LA CIUDAD EN LA LITERATURA
Por Rakel Barrios*
Desde el pasado siglo XX ha venido abriéndose camino dentro del complejo y divergente ámbito de la investigación social, los llamados Estudios Culturales. Con un marcado carácter de corte cualitativo, aparejado con el éxito de los avances tecnológicos, las comunicaciones y la informática.
Estos estudios nacen de los Cultural Studies, que despuntaron hacia las décadas del cincuenta y sesenta, en los círculos universitarios de Birmingham, Inglaterra. Siguiendo los planteamientos del antropólogo cubano Avelio Couceiro (2009˸16) hay que señalar, que, dentro la evolución histórica y epistemológica de la Teoría de la Cultura y la Culturología, dichos estudios aportan la urgencia de la contextualización e integridad, al son de lo más avanzado de la postmodernidad.
Como consecuencia de estos procesos y un intento de ponerse a tono con los Cultural Studies, comenzaron a desarrollarse a fines de siglo, los Estudios Culturales Latinoamericanos, que tienen como eje central de discusión la cuestión de la ciudad en América Latina.
La ciudad ha sido objeto de estudio científico desde la Revolución Industrial, cuando comienza su gran expansión, caos y desorden, hasta la actualidad. Hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, en la sociología y la filosofía aparece la noción de metrópoli como símbolo de la modernidad. Con sus características específicas, acorde con la ciudad típic
a del capitalismo: rápido crecimiento geográfico, demográfico, aparejado al creciente desarrollo de la economía. En las ciencias literarias cobra especial interés a partir de la segunda mitad del siglo XX, principalmente en Europa para extenderse al resto del mundo posteriormente.
La vida urbana se transforma a tal punto que la alienación y la fragmentación comienzan a tomar protagonismo. El individuo de estos espacios se convierte en la fiel reproducción de una sociedad que crece y evoluciona a un ritmo vertiginoso y cruel, lo que deviene en la actualidad en un tipo de persona pendiente de la moda y estatus que el mercado y la industria dictan como los patrones y normas correctas de belleza y buen gusto. Con una actitud consumista y egoísta donde la imagen replantea su significado, para adquirir nuevos valores y conceptos, hasta caer en la mayoría de los casos en lo kitsch, o de mal gusto.
En las primeras décadas del siglo XX se configura un nuevo pensamiento sobre la ciudad moderna, no desde la experiencia trágica de la modernidad sino, por el contrario, partiendo de una visión optimista donde la ciudad es pensada como motor de la modernización social, en estrecha vinculación con el desarrollo industrial, y como sitio en el que anidan la racionalidad, la urbanización y la industrialización. (Weber: 1999). En muchas ocasiones la literatura brinda una imagen abarcadora de las ciudades que más allá de un componente subjetivo se convierten en verdadera cuadra representativa de una realidad existente.
Retomando las concepciones latinoamericanas sobre la ciudad y su evolución son varios los autores que la trabajan defendiendo diversos posicionamientos: Álvarez y Pérez (2014:18) en su libro «Fernando Pérez. Cine, ciudades e intertextos» la consideran como una compleja unidad de carácter antropológico y cultural.
También expresa Amalia Signorelli (1999:75) que la ciudad consiste en un ámbito complejo en el cual existe una locación física (determinada por la arquitectura y el urbanismo) una actividad social productiva (de economía y servicios), un ámbito de carácter antropológico y cultural. Este último aspecto de la ciudad es un determinante de actitudes y conductas, de interrelaciones y modos de comunicación social: es la ciudad desde el punto de vista cultural. (Signorelli, 1999:75).
Hacia 1960 aparecen estudios con enfoques antropológicos que hablan de la ciudad en términos de lenguaje, discurso, y es cuando surge la idea de interpretarla como texto, teniendo en cuenta los valores intrínsecos, que poseen las diferentes lecturas en cuanto a las prácticas, modos de vida, costumbres, etc., que asume el escritor para expresar la imagen y significados que posee la ciudad para él. Partiendo de esta perspectiva, la ciudad se plantea como reflejo e inscripción de la cultura. Pero la ciudad convertida en texto, invita a tantas lecturas como la imaginación del autor y lector sean capaces de tener. Puede ser partiendo de sus calles, arquitectura, modos de producción, paisajes, la cotidianidad del transeúnte, hasta el mero intento del desconocido por interpretar sus ruinas. Así se facilitan nuevos diálogos, modos de interacción o conflictos, que no hacen otra cosa que demostrar la identidad e idiosincrasia de la cultura suscrita al paisaje de determinado espacio.
En este punto es de especial ayuda las concepciones del cineasta Ángel Rama en su libro, Ciudad Letrada, donde sienta las pautas en determinados aspectos que mucho contribuyeron a lograr un enfoque espacial en los estudios sobre la cultura en América Latina, y encontrar así mismo los antecedentes de la imagen de la ciudad dentro del mundo de las letras. Y es que históricamente la urbe ha sido tema de preocupación y motivo perenne en los marcos de la literatura latinoamericana, tanto como motivo de alegoría o un personaje al que se le agrega una serie de códigos e impresiones para representar uno u otro posicionamiento conceptual.
