UNA MALA HISTORIA, COMO TODO LO QUE HACE LAURA
Por Laura Corrales*
Y es que cuando se trata del amor nadie manda, ¿eh? La cosa se torna pesada en el momento clave de hacer la pregunta, de entender que la negativa es la única respuesta posible, que las cosas cambian inevitablemente, que la verdad es esa y no requiere de algo más como para sentir esa lejanía, esa tristeza de un no profundo y punzante. Las ilusiones, las canciones, las miradas y las frases, las acciones inesperadas y una sonrisita hace que todo parezca del modo en que no es, en que las cosas son como uno quiere que sean y punto.
Cuando ellos se conocieron la cosa se tornó un poco gris, un poco melancólico, ¿entendés? Sus miradas se cruzaron y la energía solo surgía desde un punto fijo. Él la miraba a ella, pero ella no a él, de hecho ni se había dado por enterada de que ese ser existía sobre la faz de la tierra. Sus ojos se posaban sobre ella, detallándola milimétricamente, destellando ilusiones y situaciones hipotéticas, es que el Jazz, es que la música, es que la literatura, y a ella como que eso le apasionaba, como que hacía parte de su vida, pero él no estaba allí para ella, solo existía el tema, la música, las risas, no él.
Cuando ella me miraba, no sé, las cosas se ponían de ese modo tan especial. Yo la vi un día ahí, sentada mirando para el páramo y me pareció maravillosa. Su cabello se movía al compás del ritmo de la vida y todo parecía de ese modo tan especial y único. La música estaba de fondo, lo juro, el Louis cantaba y sus notas le rodeaban. Yo la vi y me pareció encantadora en medio de esa mirada perdida, fugaz, y me provocaba era entenderla, comprender todo su mundo y enamorarme de ella, no sé si las cosas son de ese modo tan fugaz, pero ella para mi representaba eso que yo quería en mi vida, de esas personas con las que de inmediato sientes esa empatía, ese ser fluir, y que basta con verlas para sentirlas, para querer descubrir su ser, su luz, su música… Porque es que, mirá, la cosa es así de simple, todos tenemos esa música de cuando caminamos la bailábamos, pero, pues, las personas normalmente no se dan cuenta de esos detalles. Ella y su caminar, ¿entendés? Ella y su reír y su ver y, pues la música que ella baila nadie la baila como la baila ella y es una cosa tenaz porque siento que empiezo a como divagar, es una cosa horrenda que me hace ser de ese modo que precisamente detesto. Pero ella es ella, por más detestable que me parezca a mí mismo.
Y bueno, su mirada no hace falta para que me envuelva en su tema. El viento sopla y hace mucho frío y quizá piense en un Slow Magic y pues quiera tener ese ritmito en mis oídos. El bus siempre es el lugar en el que yo pienso bobadas. Esas cosas que hace que me ría de mi misma y las cosas me parezcan más divertidas de lo que realmente son. Las luces empiezan a lucir de una forma especial y el pasado se mueve en mi presente y reflexiono y pasa la canción y surge un nuevo pensamiento. Las luces rojas de los carros, su forma trasera que hace que todo parezca de un modo nuevo me encanta, porque penetran en mis ojos ciegos y me hacen pensar cosas bonitas, me gusta el atardecer en el bus porque pienso que ese día moriré y me agrada la idea, no lo tomes de ese modo negativo pues, sino que es un estado nuevo, un estado lleno de cosas que solo se pueden vivir una vez, por eso sólo morimos una vez, porque es tan maravillosa que es como una droga de esas que es tan adictiva que para qué de nuevo. Y bueno, resulta que nunca muero, pero mañana sí, ¿vale? Y pues río porque es divertido pensar en la muerte, porque las luces de los carros brillan y me imagino una muerte trágica, me imagino el sonido de la ambulancia y ese buy buy buy buy, ese vaivén y ese hágale rápido que se nos muere, ese qué cosa tan loca, un muerto más, un Medellín desierto, buy buy buy, y hágale que hoy no queremos dar malas noticias, no nena no te me vayas, buy buy buy. Maravilloso.
