Literatura Cronopio

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Los pintores del mundo infame

LOS PINTORES DEL MUNDO INFAME

Por Antonio Arenas Berrío*

[blockquote cite=»Para Martha y Ofelia» type=»left»]No ignoro que solo he pintado la imagen de un exterminio[/blockquote]

La novela «Tríptico de la infamia» del escritor y profesor de literatura, Pablo Montoya Campuzano tiene como protagonistas a tres pintores franceses del siglo XVI, y es fundamentalmente, una novela histórica. La ficción trata justamente, sobre el choque de América y Europa y todo se narra a través de la vida de tres pintores protestantes de esa época, entre los cuales se encontraban Jacques Le Moyne, Théodore de Bry, François Dubois. Hay tres relatos y por medio de varias voces se hace un balance de la infamia, del horror y la aniquilación de los protestantes en las costas de la Florida, la masacre de San Bartolomé y el exterminio y destrucción de las Indias y los incidentes de estos pintores franceses que tuvieron contacto directa o indirectamente con el Nuevo Mundo. Por esta razón, «es tal vez exagerado considerar que Théodore de Bry y Jacques Le Moyne, poseyeron dotes agudas de antropólogos en cierne, pero sus imágenes del indígena significan un paso adelante en esa aproximación siempre conflictiva entre Europa y América. Su legado no parte de la caricatura aplastante y la tergiversación impúdica del otro». No obstante, toda la novela se une y se reúne en tres capítulos y se va desde la evocación del siglo XVI y el diálogo con la ignominia, la destrucción y el exterminio, hasta llegar a los memorables soliloquios de la vida de tres pintores.

En las narraciones hay una combinación entre el acontecimiento histórico y la narración literaria. La descripción pictórica de los indios, la masacre de San Bartolomé, la conquista y el exterminio en América. Esto funciona a veces como una bisagra que, une a los tres personajes, algo que se funde y se confunde con las alucinaciones y las ilusiones y los pensamientos sobre las guerras entre católicos y protestantes en el siglo XVI. Ahora bien, lo que llamamos «novela histórica es una ficción implantada en un marco histórico. No solo se narra un suceso distante —tanto que todos los testimonios sobre él vienen ya desde una tradición histórica— sino que se evoca su desarrollo en una época precisa de ese pasado. No es tanto la exactitud de los datos, ni desde luego el amontonamiento de estos, lo que define el carácter de la novela, sino la pretensión de recrear una atmósfera histórica, en general mucho más animada y coloreada que la de los escuetos datos de la historiografía suelen esbozar.

La ficción nos invita a una aproximación a hechos y personajes mucho más libre que la del relato histórico escueto». Frente a lo anterior, hay una habilidad del escritor, una gran libertad en los relatos, una hibridación entre el suceso histórico y la narración literaria, toda una buena recreación literaria. El valor de la ficción no viene dado por la fiel reconstrucción de los decorados y el pasado, sino por el interés dramático de describir la infamia. La degradación es un círculo vicioso, que, gira alrededor de los exterminios de los protestantes, los indígenas, y existe como una constelación luminosa que sirve para ver lo no visto frente a la destrucción, saqueo y muerte en la conquista de América.

El siglo XVI, da el contexto histórico, los personajes, la pintura, los grabados, las vidas azarosas de tres pintores, son la imagen de un pasado que se recrea, se vivió y se vuelve a ambientar. La autonomía de invención del novelista le permite pasar de lo especular a lo más alterno, trascender los datos históricos e indagar en el interior de la vida de estos tres pintores. La novela es pues, un ejercicio arduo de la imaginación. La literatura como una de las bellas artes, es un invento y un artificio de la creación humana, allí hay una fusión de la historia, el artista y el novelista como un creador. El novelista Pablo Montoya, recrea un siglo, las masacres, el exterminio y la mirada del otro. La primera de estas guerras sucedió entre marzo de 1562 y marzo de 1563. Sin embargo, es necesario saber que:

«La masacre que marcó en el Nuevo Mundo la proyección de las guerras de religión europeas, también señaló el final de las tentativas coloniales al menos durante el siglo XVI, de Francia en la América continental. Tentativas que se realizaron en principio favorablemente, algunos años antes con las campañas de conquista al Brasil de Nicolás Villegagnon (1510- 1571) entre 1555 y 1560) pero que habían iniciado con las expediciones exploratorias de Norte América por parte de los hermanos Verrano en 1524».
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En la ficción hay una parte documentada, hechos históricos, arqueología, elaboración de los datos, fabulación y fantasía elaborada por el novelista. La novela tiene sus referencias y la anteceden los escritos realizados en el libro Viajeros (1999) donde surgen Fra Mauro, Bartolomé de las Casas, Théodore de Bry, Montaigne, etc. Le antecede el bello libro, Trazos (2007), donde François Dubois, aparece con la masacre de San Bartolomé. Le sigue el inspirador trabajo realizado en el año 2014.

