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Memoria, crítica y poesía en Javier Krahe: Abajo el alzheimer y ay democracia

MEMORIA, CRÍTICA Y POESÍA EN JAVIER KRAHE: ABAJO EL ALZHEIMER Y AY, DEMOCRACIA

Por Roberto Sánchez Garrido *

[blockquote cite=»Capricho Estival. Javier Krahe» type=»left»]Y tocaba la guitarra
o escribía en un cuaderno
y si allí rimaba en arra
escribía algo con garra
un acorde así moderno
y una dulce melodía
eso ya lo entretenía
y aún más si le salía [/blockquote]

La producción de Javier Krahe la podríamos definir como un universo poético hecho canción. En su maleta más de treinta años de canciones con una métrica precisa que no deja rima al azar. Canciones que describen una forma peculiar de ser, ver y entender el mundo, de pasar por la vida, con un agudo, mordaz e inteligente ojo crítico que transita desde los sentimientos propios a los compartidos. A la altura de Brassens o de Leonard Cohen, Krahe es el poeta infatigable que regala en cada canción humor, reflexión y al menos un verso donde reposar y deleitarnos en la belleza. Joan Francesc Mira (2007) señala que todo autor, quiera o no, produce «un documento: un texto que es resultado y reflejo de su tiempo y lugar, de su tradición cultural y de la de su propia sociedad». Nada más acertado cuando tratamos a Krahe, porque en su forma particular de narrar refleja la sociedad que le ha (nos ha) tocado (nos toca) vivir y sufrir.

Miguel Tomás-Valiente realizó en su libro De Mil Amores. Reflexiones sobre las canciones de Javier Krahe, que acompaña al disco Toser y Cantar, un profundo análisis de distintas canciones con una estructuración temática según los aspectos dominantes de cada una. Basándonos en este trabajo intentaremos acercarnos al enfoque de dos canciones que con distinta temática muestran ese universo particular referido: Abajo el Alzheimer y ¡Ay, Democracia!

Una de sus canciones más bellas es sin lugar a dudas Abajo el Alzheimer. ¿Qué mejor cura ante la enfermedad y la desmemoria que recordar los amores pasados? Aquí aparece su vertiente literaria más potente, con momentos líricos contextualizados en el in crescendo del poema. Su métrica es singular, tal y como señala Miguel Tomas-Valiente:

«estrofa de cuatro versos de trece sílabas-medida harto inusual de los cuales, los tres primeros riman en consonante entre ellos, lo mismo que sucede con los once cuartos versos, el cuarto de cada estrofa» (Tomás-Valiente, 2010: 79).
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El resumen de las pasiones pasadas es recurrente musicalmente. Krahe nos cuenta sus cien amores, eternos y pasajeros:

Sí que los recuerdo, fueron los mejores
con muchos detalles y vivos colores
aquí van las cuentas, de mis cien amores
veamos si tengo o no tengo memoria.

La canción nos invita a un viaje sentimental donde lo que menos importa es la veracidad. Podemos estar ante uno, dos, tres o mil amores, o un puñado que los encarnan a todos. Memoria y amor que van desde los primeros, los inocentes, los insignificantes, los problemáticos hasta los puros y los eternos. Y todos ellos formando parte su propia vida:

Un amor eterno, otros casi tanto,
las cinco me prenden, las cinco en su encanto,
tan solo por ellas yo he vertido el llanto
peaje de amor, cantidad irrisoria.

Estos versos son toda una declaración a su amor eterno, Annick, su compañera durante todos sus años de virtudes y pecados, que está presente o escondida en más de una canción.

En el libro JK: Charlas con un vago burlón, con el formato de entrevista abierta entre Paloma Leyra y Javier Krake, que acompaña al disco Querencias y Extravíos, se desgranan aspectos de la vida artística, creativa y sentimental del cantor. Su concepto de amor nos sirve para contextualizar algunas de sus canciones:

¿Qué es para ti el amor?

Ah, es de lo más complejo… (largo silencio). Diré que es la unión espiritual entre un hombre y una mujer. Sí, (otro silencio) porque no excluye lo carnal, pero subraya lo espiritual. He visto mucha gente que le ha dado vueltas a eso, así es posible amar sin sexo. Y no sólo lo creo posible, sino que creo que es donde tiene que desembocar. No me veo con 80 años follando con mi mujer, no me hace mucha ilusión y supongo que a mi mujer tampoco, pero…

¿Pero?

