Literatura Cronopio

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Echanos una manito

ECHANOS UNA MANITO

Por Elssie Cano*

[blockquote cite=»Mateo 6,11″ type=»left»]Danos hoy nuestro pan de cada día[/blockquote]

Las cosas se ponen peor y peor cada día. El poquito dinero que recojo de lo que vendo por las calles nos alcanza apenas para una sopa de fideos por día. No sé que vamos a hacer con otra boca más que pronto llegará a la casa. Mi mamá ya no puede salir a trabajar, parece una vejigota a punto de reventarse. Muy pronto tendré que ayudar a nacer a otro mocoso.

La primera vez que le saqué un muchacho de entre las piernas, creí que mi mamá se moría botando toditas las tripas por abajo. La pobre chillaba igualito que los chivos o los marranitos cuando se les corta el pescuezo y sudaba que parecía un tarro de agua hirviendo. Yo no sabía qué hacer y me puse a llorar de verla sufrir, entonces ella me pidió que trajera trapos y pusiera agua a calentar.

Cuando agarré la cabeza de mi hermanita y la jalé pa’ fuera, finalmente mi mamá dejó de gritar. Como ella me indicó, le corté la tripa que le salía a la Luisita del ombligo con el cuchillo de la cocina. Se veía tan chula mi hermanita envuelta en los trapos que me puse a llorar otra vez de pura emoción. Luisita se parecía a la muñeca que una niña tenía en el parque, de lo bonita que era. Luego cuando mami tuvo que regresar a cocinar para los señores donde ella trabaja, yo tuve que cuidarla hasta que mami regresara a casa. Nunca creí que una niña tan chiquita diera tantos gritos, se ponía coloradita y no echaba ni una lágrima. Lo que si echaba era mucha porquería por el traserito. Darle la leche que mamá sacaba de sus tetas y guardaba en un frasco no era problema, pero limpiarle el culito eso si no lo podía aguantar. Entonces Luisita dejó de ser chula y pasó a ser un oficio más para mí.

¡Cómo quisiera que ésta fuera la última vez que mi mamá saliera preñada! La he ayudado con los dos últimos también, que ya soy una experta comadrona como lo dice nuestra vecina doña Rosarito. ¡Ya somos cinco muchachos caray! ¿Para qué necesitamos otro más?

El cuarto donde vivimos nos queda requetechico y el petate está casi podrido de tantos meados. A mí por ser la más grande me toca dormir en el mismo piso y trabajar duro para ayudar a mi mamá y su manojo de pedigüeños. Ella apenas puede caminar con tremenda panza que tiene. Ojalá no sea pájaro de mal agüero la Rosarito y no sean dos como bromea. Entonces si que nos jodimos de verdad.

Hasta que nazca el otro muchacho tengo que hacer todo en la casa. Me levanto en la madrugada para ir a recoger el agua. La cola es larguísima y la gente se pone a pelear por llegar de primero al único grifo de agua de la barriada. Luego salgo a comprar algo para hacer un sopón. Como mi mamá ya no puede trabajar yo salgo a vender por la calle chicles, caramelos, o números de lotería que negoceamos con don Tito, el dueño de todas las casitas de mi barrio. Con la ganancia de la venta el sopón de todos los días es de plátanos y yuca, o de agua y fideos cuando no tengo mucha suerte.

En el atardecer, antes de salir otra vez a la venta, tengo que hacer el segundo viaje hasta el grifo. Este es más jodón porque algunos muchachos malos me persiguen hasta la fila y quieren agarrame las tetitas que han comenzado a crecerme. Yo los pateo y los aruño para defenderme igualito como hace la Pituca, la gata de doña Rosario cuando los gatos machos le quieren oler el rabo. Doña Rosarito dice que no me deje tocar de esos manganzones, pillos y arranchadores que viven en el barrio, o terminaré inflada como una vejiga y llena de muchachitos como mi mamá.
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Algunas veces quisiera ser la hija de otra mujer y no de mi mamá. Me gustaría que mi mamá fuera como esas señoras que van al parque, con uñas pintadas de rojo, que huelen tan bonito y se sientan a conversar mientras sus hijos juegan y corren. Entonces yo tendría ropa linda sin parches y remiendos, y zapatos que brillaran de puro nuevecitos. Yo podría ir a la escuela todos los días y aprender muchas cosas. Bueno ahora que lo pienso, lo único que importa es mi familia y conseguir como llenarnos la panza.

