LA DANZA DE LA MUERTE DEL LENGUAJE O LA MÚSICA OCULTA
Por Manuel Torres*
Breve comentario sobre el libro «Y la jaula se ha vuelto pájaro» de Alberto Bejarano.
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Es en el preámbulo que Alberto anticipa la ensoñación siguiente «y ahora le tocaba a él pasar la noche en vela —a menos que alguien llegara de improviso y sin tocar la puerta». Tal vigilia nos recuerda Un Perro Andaluz, de Luis Buñuel, un errático camino de imágenes antónimas, como el personaje en Brújula Portuguesa que confiesa: «durante la última semana he tenido un par de sueños misteriosos, de esos que se tienen por temporadas y que se aparece por pedazos en la vigilia como si de repente estuvieras en una película…» ¿Cuál película? ¿Un Perro Andaluz? Aquella ventana al delirio y al inconsciente, como el cuadro Muchacha asomada a la ventana de Dalí, que nos da la espalda mientras contempla el mar de Cadaquéz. No es coincidencia que el preámbulo finalice: «Al rayar el día el mar estaría más cerca».
La estructura del libro, circundante, nos recuerda la frase: Time never Dies, The Circle is not Round; de la película Before the rain de Milcho Malchevski. Nos preguntamos: El tiempo no muere, ¿pero nace o desaparece? En Que Dios detrás de Dios parece haber una señal: «Llegué tarde, el tiempo transcurre muy lentamente ahora. Me senté como un fantasma confundido… ¿había llegado antes, ya se había ido, no vendría, vendría luego… nos habíamos confundido de lugar, de tiempo?» Líneas más adelante suponemos al tiempo como un mar de mareas incesantes, un mar que quizá esté mucho más cerca: «De repente la pareja dejó de jugar pero siguieron dándole vuelta al reloj, como si estuvieran encallados en la arena, enquistados en el vacío del próximo movimiento».
El primer cuento es nombrado: Trenes rigurosamente cinematográficos y algo en su descripción nos conduce a Al final de la escapada de Godard. La luz intermitente que le da a los rostros, los increíbles movimientos circulares fluyendo alrededor de un personaje que parece no poder abandonar su dimensión circular, esos movimientos de ida y vuelta que atrapan a los personajes en una situación, denominado en los 70 como Plano Jaula. El uso del sonido y del lenguaje, su transgresión descomunal. Podríamos imaginar también El Tren llegando a la estación de los Lumière, o quizá la pintura de W. Turner, Lluvia, Vapor y Velocidad. El gran ferrocarril del oeste. Algo en el riel, en el ritmo, en la música, en la cadencia, nos recuerda el flickeo de los primeros cinematógrafos que capturaban a veinte o menos cuadros por segundo. ¿Y qué decir de la ilusión de movimiento? En El olor de un libro viejo la ilusión del movimiento pareció una música de jazz: «Cuando pasó la media hora, volvimos al tren y yo fingí que seguía en el tren, buscando averiguar hacia dónde iba ella, pero su hermetismo era peor que el mío. A la madrugada nos quedamos dormidos, como si Chet Baker tocara solo para nosotros y en la mañana ya habíamos cruzado otra frontera sin darnos cuenta.»
El tren es el progreso, el movimiento y el movimiento circunstancial difícilmente concuerda con los planes humanos. ¿Es el tren la metáfora del destino? El espectador de tren ve por la ventana el paisaje que sucede y el recuadro de aquella ventana, es un cuadro móvil que nos encanta con su indecisión, ¿campo o fuera de campo? Esa es la cuestión.
Y la jaula se ha vuelto pájaro, propone una cacofonía gutural, que descubre en los sonidos aquella bifurcación del nombre y el objeto que lo soporta (significado-significante). La sintaxis ya no encuentra su belleza en la conexión de sonidos que hilan ideas, sino en la interrupción de los mismos, desligándolas, propulsándolas a otros significados. En Una voz, una soledad, una frase parecía abarcar el universo entero. Un universo que era tan diferente al de «El Aleph». Podríamos pensar en los cabalistas, en el juego que acometen con las palabras y cómo estás con su materialidad (sonora) afectan físicamente el mundo. El mago ejecuta un sonido y transforma la realidad. ¿Es Alberto un cabalista que reconoce el ars combinatoria, o el arte de la combinación? Pensemos en El Antifaz: «Fuego en mi mente, Jack-son, Joe-son, Charl-son, Ray-son, Arroyo». Se sabe por herencia que la toráh es también llamada el fuego negro sobre fuego blanco. «Hay fuego en mi mente». ¿No es este fuego acaso el impulso de la combinación? ¿Qué deviene del romper la lógica de la sintaxis? Nada más y nada menos que la Poiesis. El lenguaje en Rhema, que no se queda en el Logos, sino que se hace nuevo cada vez que se menta o suena. O se suelta. Bam bam ki ri ri bam bam… Suelta.
Digamos en voz alta:
sun sun, sun ba ba eh…
Repitamos
A la la e la la, o lo o la o lo o la.
El fonema entonces funciona como un elemento que afecta el mundo. Rompe la lógica del poder, que es la lógica de la sintaxis (El Orden).
Se enmarca en una insurrección, en un acto de habla. ¿Qué es entonces lo que liga tales sonidos? Su música. La música oculta en el revés de las letras. Tal música que no permea la razón (pues no transita sobre la gramática formal) incide directamente en el cuerpo. Tal música suena con un solo propósito, hacer del lenguaje escrito un motor de movimiento corporal. Diríamos que dicho Lenguaje no se lee sino que se baila, se moviliza. ¿Aparece de nuevo el movimiento?
Entonces descubrimos el secreto del mago, La Danza Imposible o La Música Oculta del Cabalista Macondiano/Parisino: creemos que el círculo como energía concentrada que transita el riel curvo del hermoso verso de Pizarnick esconde una música callada: La jaula (el lenguaje, estructurado con barrotes gramaticales, aparentemente irrompibles) se ha vuelto (se ha transformado por aquel fuego de la mente, ars combinatoria) pájaro (movimiento/danza/cuerpo), es decir que se ha convertido en La danza de la muerte del Lenguaje, se ha quebrado su Orden, es la anulación de la estricta idea de la gravedad, (verticalidad certera) devenido en un atemporal vuelo o flote… como el último verso del poema Ophelie de Rimbaud: Y el poeta nos dice que en la noche estrellada /vienes a recoger las flores que cortaste / y que ha visto en el agua, recostada en sus velos / a la cándida Ofelia flotar, como un gran lis.
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* Manuel Torres es Cineasta de la Escuela de cine Black María. Estudiante de la Maestría de Estudios de Cine Y Teatro Latinoamericano y Argentino de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina. También es investigador en área de Filosofía de Lenguaje.
Su obra está ligada a la experimentación con la imagen y la reflexión filosófica, en relación a la percepción. Actualmente se encuentra en la etapa final de la realización de un documental poético sobre la vida y obra de Fernando Denis, poeta colombiano. Realiza también la investigación en el área de Filosofía del Lenguaje: La gramática de los cuerpos. Algunos de sus trabajos más relevantes son: Los senderos del Saunterer (documental sobre Jorge Luis Borges) Isabella (videodanza), Postergación Anticipada (experimental), Opera Inconclusa (experimental), Las Palabras del Prisionero (videopoema).
Estoy interesada en leer la revista. Me la han recomendado mucho.