Literatura Cronopio

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Los hermanos cesaron de bailar y el que estaba tomando, alzó la botella, se la llevó a la boca y tragó todo el líquido restante. Parecía que las etapas de agitación y de alegría habían pasado porque empezó a llorar desconsoladamente, como si una tristeza inmensa y súbita le hubiere invadido. Era difícil la situación porque el descontrolado hombre no cesaba de gemir melancólicamente y su hermano hacía enormes esfuerzos por calmarlo. Lo último que se le ocurrió fue bajarlo y llevarlo consigo hasta la fuente comunal, donde lo sumergió en el agua para ver si se mejoraba un poco. Nadie entendía estos comportamientos, así que todos quedamos perplejos. Había comenzado un espectáculo que duraría todo el día y por sus funestas consecuencias haría que muchos se arrepintieran de haber estado presentes esa ocasión en Portopeña.

A nadie pareció importarle lo que estaba sucediendo, hasta que un caritativo e indignado anciano pidió a gritos parar el espectáculo. Entonces, para sorpresa de todos, el jefe de gendarmería alzó su voz de mando ordenando que no le dieran más de beber al mudo y sugirió repetir la escena pero con dos hombres sanos y fuertes. Ante esta infeliz ocurrencia, Khemi no sólo aceptó la propuesta, sino que lo retó para que él mismo subiera al andamio, degustara el agua misteriosa y comprobara sus maravillosos efectos. En un arrebato de valentía, de inmediato el gendarme aceptó y cuando se dispuso a subir al estrado, endiosado por la autoridad, señaló con su espada a un desprevenido transeúnte para que lo acompañase. La euforia de la gente fue grandiosa y con expectación se dispusieron a esperar para ver qué sucedía con estos dos nuevos catadores, porque con los mudos, poco se entendió.

Para no entrar en desventaja, el vivaz jefe de los gendarmes sugirió al transeúnte tomar coordinadamente varias copas del al-kohol, que según había dicho Khemi, se destila de diferentes raíces y bayas. Probablemente ambos sabrían qué eran raíces y bayas, pero aquello de la destilación era cosa bien rara, algo que no sólo hacían los alquimistas de Damasco sino que era un secreto bien guardado por generaciones, y pocos en esta región serían capaces de comprender. Cuando se iban a servir, gendarme y transeúnte, notaron que la botella estaba vacía y se lo hicieron saber a Khemi. Éste buscó con su mirada al mudo para recriminarle por haberse tomado todo el contenido y lo encontró tirado sobre unos costales, en una carroza, casi dormido, gesticulando palabras que sólo su hermano, quien lo abrazaba, entendía. Lo señaló y aprovechó para explicar que su situación era la prueba irrefutable de uno de los resultados del agua espirituosa, advirtiendo que en esas condiciones el hombre no sentiría ni hambre, ni angustia y lo mejor y más fabuloso, dormiría como un bebé toda la noche y mañana al despertar no podría recordar, por mucho que intentara, nada de lo sucedido esta tarde. Estos comentarios indicaban la riqueza de sus experiencias, practicadas en pueblos distantes, con personajes importantes, como lo sostuvo anteriormente.
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Ante la demora, el ansioso gendarme interrumpió bruscamente el discurso de Khemi y lo acosó para que trajera dos nuevas botellas del promocionado líquido y llenara las copas venecianas. Complacido con esta petición, así procedió. Acto seguido, después de una breve presentación ante el público, estos dos personajes visibles desde todo ángulo de Portopeña, alzaron en dirección al cielo sendos recipientes, hicieron sonar los cristales en el aire, entonaron un brindis a la salud del pueblo y, entrecruzando sus brazos, tomaron de golpe su contenido. Fueron tan coordinados sus movimientos que, sin proponérselo, habían inventado una manera especial de celebrar. Estos sí supieron coger el toro por los cuernos, pues tomaron al-kohol como si el mundo fuera a acabarse y los mismos síntomas de acaloramiento y alegría que afloraron en el mudo, no tardaron en manifestarse.