Y pues los gatos salían y las luces de la noche iluminaban la ciudad. Miau, esta noche está muy fría, miau, vení cacemos raticas y cucarachitas, vení juguemos un rato a matar animalitos, Miau. Y los buses van y vienen, las rutas y los buseros, una mujer pasa y eh avemaría mi amor, quién fuera, y ella que piensa que qué viejo tan asqueroso, que es que no respetan, que es qué es rico que le suban el ego, es que todavía quiebro mija. Y las personas se suben a los buses y escuchan la radio que el señor conductor muy amablemente pone en el automóvil, ambientando con sus notas de cantina, con sus letras de olor a orín, de esas que solo hablan de despecho y de amores imposibles e inquebrantables, ese Ay ome que todo el mundo se conoce, ese extender la mano para recibir el dinero, un buenas, una miradita al retrovisor para ver si ya se bajó y no tirarlo como se tira a los indeseados, porque pagó, pagaste y por eso no te tiro del bus. Hola guapo pasás por la Oriental, sí mami y pues se monta y pasa la registradora con sus nalgas estrechas, con ese bluyín que parece un tamal de lo apretado que está, esa nalguita que solo dice ven nene y míralas y tócalas, y pues nada, ese chick que suena cuando la persona ya pertenece al bus, ese chick que suena en los oídos de muy pocos, pero que produce un placer inmenso escucharlo, ese chick que suena cada vez que una persona se monta y paga, ese chisquear delicioso que solo se escucha en un bus.
Y pues si vos la vieras, su rostro parece salido de algo que no sé describir, me encanta verle los ojos y pensar que piensa en las nubes, en los atardeceres. De hecho cuando me mira y me dice que las cosas son de ese modo tan particular, yo apenas la miro y suelta esa carcajada cuando le cuento mis historias. Esa forma de arreglarse los lentes y de querer ser sensual por más fea que se vea, pero ella es bella y lo sabe y me gusta que lo sepa. Sus piernas se mueven ágilmente y su caminar es bailadito, te juro que nunca había visto a alguien parecerse a eso que yo llamo gustar, me gusta cómo camina, me gusta cuando camina porque pareciera que quisiera coger una paloma en el parque, porque es un caminar que dice mucho de ella y pues yo lo interpreto con facilidad. Me gusta cuando se ríe y apenas tapa su boca y pues no deja que la risa se haga escandalosa, me gusta porque es prudente a la hora de ser, aunque claramente es y no le importa que los demás no vean ese ser porque sabe que es y eso es lo que ella quiere, ser, y me gusta cuando sabe lo que quiere y lo hace realidad. Su risa y su caminar refleja precisamente eso de ella, esa musiquita que baila que a veces parece Jazz, a veces parece rock and roll, a veces parece Swing, a veces parece que bailara todo y no creo que se dé cuenta, porque solo yo me doy cuenta de ese tipo de cosas. ¿entendés?
Me gusta pensar la vida como un cortometraje, con una música de fondo y las diversas tomas. Me gusta pensar que los malos momentos son eso, momentos y que los buenos, bueno, también son eso, pero que al fin y al cabo ambas hacen el juego perfecto para crear una bella historia; no bella en un sentido así romanticón y burlesco, sino bella de que así debe ser. Las personas acompañan ese ser de las situaciones y pues éste chico es una cosa muy divertida, me cuenta de esas cosas que solo le podrían pasar a él, de esas palabras que solo él las podría pronunciar y pues me dice cosas que solo él ve y me parecen una cosa maravillosa pero es chistoso, porque a veces pienso que fuma algo o no sé, quién sabe, le gusta el ácido y probar pasto color fofó. En todo caso me gusta la forma en que habla y sus manos se mueven rápidamente queriendo formar la historia a punta de palabras y gestos, es algo divertido y me provoca reírme con él, aunque me haga pensar en nubes, pastos, en el viento, en Shlomho y pues mi mente vuela y ya no me importe oírle. Me gusta pensar en las notas y el baile, me gusta pensar en las luces y los semáforos, el hola qué tal, todo bien, que bien, chao que te vaya bien. Me gusta pensar en la ropa y la libertad, en las palabras y las ilusiones, me gustar pensar en los pájaros y el viento y la gravedad. Me gusta sentir que la vida no tiene ninguna verdad, y pues que según filósofos desocupados la única verdad es la muerte y pues yo no sé, a mi toda esa paja me suena a mierda y pues recuerdo de nuevo las ambulancias y buy buy.
–Tenemos que hablar.
Y era solo cuestión de decir eso y que las cosas cambiasen y las nubes ya no importaran, que el caminar y la música y el bailar se fueran para el carajo, qué cosa tan seria, qué cosa tan loca. No más preguntas, solo es la música, al fin y al cabo cuando se dice eso, se pronuncia la sentencia, el ultimátum, es cuando se vuelve tan costumbre, se vuelve tan lejano y monótono todo. De esa forma es como todos dicen adiós, es como todos dicen que te vaya bien.
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* Laura Corrales es cuentista y estudiante del programa de Psicología de la Universidad Luis Amigó.