Literatura Cronopio

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The big Johnny

THE BIG JOHNNY

Por Andrés Torres Guerrero*

1.

El sol entra por las fisuras de la persiana. La luz trae consigo la nostalgia de lo que nunca he vivido y, al tiempo, la incertidumbre frente a lo que pueda vivir.

Mi vida ha transcurrido en habitaciones. En esta pieza, donde ahora escribo, durante muchos años escuché, gracias a que mi papá sintonizaba la emisora Ecos de Pasto, dos programas radiales realizados por el padre Jaime Álvarez. La canción con la que daba inicio Despertar con Dios, decía: Alegre la mañana que nos habla de ti, alegre la mañana. Pero para mí, en aquellos años de bachillerato, las mañanas estaban lejos de ser alegres.

¿En qué parte de la historia me extravié? No lo sé. Cuando era adolescente me sentía como Buzz Lightyear cuando cree que es un guardián espacial. Luego, durante mucho tiempo, me sentí como la señora Nesbit… se fue… todo se ha ido… en un momento estás defendiendo toda la galaxia y de repente te encuentras tomando té con María Antonieta y su hermanita… yo podía suscribir lo enunciado por Ester Partegàs, quien, en su obra Detours, escribió sobre tickets de compra el siguiente texto: algunos (5$) días (15$) siento (80$) que (1$) no (5$) valgo (100$) nada (0,5$). Antonio Tabucchi, en Los tres últimos días de Fernando Pessoa, mencionaba algo que me cala profundamente, en aquel tiempo yo era un estúpido, ironizaba sobre la vida, no sabía gozar de la vida que me había sido concedida, y así perdí la oportunidad, y mi vida se ha disipado. Pienso en esta frase que citó Marcos Witt: El que no vive agradecido con lo que ya tiene, no será agradecido por lo que aspira tener.

Acabo de mirar el concierto de los The Beatles en la terraza del edificio Apple. Me conmovió. Retorné, por unos minutos, a aquellos años en que disfrutaba intensamente su música. Volví a la adolescencia, si es que alguna vez he salido de ella. Pensé que lo único que he hecho en las pocas terrazas en las que he estado, es barrerlas y, en ocasiones, colgar y descolgar ropa.

Sin ser un genio, ni creérmelo, pienso en un fragmento de En algún lugar, Y en las sombras/ mueren genios sin saber/ de su magia.

Entre los muchos errores que he cometido, enumero sólo cinco: 1) Estar sin Dios. 2) Convertir a ciertas personas en ídolos. 3) Ser infiel y hacer parte de una mentira. 4) Vivir durante mucho tiempo al lado de una mujer con la cual no me entendí. 5) Volverme loco con una tarjeta de crédito.

No he hecho gran cosa en la vida. Algunos de mis compañeros de bachillerato y de universidad se han ido a estudiar a otros países. Los pocos que regresaron han cambiado tanto que ya no son mis amigos. Los he contactado por las redes sociales. A veces me gusta asomarme a ver sus vidas contenidas en fotos que muestran que lo han logrado, que son cultos, exitosos, que han viajado, que tienen dinero. Yo qué podría fotografiar para mostrar. Quizá a mi mamá comprando en la tienda lo del almuerzo. A mi papá leyendo en una banca del parque Infantil. Si de algo me siento orgulloso es de ellos. Las que más lejos han llegado —para decirlo de esta manera—, son Mónica Martínez y Carmen Quintero. Las conocí en el Colegio Javeriano. Las dos estudiaron música. Carmen terminó su pregrado en los Andes y Mónica en la Javeriana. Ahora Mónica vive en New York y Carmen en Boston. Las dos han compartido con célebres músicos en prestigiosos festivales internacionales.

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Mientras a algunos de mis conocidos los miro al lado de destacados profesionales, en admirables escenarios, yo, a lo largo de estos años de docencia, me he tenido que enfrentar, en diversos salones de clase, con un tropel de vagos, que al final aprueban o pasan el año porque uno de los aspectos que más les interesa a los dueños del colegio es el dinero.

Desde hace mucho tiempo he realizado este tipo de análisis acerca de mis circunstancias, pero he sido incapaz de modificarlas. Siento asemejarme, en este aspecto, a ese tipo de mendigos que —cargando consigo un letrero en el que relatan su desgracia—, se instalan durante años a las afueras de un supermercado o una iglesia. Atrincherados en ese discurso se parquean en una realidad que no quieren transformar.