Pobrecita mi mamá. Quisiera ayudarla más y no pensar tonterías, aunque sea flaca y tenga las patas sucias la quiero igual. Doña Rosario habla por hablar, mi mamá es buena y me quiere a mí y mis hermanos también. La Rosarito no sabe que siempre que un nuevo hombre llega a la casa, no sólo deja a mi mamá inflada sino que tenemos sopón de yuca y plátanos con carne para rato. Una vez uno de ellos hasta trajo un chivo y un marranito también. Por eso sé como chillan esos animales cuando les vuelan la cabeza. Tuvimos tanto para comer por esos buenos tiempos que a mi me dolía la panza por la pura jartura.

Lo que no me entra en la cabeza es por qué ellos son tan buenos cuando llegan, y se van cuando mami está más feliz que nunca. Mi mamá tiene razón cuando dice que todos son unos sinvergüenzas hijos de la grandísima puta que los parió.

Un día le dije a mamá que me hubiera gustado conocer a mi papá. De seguro que él nos ayudaría, y a mis hermanos y a mí no nos traquetearían las tripas de la pura hambre. Me puse tan triste cuando mamá dijo que eso era imposible porque ella misma no sabía cual fue ese hijo de perra que la jodió cuando tenía como mi edad.

No sé cuál será esa edad porque ella no se acuerda la fecha que yo vine al mundo. Como soy tan flaca y chiquita, unos dicen que debo tener diez años, doña Rosarito cree que debo tener doce o trece porque ya me vino la regla, y esa sangre dice ella es signo de que ya no soy una niñita.

Doña Rosarito es muy buena conmigo. El otro día me encontró llorando y cuando me preguntó le dije que era una basura en el ojo, pero era mentira. Lloraba de ver a mi mamá dándole duro a mis hermanos porque pedían qué comer. Doña Rosarito no es tonta y no se tragó el cuento. Para consolarme me enseño a rezar. El Padrenuestro dice ella que se llama eso. También me dijo que le pidiera a Dios que nos ayudara porque Él todo lo puede.

¿Quién es ese señor? le pregunté. No creo que alguién tan importante vaya a escuchar a muertos de hambre como nosotros. Entonce ella me contestó que El es el dueño de todo lo que vemos, que es nuestro padre y nos ama igualito a todos. Yo soy atarantada y no si creerle o no. Imagínese un señor dueño de tantísimas cosas y que no nos pueda dar un tantito. De todas maneras me pasé toda la noche reza que te reza y al día siguiente cayó una lluvia tan grande que parecía que el cielo era todito de agua. No pude salir a mis ventas y encima tuve que ponerme a sacar el agua que entró por las rendijas y hoyos del techo.

El agua que usamos ese día fue la de los tarros puestos bajo las goteras del techo. Dos días más tarde Calixto, el que me sigue, ardía en fiebre y murió en la madrugada temblando de la calentura. La Lusita por poquito que lo sigue, pero se escapó por un pelo. Cuando escampó la lluvia, la que casi se entierra viva fui yo. El lodo me llegaba más arriba de las rodillas pero tenía que salir a buscar algo, si no todos íbamos a morir igualito que el pobrecito Calixto.

