocina, no lava, no plancha.
No se pinta las uñas con esmalte.
Daría la mitad de su ojo
por un buen rock and roll.
Daría la mitad de su otro ojo
para guardar la simetría
que esta situación merece.
Y pienso que la vida a la hermana
la transformó
en una pantera fabulosa.
Y pienso:
«Mi vida, mi propia vida,
¿en qué se ha transformado?».
RUTINA
El muchacho cabalga hacia la aurora
para abrir y cerrar el mundo.
Es el aliento de la infancia el que lo obliga
a cortar su corazón.
Es el aliento de la infancia el que lo obliga
a coser su corazón con aire.
Tantas palabras, tantas,
que ya no hay
qué decir.
Es el aliento de la infancia la aurora.
El sol es rojo.
JARDÍN DE INFANTES
Hace frío porque vuelvo aquí.
Hace frío, aunque es verano.
El tiempo de la historia
no me ha hecho más fuerte.
Con ramas de hielo
está encendido el hogar.
Tiembla el corazón porque tiembla la muerte
(todos los ríos y mares tiemblan),
recuerdo tu mirada devastando los bosques,
cortando de raíz la música
(el gato atravesado por lámparas,
la mancha en la pared,
la infancia
del color de tu lengua).
Muévete.
Hace frío en el horno a gas.
Estás aquí para comer el sol,
debajo de tu vestido
hay un pueblo
que se incendia.
Muévete.
Porque hace frío aquí,
porque hace miedo.
CUMPLEAÑOS
Niño en oscuridad,
el sueño ha regresado:
una madre ausente
se presenta
y sopla las velas
del barco
que te conducirá
hasta su entierro.
Es tan extraño el mundo
como la ceniza que vibra
en tu corazón.
(Pide tres deseos.)
Es tan extraño el mundo
que la mujer
bebe de tu cuerpo
hasta olvidarte.
EL CÍRCULO
La madre acuna a su hijo y lo abandona,
las madres siempre están destinadas
a la desaparición.
Allí,
donde las puertas se abren
nada más que para las despedidas.
Allí,
donde el tiempo se tumba como noche,
como abrazo vacío,
como pañuelo agitado para un final.
No hay perdón,
hay palabras que comprenden
y simulan el perdón,
gestos de costumbre,
silencios que hablan e indican
el lugar del crimen.
(Porque siempre hay nada más allá,
entonces,
ir más allá es necesario.)
Como si no tuviera importancia,
como si nadie se detuviera a mirar.
El hijo acuna
la memoria de su madre
lo que le resta de vida.
FAREWELL
Es difícil acostumbrarse
a la muerte,
no creas que no sé.
Todos partieron poco a poco.
Los que quedamos,
vivimos recordando
a los que fueron.
Es la vida
lo que pasa,
no pienses que no sé.
Y la justicia es
una palabra
demasiado oscura.
«Adiós, madre, adiós».
te digo,
y otra vez surge
la juventud
sobre la idea
de tu cuerpo.
«Adiós, madre, adiós».
Y por última vez te veo
marchar con alegría
hacia la aurora,
mientras de fondo suena
Janis Joplin
y tus tacos bien altos
marcan el ritmo
de la ciudad.
EL ROSTRO DE DIOS
(A mi madre, in memoriam)
Esa mujer,
extendida hasta nunca debajo de la sábana
no muestra signos de respiración.
Apenas es el resto de una imagen,
el personaje principal en bastidores
no disponible para despedidas.
Hacia los costados,
sus brazos se alargan y tocan el infinito.
Las manos se apoyan en oriente y occidente
sin ganas ya,
sin intención.
Descorro la sábana y al mismo tiempo
vuela una mosca como ninfa sorprendida.
He aquí la cuestión:
sus labios entreabiertos y la piel extraña
contrastan con el gesto de una sonrisa,
y el único signo de vitalidad
es la mosca
que ha bebido toda su respiración.
Si la mujer sonríe es porque sabe algo
que nunca terminó de decir.
Si la mujer sonríe
es porque nos ha engañado
y nunca sabremos el motivo.
Pasa el tiempo como la vida pasa,
como pasa lo bello y lo triste.
Luego la abrirán en dos
para saber la causa de su fallecimiento.
Luego,
su rostro cambiará y será otra,
alguien desconocido.
Ahora sé que éste es el rostro de Dios:
una mujer que se va y la mosca que sonríe,
compartiendo la misma despedida.
Tan sólo nos queda
cubrir el cuerpo de la desesperanza
y contemplar el aire de la noche,
fatal y divino.
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* Enrique Solinas nació en Buenos Aires el 11 de Julio de 1969. Es Profesor en Letras y Ciencias de la Comunicación (CONSUDEC) y Licenciado en Letras (UCA). Desde 1989 colabora con publicaciones de Argentina y del exterior, es docente y forma parte de grupos de investigación en literatura argentina y latinoamericana (CONICET) y en literatura y mística (SIPLET – ALALITE). Publicó en poesía: Signos Oscuros (1995), El Gruñido (1997), El Lugar del Principio (1998), Jardín en Movimiento (2003), Noche de San Juan (2008), El gruñido y otros poemas (2011). En colaboración, Invocaciones –cuatro poetas en la voz del mito– (2012). En narrativa: La muerte y su conversación (cuentos, 2007). Por su labor literaria obtuvo varios premios, entre ellos, el 1er. Premio Rotary Club Bienio 1990/1991, 1er. Premio Nacional Iniciación Bienio 1992/1993, de la Secretaría de Cultura de la Nación, el 1er. Premio Dirección General de Bibliotecas Municipales de Buenos Aires 1993, Mención en los Premios Municipales de la Ciudad de Buenos Aires a la Producción 1994/1995, Subsidio Nacional de Creación de la Fundación Antorchas, Concurso 1997 de Becas y Subsidios para las Artes, el 1er. Premio Estímulo a la Creación año 2000 de la Secretaría de Cultura de la Nación, el 1er. Premio de Cuento Fantástico 2004 de la Fundación Ciudad de Arena y la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, la Beca Shanghai Writing Program 2014, etc. Su obra forma de parte de antologías nacionales e internacionales, siendo traducido al inglés, al italiano, al francés, al portugués y al griego. Invitado al II Festival Internacional de Poesía de la Feria del Libro de Buenos Aires 2007; al I Festival Internacional de Poesía del Centro Cultural de la Cooperación 2009; al IX Festival Internacional de de Poesía de Granada 2013, Nicaragua; al IV Festival Internacional de Poesía Latinoamericana de Lima 2013, Perú; XXII Maratón Poética Teatro de la Luna 2014, en George Mason University, Washington; Festival Internacional de Poesía de Beijing 2014, China. Actualmente, su actividad incluye la narrativa, el periodismo cultural, la crítica literaria y de artes plásticas, la investigación y la traducción de poesía (latín, griego, inglés, francés e italiano al español).
Qué decir de Enrique Solinas? Simplemente que leerlo es transitar emociones propias cuando es él el que describe sus propias vivencias , y compartir un universo común que nos hace humanos. Cuando el dice: «sus brazos se alargan y tocan el infinito» es describir una realidad que como mortales atravesamos en la experiencia de la muerte, tan bien dicho que una dice, eso es lo que sentí. Es tomar conciencia de lo efímero y por ello estimar la , la vida, la poesía, la bondad, la belleza que hay en cada criatura.