Khemi, a la vez que pregonaba la naciente felicidad en ellos, incitaba al público para que gritaran sus nombres, con el ánimo de hacerlos sentir a gusto y que bebieran más seguido. Al poco tiempo, gendarme y transeúnte, se abrazaron y comenzaron a entonar canciones que sólo se cantaban en burdeles de mala muerte. Sitios que por motivos religiosos y de salud el conde había prohibido asistir, pero por cosas de sus trabajos, ambos conocían muy bien. El gendarme, por sus constantes visitas nocturnas con el propósito de chantajear borrachos, y el transeúnte resultó ser camarero en un hostal que de día era un restaurante y de noche un prostíbulo clandestino. Cantaron destemplados, pero alegres. Luego narraron historias cómicas, celebrándose incoherencias y barbaridades que pregonaban en voz alta. De esta manera dejaron saber las razones por las cuales ambos en sus vidas nocturnas, frecuentaban esos sitios prohibidos, pues lo contaron sin tapujos. Resultaba gracioso ver cómo estos dos personajes, tan diferentes entre sí, se trataban como si fuesen viejos conocidos. A lo mejor, en otros tiempos y ocasiones, ambos sentirían recelo el uno del otro, pero algo raro e incomprensible les estaba sucediendo. Después de ingerir varias veces al-kohol habían perdido el equilibrio de sus cuerpos y la noción de lo que decían, hasta que el ocurrente gendarme, con voz entrecortada, retomó la vocería recordando a todos quién era la máxima autoridad por esos lares, mientras el señor conde no asomara sus narices.

Imitando a Khemi, alzando sus manos al cielo y pidiendo silencio a la multitud, exclamó. —¡Aprovechando la bendición divina de la inspiración que me está llegando al alma, suministrada por esta agua espirituosa y para beneficio del pueblo, declaro festivos tres días a partir de hoy y ordeno a mis compañeros de gendarmería no detener a nadie, bajo ningún concepto. ¡Por tanto, a aquellos que tienen algunas mercancías escondidas les digo que no tengan miedo y las saquen con tranquilidad! —Conocedores de los antecedentes de quien así habló y dadas las condiciones en que se encontraba, la gente no dio crédito a lo que dijo. Resultaba inaudito.

Posteriormente, en un tono casi imperativo, sugirió a Khemi sacar todas las botellas de esa agua maravillosa para repartirlas generosamente entre la multitud. Éste se negó argumentando que de eso vivía y la estaba promocionando para luego venderla. Ante su respuesta, los demás gendarmes, por orden del jefe, arrancaron la gruesa tela que cubría la carroza y todos, con pocas excepciones, en una rebatiña impresionante, se abalanzaron y sacaron las botellas de al-kohol allí guardadas. Entonces comenzaron a beber, cantar y danzar, generándose un ambiente mucho más alegre que el logrado con las fiestas patrocinadas por el señor conde para conmemorar fechas importantes, divulgadas con antelación en edictos públicos y por mensajeros que, a caballo, las anuncian en aldeas y villas del condado.
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Tampoco creí lo dicho por el jefe de gendarmería y seguí en lo mío. Cuidar la sal, esperar el momento propicio para salir del torreón y encaminarme a casa. Pero aún no se me había dado la oportunidad porque había mucha gente circulando por ahí, pues vendedores y compradores que estaban en los pisos altos, corrían escalas abajo para no perderse lo que estaba sucediendo y se incorporaban a la fiesta generada por Khemi, el gendarme y la famosa agua espirituosa.

Fue necesario quedarme allí hasta que se evacuara el edificio, y sin proponérmelo, me tocó ver un espectáculo donde los gendarmes se mezclaron amistosos con la gente, a pesar del odio que les profesaban. Bailaban y bebían juntos, sin importarle nada a nadie las diferencias, si se era trabajador, campesino, honrado o ladrón y menos aún importaba la suerte de los animales, si tenían hambre, si hacían bulla, o si se pisaba estiércol o basura, todo daba igual. Lo cierto es que parecían embrujados tomando aquella agua y con el paso del tiempo, parecía enardecerlos más. Hasta el clima contribuyó para disfrutar este ambiente festivo, por cuanto en la tarde y noche soplaron vientos refrescantes en todas las direcciones.

En un momento determinado logré ver a Khemi, botella en mano, cerca al torreón donde me encontraba, participando en la fiesta, porque no tuvo otra opción. Por su formidable voz escuché con nitidez su conversación. Hablaba con el jefe de gendarmería sobre el al-kohol que se estaban bebiendo. A la vez que ingería su remedio para los males, argumentaba con vehemencia sus cuentas. Según decía, era muy oneroso viajar hasta tan lejos, porque debía alimentar bien a sus ayudantes y caballos durante dos o tres meses que duraba el periplo, comprar esos jarrones de vidrio transparente y las copas venecianas, y pagar el al-kohol. Le recordaba al gendarme que por su trabajo de cobrar impuestos, pillar ladrones y encarcelar borrachos, no había tenido la oportunidad de viajar y por eso desconocía los tortuosos caminos para llegar hasta Damasco, ni se imaginaba los feroces asaltantes que rondan sus veredas, ni el costo de traer esa maravilla de sustancia. Entonces recurrieron a comerciantes pudientes para pagar el líquido que les estaba proporcionando esa inigualable alegría. Al final, el encopetado jefe aseguró que en la mañana siguiente él mismo cobraría y comprometió a toda la guardia para ayudarle en ese menester. Ante estas promesas, Khemi se tranquilizó.

