Literatura Cronopio

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Daguerrotipo Martiano

UN NUEVO ACERCAMIENTO AL DAGUERROTIPO MARTIANO. EL RETRATO A FAMILIARES EN SU DISCURSO POÉTICO EN VERSOS

Por Arianna Rodríguez del Rey García*
[x_blockquote cite=»José Martí» type=»left»]«Pues mi padre, Sres., fue un soldado; pues mi madre, Sres., aunque por su heroica entereza y clarísimo juicio, la tenga yo por más que princesa y más que reina, es una mujer humilde; pues mi hijo, señores, aunque en mis versos le llame yo mi príncipe, será un trabajador, y si no lo es, le quemaré las dos manos».[/x_blockquote]

[x_blockquote cite=»Ángel Augier» type=»left»]«Hacia la poesía conducen todos los caminos cuando estos nacen en el centro mismo del poeta».[/x_blockquote]

Mucho se ha escrito sobre José Martí y nunca será suficiente. Sin embargo, su dimensión humana no figura entre las más atendidas de su polifacética personalidad, debido a que estudiosos y críticos como Luis Rodríguez Embil [1] han privilegiado, a pesar de ser esta una dimensión imprescindible por la necesaria humanización de la personalidad histórico-social que fue, una exaltación hasta cierto punto fetichista acerca de la beatificación de nuestro Apóstol. Esa necesidad desmedida de mostrar una vida elevada a una perfección divina es un gesto que, más allá de sus intenciones, no se corresponde con la verdadera personalidad de José Martí. Como bien reconoce Matilde Varela cuando incursiona en el retratismo martiano: «Tal si algún aporte le debemos hacer a nuestro proyecto y a la preservación del amor al Maestro, sea aproximarnos a un Martí total, no sectario, no fragmentado, no extrahumano. Y una aproximación de esa naturaleza, que al mismo tiempo sea atractiva y útil, necesita de un asomo mayor al Martí beligerante, beligerante contra todos los problemas que afectan al hombre de hoy» (Varela, 2004:16).

La poesía en verso [2] deviene uno de los géneros literarios que ofrece un mejor acercamiento a la dimensión humana de Martí, a partir de determinados signos o tendencias a un autorretratismo que evidencia estados de ánimo y posturas espirituales ante realidades vitales y sociales. Dentro de esta arista de pensamiento y escritura resulta imposible ignorar la modelación artística de sus familiares, los que han recibido tratamientos diversos también en otros géneros, entre los que se destaca el epistolar. Sin embargo, no son escasas las alusiones en sus versos a algunos de sus familiares, lo cual añade atractivos y notas de interés a su obra poética. En este sentido, el tratamiento artístico adjudicado a ellos [3], se ha constituido no solo en simples alusiones sino en una manifestación de retratismo que completa su vocación fotográfica ya constatada por otros estudiosos de su obra.

Resulta perceptible, desde sus textos poéticos iniciales, la capacidad martiana para captar, a modo de instantánea, los detalles más significativos concernientes a situaciones, paisajes y seres humanos, concretando en su quehacer literario lo que más tarde declararía como máxima en las páginas de la Revista Venezolana: «el escritor ha de pintar, como el pintor» (José Martí, 2007: 211, t.7). Esta capacidad para pintar con palabras es perceptible en la práctica poética del Maestro, quien entregara a lo largo de su obra en versos atractivas instantáneas de personas que conoció y amó, entre los que cuentan algunos de sus familiares. Esa capacidad para captar, cual fotógrafo, lo más significativo de algo o alguien en un contexto determinado, signó gran parte su creación en versos [4].

A la vez que se advierte tal notoriedad, se constata algunas diferencias en el modo en que se erige cada retrato, ya que varios de ellos forman parte de un cuerpo poético, mientras que otros constituyen el tema de determinados textos. El comentado descubrimiento motivó el desarrollo del presente estudio.

