ELOGIO DE LA NOSTALGIA
Por Omar Pérez Santiago*
«Elogio del Bar: Bares & Poetas de Chile», de Gonzalo Contreras, es un libro inusual por varias razones. El libro no vende un autor con beneficio comercial, como es trivial hoy en el mercado del libro.
Segundo: su materialidad. El libro «Elogio del Bar» pesa casi 5 kilos y mide 30 por 20 centímetros. Tiene casi 500 páginas. Gonzalo Contreras, el antologador, ha incluido a más 130 escritores y poetas chilenos, entre crónicas (91), poemas y 36 artículos sobre el bar (desde Luis Orrego Luco, Joaquín Edwards Bello, Enrique Lafourcade y Ramón Díaz Eterovic).
La morrocotuda foto de la portada y la mayoría de las fotos de los escritores en el interior del libro, son de Leonora Vicuña, una fotógrafa de artistas y escritores.
Todo eso ya es un mérito y Gonzalo Contreras tiene los créditos.
¿QUÉ ES EL BAR?
«animal ruidoso y hambriento» (definición zoológica, Verónica Zondek)
«La patria es un bar» (nacionalista, Ernesto Guajardo)
«templo de ateos y devotos» (religioso,Carmen Avendaño)
«un templo» (religioso, Hernán Miranda)
«es un viaje» (turístico,Francisco Zañartu)
«la oficina del escritor» (Corredor de propiedades,Galo Ghigliotto)
«es la casa» (lárico,Javier del Cerro)
«trinchera democrática» (Político revolucionario,Cristian Cruz)
«Un enclave cultural» (Sociológico,Walter Hoefler)
«vientre materno» (Jungiano,Víctor Sáez)
«El bar es la palabra» (semiótico, Maha Vial)
«Cartografía de la supuesta identidad nacional» (planométrica, Cristian Vila)
«lugar para dejar la soledad» (antidepresivo, Alejandra del Río)
«lugar para foguear un poema» (taller, Arnaldo Donoso)
«el reino de la locura» (diagnóstico siquiátrico, José Ángel Cuevas)
Dentro de los 91 artículos hay dos grupos muy claros: los filósofos y los cronistas.
POETAS FILÓSOFOS
Los filósofos son los autores discursivos, meditabundos, cavilosos, analíticos, que parece que murmuran, sisean sobre razones y sinrazones poéticas de teología y liturgia. Poetas que requeridos a escribir sobre el bar, tienden a ser metafísicos, éticos, sofistas, esencialmente existencialistas.
Comienzan sus artículos con los párrafos siguientes:
«El alcohol sirve para salir de sí mismo.» (Carlos Henrickson)
«Supongamos que se escribe en soledad.» (Arnoldo Donoso)
«Los bares diurnos son lentos y apacibles como una laguna.» (Guido Eytel)
«Tómese un segundo para disponer el ánimo, palmo a palmo a la arribada.» (Claudio Álvarez)
«¿Qué hay de cierto en aquella expresión que en cada bar se trepa un poema o, al menos se vislumbra?» (Maha Vial).
«Punta Arenas es una ciudad posmoderna.» (Oscar Barrientos Bradesic)
«Creo que hemos asociado ya por mucho tiempo el dolor, la enfermedad y la miseria con la literatura.» (Ricardo Herrera)
«Los bares suelen ser los distintivos no sólo de un barrio, sino que de una ciudad.» (Cristian Vila)
CRONISTAS
Los otros son los peritos de la anécdota. A estos escritores dígales BAR. Dígales BAR e inmediatamente se activa su gen de imaginación y se ponen a contar historias. No temen narrar. Para ellos, el bar es cuento, fábula, ficción, leyenda.
«¿Alguien sabe qué chucha se hizo el negro Quiroga…?, así empieza la historia delirante de Sergio Medina.
«Así fue. Había que llevar las cenizas del Chico Cárdenas a Punta Arenas, su ciudad natal; ese era el sueño.» Cecilia Palma recuerda la despedida de Ronaldo Cárdenas y su travesía del ánfora.
Buenas crónicas de Teresa Calderón, Tito Matamala, Roberto Molina, Juan Gómez Quiroz, Gustavo Mujica, Leonidas Rubio, Francisco Zañartu, Gonzalo León y Omar Saavedra.
Erick Pohlhammer es el cronista por excelencia.
«La Piojera cuando no se ponía correcta era una cantina rutilante. Al menos, la última vez que fui no había un solo piojo.» Así empieza Erick Pohlhammer su cuento. Por excelencia, ritmo y tono, hay fuerzas que parece que lo arrebatan y se lo llevan. Le gusta la granada y también le gusta el mango, y todo tiene la misma urgencia y está entonado. Es un perito del lenguaje enlazado y no teme desbordarse.
