Jacobo y yo es un cuento in media res. Cuando le escribí a Jacobo interrogándolo por sus apreciaciones de ¿Un sueño realizado?, ya eran varias nuestras diferencias literarias, pero también suficientes las proximidades personales. La amistad llegó después de un viaje universitario. Pronto fuimos también compañeros en el trabajo —gracias a una monitoría que recomendó para mí—, en el periódico de la Facultad —por mérito de ambos—, y vecinos —gracias a un apartamento que busqué para él—.
¿Qué se puede decir de Jacobo? Diré que es un buen lector, un buen amigo, y se encuentra enamorado de Greta. Esta última característica lo determina en gran parte. Su melancolía inherente parece despertarse con cada ruptura. Ella vuelve con sus amigos y conserva su estado de inmovilidad, pero con Jacobo todo funciona diferente. Puede entonces dejar de escribir, o por el contrario, encuentra la sensibilidad tan auténtica de sus relatos.
¿Qué se puede decir de Greta? Le gustan los perros.
De manera cotidiana Jacobo es un inconformista; no posee el más mínimo sentido del pragmatismo en las relaciones humanas. Creo que ese es su mayor problema y nuestra mayor diferencia. Nunca me han importado las personas lejanas. La frase, aunque de aparente obviedad, no lo es respecto a Jacobo. Para él las personas son importantes: el profesor, el cartero, el hombre que pasa. No es un interés sentimental, pero tampoco posee fines estrictamente creativos (con lo cual, de llegar a ser así, estaría de acuerdo). En varias ocasiones cuestionó la idoneidad en sus cargos de los miembros del periódico. Aquello no lo afectaba en ninguna medida, pero se empecinó en declarar su opinión.
También en cuestiones literarias carece de todo pragmatismo. Se empeña en conocer —y hablar— de tradiciones: la nuestra y la argentina. Para mí en cambio la experiencia literaria continúa regida por el capricho. Las preferencias de ambos difieren igualmente en la época. Jacobo degusta a sus contemporáneos, y gran parte de lo que ha escrito descansa en sus malas lecturas de Borges, Piglia, Cortázar, Arlt, Pauls… y Bolaño, el escritor extranjero más argentino. Desde hace mucho tiempo —y sin llegar a leerlos— percibí mi distancia con aquellos autores. En contravía, me esfuerzo por encontrar un elemento común en mis referentes: Kafka, Vargas Llosa, Kundera, —y recientemente— Mann. También el cine nos ofrece una oportunidad para diferir. Jacobo lee sistemática y atentamente la cartelera, y reseña El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, preferiría él). Diré que entre mis películas favoritas se encuentran Amantes y Los lunes al sol; el lector puede concluir al respecto.
Publicar. ¡Oh gran querella entre dos amigos! ¿Por qué Jacobo se empeña en no publicar? Definiré nuestro acontecer creativo de la siguiente forma: mientras Jacobo espera sin afanes, persisto en mis ínfimos triunfos digitales. La publicación de varios cuentos me representó la confianza buscada; sin embargo, no puedo obviar la calidad relativa de éstos. Tengo veinticinco años y debo decir: he escrito una novelita corta, y cinco o seis cuenticos cortos (sólo me falta una verguita corta). Las narraciones de Jacobo —compiladas en su Trabajo de Grado— expresan la ambición carente en las mías. Jacobo y yo es mi primera pretensión de cuento sin diminutivos.
La vida de Jacobo no ha cambiado demasiado en Argentina. Jacobo es el mismo, y también Greta es la misma. Sus conflictos como siempre resultan de un carácter abstracto. Lo demás —la Academia, el trabajo… la gente— se diferencian a la visión inicial de Jacobo. Me pregunto si aún, a pesar de los textos ilegibles de los profesores, casi la imposibilidad de ganarse la vida, y todas las voces politizadas, crea en ese mundo mágico conocido hasta ahora sólo a través de la literatura y la música. Sin embargo, y a pesar de que todo ello constituye un panorama desalentador, en los correos resultan de un carácter casi anecdótico. En primer plano siempre se encuentra Greta: sus dudas, inseguridades, caprichos, inmovilidad (incapacidad) para expresar (saber) lo que desea.
