Literatura Cronopio

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El entremes de los romances y el mucho mas amplio entremes del quijote

EL ENTREMÉS DE LOS ROMANCES Y EL MUCHO MÁS AMPLIO ENTREMÉS DEL QUIJOTE

Por Felipe Stark B.*

Abrir el Quijote es abrir otro mundo, encontrarse con un mar de extensiones infinitas. Se trata de un texto rico y complejo que tiene tantas aristas como las podría tener la mítica biblioteca de Babel. Esta complejidad la podemos comprobar en la primera parte de la novela, aquella que se publicó en 1605 y que se nos presenta como polifónica, una verdadera sinfonía literaria con varias melodías, una de las cuales nos remonta a un pequeño y anónimo texto teatral conocido como el Entremés de los romances y en el cual podría hallarse la piedra angular del monumento cervantino. Cabe decir, sin embargo, que esta piedra angular la cubre el polvo de los años que confunde y desordena todo; en efecto, muchas teorías se han propuesto sobre este guion teatral. Algunos lo calificaron como una vil copia del Quijote, epíteto y tesis que por mucho tiempo convivió con la crítica y que hoy, como demuestra Pérez Lasheras, se nos presenta como obsoleta.

Actualmente, nos parece más sensato creer que el Entremés de los romances fue uno de los chispazos que originó el Quijote. En un comienzo, mi intención en este trabajo era proponer que Cervantes había sido el autor del entremés, pero, poco a poco, tras la investigación que he realizado, nada puedo asegurar al respecto: el Entremés de los romances es una pieza dramática de autoría misteriosa que, sin embargo, dio origen a una de las obras capitales de la literatura española y universal. A continuación, entonces, propongo una reflexión sobre la historia del Entremés visto como un texto anterior al cervantino.

En esta línea, Martín de Riquer ha llegado a concluir que «Cervantes pudo leer o presenciar alguna representación del Entremés de los romances, y que ello le sugirió algún aspecto de su gran novela» (Riquer 134), razón que explicaría el eco que produce esta pieza en la actualidad. Surgen, sin embargo, los siguientes interrogantes: ¿Quién escribió el Entremés? ¿Cuál es su fecha de composición? ¿Cuál es la naturaleza de este texto? ¿Cervantes verdaderamente imitó el Entremés? ¿Cómo era el primer Quijote o proto-Quijote? Intentaré, en la medida de lo posible, contestar a todos ellos.

Pero antes, y para una mejor comprensión de mi trabajo, voy a resumir brevemente el argumento del Entremés. De manera similar a lo que le acaeció a nuestro manchego, a Bartolo, un joven campesino, se le seca el cerebro de tanto leer el Romancero y decide salir a combatir a los ingleses junto a su criado Bandurrio. Sus familiares tratan de disuadirlo, pero él sigue empecinado en su enfermiza idea; idea que se estanca cuando es golpeado ferozmente ―tal como don Quijote― con su propia lanza. Maltrecho en el suelo, es recogido por los suyos y llevado de vuelta al hogar. El Entremés finaliza con una boda futura, música y una situación jocosa.

A favor de este texto, se ha aducido que su composición fue hecha a partir de «más de una treintena de romances famosos», según afirma Pérez Lasheras (63), de los que, sin embargo, el anónimo autor, como aclara el mismo Lasheras, utiliza solamente seis como básicos de la trama.

Se han propuesto varias fechas posibles para la composición del texto entremesil. La crítica que se inclina por creer que el Entremés de los romances es anterior a la novela del Caballero de la Triste Figura ha situado la fecha de composición entre los años 1588 y 1593, aproximadamente. Otros críticos proponen que el texto es posterior al Quijote, sosteniendo que data de inicios del siglo XVII (hacia 1605). En mi opinión, el Entremés es anterior al texto cervantino y, con Pérez Lasheras, creo que su fecha de composición habría que ubicarla, más o menos, en 1592, tiempo en el cual el alcalaíno habría empezado a escribir Don Quijote de la Mancha (Pérez Lasheras 74).