DESAPARICIÒN DE LOS POETAS
Gonzalo Contreras sostiene en la introducción del libro:
«Con cierta seguridad, podemos afirmar que el bar y el poeta, en sus características más reconocibles, son figuras en franca extinción, y cualquier periplo por las grandes ciudades, así lo confirma.»
El pasto habría crecido sin control alrededor del bar. Ya nadie lo corta. Y la hierba ya entra y alcanza a las mesas y las sillas. Se nota a lo lejos que ya nadie lo visita. Se convierte poco a poco en tumba abandonada. Bastará una chispa y todo arderá. No quedará nada. Una muerte casi pastoral.
Eso parece decirnos Gonzalo Contreras. Ese bar en extinción de Gonzalo Contreras, la nostalgia de épocas mejores, quizás es el bar de mesa de madera sin mantel, donde el vino volcado se recogía fácil con un paño húmedo.
El poeta sufriría la misma suerte, se encontraría solo en una tarde de hospital, y cae el agua mustia de la lluvia y cae también la angustia.
Tal vez la tesis del fin del poeta o del autor, la derrota de la literatura o la poesía, (veámoslo como una plausible hipótesis), tal vez esté sustentada en la automatización de la escritura y la facilidad de circulación de textos sin literaliedad, la mordacidad limada y la enjundia literaria suavizada y el extravío de la vasta cultura del escritor. Es decir, la escabrosa aparición de un escritor que no lee, que no ama la literatura.
Además, en América Latina se afirma con datos y cifras que las generaciones más jóvenes tienen dificultades para entender textos escritos de brete. Eso empobrece al ciudadano y la democracia.
Y ¿cómo se podría hacer literatura sin lectores, en un país, en un continente en declive cultural?
Para decirlo de modo algo apocalíptico: el esqueleto institucional del libro, como lo conocíamos hasta ahora, en ese marco, parece en ventura. Esto lo sugiere también el escritor argentino Patricio Pron, en su reciente obra, El libro tachado.
PLACA POÉTICA DE LOS LARICOS
Pero. También, quién sabe si en el marco estricto de este libro, habría que preguntarse si es, asimismo, primero la extinción de una clase de poeta, el de nuestros poetas tristes y nostálgicos.
Los poetas en estado puro en extinción, los poetas tristes de los que habla Gonzalo Contreras, quizás, en realidad, me sugiere a mí, son los llamados poetas del lar.
De ese modo, este libro, sobre todo en su antología poética llamada Barco Ebrio, sería, según yo lo leo, (aunque parece escrito como un buen capricho del antologador), sería, digo, una antología de la poesía lárica chilena.
Es su esencia lárica chilena, la placa tectónica poética que se articula alrededor de Jorge Teillier, de modo paralelo a la Placa Parra y a la Placa Lihn, en los años 50 del siglo pasado. Son las tres grandes corrientes de la poesía chilena.
Más allá de la exégesis académica, jerárquica, estática e intolerante, y de la agitprop de la hiperconcentrada industria del libro y su relación matrimonial, carnal y de lucro con los publicistas y reseñistas de la prensa cultural.
Mi hipotético y provisorio modelo de lectura son las Placas Poéticas. Más allá de denominaciones de origen y de literaturas nacionales, las Placas Poéticas tienta asirse en una tradición espacio temporal. Los lenguajes poéticos podrían definirse como capas tectónicas intercaladas, que conviven entre ellas, a veces en colisión, y crean terremotos y temblores, y a veces una de ellas se monta sobra la otra. Siempre en juego, siempre intercomunicadas, son su pasado en el presente.
Las Placas Poéticas son, provisoriamente, una forma, una metodología para ampliar el horizonte de la discusión y de buscar nuevas rutas para pensar y analizar la literatura.
Es la historia genética y dinámica, de desplazamiento de placas de un mundo en movimiento y de sus fallas, de una cultura poética en movimiento.
La Placa Poética está representada por poetas, con referencias a poetas vivos y muertos y que viven en mundo diferenciado.
Digo que la Placa Tectónica del Lar o de la tristeza, el lujo de la tristeza, de la amargura y el pesimismo, está también constituida por modernos, unos verdaderos poetas contemporáneos, es decir, actuales; es decir, vivos, como Esenin, el «último poeta de la aldea», el autor de Las tabernas de Moscú; vivos como Alexander Blok, como la ciudad natal de George Trakl, como el Estambul de los poetas tristes turcos, o la noche azul y punk eléctrica del danés Michael Strunge; como los tristes, tristísimos poetas griegos de la llamada, por reflejo o por descuido, «generación derrotada», en el desencanto de entreguerras, María Poliduri y Kostas Karyotakis o la oscura poesía de la argentina Alejandra Pizarnik. Poetas nunca olvidados e inscritos en el río de la poesía lírica de Hölderlin, Stagnelius, Baudelaire y Rimbaud.
