CHILE PARA ARMAR
Por Juan Eduardo Díaz*
La realidad chilena toda, expuesta sobre la mesa, uña a uña, falange a falange. Se debe reordenar cada hueso, reparar los que estén rotos, recuperar cada astilla, y adherirlos con paciencia y prolijidad quinesiológica, desde la punta de los pies hasta la perfecta y seria calavera, cabello a cabello, diente por diente. Montar luego cada uno de los músculos, seguir la hebra, unir cada nervio. Es necesario dejar en un frasco, transparente y con tapa, los trozos deformes de plomo que se encuentren. Con un alicate cortar los alambres de púas y muy despacio separarlos de la piel. Los trozos de rieles deben ser medidos y pesados, luego hay que amontonarlos en el patio según la clasificación que corresponda.
Con destreza y sumo cuidado urdir la tez hasta formar de a poco el semblante, lo primero que verás será tu propio rostro, luego el de tu padre, seguido el de tus hermanos. Más de tres mil fotografías en blanco y negro, toda la familia de mi país. Estos rostros se deben aprender de memoria para cuando y cada vez que se concluya la labor, fichar los datos y entregar a la madre, al padre, a los hijos que todavía esperan.
Esta es la lectura inédita de un texto que todos conocen de memoria, no hay en la tierra quien diga o exponga una idea distinta de lo que se quiso expresar en estas páginas hasta hoy.
Podríamos pensar en un sujeto lector ávido que viene de una cultura distinta a la nuestra y por lo tanto su interpretación debería variar. El amigo lector común y corriente puede leer más de una vez esta novela lírica y mientras su estilo de vida no experimente un cambio sustancial, va a percibir siempre lo mismo, pero si en el avanzar de estas páginas logra afectarse y provocar un matiz mínimo, la tarea está más que cumplida.
Es como preparar la escritura para hacer de ella un objeto que consiga ser digno, como el poema decente que aún no se manifiesta, Norberto. Un ejercicio antropológico de nada en una ciudad vacía. Como si de pronto te decidieras a escribir, y por azar te tocara trazar el más bello libro de la muerte de todos los seres de este país maltratado como a un niño, abusado de forma cruel, saqueado, pisoteado, aún herido.
Perfecta escena apocalíptica que no revela más que el silencio y el mismo viento que se repite en el campo, en la frontera sur. El cementerio de la vieja aldea que se presenta una vez más entre tus párrafos con cada uno de tus muertos, sus cruces de madera a cuesta y las flores que nunca dejarán de ser claveles.
O por el contrario, seas bendecido para escribir el caprichoso libro de la vida de estos imperfectos seres de un espacio simbolizado en un millón de frases amorosas y tiernas, útiles tan sólo para confeccionar tarjetas de aniversario.
Bastará con sentarse a escribir un poema extenso que sea capaz de reunir la vida del hombre que siempre quisiste ser e inventarle un origen humilde, simple y a la vez perpetuo. Detallar cada uno de sus días y dedicar toda una tarde en la prudencia de educarlo como a un hijo irresponsable o como ese ser de bien que jamás quisiste ser.
Esa es labor de otros, creíste mirando el suelo y diciendo que no te importaba. Y en absoluto silencio continuaste con tu gran rompecabezas de Chile.
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* Juan Eduardo Díaz (San Bernardo, Chile, 1976) es poeta y editor literario en Ediciones Caronte, Valparaíso. Estudió Pedagogía en Castellano en la Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación de Valparaíso, Chile. Colabora con la cultura difundiendo la lectura y escritura literaria a través de la educación poética, realizando talleres de poesía chilena y escritura de este género en los departamentos de cultura de El Tabo y Algarrobo. Es creador de los libros: Sombras de Valparaíso (2001), Ángeles ebrios (2002), del diario de Teresa y Sylvia (2005), co-autor de Carta de Ajuste: Antología de poetas inéditos en Valparaíso (2008), Claveles (2009), Morada de Hechiceros: Antología de poetas de El Tabo (2011), Instantáneas {esto ha sido} (2013). Ha sido galardonado con el Fomento a la Creación (2012) del Fondo Nacional del Libro y la Lectura del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. La Beca de Creación Literaria (2008) del Fondo Nacional del Libro y la Lectura del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. El Certamen Nacional de Arte y Poesía Joven Universidad de Valparaíso (2006 y 2004). El Certamen Premio Municipal de Literatura, Ilustre Municipalidad de San Bernardo (2004, 2005 y 2006). El IX Certamen Literario Eusebio Lillo, Concurso Nacional Casa de la Cultura Ilustre Municipalidad de El Bosque (2005), entre otros.