Supongo que es algo que tiene que haber estado durante mucho tiempo. Pero eso no se puede quedar estancado en el mismo sitio, simplemente porque lo impide el propio cuerpo. Y sin embargo sí puedo pensar en dos personas muy amorosas, la una con la otra y que no tengan intención de echar un polvo. Para mí el amor es esto, y lo encuentro importantísimo. (Leyra y Krahe, 2007: 122-123)
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Pero esos cien amores son también los que transitan por sus canciones. Unos reales y otros imaginarios desfilan con nombres de mujer, misteriosas damas bajo el ala de un sombrero que al alba confiesan su condición. Y entre otras muchas Leonor, Beatriz, Adela, Mariví, Maribel, Salomé, Gabriela, Carmiña, alguna que otra novia problemática que abusa del Nembutal o aquella con la que discute entre el humo del tabaco. Cien o mil amores, y cien o mil versos, mujeres que aparecen en sus canciones recurrentemente y que podría considerarse como un tema transversal de toda su producción.

El propio Krahe habla sobre la mujer en sus canciones:

«Me he dado cuenta de que en muchas canciones mías, las mujeres de las que hablo parecen reales, lo sean o no, y a veces me he preguntado por qué. Creo que el mecanismo es sencillo, y es que en montones de canciones ellas hablan, dicen cosas dentro de la propia canción» (Leyra y Krahe, 2007: 131).

No es este el caso de Abajo el Alzheimer. Aquí es el cantor el que narra, el que recuerda y calla:

las ocho que faltan, las guardo en secreto,
que yo fui Montesco y ellas Capuleto,
y me comprometen, o las comprometo.

Incluso provocativamente se introduce en arenas movedizas para con unos versos nostálgicos hablar del paso del tiempo:

y a las seis menores, aunque muy crecidas,
sus seis casi estrenos me dieron seis vidas,
me obligó el espejo a seis despedidas,
de seis aplicadas en arte amatoria.

Desgrana sus vivencias intentado no olvidar ninguna:

Van ochenta y casi
me olvido la lluvia
mojando los rizos de mi única rubia
y a mi diosa blanca
y a mi esclava Nubia
y a mis tres Marías
Marías Victoria

La estrofa final es un guiño en el que deja abierto ese campo transitado entre lo real y lo imaginado:

y aquí van las cuentas de mis cien amores,
que claro que sí fueron los mejores,
y si queréis más, yo de mil amores
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Otro pilar en sus canciones es la parte crítica donde opina sobre un mundo que no le gusta y que no cuadra con su forma de entender la vida. Es una crítica que dista de ser militante o mal encarada, tampoco amable, pero siempre inteligente y mordaz. Una reciente canción que refleja como ninguna la situación política del país (España) es ¡Ay, Democracia! Ella sola serviría para hacer pensar lo paradójico de una democracia entendida como cleptocracia y justificada a través de una participación popular restringida. Pero a pesar de la dura crítica no hay una llamada explícita a la rebeldía sino más bien a una oposición desde el humor y a una cierta resignación de cortar con una relación acabada. Publicada en el disco Toser y Cantar (2010) esta canción personifica la democracia en forma de mujer. Refleja el hastío generalizado por una situación política que parece inmutable en todos sus males desde hace décadas. Como todas sus canciones críticas su lamento nace de la ironía y del sarcasmo. Parafraseando el verso de Pablo Neruda, uno de los más famosos de la literatura en español, da inicio a una mordaz canción donde no queda indemne ni la política, ni el rey, ni la iglesia ni el capital:

Me gustas democracia, porque estás como ausente
con tu disfraz parlamentario,
con tus listas cerradas, tu Rey, tan prominente,
por no decir extraordinario,
tus escaños marcados a ocultas de la gente,
a la luz del lingote y del rosario

Cuatro pilares que cada uno en su nivel de corrupción y autoritarismo secuestran el concepto y roban a la democracia el sentido de poder del pueblo. Reconoce que se queda entre lo malo lo menos dañino, en clara referencia a la dictadura franquista, lo que no es óbice para conformarse sino para reivindicar una democracia que no la da totalmente por perdida.

Me gustas, ya te digo, pero a veces querría
tenerte algo más presente
y tocarte, palparte y echarte fantasía,
te toco poco últimamente.
Pero, en fin, ahí estás, mucho peor sería
que te esfumaras como antiguamente.