«La representación pictórica de los indios timucuas en Jacques Le Moyne y Théodore de Bry», donde asoma el diálogo pictórico y la visión del indio americano. Pablo Montoya Campuzano, reconstruye el siglo XVI, donde se sitúa la acción de la novela. Al leerla se nota que el novelista le ha impregnado un marcado sentido histórico a la novela. La rivalidad política entre protestantes y católicos provocó la matanza de San Bartolomé, el 24 de agosto de 1572 en la ciudad de París. La masacre es ilustrada así en la novela:

«He pintado la parte dedicada al río. Las mujeres vestidas de negro que apuñalaban en el puente y los cadáveres que flotaban en las aguas tiznadas de rojo. Hacia el lado izquierdo, bordeando la iglesia de los Grands Augustins, he trazado una carreta llena de cuerpos desnudos que busca la dirección de las fosas comunes. Entonces, con estas primeras víctimas que van apareciendo, adquiero la conciencia de que sigo como modelo de la escena los juegos infantiles en las que participé hace tantos años en Amiens. Solo que ya no son juegos para pasar el tiempo, sino para anularlo y someterlo a una temible justificación. En las conversaciones que he tenido con Goulart, supe que en el centro de la tabla debía mostrarse lo que sucedió con Coligny. Esto lo he pintado en varias etapas. Lo han asesinado y dos hombres lo están lanzando desde la ventana. Coligny está vestido con ropa de dormir, como la gran mayoría de quienes murieron en el amanecer del domingo. Abajo hay tres señores de la nobleza. Dos de ellos, el duque D´Angouleme, señalan el cadáver de su enemigo decapitado. El otro —Goulart cuando vea la escena dirá: ¡es el duque De Guise! —sostiene la cabeza y la mira con satisfacción y repugnancia. La tercera fase tiene que ver con el periplo que tuvo el cuerpo del almirante durante las horas siguientes. Unos dicen que el pueblo —esos mercaderes, esos artesanos, esos burgueses en otros días decentes y honorables— lo arrastró, lo escupió y lo pisoteó. Desnudo aún botando sangre su cuello cercenado, en mi tabla el cuerpo de Coligny es llevado por varios guardias a Montfaucon donde se le colgaría posteriormente. He utilizado un blanco brillante para denotar la ropa del alto jefe de los protestantes. Es el único personaje que esta nimbado de ese tono. Solo la blancura de uno de los cuatro caballos podría rivalizar con la que impregna el cuerpo de Coligny que cuelga de la ventana. La palidez de las mujeres desnudas, por lo demás puede verse como una referencia real a sus cuerpos. A muchas de ellas las amontono cerca a la puerta de Louvre. Es el blanco propenso a lo ceniciento el que he empleado para pintar sus cadáveres. Tres soldados las van desvistiendo y amontonando para que un personaje femenino, acaso el más grande de todos en tamaño, ataviado de negro y que llamo la reina madre, se incline sobre ellas y las maldiga o exclame simplemente: “Estoy fuera de mí”. A estas alturas observo la puerta del Louvre que aún está vacía. Sería equivoco dejarla como tal. Pues fue desde allí desde donde preparó el exterminio. De hecho en las dos ventanas de sus torres he puesto a los fisgones y, entre ellos, al rey, al mayor culpable, que dispara un arcabuz en dirección de quienes tratan de huir por la montaña de Sainte–Genévieve. Pinto la puerta, aglomerados, a los guardias. Los otros grandes hugonotes, que se habían alojado en las habitaciones del palacio, son expulsados con gritos infames. Afuera los esperan las espadas y los puñales de los verdugos. Llevo varios días sumergido en mi tabla. Me he negado a mostrarla hasta que no esté seguro de haberla terminado […] Hay un par de perros que he decidido poner para que confundan al observador, pues no se sabe si están defendiendo a los indefensos o si los atacan. Un grupo de soldados llevan, entre insultos y estrujones, a una mujer al río. Alguien se arrodilla y pide clemencia a quien le dispara a la cara. Algunos que han apurado para sí su dosis de muerte, se dedican a cargar sobre los hombros los vestidos, las bolsas con las joyas, la tapicería de las casas saqueadas. Goulart varias veces me ha insistido en no olvidar a los dos adolescentes, no sobrepasan los doce años le han dicho los testigos consultados, que arrastraron hacia el río a un bebé envuelto en pañales […] Pero todavía me falta ubicar a Ysabeau en este teatro de la crueldad. Ella está sola y sin ropa. De su vientre emerge la desnudez impúdica de mi hijo. Los he puesto a la derecha, al lado del poste en donde han colgado a dos hombres, y he llorado durante un rato. Son ciento sesenta, los he vuelto a contar, el número de mis personajes. Pero juro que es toda la humanidad la que he intentado meter en la tabla».
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«Tríptico de la infamia», da cuenta de las relaciones trágicas entre el Nuevo Mundo y el Viejo Mundo. Se describe el siglo XVI, agitado y permeado por las guerras religiosas. América, es una realidad que hay que conquistar, pero también una quimera. Se despoja y se extermina en nombre de la religión católica. Lo que trae el descubrimiento y la conquista es una real ambición por el oro. La conquista fue una real carnicería humana, de la cual da buena fe Bartolomé de las Casas. ¿En que consistió esta infamia y ese exterminio en América y Francia? En un acto de horror de la humanidad. «Tríptico de la infamia», es una novela histórica con múltiples elementos de América, Francia, Alemania y el exterminio de los indígenas.