Esta arista investigativa no ha sido constatada en las búsquedas en torno a la poesía martiana, aunque, como antes se anunció, se conocen otras investigaciones que abordan el fenómeno del retratismo en su prosa. Tal es el caso del estudio realizado por Luis Álvarez Álvarez, Matilde Varela Aristigueta y Carlos Palacio Fernández: Martí, Biógrafo (2007) en el que proponen que el retrato martiano es ostensible en su escritura biográfica por diversos componentes semánticos como «la eticidad, el delineamiento literario de la belleza y de lo sublime, la libérrima selección de pasajes de vida, la prioridad de la etopeya sobre la prosopografía» (Álvarez, 2007: 253).

A partir de lo antes expuesto se parte de la clasificación propuesta por los autores de Martí, Biógrafo (2007) en cuanto a retrato autónomo y retrato inserto, por considerarlo aplicable a la poesía martiana. Por tanto, el presente trabajo constituye un abordaje a la poesía en versos de José Martí a partir de la conformación artística del retrato a familiares teniendo en cuenta las tipologías de retrato autónomo e inserto. Allá el Martí biógrafo revela sus aristas de historiador, psicólogo a través de «relatos plenos, donde la historicidad está marcada por una creatividad no ficcional» (Álvarez, 2007: 256); acá, en la poesía, el retrato es una instantánea, captando cual consagrado artista, lo visible y oculto, lo exterior y profundo, la voz, los rostros, las almas.

Para este estudio se trabajó con toda la obra poética martiana recogida por la Edición Crítica de las Obras Completas de José Martí (2007) y compilada en los Tomos 14, 15 y 16. De ahí que se tomó una muestra de 19 poemas en versos correspondientes a los poemarios: Versos de circunstancias, Versos en periódicos y otras publicaciones, Versos libres, Versos sencillos, Cuadernos de apuntes y Poemas en hojas sueltas; donde constan manifestaciones explícitas del retrato martiano [5], priman escasas marcas cronológicas y en su mayoría coincide el título con el primer verso. Es válido aclarar que no constituye objeto de estudio en esta oportunidad el análisis del poemario Ismaelillo por proponer éste una exaltación de la figura de su hijo que se distingue por una gran movilización de elementos caracterizadores, para la conformación —en varios de los textos que lo componen— de instantáneas diversas, por lo cual se privilegia un universo mayor correspondiente al resto de su obra poética en versos.

Los poemas seleccionados se titulan: A mi madre; Carta de madrugada a sus hermanas Antonia y Amelia; Brigada I; Mi madre, el débil resplandor te baña; Mis padres duermen; Amiga: yo esperaba; Carmen; Drama en tres actos; Versos Sencillos VI; Viejo de la barba blanca; Rey de mi mismo; Hora de vuelo; Canto de Otoño; Yugo y estrella; Mi padre era español; Versos Sencillos XXVII; A Bordo; Bien vengas, mar…; Y las ofrendas-cuán pobres.

Matilde Varela, particularmente, resuelve abundar en el retratismo martiano «un estilo que nos hace vivir la existencia de los hombres que retrata» (Varela, 2004:11) en su artículo: Sobre retratos y héroes martianos (2004). Para José Martí, retratar, no significa realizar del sujeto un simple estudio, sino reconocer sus méritos y principales virtudes. Por tanto, no cabe duda de la certeza de esta investigadora cuando sostiene que los retratos: «son textos creíbles y no solo porque sean caracterizaciones de seres reales, sino porque son en esencia expresión […] de una personalidad» (Varela, 2004: 20) sobre la cual Martí reparó tras concebir sus principales características.

Conviene en este momento compartir algunas de las que la autora recoge en su escrito: «la individualidad, que hace irrepetible a cada ser humano; la integridad: que establece la armonía dentro de un mismo hombre; la estabilidad: que permite que permanezca la configuración, a pesar de los cambios internos y externos que afronta el sujeto» (Varela, 2004:20). Esto corrobora entonces la teoría sostenida por los autores de Martí Biógrafo, ya que los sujetos son retratados en la vastedad de su personalidad, por lo que Martí privilegia «presentarlos individualmente dentro de la generalidad y hacer ver cuán complejo es el espíritu humano» (Varela, 2004: 21).