La cosa no terminó allí, estoy por creer que las cosas malas viven con nosotros en la casa. Uno de los muchachos malos me arrebató mis chicles y caramelos. Me quedé triste pero no me puse a lagrimear. Para qué llorar, me dije, las lágrimas no llenan la panza de nadie y menos las de mis hermanos y la de mi mamá. Y me fui a buscar entre las basuras que los carros botan en la loma que está cerca de casa.
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Con todo y eso seguí rezando como me aconsejó la buena de doña Rosarito, sólo por tener alguien a quien pedir. Después de todo, nada perdía con pedirle a ese Dios que nos echara una manito aunque sigo creyendo que ese Señorón bueno que dice doña Rosarito no oye a los pobres como nosotros. De todas maneras le pedí que nos mandara algo para comer. Eso nada más, algo que nos llenara la panza.

Después de recoger los tarros de agua en el grifo me fuí para la loma de la basura. Allí encontré un perro que estaba rascando y oliendo en una ruma de bolsas. Con un palo lo espanté pensando que el bicho había encontado algún buen hueso que serviría para la sopa. Debajo de toda la porquería había una mano enterita, con los cinco dedos completitos. Parecía que recién se la habían cortado a algún bendito porque estaba fresquecita. La envolví en unos papeles y la guardé debajo de la falda. El perro me persiguió por un buen rato reclamando que él la había visto primero. Pero no señor, no me la iba a quitar facilito aunque tuviera que matarlo a palos.

Cuando regresé a casa me puse a cocinar el sopón que ese día fue de menudencia de dedos bien cortaditos y fideos. Mi mamá y mis hermanos se rechuparon los dedos de lo sabroso que me quedó el guiso y estuvieron contentos todo el día.

Ahora mismo le estoy dando gracias a Dios por haberme escuchado un tantito y pidiéndole que todos los días alguien pierda una mano, si no, tendré que dejar que esos muchachos malos que me persiguen hasta el grifo de agua me toquen las tetitas, me huelan el trasero y me inflen como a mi mamá.

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El presente cuento fue ganador en el VII Certamen de Relatos Cortos para la Igualdad, Sevilla, España.
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* Elssie Cano nació en una pequeña ciudad en la provincia de Los Ríos, Ecuador. Residió en Queens, NY, desde 1970 al 2011. Desde entonces vive en West Palm Beach, FL. Hizo sus estudios secundarios en el Colegio Nacional Guayaquil, en Guayaquil, Ecuador. En 1990 se graduó en Ingeniería Mecánica en The City College of New York. En 2001 obtuvo una maestría en Educación Bilingüe en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, República Dominicana. Fue co-editora de la revista literaria bilingüe Now is our Time! ¡Ahora es nuestro Tiempo! del George Washington Educational Campus (2000-2003). Su cuento: Los locos del Central Park fue finalista en el concurso de relatos José Santos Chocano 1997 patrocinado por el Instituto de Cultura Peruana, Miami, FL. En el 2000 publicó su primer libro de cuentos, La otra orilla y otros relatos, Editorial Surco, República Dominicana. Con el cuento La ayuda ganó el premio Para la Igualdad 2003 otorgado por el Centro Municipal de Informacion y Junta de Andalucía, Morón de la Frontera, España. La magia de Jonathan fue finalista en el certamen Internacional de Cuentos Los Mundos Posibles 2012 organizado por Latin American Intercultural Alliance de Nueva York, NY. Mi maravilloso mundo de porquería fue la novela ganadora de Premio Primum Fictum 2014 de la Editorial Librooks, Barcelona, España. Ha publicado en diversas revistas literarias como: Brújula/Compass, una publicación del Instituto de Escritores Latinoamericanos; Hybrido, Trazarte y Alhucema en Granada, España. Elssie es miembro directivo del Hispanic/Latino Cultural Center of New York, miembro fundador de Espacio de Escritores Latinoamericanos, y Casa de la Cultura Ecuatoriana en Nueva York. Su segunda novela Idrovuss, aún inédita, espera ser publicada posiblemente en 2015. Actualmente trabaja en la novela: Con la sangre en el ojo y en otra colección de cuentos: Si yo te contara (título tentativo).

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