* * *

21. EDITAR: CAMINAR– ESCRIBIR

La vida no tiene significado en sí misma, sino sólo el significado que le damos. Como la arcilla en la mano del artista, podemos convertirla en una forma divina o tan sólo en un vaso de utilidad temporaria.
(Lama Anagarika Govinda)

Cámbiame y hazme otra vez
(Pablo Olivares)

El sonido de mis pies sobre la tierra se ha convertido en una nueva forma de expresión, en ocasiones, cada paso viene a representar palabras de una oración, letras de una canción, gemidos de un clamor…
(Jesús Adrián Romero)

Tú me formaste con tus propias manos…
(Job 10, 8.)

I.

Se diseña la vida de acuerdo a como se la lee y escribe. Paul Eluard aseveraba que Vivir es escribir con todo el cuerpo. La escritura: (torna)mesa de invocación. Carrete de amolar. Minga y jam session. Tecnología abridora de caminos. La ciudad es un territorio de escrituras, es un modelo para a(r)mar y se inventa según como se la recorra, habite y viva. La calle es una página para ser intervenida, creada, cosechada. Pagus (campo de cultivo, distrito agrícola)… página remite al universo semántico de la agricultura y sus labores: el latín pagina designaba «cuatro hileras de vides unidas en forma de rectángulo» [1]). Siguiendo a Corominas, también significa «clavar, hincar, fijar» [2].

Si, por un lado, el deporte de los pobres: caminar —como lo entendía Álvaro Salom Becerra [3]—, y, por el otro, no hay camino, se hace camino al andar —como lo escribiera Antonio Machado en Proverbios y cantares (XXIX)—; no hay caminos, hay que caminar —obra de Luigi Nono dedicada a Andréi Tarkovski— (1987); tú eres el camino, el umbral, los escalones (Ivan Malinowski); Abrir horizontes, mundos anchos y ajenos… y transformarse a cada paso e instante. Descentrarse y multiplicarse para ser otro y otros posibles… (Carlos Vásquez -Zawadzki) o Re-aprende a caminar y a mirar antes de volverte loco, me dijo el pájaro esta tarde (Assumpta Roura); habría que inventar un caminar hacia adentro, que posibilite escribir una poética del espacio.

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El espacio no existe, es simplemente una metáfora de las estructuras de nuestra vida [4], como tampoco existe el amor, tanto el uno como el otro, están para inventarse, están por inventarse. Caminaré, abrazado a mí amor,/ por las calles sin rumbo,/ descubriré que el amor es mejor,/ cuando todo está oscuro/ y sin hablar, nuestros pasos se irán,/ a buscar otra puerta,/ que se abrirá, como mi corazón,/ cuando ella se acerca. Pienso a este respecto en los estudios de Roberto Doberti sobre las puertas y ventanas y en películas como Medianeras (Gustavo Taretto, 2011), La finestra di fronte (Ferzan Özpetek, 2003), Rear Window (Alfred Hitchcock, 1954), Confesión a Laura (Jaime Osorio, 1991). Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999). Secret Beyond the Door (Fritz Lang, 1947). The Ninth Gate (Roman Polanski, 1999), Las estaciones de la vida (Bom yeoreum gaeul gyeoul geurigo bom. Kim Ki-duk, 2003). The Chronicles of Narnia: The Lion, the Witch and the Wardrobe (Andrew Adamson, 2005), Abrir puertas y ventanas (Milagros Mumenthaler, 2012), You Will Meet a Tall Dark Stranger (Woody Allen, 2010).

En este sentido, recuerdo, por una parte, Midnight in Paris (Woody Allen, 2011), donde la máquina del tiempo es un carro, y, por la otra, el poema Düsseldorf de Ana Bocanegra Briasco, en el que la bruma de la tarde es un portal para pasar a otro tiempo.

Düsseldorf

A A.G.A.

Conocí por fin la bruma de la tarde cuando cae y el amarillo dulzón de los árboles en su silencio entre pasos de gentes desconocidas para mí, y amé entonces más que nunca a Brahms porque lo entendí y recordé a Schumann que se tiró al Rhin quizás desde el punto donde yo me encontraba, quizás no, y a Heine, y odié la alta costura internacional y los alumínicos gigantes a cuyos pies uno camina y los grandes almacenes que te arreglan la vida en cuatro plantas y los adornos navideños en serie que te obligan a ser feliz en cuatro días. Y te amé a ti pues tu memoria era la mía en aquellos días en los que creí verte en tan lejanos bosques urbanos, con tus osados diecinueve años y el pecho abierto, henchido, aprendiz de heridas y fui feliz pues en todo esto que te digo había verdad y fuerza y me sentí sola [5].