Al leer el Entremés, es fácil entender las palabras de Riquer, quien no yerra cuando establece que entre este texto y el cervantino existe una «relación directa» (Riquer 134), la cual, si trazamos una línea de tiempo, ha cautivado a muchísimos hombres de letras. Hago hincapié en cinco, a saber: Adolfo de Castro, Ramón Menéndez Pidal, Luis Andrés Murillo, Antonio Pérez Lasheras y José Montero Reguera. El primero, cronológicamente, es Adolfo de Castro, quien, ante las similitudes del texto con el del Quijote, lo publicó en 1874, como nos cuenta Pérez Lasheras, entre unas obras atribuidas a Cervantes (Pérez Lasheras 62). Menéndez Pidal también lo menciona y dice al respecto que «ocurriósele a Adolfo de Castro exhumar esta pobre composición teatral» (Menéndez Pidal 20). El comienzo de la discusión sobre el parecido entre el Quijote y el Entremés data, pues, de hace 140 años. Cabe decir, como bien apunta Pérez Lasheras, que Castro habla de la existencia de una anterior publicación del Entremés que nos remonta a 1611 (61), lo que nos dice que esta pequeña obrilla ha circulado por mucho tiempo, pero fue recién en el siglo XIX cuando alguien reparó en las similitudes entre ambos textos.

La polémica se disparó cuando una parte de la crítica sostuvo que el Entremés sería una vil copia del Quijote, presuponiendo que en él se habrían remedado las locuras del manchego. Menéndez Pidal es muy duro a este respecto:

¡Extraña parodia que no contiene la menor alusión al personaje cervantino, famoso ya antes de editarse el Quijote, y que, en cambio, pone en acción los personajes y las situaciones de multitud de romances, como «Ensíllenme el potro rucio», «Hermano Perico», «Cabizbajo y pensativo», «El marqués de Mantua», etc.! (Menéndez Pidal 58).
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El asunto, sin embargo, no quedó completamente zanjado; después de Pidal, han sido muchos los académicos que se han preguntado cuál obra fue compuesta primero. Aunque Edward C. Riley era de la opinión de que los últimos estudios demostraban que el Quijote habría sido anterior, Pidal, y más recientemente Riquer, Lasheras y Montero Reguera, creen lo contrario. Lasheras y Riley publicaron sus estudios en 1986. El primero lo hizo en un artículo llamado El «Entremés de los romances» y los romances del Entremés; el segundo, en un libro que en castellano conocemos como «Introducción al «Quijote»; llama mi atención, como estudiante de letras, que dos tesis completamente distintas convivan tan cercanamente en el tiempo. El estudio de Riley, en efecto, apoya la tesis propuesta por Luis Andrés Murillo, quien a su vez basa su trabajo en las ideas de Eugenio Asensio. Murillo sostiene que el Entremés es posterior al Quijote, porque ambos se habrían compuesto y terminado en fechas similares, lo que daría pie a que el entremesista haya sabido del Quijote y luego haya imitado su estructura, pero, como Pidal, Murillo también se cuestiona que no se encuentren referencias a los personajes cervantinos. Lasheras es de la opinión contraria y, conociendo el trabajo de Murillo, lo cuestiona no sin razón.

José Montero Reguera, por su parte, cree también que el Entremés de los romances pudo haber servido de inspiración para moldear el Quijote, pero lo interesante de su postulado es la hipótesis de que habría servido para dar forma a un Ur-Quijote que consistiría en una novela corta, la cual terminaría tal y como finaliza el Entremés de los romances, pero, producto de la genialidad del resultado, Cervantes la habría alargado hasta dar forma a ese experimento literario que es la primera parte del Quijote. En mi opinión, la idea de Montero Reguera es muy factible; Cervantes buscaba una voz que le diera consistencia a su historia. Innumerables son las piezas que componen la primera parte; no solamente tenemos posibles influencias entremesiles, asimismo podemos encontrar elementos carnavalescos, de los cuales Riley nos ilustra con las reminiscencias que muestra de los personajes de don Carnal y doña Cuaresma. El Quijote es, pues, un ente vivo y no puede extrañarnos que este Ur-Quijote tenga la posibilidad de haberse originado en un entremés.