Seguí observando y noté que ese líquido estaba haciendo estragos entre la muchedumbre. Campesinos alrededor de los juegos, muy animados, apostando el poco dinero que traían para hacer sus compras. Ganaderos vendiendo animales a bajo precio, con tal de no regresar con ellos a sus potreros. Comerciantes intercambiando costosas mercancías por un rato de placer con alguna prostituta, que sin saberse cómo ni de dónde, aparecieron por montones. Unos, al igual que el mudo, dormitaban tirados en cualquier lugar, otros hacían sus necesidades físicas a la vista de todos, en la calle o contra los muros de la fortaleza y los demás, gritaban y bailaban al son de una música inexistente. No entendía las razones por las cuales tantas personas, de actividades tan diferentes, concentradas en una plaza de mercado, se comportaran de esa inusual manera. Pareciera que los buenos hábitos, el pudor y la decencia hubieren desaparecido por obra y gracia de esa agua destilada por los alquimistas.

Era cosa de locos ese al-kohol, esencia del espíritu maligno oculto en frutas y bayas, que apuntaba seriamente a convertirse en una bebida maldita. Dos de sus efectos finales, según lo había dicho Khemi, eran la crispación y el enojo intempestivos, e hizo que en algunos, como por arte de magia, resurgieran odios ancestrales y malos entendidos aplacados por los años. Abruptamente todo ese ambiente de fiesta y celebración se transformó en una gigantesca pelea, que comenzó en un extremo de Portopeña. Varios hombres, bajo los efectos del destilado, se armaron de palos, piedras y herramientas cortantes, amenazándose unos a otros, se insultaban, se empujaban y se llegó a una monumental gresca, donde no se sabía quién pegaba a quién y como resultado final dejó, sin discriminación alguna de edades y género, varios muertos y muchos heridos. Para colmo de males, en los depósitos ubicados en los bajos de los torreones, donde se almacenan telas y alfombras, se inició un pavoroso incendio. Los gendarmes del conde tardaron en darse cuenta de lo ocurrido porque estaban dispersos y entretenidos bebiendo con la gente. Para completar la crisis, de pronto y sin que nadie pudiera impedirlo, el jefe de gendarmería cayó de bruces al suelo, con los ojos brotados, casi salidos de sus órbitas, echando con profusión una babaza verde por boca y nariz. Muchos de los que estaban cerca trataron de ayudarlo.

Debido a los gritos pidiendo auxilio, unidos al avance de la pelea y del voraz incendio, la confusión se generalizó. La situación tomó giros dramáticos y se precisaba urgentemente una solución drástica y eficaz. Sólo la disciplinada caballería del rey sería capaz de controlar ese caótico ambiente. Pero algo era cierto, aunque actuaban rápido, todos temían su severidad, porque esos guerreros alcanzaron fama de restablecer la ley con enconada violencia, adquirida en muchas guerras, peleando contra ejércitos de otros reinos. Nada menos se habían marchado esta madrugada de Portopeña, después de ajusticiar la noche anterior a los cinco presuntos asesinos, justamente en la empalizada donde Khemi comenzó sus arengas al pueblo y promocionó su agua espirituosa.
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El caos reinante me brindó la oportunidad que estaba esperando para huir. Fue entonces cuando levanté el saco que contenía la sal, me lo eché al hombro, bajé por las estrechas escaleras, salí del solitario edificio y, para que nadie interfiriera en mi camino, corrí por una calle angosta en dirección al río Guardiana. Sentí un inmenso alivio porque no me topé con los gendarmes mientras salía de Portopeña y con el afán propio del que algo esconde, presuroso seguí por un sendero que lleva al campo donde queda mi casa.

Cuando estaba pasando por el puente Real me llevé una increíble sorpresa. Me encontré de frente con la caballería del rey, la misma compañía que había salido esta mañana rumbo a otra región. Habían sido informados sobre el vandalismo y destrucción que ocurrían en Portopeña y regresaban para calmar los ánimos de la gente e instaurar el orden. Eran soldados con quienes tenía la costumbre de intercambiar sedas y tules que traían desde lejanas latitudes por frutos de nuestra tierra, pero debido a las circunstancias, su presencia me produjo mucho miedo y más cuando detuvieron su paso y me preguntaron sobre lo que estaba pasando y contesté no saber nada. Supongo que no les gustó mi respuesta, pues uno de ellos se apeó del caballo, tomó mi costal, miró su contenido, lo montó sobre la baranda del puente, lo arrojó al río y, como si nada, prosiguieron su camino. Entonces recordé las palabras de Abdalá, cuando dijo que la sal desaparece al contacto con el agua. Pero lo que él no dijo fue cuánto tiempo demoraba en hacerlo y pensando en recuperarla, sin titubear, me lancé al río. Después de hacer varias inmersiones, conseguí sacar el costal totalmente mojado, sin siquiera una leve señal o un lejano rastro que ahí hubiere puesto sal algún día.