Viajar al estilo de los Cronopios; deambular y escribir como lo hace Jesús Ferrero en New York [6] o Christoph Meckel en Berlín; intervenir el espacio urbano como lo realiza Florentijn Hofman o los artesanos del Carnaval de Blancos y Negros. Una visión sobre el trabajo artístico de estos creadores del sur se encuentra en el documental Carros alegóricos: escuelas y estéticas del carnaval de Pasto (Julio César Goyes Narváez y Javier Tobar, 2009).

En los últimos días he visto con insistencia el vídeo Bitter Sweet Symphony. Me agrada la fuerza con la que camina Richard Ashcroft. Él ha creado con su canto, con sus pasos, una fisura en el automatismo de la ciudad. Su actitud cuestiona; su nomadismo y su cuerpo conllevan una crítica. El discurso [7] de su voz y de su cuerpo me hacen pensar en un devenir minoritario: no aparentar, no hacer o imitar al niño, al loco, a la mujer, al animal, al tartamudo o al extranjero, sino devenir todo eso para inventar nuevas fuerzas o nuevas armas [8].

Ashcroft camina cuestionando. Hace del andar una práctica estética (como muy bien lo han estudiado Fernando González, Sebald, Werner Herzog, Francesco Careri o Michel Maffesoli, entre otros). Sus pasos son una escritura vitalista. Él escribe con estilo, con estilete, con un punzón, con una punta cargada de fuego [9]. El estilo da a la escritura un fin exterior que desborda lo escrito (Diálogos, p. 10). Quizá, por eso, tanto la canción como el vídeo me tocan; no puedo permanecer indiferente ante una escritura cuya finalidad es la vida (Diálogos, p. 10). La escritura de este caminante enriquece, carga de contenidos poéticos, la ruta por la que sus pasos van rompiendo la monotonía. Su voz gesta intensidades de conocimiento. Su andar es una exaltación de vida. En él se cumple aquello que escribió César Antonio Molina, el caminar como pensar [10] o lo que anotó Thoreau:

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Aún más, tienes que andar como un camello, del que se dice es el único animal que rumia mientras marcha. Cuando un viajero pidió a la criada de Wordsworth que le mostrase el estudio de su patrón, ella le contestó: «Esta es su biblioteca, pero su estudio está al aire libre» [11].

Él pone en órbita la calle y la pliega con sus palabras. Hace del asfalto un material dúctil en el cual danza mientras crea, piensa y escribe. A este respecto David Le Breton, en Elogio del caminar, apunta:

El caminar es una apertura al mundo. Restituye en el hombre el feliz sentimiento de su existencia. Lo sumerge en una forma activa de meditación que requiere una sensorialidad plena. A veces, uno vuelve de la caminata transformado, más inclinado a disfrutar del tiempo que a someterse a la urgencia que prevalece en nuestras existencias contemporáneas. Caminar es vivir el cuerpo, provisional o indefinidamente. (…) El caminar es a menudo un rodeo para reencontrarse con uno mismo [12].

La escritura aquí es una práctica guerrera de creación. Escribir significa trazar [13] y para esto se necesita tener estilo, crear un espolón que rasgue el cemento o el desierto de la página en blanco para hacerla renacer. La pluma tiene una punta incandescente, deja fuego y cenizas detrás de sí. Los incendios laterales que provoca: fama, suicidio, revoluciones, son secundarios. Pero además hace que los desiertos florezcan [14]. Pero a estas «alturas» de mi vida, me quedo con el caminar (el re-correr) de Jesús Adrián Romero quien mira a Dios en un niño de la calle sin un lugar para dormir.

II.

Crear es crear sentido [15].

La creación surge como un acto de resistencia [16].

Comprendí que la llamada «realidad» era una construcción mental [17].

Dis-cursus es, originalmente, la acción de correr aquí y allá, son idas y venidas, «andanzas», «intrigas» [18].

…trabajo de palabras, construcciones de la conciencia, luego maneras de hacer mundos [19].

Si has de hablar/ renueva las cosas/ ellas sobrevivirán tu ruina [20].

… la ciudad como «laberinto de signos» [21].

