Literatura Cronopio

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El país que vendrá

EL PAÍS QUE VENDRÁ

Por Pedro López Adorno*

El más reciente libro del poeta e intelectual puertorriqueño, Juan Manuel Rivera, es un ensayo de interpretación de lo nacional. Lleva por título, La letra muda: Requiem por una biblioteca (Kingwood, TX: MediaIsla Editores, 2014). El autor se vale del mecanismo fonológico que, en español, convierte a la letra «h» en muda para elaborar un eje discursivo que es tanto metafórico como estructural e ideológico en torno a los temas presentados. Inserto dentro de ese eje, nuestro autor lee y piensa la patria (Puerto Rico) con la responsabilidad y el rigor que semejante crítica merece.

Como ensayista, Juan Manuel Rivera es el provocador por excelencia, el poeta que a su modo invita «al replanteo público de asuntos que a veces no trascienden las puertas del laboratorio» (p. 11). ¿Y qué es lo que replantea con tanto ahínco este ensayo? Por un lado, el texto inicial, «Buenos días, noche», sirve para establecer un contrapunto con el texto final del libro, «Colofón sin final o la voz recobrada». De tal manera, ante el idioma que amenaza volverse mudo en primera instancia, el ensayo final alberga la esperanza de que el pueblo puertorriqueño continúe la lucha por conservar el idioma nativo. Para Rivera eso significa seguir escribiendo «el país que vendrá» (p. 277).

Partiendo de ese marco conceptual y temático, el autor explora y analiza las relaciones entre idioma, educación, política y literatura dentro del contexto puertorriqueño. Devela, por ejemplo, la frustración de algunos escritores ante nuestra terquedad nacionalista. Critica, de tal forma, a aquéllos que toman una postura anti-Sísifo, entiéndase anti-nacionalista, en su afán por entregarse a las normas que dictan los mercaderes de la cultura del dólar. El abismo en que puede caer ese tipo de escritor es obvio: ceder ante la tentación del crossover sin dominar el idioma adoptado (en este caso, el inglés). Para Rivera la literatura y la cultura son bienes espirituales que no deberían estar sujetos a los caprichos, manipulaciones y desvaríos que el imperialismo cultural nos atosiga a diario. El autor consolida esta observación señalando que el inglés se ha venido usando desde hace tiempo en Puerto Rico como herramienta imperial que sirve para demarcar diferencias y desigualdades de clase. Según Rivera, no debe sorprender a nadie que lo que se hace llamar «educación» en el país «valida la falta de aprecio por lo que somos». Muchas escuelas privadas le escamotean al alumnado el derecho básico a educarse en su propio idioma. Son, en tal sentido, escuelas apátridas. Y si extendemos nuestra mirada hacia la escuela pública nos damos cuenta de que allí tampoco se reivindica nuestra imagen como nación.

Ante la pregunta de si Puerto Rico conserva la lealtad a su alma colectiva, el autor hace un enjundioso análisis tanto de los acontecimientos histórico-económico-políticos que alteraron el panorama del país como del rumbo anti-puertorriqueño que tomó la pedagogía colonial. Hoy día esa «alma» se ha ido transformando debido a las porosidades diaspóricas y transnacionales que inundan el organismo social (desde adentro y desde afuera de la isla). Un puñado cada día más grande del país se monta en el tren urbano de las nuevas lealtades porque desde allí se les dora la píldora de que el inglés será su garantía de unión permanente con el progreso. A raíz de la re-orientación de los nuevos lectores potenciales, el autor dramatiza su réquiem por una biblioteca (elemento que le sirve de subtítulo al libro). Las bibliotecas (incluyendo las privadas) serán las víctimas mudas del proceso de desnacionalización lingüística por el que atraviesa la isla.

Sin embargo, el ensayo de Juan Manuel Rivera, rico en matices expresivos e insobornable en su honestidad intelectual, adelanta algunas soluciones ante los callejones sin aparente salida que representan los problemas relacionados con el idioma, la educación, la política y la literatura en el Puerto Rico de hoy. El autor aspira a que nos reencontremos con nuestro idioma materno. Esa será la forma de hacer nuestra propia «casita» sin someternos a las agendas hegemónicas que el imperialismo cultural norteamericano nos presenta. Al asumir la defensa del español a lo largo del ensayo, Rivera exhibe lo que yo conceptualizaría como un neo-nacionalismo cultural. Contrario a lo que una vez articulara Antonio S. Pedreira en Insularismo, el discurso de Rivera nunca se torna intrasigente o chovinista. Su crítica, aunque severa, está totalmente abierta al diálogo. Desde esa crítica, el autor quiere reivindicar el español como vehículo de arte.
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No obstante, Rivera reconoce que un creador puede darse a la aventura de amarse en dos lenguas. Aunque nos da magníficos ejemplos de escritores cuyas obras revelan en mayor o menor medida este tipo de aventura (Nabokov, Huidobro, Lautréamont, Betances, Cortázar, Carpentier, Kafka, Borges, Pessoa, Conrad), el caso más ejemplar que analiza es el del gran poeta puertorriqueño, Graciany Miranda Archilla. Según el autor, a Miranda Archilla «una paradojísima serpiente de papel lo habitaba». En el fondo, Miranda Archilla representó la paradoja de vivir simultáneamente en dos contextos idiomáticos y culturales disímiles. Era una vertiente muy especial de poeta «latino» mucho antes de que el término existiera. En el caso de Miranda Archilla, no hubo fraude porque el poeta vivió y sintió el idioma y el contexto desde los cuales escribió su Hungry Dust. El autor, de esa manera, abre hábilmente el debate y presenta cuatro puntos que podrían formar parte de un coloquio futuro:

1) cuando la obra de un puertorriqueño, escrita en inglés, es buena, ha de ser incluida como ganancia;
2) hay que restablecer el justo balance partiendo de un nacionalismo fructífero;
3) hay que luchar sin negar las contradicciones;
4) la única lengua enemiga es aquella que se somete sin ser subversiva.

La letra muda: Réquiem por una biblioteca es el testimonio-paradigma de un pensamiento revolucionario profundo que nos incita a aceptar el reto de ser refundadores de mundos imaginados y afirmar lo propio sin despreciar el reto de lo ajeno. Es un libro audaz, valiente e incisivo que necesita lectores. Lectores decididos a escribir el país que vendrá.

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* Pedro López Adorno es novelista, antologista, poeta y crítico literario puertorriqueño. Su abuela materna lo trajo a Nueva York en 1965, año desde el cual ha vivido en esa ciudad. Obtuvo su Ph.D. en la New York University en literatura. Ha sido profesor titular del Hunter College desde 1987. Es experto en poesía latinoamericana, literatura caribeña contemporánea, literatura puertorriqueña desde la colonia hasta el presente. También es experto en literatura latina escrita en Estados Unidos. Como poeta es considerado una voz fundamental para la generación de poetas latinoamericanos nacidos después de 1950. Es autor de trece libros: La ciudad prestada / Poesía latinoamericana posmoderna en Nueva York (2002), Arte de cenizas / Poesía escogida / 1991-1999 (2004), y Ópera ardiente (2009). Su trabajo ha sido incluido en diferentes antologías como: El Coro: A Chorus of Latino and Latina Poetry (1997), Nueva Poesía Latinoamericana (1999), Entre Rascacielos/Amidst Skyscrapers (Twelve Hispanic Poets in New York) (2000), y Una gravedad alegre, Antología de la poesía latinoamericana al siglo XXI (2007).

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