1619, CARTAS EPÍSTOLAS: SEGUNDO FRAGMENTO
Por Alexis Da Costa*
Recuerdo contemplarla por varios minutos mientras dormía, después de una larga e inolvidable noche, y al final, justo antes de dormir, darle un tímido beso en la frente, un beso inocente, lento, romántico; esa era la señal de que terminaba la historia de otro día perfecto, una hoja más, para esa mencionada leyenda de amor.
Me gustaba mirarla fijamente a los ojos, en verdad lo hacía a diario; supongo que llego a notarlo. Para mí era como desnudar su interior, era alma con alma, corazón con corazón, yo sabía que solo eso le daría sentido a los días malos, era lo que llenaba al vacío y reconfortaba al interior.
Y no podría omitir los abrazos —¡Nunca olvidare sus abrazos!— fueron tiernos y siempre sinceros; de los que te enmudecen y detienen el tiempo como si ya nada importara, como si todo se hubiera ido, abrazos que te hacían viajar muy lejos, de esos que hacen hablar al corazón.
¿Saben?, curiosamente no recuerdo ningún pleito o discusión estando juntos; el amor nunca lo permitió —¿Increíble, no?— y a pesar del mar de diferencias solo logro recordar sonrisas, miradas y risas ¡Vaya que reíamos juntos! ¡Por todo y por nada, sin motivo o razón! Ella me regaló esa niña oculta y yo a ese, mi niño interior.
TERCER FRAGMENTO
No era el momento de sentir la sensación en el pecho, ni de mirarla y reír sin razón, el estómago no estaba listo para revolotear, ni el corazón para amar. Debí seguirme burlando de los enamorados y ser frio como lo dictaba la razón, tenía que tomarlo como un juego, como siempre sin alguna emoción.
Era fácil controlar los sentimientos, reír y hasta llorar con intención, hasta que repentinamente se perdió el control. Sé que no debía enamorarme, no había un motivo, no había lógica ni razón; sabía que todo terminaría tan rápido y absurdo como comenzó; no estaba en mis planes lo admito, nunca fue una opción y no me arrepiento, pero sé que no era tiempo de entregar todo sin antes asegurarlo al mejor postor.
Para mí es difícil admitir lo que me sucedió, después de tanto aguantar, algo tan tonto por fin me pegó, pero así se aprende y se regresa al estado natural en que todo empezó.
1619; CARTAS EPÍSTOLAS: PRIMER FRAGMENTO
Desde hace ya varios años suelo escribir algo que me gusta pensar como poesía; tengo de todo tipo, incluso puedo presumir de un relato para cada ocasión; desde los cursis empalagosos que tanto aborrecí, hasta aquellos extraños textos que me llegan a confundir.
Siempre me han preguntado quién es aquella musa de mi inspiración; insinuando que ya tengo un «nuevo amor» y siempre riendo he contestado «nadie, siempre lo hago». Ahora que leo con atención cada verso me sorprende la similitud, es extraño, incluso patético, es como si en todos pudiera encontrarla —suena absurdo, lo sé— es irónico pensar que ella siempre estuvo allí, incluso antes de conocerla, aun antes de escribir esta historia, este extraño relato de amor…
A veces comparo y he pensado que eso que escribo no es poesía, la poesía es en lo que me inspiro para escribir; la poesía es ella, siempre ha sido ella, todos la tenemos, pero cada quien elige el nombre, y con este escribe una leyenda, —¡leyenda sí!— porque nadie va a creerla, son escritas para dos, para guardarlas en su corazón.
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*Alexis Manuel Da Costa Yañez, México. Es estudiante de Relaciones Internacionales en UNAM y de Administración Pública en BUAP. Columnista político en periódicos regionales. Fundador de Presencia Juvenil A.C. Finalista del IV Premio de Novela Corta «Fundación MonteLeón» con la obra «1619; esa mujer» y autor de la antología digital «Eterno pensamiento de un Dionisio enlatado».
Siempre es un placer leerte.