A partir de ciertos recorridos se han generado eventos artísticos. Referencio dos:

1) La Gruta Simbólica. Surge en Bogotá en el año de 1900, cuando una noche seis escritores: Julio Flórez, Luis María Mora, Julio de Francisco, Ignacio Posse Amaya, Miguel Peñarredonda, Rudesindo Gómez y Carlos Tamayo, caminaban por las calles de la capital colombiana, y son detenidos por unos soldados que les solicitaron el salvoconducto que les permitía transitar a esas horas. Recordemos que estamos en la Guerra de los Mil Días (17 de octubre de 1899- 21 de noviembre de 1902). Tamayo les dice a los soldados, ya que no tienen el salvoconducto, que están buscando un médico porque tienen a un enfermo en grave estado. Les piden a los militares que, por favor, los acompañen hasta la casa del médico. Y es de este incidente y esta ficción que nace, en la casa de don Rafael Espinosa Guzmán —carrera 5ª N.° 203, entre calles 16 y 17 (acera occidental)—, la Gruta Simbólica. Es en esta residencia, entonces, que se dan cita diversos escritores que habían nacido, más o menos, 30 años atrás. Todos ellos, paradójicamente, no estaban de acuerdo con el simbolismo, el vanguardismo o el ultraísmo. Ellos defendían las tradiciones culturales grecolatina y castellana. La Gruta Simbólica tenía un tinte político. Asistían a sus tertulias aquellos que se oponían a la dictadura de José Manuel Marroquín —escritor y presidente de Colombia, en el periodo de 1900-1904—.

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2) Recordemos un acto o una práctica artística de la vanguardia.

Fue en mayo de 1924 cuando Louis Aragon, André Breton, Max Morise y Roger Vitrac realizaron la primera deambulación surrealista o recorrido sin destino, con el único objetivo de «ver». Seleccionaron la ciudad de Blois (centro de Francia) al azar sobre un mapa y hasta allí se desplazaron en tren, desde París. Después siguieron su viaje conversando y caminando a pie a campo abierto, hasta llegar a Romoratin.

Este viaje, sin finalidad ni destino fijado, se convertiría en una forma de experimentación de la escritura automática surrealista sobre el espacio real [22].

Acerca del caminar, anexo a estos apuntes los siguientes títulos: Sliding Doors (Peter Howitt, 1998), Mr. Nobody (Jaco Van Dormael, 2009), Run Lola Run (Tom Tykwer, 1998), Cortázar (Tristán Bauer, 1994), The Angriest Man in Brooklyn (Phil Alden Robinson, 2014).

* * *

Los presentes relatos hacen parte de la Novela «The Big Jonny», de Andrés Torres Guerrero, publicada en 2015.

NOTAS.

[1] ABRIL, Gonzalo. Cortar y pegar. Madrid, Crítica, 2003. p. 41.
[2] COROMINAS, Joan. PASCUAL, José A. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Tomo II. Madrid, Gredos, 1984. p. 337.
[3] SALOM BECERRA, Álvaro. El deporte de los pobres: caminar. En: Nueva frontera. N°. 127. Bogotá, Abril 20-26 de 1977. p.33.
[4] BOURGEOIS, Louise. Damitas predadoras. En: Spot. Año II. N°. 5, edición 26. México, Rosa María Aserena Editora. p. 33.
[5] BOCANEGRA BRIASCO, Ana. Düsseldorf. En: De dioses y de perros. Granada, El Genio Maligno, 2009. p. 11.
[6] FERRERO, Jesús. Los libros y los días (9) Hola, Nueva York… En: Millones de años después del Big Bang. https://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/jesusferrero/blog/
[7] No hay paso al menos sin un curso, una continuación, una secuencia, aquello que forja la estructura de toda historia. Una historia es un caminar, un curso, un itinerario, un cursus, y un caminar forma siempre una historia. DERRIDA, Jacques. Descartes: Lengua e institución filosófica. En: La filosofía como institución. Traducción de Ana Azurmendi. Barcelona, Juan Granica, 1984. pp. 148-149.
[8] DELEUZE, Gilles. Diálogos. Traducción de José Vázquez. Valencia, Pre-Textos, 1980. p. 9.
[9] Pero también de un estilete, incluso de un puñal. (p. 27)(…) el spur inglés, el espolón, es la «misma palabra» que el Spur alemán: traza, estela, indicio, marca (p. 28). El estilo avanzará como el espolón, el de un velero por ejemplo: el rostrum, ese saliente que en la parte exterior hiende la superficie adversa. (p. 27) DERRIDA, Jacques. Espolones. Los estilos de Nietzsche. Traducción de M. Arranz Lázaro. Valencia, Pre-Textos, 1981. pp. 27- 28.
[10] MOLINA, César Antonio. Caminar como pensar. En: El País (España). Domingo, 25 de julio de 2010. https://elpais.com/diario/2010/07/25/opinion/1280008804_850215.html
[11] THOREAU, Henry David. Caminar. En: Un paseo invernal. Traducción de Marcos Nava. Madrid, Errata Naturae, 2014. p. 54.