Rama analiza la estructuración de los estratos históricos urbanos en la región: ordenada, escrituraria, modernizada, politizada, revolucionaria, letrada; centrando especial interés en esta última, que define como:
La ciudad bastión, la ciudad puerto, la ciudad pionera de las fronteras civilizadoras (…). Pero dentro de ella siempre hubo otra ciudad, no menos amurallada ni menos, sino más expresiva y redentorista que la rigió y condujo. Es la que creo debemos llamar la ciudad letrada, porque su acción se cumplió en el prioritario orden de los signos y porque su explícita calidad sacerdotal, contribuyó a dotarlos de un aspecto sagrado, liberándolos de cualquier servidumbre con las circunstancias. (Rama, 2014:19).
Esta, no es más que la visión o idea que se ha posicionado en la mente del escritor, mediante los diferentes componentes psicosociales, saberes y experiencias, aprehendidos a lo largo de su vida, hasta conformar lo que llama ciudad letrada, que se diferencia de cada núcleo vivencial según su identidad y cultura propia.
El ensayista examina las variaciones de la cuidad letrada, a lo largo del desarrollo histórico social latinoamericano, así como las relaciones que se establecen, con la que llama ciudad real, o sea, la suma total, de los estratos y funciones del ámbito urbano.
Relación que se establece de acuerdo con los planteamientos del autor donde señala que de la ciudad real se divide a su vez en ciudad letrada y ciudad oral. La primera se refiere, al área donde se aloja todo lo referente a la cultura urbana, aquí la ideología toma el mando para instaurar y reproducir la hegemonía cultural, que consideran correctos con sus patrones de alta cultura que dominan y rigen este ámbito de la sociedad.
La misma se debe ver como una zona dividida a su vez en otros estratos, como la ciudad de las artes, en la que se concentran los diferentes espacios y discurso de las manifestaciones artísticas, desde un museo, una galería, hasta la propia arquitectura. Otro sector es la ciudad escrituraria, donde domina el discurso escrito en todas sus variantes, política, religiosa, académica, literaria, etc.
Los habitantes, son envueltos por la ciudad en cuanto a sus paisajes, arquitectura y recorridos, y al unísono la hacen suya, la moldean a su gusto y antojo a través de sus prácticas, carencias, uso de sus espacios públicos, relaciones socioeconómicas, y diversas apropiaciones e interpretaciones, que le confiere un sello propio, asumido por las disímiles esferas de la vida que transcurre en sus calles.
Es también más que edificios, lugares o arquitectura, y en verdad adquiere su esencia y relevancia en el caudal de símbolos, significados y significantes que cada habitante le suma. Donde el escritor como sujeto de la cultura con especial sensibilidad en el plano artístico convierte su obra en la memoria viva de identidad de su ciudad y que en ocasiones sin habitarla mantiene perenne el sentido de pertenencia que la hace única e irremplazable.
Por eso en el marco latinoamericano, la ciudad se transforma de escenario vivencial a personaje, capaz de imponer y desarrollar toda una trama dinámica a través de sus espacios cargados de complejidad y peso estructural. Donde le habla a sus habitantes como confidente innegable, propiciando un diálogo que replantea e interpreta una y otra vez los conflictos o situaciones sociales.
Ésta, es precisamente una de las facilidades que brinda el texto literario, de no solo representar la ciudad y todo su entramado, sino ser capaz de crear su propia ciudad, partiendo de concepciones propias y diferente del resto de las apropiaciones, ya sea por la ubicación geográfica del sitio o por los conocimientos y saberes del propio ente creador.
La investigadora argentina Rosalba Campra señala acertadamente que «las ciudades también se fundan en los libros» (2000: 19). Puesto que mediante la palabra se promueve, se recrea o se elabora el rostro de una ciudad, incluso es capaz este soporte, en ocasiones de rescatarla del olvido o revitalizar alguna que otra característica y valores propios que se creían perdidos.
Lo novedoso de estos estudios se basa en la problemática real que sufren con frecuencia la producción estética y cultural, donde dicho quehacer parece desligado a la dimensión espacial y territorial. Los planteamientos y análisis en el campo de las ciencias sociales, no pueden ser vistos de forma inherente como una inhibición del mundo y todo fundamento, que parten de las particularidades intrínsecas y valores culturales que posee el territorio, donde la contextualización en los marcos de las realidades en el mundo, América Latina y Cuba, juegan una papel tan importante.
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* Rakel Barrios es Licenciada en Estudios Socioculturales por al Universidad de Cienfuegos (Cuba). Tiene varias investigaciones tanto en la literatura como en la música, algunas de las cuales han sido reconocidas en eventos, entre las que se de destacan Influencias en la literatura femenina cienfueguera actual de las escritoras pertenecientes a la década de los 90, Ensayo sobre el discurso femenino. El caso Cienfuegos, y la publicación Joel Zamora: exponente de la música y danza flamencas en Cienfuegos. Actualmente es profesora investigadora de la misma universidad donde estudió. Entre otros reconocimientos obtuvo el mérito a la investigación científica que otorga el rector de la Universidad de Cienfeugos.