Hoy, cuando han pasado dos años, muchos lamentan las consecuencias de lo sucedido ese primoroso domingo de mercado. El conde, porque le ha resultado muy costoso reparar los daños causados por el incendio y la gresca en los locales comerciales de la antigua fortaleza; el pueblo, que aún llora las muertes del mudo, de los intoxicados con al-kohol y de los tantos hombres y mujeres fallecidos no sólo en la monumental pelea sino por la brutal represión de la soldadesca del rey; el jefe y sus gendarmes sí que lo lloran porque terminaron en las tenebrosas celdas del castillo condenados para siempre por una seguidilla de delitos: abandono del trabajo, pérdida de la dotación, irrespeto a la autoridad, insubordinación, inmoralidad, abuso de indefensos, desproteger intencionalmente a la condesa e hijos, incitación a la rebelión, permisividad para el pillaje y saqueo de almacenes; Abdalá y Khemi permanecen en los mismos calabozos de los gendarmes y esperan distintas sentencias, aquél por traficante de mercancías exóticas y éste por el grave delito de exaltar la brujería. Todos tienen claro que la administración de justicia en el condado es mala y por ello temen. La ejecución de aquellos cinco hombres es un espinoso antecedente porque no eran asesinos sino enemigos del conde, a quienes se les imputó presunción de conspiración para matarlo. Y en mi caso, es probable que si en vez de haber cambiado mercancías por sal con Abdalá, me hubiere puesto a tomar al-kohol como todos lo habían hecho, no estaría lamentando la pérdida de aquella preciosa sustancia, la misma que disolvió el río, en un abrir y cerrar de ojos.

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Los presentes cuentos hacen parte de su libro Historias para no olvidar lo aprendido.
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* Carlos Arturo Correa Maya es profesor de tiempo completo en EAFIT, por más de treinta años, en Ingeniería de Procesos. Ha sido profesor de cátedra de la Universidad de Medellín, Escuela de Ingeniería de Antioquia, Universidad de Antioquia y docente invitado en otras universidades de Europa. Tiene en su haber dos libros: «Literatura, cuentos de un Hombre Común» y otro en el área de la química, titulado «Fenómenos Químicos». Ha sido escritor invitado en revistas nacionales e internacionales. Su quehacer universitario como docente es la Química, haciendo énfasis en la Instrumental. Correo-e: ccorrea@eafit.edu.co

18 COMENTARIOS

  1. Carlos, es un hermoso cuento y en cada palabra se siente la pasión, el amor con que está escrito, al igual que en cada clase y en cada charla. Esa es una de las más grandes huellas que has dejado en los espíritus curiosos que año tras año tienen el privilegio de compartir en cada clase la magia de la química.

  2. Maravillosos relatos!
    Logran que los observe sin siquiera parpadear, que sueñe despierta y sienta pasión.
    Felicitaciones, espero leer muchos más cuentos en un futuro.

  3. Profesor Carlos…
    Sencillamente ESPECTACULAR estos cuentos, me remiten a pensar en la pasión con la que se hace las cosas que nos gustan, nos enamoramos , disfrutamos plenamente y la interacción se hace intensa y única… simplemente nos maravilla a tal punto que los demás pensarán en la locura como nombre a lo que nos apasiona.

    Espero volver a leerle. Un gran abrazo con mucho cariño, admiración y agradecimiento.

  4. ¡Qué agradable momento leyendo tus historias! Con ansias de nuevos cuentos te agradezco por los ya publicados.

  5. Maestro Carlos, qué deleite leerlo desde Alemania. ¡Felicitaciones por tan maravillosos relatos!
    Sin duda alguna me fascinó el primero: un poco de química combinado con un tanto de locura…simplemente la mezcla perfecta; como lo son «lo corrosivo y lo cáustico».
    Muchas gracias por transmitirnos tus conocimientos a través de estos encantadores y entretenidos cuentos. Es evidente el amor y la pasión por lo que haces.