Quiero centrarme ahora en los parecidos de ambos textos. Para ello, recurriré a la invaluable ayuda de Riquer. Dice el distinguido catedrático catalán que «Bartolo, loco por la lectura de los romances, y don Quijote, loco por la lectura de los libros de caballerías, no tan sólo se comportan de un modo similar sino que ambos, después de haber caído del caballo y recibir una paliza con su propia lanza, se lamentan con los mismos versos» (Riquer 134). Esto, como bien podemos notar, es el principal de los parecidos que hay entre el capítulo 5 del Quijote y el Entremés. Cabe decir, sin embargo, que lo montado por el texto entremesil es ampliado, y con creces, por Cervantes; esta suposición, aunque simple, nos permite pensar que la obra magna de la literatura española sucedió a las locuras del desatinado Bartolo, pues, si seguimos los razonamientos de Pidal, podemos creer que no es posible remedar un texto si no contamos con sus elementos capitales y característicos; en este caso, don Quijote y Sancho.

Cierto es que Bartolo se acompaña de Bandurrio, su criado, pero el parecido más parece casual que intencional; es decir, no tenemos elementos de comparación suficientes para establecer una relación directa entre los caracteres de Bandurrio y Sancho. Más cercano está don Quijote de Bartolo, pero creo que no lo suficiente para poder decir que Bartolo es una parodia de don Quijote en el caso hipotético de que el Entremés de los romances fuera posterior a la novela del Caballero de la Triste Figura; es más, don Quijote es un Bartolo más desarrollado y, si seguimos esa línea de análisis, pienso que la genialidad cervantina se potencia, pues Cervantes supo ver más allá que el entremesista y dar forma a un personaje con pies y cabeza; quizá una cabeza que desfallece cuando oye hablar sobre las novelas de caballerías, pero que, a fin de cuentas, constituye uno de los personajes más emblemáticos de la literatura universal.
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Los académicos consultados en este trabajo concuerdan en la baja calidad literaria del texto del entremés, y más baja sería todavía si el autor entremesil, en el supuesto caso de que su texto fuera posterior al Quijote, no hubiera captado la esencia del personaje cervantino. Los críticos que piensan que el Entremés de los romances se sitúa después de Don Quijote de la Mancha opinan que el texto habría nacido en los albores del siglo XVII, aproximadamente. En tal caso, el personaje cervantino habría sufrido una terrible desnutrición para vestirse con las pieles de Bartolo, lo cual, si consideramos como una «imitación» o «parodia» hablaría muy mal del entremesista; más factible me parece la idea propuesta por los estudiosos que defienden la idea de que es un texto anterior al Quijote.

Hay otra particularidad muy interesante del Entremés de los romances, y es que algunos lo consideran escrito por un enemigo de Lope de Vega. Y, debo enfatizar, esto no es invento de Pérez Lasheras; la crítica en general concuerda en que el texto entremesil pudo haber sido escrito por un rival del Fénix. Menéndez Pidal, al referirse al trabajo de Juan Millé y Jiménez, dice que este autor «sugiere que el Entremés debe ser sátira contra Lope de Vega, cuando éste en 1588 se embarcó en la Invencible a poco de casado», pero es de la opinión de que «el partir a la guerra Bartolo recién casado es cosa exigida por el romancillo “La más bella niña” (“hoy es viuda y sola, ayer por casar”) y el Entremés no hace sino poner ese romancillo en acción» (Menéndez Pidal 60). Lasheras, sin embargo, le otorga más crédito a esta idea de que el Entremés pretenda mofarse de Lope, como bien dije anteriormente, y cree que también por ello Cervantes se interesó en la pieza, razón que tendría su explicación en que el Fénix impedía por todos los medios que las obras del manco de Lepanto se montaran en los teatros de ese entonces (Pérez Lasheras 74). Esta teoría no solamente ha sido apoyada por Lasheras, sino también por Martín de Riquer y por López Navío, mencionado en este caso, debo aclarar, por el mismo Lasheras (Pérez Lasheras 67).