«Acá siguen los inconvenientes, no tengo trabajo, el 31 tenemos que entregar el apartamento y, como recogimos un perro (conocí a Jacobo cuando ya andaba con Greta, pero intuyo que su filiación canina —y felina— resulta impostada) hace unos meses (no sé si te dije), hay que conseguirle otro hogar antes de esa fecha. Con respecto a G., es más o menos lo mismo; me convierto gradualmente en un histérico, analizo con obsesión cada gesto, percibo desplantes en cualquier respuesta o —incluso— mirada. Soy un clown, un personaje de novela. No escribo, casi no leo, veo mucho porno y juego Fifa. Trato de pensar, de llevar al menos un ejercicio mental continuo. En algunas semanas estaré viviendo solo por primera vez. (¡Han decidido separarse! Es cierto que Jacobo salió de casa y del país más joven que yo, ¡pero nunca ha vivido solo! Cree —y no me atrevo a refutárselo— que tal circunstancia será una posibilidad para su escritura. Lo cierto para mí es que la soledad a veces sólo produce paranoia). Conseguí un hostal barato pero bien ventilado; los baños son comunales y consisten en un cuarto pequeño con dos inodoros y una llave de agua en la pared, sin cortinas ni divisiones, de modo que si te duchás mojás todo el suelo. Como lector de Bolaño, sé que la precariedad es un buen motor narrativo, así que tendré paciencia».
Se me ocurre que Jacobo y yo es un cuento sobre el infinito, una versión degradada de las ideas borgesianas (muchos se espantarán con la idea). Jacobo lee el borrador de «¿Un sueño realizado?» y comenta; luego adjunto sus correos y mis respuestas, y hay un nuevo texto; lo vuelve a leer y comenta; tal comentario se incorpora a un nuevo cuento que a su vez requiere de su glosa. Si la premisa es incorporar el comentario final de Jacobo sobre el texto, y éste debe contener tal comentario, nunca existirá una última versión. Considero casi un deber ilustrarme sobre la obra del «maestro» antes de atreverme a citarlo de la peor forma. Aun así, una lectura concienzuda del autor no la considero en sí misma un acierto creativo. En compensación, sobre mi escritorio reposan ya varios libros de los referidos autores distantes (por el capricho de la cultura general, o… puede suceder que viaje a acompañar a Jacobo y mi feliz destino sea ligarme una argentina. De alguna cosa tendremos que hablar, y no pretendo que la piba haya leído a W.O).
¿Cómo terminar de escribir un cuento sin historia, con personajes volubles, hecho tan solo de remiendos? ¿Es un cuento en alguna acepción de la palabra? De manera sincera reflexiono sobre tales aspectos. Creo encontrar una historia, pero… hacerla explícita sería —en términos de Jacobo— una concesión con el lector. ¿La idea primigenia fue satisfecha? ¿Las ideas secundarias quedaron al menos esbozadas? Consideré oportuno terminar con un acento lánguido. El final previsto era el siguiente: «Pasaron varias semanas y no respondió. Tal vez su vida cotidiana se hizo cada vez más compleja (tendría que dividir el tiempo entre Greta, las clases de Núcleo Común, y sus melancolías). O tal vez simplemente haya considerado infructuosas nuestras conversaciones». La verdad es que Jacobo no se ausentó por mucho tiempo. Cuando le presenté Jacobo y yo —sin los fragmentos finales y la alusión temeraria a Borges—, lo aprobó de manera afectuosa:
«Me emociona la idea, y la estructura, de tu nuevo cuento. Podés pensar que te contesto para animarte a seguirlo escribiendo. Claro, estoy muy agradecido por estar. Es difícil concederle esos espacios a la gente que conocés; por lo menos yo sólo escribí un cuento acerca de mi papá y uno en el que salgo con G. Después no pensé nunca en darle a alguien ese lugar. Espero que me respondás pronto, que no dejemos esta frecuencia. Un abrazo grande».
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* Leonardo Moreno es Licenciado en Literatura de la Universidad del Valle (Cali-Colombia). Ha publicado varios artículos en el periódico La Palabra, entre los cuales se destacan Ernesto Guevara. La desmitificación del héroe y La temeraria comunidad capuchina: una historia de fracasos, hilaridad y silencio. También ha publicado diversos cuentos en revistas digitales: Tacha, Nacho, Nacho y Mateo ha vuelto a casa (Revista Sinfín), El mejor de todos los regalos (Revista Resonancias), Un cuento más sobre el absurdo, el humorcito, y los recursos literarios (Revistas Letras S5 y Almiar), y Por simples cuestiones literarias (Revista Narrativas). En los próximos meses editará ¿Un sueño realizado? (Revista Cronopio) y Dos Manueles para una Verónica (Revista Gavia). Actualmente finaliza un segundo programa: Estudios Políticos y Resolución de Conflictos. Tiene una novela inédita titulada Margarita no da a luz.