¿Es esta Placa poética —que en Chile sus oficiales parecen provenir esencialmente de las provincias del sur—, estaría en extinción?
¿Habría sucumbido definitivamente a la Placa tectónica Parra, que dominó durante 50 años, desde 1954 con «Poemas y Antipoemas»?
HOJARASCA LITERARIA Y «EPISTOLA A LOS ROMANOS»
Finalmente, una curiosidad, una buena historia en sí.
Llamémosla hojarasca literaria de otoño, el leve ruido que hacen las hojas caídas con el viento, con los que se construyen los discursos subterráneos del arte, lo que hay detrás de los productos que se consumen, a propósito de la muerte del autor, derechos de autor, el simulacro y la credulidad de los nuevos medios, como páginas digitales y redes sociales.
El libro Elogio del Bar incluye dos poemas de los hermanos Badilla: «Epístola a los romanos» de Luis Badilla y «Taberna en el puerto» de Sergio Badilla.
La realidad es que el poema de título ejemplar, Epístola a los Romanos, atribuido a Luis Badilla en el libro, y toda la serie de poemas sobre el Roma, según sabemos, fueron escritos por su hermano, Sergio Badilla. Esto no es tan raro, la literatura está hecha de errores y de rectificaciones.
Hay en el puerto de Valparaíso un chispeante y famoso bar, La Quinta Roma, más conocido como El Roma, frente a la Universidad de Playa Ancha, en el barrio antiguo del puerto.
Repletan ese bar los estudiantes, que dejan allí los codos de sus chalecos y parte de sus depreciados ingresos en cerveza.
Luis Badilla vivía a unas cuadras cerro arriba, calle Frontera 283. En el Roma limpiaba mesas y realizaba otros afanes, a cuenta de las cañas de vino que bebía durante el día.
Un buen día apareció en un sitio web, el que ahora se considera el himno al Roma, el poema firmado por Luis, llamado Epístola a los Romanos, poema que se hizo popular, y que hasta hoy es recitado de memoria por los parroquianos más efusivos del Roma, los retozones estudiantes de Playa Ancha:
Romanos
Cuidado con los bolseros que bolsean a un bolsero
con los que se hacen los dormidos al pagar la cuenta,
con aquellos que vomitan en la mesa de los invitados,
con los que tienen permanentemente una mala cura.
Hoy acaban de subir el precio del vino en el Roma.
Esto es algo único.
Un autor que le sustrae el nombre a su hermano, su nombre y su biografía y lo convierte en poeta sombra o poeta luz, según como se mire.
Esta hojarasca es una buena historia en sí, pues es compleja, es una compleja historia ética de hermanos.
¿Por qué lo hizo?
¿Por la necesidad de la llamada arquitectura del simulacro?
¿Necesitaba Sergio Badilla la historia vivencial de su hermano Luis Badilla, para que el poema adquiriera profundidad?
Parece que el sustrato es lo que importa.
¿Por qué Sergio Badilla firmó esos poemas pop como si fueran de su hermano y los mandó así a publicar a la web?
Esa respuesta la debería dar, si así lo desea, el mismo Sergio Badilla.
Ahora que Luis Badilla está muerto.
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* Omar Pérez Santiago. (Santiago de Chile, 6 de mayo de 1953) es un escritor y cronista chileno. Por su antagonismo contra la dictadura de Pinochet fue obligado a exiliarse en 1978. Durante el período que vivió en Suecia, más de una década, estudió un posgrado en Historia económica en la Universidad de Lund y fue un difusor activo de la cultura latinoamericana. Allí fundó la editorial Aura Latina. Retornó a Chile a comienzos de la década de los noventa, y es uno de los referentes en la divulgación de la cultura nórdica en Chile.
Obra: Breve historia del comic en Chile, Editorial Universidad Bolivariana, 2007. Escritores de la Guerra. Vigencia de una generación de narradores chilenos, ensayo, Aura latina, 2005. Editorial Universidad Bolivariana, 2007. Trompas de Falopio junto a Gabriel Caldés, novela. Foro Nórdico de Aura latina, 2002. Editorial Universidad Bolivariana, 2007. Negrito no me hagas mal, novela -comic, Centro Nacional de Cómic, 2000. Memorias eróticas de un chileno en Suecia, cuentos, Editora Kipus & Aura Latina, 1992. Malmö är litet novela en Sueco como Pancho Pérez Santiago, Skrivareverkstad, Suecia. 1988. La pandilla de Malmö con traducciones al castellano poesía sueca (1990). La novia de Borges guión para película. Plikten, guión para película.