Quiero terminar esta ponencia sosteniendo que el Entremés de los romances no es un texto cualquiera. Considerándolo una pieza anterior al Quijote, su importancia, aunque extraliteraria, es innegable para comprender la novela más importante escrita en lengua castellana. Creo que podemos ver el Entremés como una de las piedras angulares del monumento cervantino; asimismo, debiese quedar claro que no se trata de una mera parodia del Quijote, porque no se encuentran en el texto alusiones al manchego, como bien recuerda Pidal, sino más bien al Romancero. Por otra parte, los textos del romancero que Pidal y Lasheras citan en sus respectivos trabajos nos vienen a recordar que, presumiblemente, el texto es de fines del siglo XVI. Y dadas las relaciones «espejadas» entre el Entremés y el Quijote ―pues habría que acuñar un neologismo para referirse a un caso tan interesante como es este en la literatura española―, muy seguramente nos dicen que Cervantes tuvo conocimiento de la pieza entremesil y que luego la utilizó en ese laboratorio literario que es la primera parte de las aventuras del hidalgo. Y si se trata de un «laboratorio» de juegos y experimentos con la palabra escrita, ¿por qué no podemos suponer ―con la evidencia que grandes hispanistas han recabado durante tanto tiempo― que se trata del fuego que le otorgó la vida a la gran obra de Cervantes? No se trata tampoco de un asunto de honor o del cual sentir vergüenza; los grandes hitos de la humanidad muchas veces se originan en las más humildes condiciones que se puedan imaginar. Y si nuestro querido Miguel de Cervantes y Saavedra pudo escribir algunas páginas del Quijote en las tinieblas de la cárcel y en medio de la soledad, bien pudo haberlo hecho a partir de un entremés que quizá fue, en su momento, un consuelo en su azarosa vida.

BIBLIOGRAFÍA.

Anónimo. «Entremés de los romances.» Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America (2002): 151-170.
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Pérez Lasheras, Antonio. «El «Entremés de los romances» y los romances del Entremés.» La Recepción Del Texto Literario: (Coloquio Casa de Velázquez-Departamento de Filología Española de la Universidad de Zaragoza. Jaca, Abril de 1986). Ed. Jean-Pierre Étienvre y Leonardo Romero. Madrid: Secretariado de Publicaciones de La Universidad de Zaragoza, 1988. 61-76.
Quilis, Antonio. Métrica española. Barcelona: Ariel, 2006.
Riley, E.C. Introducción al «Quijote». Barcelona: Crítica, 2000.
Riquer, Martín de. Para leer a Cervantes. Barcelona: Acantilado, 2003.
Spadaccini, Nicholas. «Introducción.» Cervantes, Miguel de. Entremeses. Madrid: Cátedra, 1998. 13-74.
Stagg, Geoffrey. «Don Quijote and the «Entremés de los romances»: A Retrospective.» Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America (2002): 129-150.

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* Felipe Stark es Licenciado en Literatura (2015) de la Universidad de los Andes, Chile. Escribe desde su infancia, incluyendo varios cuentos. Ha ganado varios concursos de relatos y tiene algunos libros sin publicar. En 2016 será publicado su cuento «Del dicho al hecho hay un maullido» como parte de la antología «Vidas de Gatos», una selección de cuentos ganadores de un concurso literario publicada por la Universidad de los Andes (Chile). Actualmente desarrolla una investigación en torno a Fahrenheit 451 y el héroe en el contexto distópico. Twitter: @fstarkb

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