Le habla como a una amante, no en vano tiene nombre de mujer, pero es un amor despechado que mucho tendría que cambiar para recuperarlo. Y es que esa figura ha caído en manos no deseables que la manipulan, la tergiversan, la hacen recorrer caminos que no son los suyos, y eso al autor le cansa, más si cabe cuando no ve en ella deseos de cambio:

A enmendar tus carencias te veo muy reacia
y están mis sentimientos muy cansinos
y como ya me aburre decir continuamente
«eso no estaba en el programa.

Ante esta situación y la falta de deseo es mejor la separación:

No cuentes con que vaya hacia ti cuatrianualmente,
no compartamos más la cama,
vamos a separarnos civilizadamente.
Y sigue tú viviendo de tu fama.

Este divorcio no lo es con la idea sino con la forma. Esta temática y el espíritu ácrata que envuelve su pensamiento político aparecen a lo largo de sus canciones. No es un tema nuevo pero tampoco el más repetido, aunque transversalmente pueda colarse en otras canciones. La historia reciente española, de la dictadura a la transición transitoria, la fermentación de la impostura, el adormecimiento de las ideas y la eclosión del engaño político se resume en esta canción.
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No siempre la calidad es reconocida a nivel de masas, aunque tras ella no exista una voluntad elitista. Javier Krahe es el conocido más desconocido de la música y la poesía española. Su condición de artista de culto no es buscada sino inevitable cuando las características de su mensaje necesitan algo más que la inmediatez. A pesar de esto sus fieles sobrepasan edades y condición social. Su particularidad como autor le ha hecho un hueco dentro del panorama musical español que pocos ocupan. Lejos del arquetipo del cantautor combativo de los setenta, con un recorrido tan corto como el de sus protestas, o el de sus seguidores de los noventa, tan minoritario como el de las exigencias del mercado, Krahe lleva narrando su peculiar universo más de treinta años. Recorre paciente, con un oficio sin aspavientos, superando censuras e inquisiciones, los locales, teatros y bares repletos por un público que acude fiel a sus actuaciones. Su trayectoria es ascendente en cuanto a calidad, con un proceso creativo que no está condicionado por el éxito sino por mimar el trabajo. Si sus primeras canciones pusieron el listón muy alto, narrando con humor, inteligencia y ternura lo que hasta ese momento se cantaba con rabia y cierta ñoñez, sus sucesivos discos fueron ganando enteros, dejando versos irrepetibles. A Villatripas, San Cucufato, Marieta o Los Caminos del Señor, le siguieron Dama de Corazones, Sábanas de Seda o la genial Paréntesis. Y a partir de aquí, cuando parecía, como en otros muchos autores, que lo que vendría sería una repetición o mala copia de lo que hasta ahora había hecho, empiezan a aparecer joyas disco tras disco: La Yeti, Gracias Tabaco, La costa suiza, Antípodas, Vecindario, Eros y Civilización, Abajo el Alzheimer, Como Ulises, Camino de nada, Maribel, Capricho Estival, Peleas y Melisanda y tantas otras. Hasta hoy.

BIBLIOGRAFÍA

Leyra, Paloma y Javier Krahe (2007) JK: Charlas con un vago burlón, Madrid: 18 Chulos.
Mira, J. F. (2007) «Literatura y Antropología», en Lisón Tolosana, C. (Edit.). Introducción a la antropología social y cultural. Teoría, método y práctica, pp. 547-569. Madrid: Akal.

Tomás-Valiente, M. (2010) De Mil Amores. Reflexiones sobre las canciones de Javier Krahe, Madrid: 18 Chulos.
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Joaquin Sabina y Javier Krahe cantan Cuervo ingenuo. Del dvd «Esta no es la vida privada de Javier Krahe». Pulse para ver el video
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=Fpo-vAE5Owc[/youtube]

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* Roberto Sánchez Garrido: Doctor en Antropología Social, Máster en Patrimonio Cultural, Licenciado en Antropología Social y Cultural y Licenciado en Historia. Actualmente es profesor-tutor de la UNED en el Centro Asociado de Elche, España. Recibió entre otros el segundo puesto del Premio de Investigación Cultural Marqués de Lozoya, organizado por el Ministerio de Cultura del Gobierno de España en su edición 2009.

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