En este sentido, el retrato para la poesía se convierte en un fenómeno escritural que logra captar y transmitir la plasticidad de cada calificativo por medio de instantáneas, delineadas a partir de cualidades físicas (externas) o morales (internas) del sujeto poetizado, conformador de un peculiar universo visual.

LOS POEMAS MARTIANOS QUE CONTIENEN RETRATOS

Según Ángel Augier, estudioso de la poesía martiana, «la obra de todo genuino poeta ha de ser resonancia pura de su propia vida» (Augier, 1982: 191). Numerosas han sido las investigaciones realizadas sobre la obra poética del Apóstol, sin embargo, el tratamiento de su familia ha resultado un tópico relegado y escasamente trabajado si se evalúa lo poco que se conoce en relación con la misma, exceptuando algunos elementos históricos y anecdóticos de su vida privada.

Dos familias tuvo Martí, cada una marcada por numerosas crisis que desgarraron su alma poco a poco, a las que pudo reponerse únicamente a partir de su fe inquebrantable en la causa justa de la independencia cubana. Crisis que atemperadas a sus composiciones poéticas en versos permiten comprender la grandeza de este hombre. «Así nace Martí para la poesía, al mismo tiempo que para su patria: entre un rumor de llantos y cadenas, y entre el yugo y la estrella de su canto futuro» (Augier, 1982:169) Juan Marinello, que en tantos aspectos se hermana con José Martí, según Augier expuso: «hemos de ver la poesía como ansia superativa […], impulso de decir lo íntimo o lo colectivo con eficacia artística. […] En Martí la obra poética fue la proyección natural, necesaria, fatal, de su espíritu» (Augier, 1982: 191).

En este sentido, los diecinueve poemas seleccionados para este estudio están comprendidos entre 1868 y 1891, o sea desde los quince a los treinta y ocho años de edad de José Martí, precisamente por tratarse de un período rico en cuanto a su producción poética.

Para el análisis que requirió la investigación se tomó en cuenta las clasificaciones de retrato autónomo y retrato inserto propuesto por los escritores de Martí, Biógrafo. En la poesía escrita en versos de José Martí, las tipologías retrato autónomo e inserto se evidencian de la siguiente manera: el retrato autónomo es ostensible cuando existe una intención por parte del autor de modelar artísticamente, a partir de calificativos específicos, un retrato de familia o un retrato individual de algún familiar en particular. El retrato inserto, por su parte, responde igualmente a una intención autoral, solo que, a diferencia del autónomo, inserta un retrato de familia, individual o incluso autorretrato (este último no es objeto del presente estudio) entre reflexiones sobre temas ajenos a los sujetos retratados. Ambos pueden advertirse a partir de imágenes instantáneas, o sea, calificativos específicos, fugaces, que remiten a una modelación artística de gran plasticidad. También pueden reconocerse estas tipologías por el empleo de citas, o sea, movilización de la voz del familiar por interés exclusivo del autor, proponiendo cierta dialogicidad y por tanto una connotación más sonora, lo que permite acogerse a la clasificación de Álvarez, Varela y Palacio referida a heteroglosia de hibridación y de ampliación.

De esta manera «el verso de Martí, como de auténtico poeta, es siempre reflejo depurado de aquel torbellino de íntimas angustias y afanes colectivos que fue su apasionada existencia». (Augier, 1982: 191).

EL RETRATO AUTÓNOMO

De las dos tipologías del retratismo martiano expuestas, se constata en la muestra seleccionada un mayor predominio del retrato autónomo, lo cual indica que de un total de diecinueve poemas, en once consta este tipo de retrato, donde el tratamiento a la madre y sus hermanas predomina más, seguido por su esposa, padre e hijo.