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[12] LE BRETON, David. Elogio del caminar. Traducción de Hugo Castignani. Madrid, Siruela, 2011. p. 15.
[13] No deja de ser curioso que las ideas de cortar y separar estén en los origines de la palabra escribir: desde el sánscrito krnati (él hiere) y krtíh (cuchillo) pasando por el griego keréi (separar) y squeribh (cortar) y skariphos (estelita para escribir) hasta llegar al latino scribere y nuestro escribir. Por el contrario, la palabra leer, desde sus raíces griegas y latinas, corresponde a juntar y cosechar. Por último, la palabra sánscrita éti (él va) lleva, a través del griego, a las cercanas palabras latinas ire (ir), iter, itineris (camino) y coitus (reunión) —coito: re-unión de los sexos separados. RÍOS, Julián. Los caminos de la página: «El mono gramático», de Octavio Paz. En: Álbum de Babel. Barcelona, Muchnik, 1995. pp. 45-46. Todo depende, de hecho, de lo que se entienda por literatura: o bien la letra (ypáuua, huella, pisada, marca, inscripción… escritura) bien únicamente la literatura, en el sentido más convencional, el más denigrante (que es además un sentido tardío), como cuando se dice por ejemplo: y todo lo demás es literatura. En este sentido banal y más o menos peyorativo, pero que no es menos revelador, literatura significa en primer lugar, como se ha acordado desde hace tiempo, ficción. Entre la una y la otra (la letra y la ficción), la diferencia no es quizás otra cosa que la différance. Razón por la que además, Derrida habla también de «literatura» (cf. L´Ecriture et la différance, Seuil, y «La Différance», en Théorie d´ensamble, Seuil, Coll. Tel Quel, 1968).
LACOUE-LABARTHE, Philippe. La fábula (literatura y filosofía). En: Teoría literaria y deconstrucción. Madrid, Arco/libros, 1990. p. 136

[14] JUNGER, Ernst. El autor y la escritura. Traducción de Ramón Alcalde, Barcelona, Editorial Gedisa, 1987, P. 201.
[15] DE GARAY, Jesús. Crear sentido. En: Los rascacielos de marfil. Creación e innovación en la sociedad contemporánea. Madrid, Ediciones Lengua de Trapo, 2006. p. 33.
[16] PEREZAGUA, Marina. Fantasía y creación. En: Diálogo con Marina Perezagua sobre su libro Criaturas abisales. Cátedra Alfonso Reyes, Monterrey, 15 de marzo de 2015. https://www.youtube.com/watch?v=TWO2MClY9_Y
[17] JODOROWSKY, Alejandro. La danza de la realidad (psicomagia y psicochamanismo). Madrid, Siruela, 2001. p. 78.
[18] BARTHES, Roland. Fragmentos de un discurso amoroso. Traducción de Eduardo Molina. Madrid, Siglo Veintiuno Editores, 1982. p. 13.
[19] PENEDO PICOS, Antonio. La pregunta por el lenguaje en Barthes. En: Quimera. N°. 196. Octubre de 2000. p. 57.
[20] MUTIS DURÁN, Santiago. Soñadores de pájaros. Bogotá, Fundación Simón y Lola Guberek, 1987. p. 11.
[21] SALAZAR, Jezreel. La ciudad como texto: Crónica urbana de Carlos Monsiváis. México, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2006. p. 15.
[22] LÓPEZ RODRÍGUEZ, Silvia. Orientación y desorientación en la ciudad. La teoría de la deriva. Universidad de Granada. Facultad de Bellas Artes «Alonso Cano». Departamento de Escultura. Granada, octubre de 2005. p. 61.

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* Andrés Torres Guerrero es Licenciado en Lingüística y Literatura de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas (Bogotá, Colombia). Magíster en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana. Candidato a Doctor en Historia y Teoría del Arte y la Arquitectura por la Universidad Nacional de Colombia. El Instituto Distrital de Cultura y Turismo, IDCT, publicó Una larga cita Sin remedio con la noche bogotana (Beca Nacional de Investigación en Literatura, 2003). También ha publicado Sótanos (@Libros Editorial, 2010), Rutas de comunicación y ciudad (Fundación Universitaria San Alfonso, 2011). Se desempeña como docente en la Pontificia Universidad Javeriana, Universidad Central y en la Fundación Universitaria Los Libertadores. Algunos de sus textos han sido publicados en revistas virtuales como: H Enciclopedia (Montevideo); Espéculo (Universidad Complutense de Madrid); Crítica (Santiago de Chile) y Destiempos (México, D. F.).

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