Hay varios escenarios, la Florida, París, Diepa, Lieja, Amiens, Estrasburgo, Fráncfort, Amberes, etc. La novela propone un viaje hacia el pasado, hacia un pasado infame, violento y cruel. Un pretérito notorio e interesante para unos conquistadores infames que destruyeron las civilizaciones indígenas. Pero al leer la novela, quien ha de viajar es el lector y no los tres pintores franceses que colorean el Nuevo Mundo. El lector de la novela, «Tríptico de la infamia», viaja por el siglo XVI, hacia escenarios recreados por la imaginación del novelista, personajes vivos y resucitados en una época convulsionada por las guerras y la ambición del oro.

Tres personajes, tres pintores, personajes reconstruidos arqueológicamente, con tenue cuidado. Un viaje imaginario a la recreación de la masacre de San Bartolomé y la destrucción de las Indias, son los ingredientes esenciales de la ficción. La novela tiene varios escenarios, estampas geográficas, un viaje en el tiempo, viaje a las costas de la Florida, viaje al Brasil, viaje al Nuevo Mundo, viaje a Francia y Alemania, viaje a los conflictos internos y externos de una época agitada por las guerras entre católicos y protestantes, todo esto queda acentuado por el cuadro histórico y la trama de la novela, que, no es más que la descripción de una conquista cruel e infame. Pablo Montoya, como novelista histórico va hacia otro tiempo, hacia otros lugares, viaja hacia la ignominia de la humanidad. La novela trata de restaurar la coherencia temporal que le ha faltado a nuestro presente. Uno de los caminos para construir el sentido de la novela «Tríptico de la infamia», es la valoración que del pasado violento hace su autor, el tema tratado y la fusión entre ficción e historia, una nueva mirada a la conquista. Porque «ninguna conquista y colonización, ni las realizadas por los españoles y portugueses, ni las que quisieron los franceses y las que sin duda harán los ingleses, será sensata. Pero la historia terminará por unir a esas gentes con nosotros, así como en una desembocadura se mezclan aguas turbulentas de diversas génesis».
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Hay una aptitud del novelista frente a los acontecimientos históricos del siglo XVI y su capacidad para sumergir al lector en una época trémula. No es el dato histórico en sí el que cuenta, sino lo narrado, su capacidad para imaginar unas situaciones ineludibles que ya pasaron, como la masacre de San Bartolomé y La masacre de la Florida y el exterminio en América. Lo fundamental de la novela histórica es el tema y la materialidad del relato sobre la conquista. La novela «Tríptico de la infamia», es una ficción histórica bien lograda, enmarcada en datos históricos, una novela verosímil, colindante con unos sucesos históricos y con los horrores de la conquista de América.

La novela es una excelente fabulación sobre el pasado de nuestra América. Describe un infierno, nos conduce a infernar, «es ruin plantear primeros puestos en la aniquilación humana, pero siempre llamará la atención la celeridad que logró la España católica del siglo XVI en América. ¿Habría que hablar de cifras para demostrarlo? No sobra poner al menos un dato para comprobar que los muchos cuentos mencionados por Bartolomé de las Casas corresponden realmente a millones de muertos. A la llegada de los conquistadores había aproximadamente ochenta millones de habitantes en América. Cincuenta años después quedaban diez». Las cifras hablan por sí solas, se trata de un exterminio.

Tres pintores europeos cuentan la historia, sufren por distintos caminos, quedan magnetizados por el Nuevo Mundo recién descubierto, detallan a través de sus pinturas y grabados el exterminio, el saqueo y la destrucción. El escritor traza unas líneas por los primordiales sucesos del siglo XVI, desde la mirada del grabador y el pintor, testigos de la infamia y el saqueo. Una realidad cruda del nuevo mundo que se acaba de descubrir. Los pintores del mundo ven lo que otros no han examinado, ellos a través de la pintura denuncian el horror y la crueldad. Una conquista infame, un encuentro perverso entre dos mundos. En la novela queda pintada la imagen del exterminio. «Una real carnecería de carne humana». Síntesis: La novela trata, justamente sobre el encuentro de Europa y América a través de tres pintores protestantes del siglo XVI, Jacques Le Moyne, Théodore de Bry, François Dubois.
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* Antonio Arenas Berrío es escritor y ensayista colombiano.
Correo-e: antonioarebe1@hotmail.com

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