El estudioso japonés Daisaku Ikeda, durante un diálogo sostenido con Cintio Vitier sobre nuestro Apóstol, expuso «El núcleo familiar es la sociedad más antigua formada por el hombre; para mantener la integridad de la familia, la figura del padre es tan importante como la de la madre» (Ikeda, 2001:50).

Para Martí, esta igualdad de condiciones era nula, pues frente a la figura fría, seria y nada cariñosa de don Mariano, con la cual convivió hasta los años de adolescencia, contrastaba la imagen de su madre servicial, de buen ánimo, siempre tierna. Tal vez por eso los primeros versos de este poeta brotaron a partir de cantos filiales, ocasionales, dedicatorias de retratos, principalmente a su madre y hermanas.

A mi madre [6] es uno de los poemas más emblemáticos de José Martí. Escrito a la edad de quince años y en ocasión del cumpleaños de doña Leonor. Expone a partir de un discurso tierno calificativos sobre aquella señora que no solo le diera la vida, sino que fuese su amiga eterna, compensando un tanto con su cariño la reciedumbre conyugal. El retrato artístico de esta honrada mujer remite no solo a sus cualidades físicas: «Por tus caricias arrobadoras/ Y las miradas tan seductoras/ (…) /Sentir el roce de un beso ardiente/ Que de otra boca nunca es igual». (José Martí, 2007: 181, t.15). También predomina en los versos citados la alusión a las cualidades amatorias de doña Leonor cuando se refiere su hijo-poeta a las caricias, miradas y besos de su madre, destacando con ellos actitudes físicas que remiten a estados espirituales. Para la voz autoral, trastocada en sujeto lírico, el tiempo es inmutable cuando está con su madre, destacando la proximidad espacio-temporal entre ambos, por eso configura un sujeto no solo sublimado en sus manifestaciones exteriores, sino a la impronta espiritual dejada en este hijo, pues la «madre del alma» martiana entraña también una visión muy personal de ese sujeto amado infinitamente por el poeta que fue su madre.

Ese mismo año escribe con paternal ternura: Carta de madrugada a sus hermanas Antonia y Amelia [7]. Atribuye a ambas cualidades angelicales, relacionando el calificativo ángeles con el estremecimiento y el desfallecimiento: «Me han dicho que hay dos ángeles/ Estremecidos, / Que habitan de pasada/ Un pobre nido». (José Martí, 2007: 182, t.15).

En la primera de las alusiones a la angelicalidad de las hermanas como cualidad moral (pureza, delicadeza) que también tiene implicaciones físicas (de blancura y languidez) alude al calificativo «estremecidos» que pudiera en este contexto ser el sinónimo de sobrecogidos o intranquilos, lo que guarda lógica relación con el estado psico–físico de sus hermanas, en pleno apogeo de juventud. A su vez, alude al «pobre nido» que habitan de pasada, evocando la fugacidad de la permanencia de ambos sujetos en el hogar de la empobrecida familia habanera.

En un segundo momento, el poeta utiliza un comentario a la sazón de la angelicalidad como un recurso para movilizar el pensamiento y la voluntad de las hermanas: «Me han dicho que los ángeles, /Desfallecidos/ Tristes de no ver cielo/ Lloran impíos». (José Martí, 2007: 182, t.15). Dicho comentario condiciona el discurso poético para emitir la idea central del poema donde reafirma la voz lírica la necesidad de libertad e independencia de las ficcionadas hermanas a través de los versos: «¡No se corten las alas/ Los angelillos» (José Martí, 2007: 182, t.15) alertando acerca de la posibilidad real de no poder «volar del pobre nido» (José Martí, 2007: 182, t.15).

La instantánea de las hermanas es lograda por el sujeto lírico martiano a través de un calificativo que reitera durante el poema y denota cualidades físicas y morales. La angelicalidad como cualidad atribuida a ambos sujetos devuelve al lector una imagen metafórica que transmite la idea de blancura, languidez, delicadeza, pureza.
(Continua página 2 – link más abajo)

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