  6. Excelentes cuentos querido profe!! llenos de exquisitez ante la mezcla de lo literario con la ciencia, cada uno de estos cuentos muestran la personalidad de quien ha marcado el aprendizaje de muchos y nos demuestran que no son casos aislados lo uno de lo otro.

    Me alegra enormemente la oportunidad dada para leerlos.

  7. Muy buen cuento, muy entretenido, cuando lo terminas te alegra haber decidido sacarle el ratico para leerlo, felicitaciones Carlos. Sigue escribiendo!!

  8. Excelente forma de describir una reacción, cómo después del caos en los reactivos surge en los productos la vida (en el primer cuento). Muy buena narración, refleja tu estilo único de explicar los temas y expresar la pasión por la química, tanto en clase como en los cuentos un trabajo escepcional. Felicitaciones Carlos

  9. Profesor Carlitos Correa

    Me deslumbra hasta que punto tu creatividad, imaginación y amor al conocimiento sigue permitiéndonos aprender cosas nuevas, la manera en que haces ver la química demuestra cuanto te apasiona e ilustra el sentimiento de muchos de nosotros hacia ella…que bella historia y que hermosa manera de mostrarle al mundo lo increíble que es ver el mundo con esos ojos, los ojos de quien ama la química y de quien desea saber el porque de todas las cosas que ocurren a su alrededor.

    Me encanta la historia.Felicitaciones!

  10. Mi Maestro! Una vez más me dejas atónita ante esa forma tan peculiar y única de traducir ese mundo interno que hay en ti, ese donde se mezclan tus emociones más intimas y tus pensamientos más profundos! Sencillamente tus narraciones se vuelven una melodía para el oído al escucharlas y un placer para los ojos que lo leen. Tú has logrado llevar la complejidad de la química a algo digerible, simple y útil….. y mejor aún, hasta poético! que es lo que me parece más increíble.. Disfrute cada linea de tus cuentos y bueno como como diríamos con júbilo al culminar cualquier evento: Cerraste con broche de Oro! » Sólo con los vicios y los amores se puede ser sincero, en especial cuando con toda la fuerza se confiesa, casi en postración, que no se podría vivir sin ellos»…. Muchas gracias por abrir tu mente y tu corazón y permitir que almas curiosas se sumerjan y se pierdan en ese mágico mundo de la lectura.

  11. Felicitaciones, ambos cuentos son excelentes. Me gustó especialmente el primero, muestra la química desde una perspectiva muy interesante.

  12. Al parecer, la capacidad de asombro dentro de un laboratorio es una locura que nos llena de satisfacción a muchos ,y solo entre los locos por la ciencia nos entendemos y nos podemos identificar en esta excelente narración. Felicitaciones.

  13. Que bueno esta locura… de escuchar las voces de la creación… Sólo un ser que ama lo que hace y siente pasion en su quehacer puede lograrlo, transmitirlo y enseñarlo…. Si la sal se vuelve sosa quien podra salar el mundo?
    Gracias por estos maravillosos cuentos, como seria de diferente aprender con ellos…Ese es el objetivo.

  14. Es increíble cómo el autor logra mezclar el genero literario que tanto atrae a los lectores con información cientifica. Logra que se de un interés inevitable por seguir leyendo hasta llegar al final de los relatos.
    Personalmente me parece que los dos cuentos son fantásticos y los recomiendo a cualquier persona, sea alguien interesado en la química o simplemente una persona que disfrute leer.
    Pocos son los que logran interesar al publico en relatos que tienen que ver con ciencias (en este caso la química) pero este autor lo logra perfectamente!
    Felicitaciones!!!!

  15. En el cuento, «La mágica relación», el autor demuestra conocimiento profundo de la química y lleva al lector a fascinarse con los experimentos que relata en su fantasía . Además tiene un gran atractivo las imágenes que sincronizan el relato

  16. Magica relacion. Excelente cuento creo que es lo mas parecido a una realidad que se ha vivido desde siempre nuestros estandares de vida no dan paso libre a las mentes ampliamente desarrolladas o que ven un poco mas alla de lo visible. Tenemos una concentracion absoluta sobre lo tangible y lo que esta dentro de las reglas de vida que en su gran mayoria resultan siendo paradigmas creados por una sociedad restringida que no se esfuerza por ver un poco mas alla y entender profundamente cada detalle de lo que sucede en un universo ampliamente misterioso. Es un cuento que relata una realidad absoluta desde un punto de vista quimico. Me encanto! Felicitaciones!

  17. Son dos cuentos de grana belleza literaria, pero el primero demuestra una gran experiencia en la docencia y una gran experiencia en materias tan difíciles como la química. Felicitaciones por estas maravillas y éxitos en el futuro literario

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