Literatura Cronopio

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Ellos tienen las canas en la frente,
La noche del amor en la memoria,
Y en la faz una lágrima caliente
Y un caliente cadáver por historia.
Ellos la oyen gemir, con ese extraño
Oído paternal, que oye y escucha
Más allá de las tierras del engaño
Donde el espíritu con el cuerpo lucha;
Ellos saben la voz que se levanta
En los misterios de la noche breve,
¡Y conocen el árbol en que canta
Y adivinan la rama en que se mueve!
Ellos la ven de la apartada huesa
Alzarse blanca, embellecer la vida
¡Y sienten en el instante que los besa,
Y en que en su corazón está dormida!
¡También es noche ahora
Y ella riega la tierra que la cubre
Con el llanto de amor que por mi llora!

¡No está! ¡No está! Las hojas que gimiendo
Grabé en dolor, por sus miradas, bellas
Abiertas miro aquí, como diciendo
¡Que el ángel que las vio partiose dellas!
Y el pensamiento mismo que en una hora
Amarga le envié, cabe el vacío
Libro amarillo y pálido está ahora,
¡Como el desierto pensamiento mío!
Ella el lenguaje hablaba misterioso
Del sueño y la oración; ¡ella tañía
En el arpa del ángel silencioso
El canto aquel que el ángel prefería!
Y allá en la paz en que la vida es bella
Y luna y sol alumbran la fortuna,
¡Yo un rayo de aquel Sol sentime, y ella
Otro rayo también de aquella luna!
Ella nació con flores en la frente;
Ella brotaba luz de su cabeza,
Y en sus brazos dormía blandamente
La Virgen sin color de la pureza.
¿Dónde es la Virgen ida
Si ella, su dulce hermana, es ya partida?
Yo vi como arrancada
Por mano vil del tallo, y deshojada,
Murió de desconsuelo
Y de perdido amor una flor blanca;
¡Así mueren los ángeles del cielo
Cuando al cielo la tierra los arranca!
Aquella rosa pálida encendida
En su mejilla en que la paz se jura;
Aquella claridad suave esparcida
En el tenue redor de su figura;
Y aquel párpado azul en que dormían
Las alas del amor eran de duelo
Lágrimas y de luz, que en sí vertían.
¡Memorias de su amor perdido al cielo!
De su perdido amor.
Ella sabía
Las mañanas de sol, tardes azules,
Noches en que la madre tierra fría
Con reflejos del Sol la amante Luna
Acaricia y esplende todavía.
Y supo bien los cantos del martirio
Y las hirientes trovas de la pena,
¡Y la manera con que gime el lirio
Y el modo con que llora la azucena!
Y cuando en el misterio de la tarde
La madre-flor su seno al aire abría
Al beso postrimer del Sol que aun arde,
¡Ellos la amaban, ella lo sabía!
La tierra la quería
Como quiere a los niños la mañana:
Era hermosa del Sol, y era mi hermana;
¡Pero en la tierra vil se me moría!

¡Oh, cómo está lo vivo
De muerto y agotado!
Y oscuro el Padre –Sol, ¡y yo cautivo
Del más mezquino afán, de ella alejado!
¿Verdad que tú me besas
En las que amaste míseras mejillas?
¿Verdad que están impresas,
En este altar inmenso de la tierra,
Tus rodillas al par que mi rodillas?
Pues no vimos los dos en aquel rayo
De una luna y de un Sol, y el mismo día…
Y eras tú del crepúsculo el desmayo
Y el vigor era yo del mediodía;
Pues tu ser y mi ser tan junto fueron
Que cuando no alentamos,
Con unas mismas lágrimas lloramos
Y en una misma fosa se cayeron;
Pues es verdad que al punto en que moriste
Contigo yo morí, y a ti la tierra
Atmósfera formó, y a mí más triste
Atmósfera fatal, cubre y encierra,
¡O vuelve tú a mi lado,
O llévame a tu mundo en ti encendido!
¡O mucho tú has dormido!
¡O mucho tiempo ha ya que he despertado!
¡Oh, madre, que la vez de la honda huesa
Alzarse blanca, embellecer la vida,
¡Y sientes el instante en que te besa
Y en que en tu corazón está dormida!
¡Oh, labios que el postrer aire gozaron
Que sus vírgenes labios respiraron!
¡Oh, brazos de mi padre, todo aquello
Que la palpó y la vio, cuanto por verla
Para mi corazón es ya tan bello!
¡Oh, destello del Sol, que en ti tuviste
Con su postrer Adiós, mejor destello!
Decidme cómo ha muerto;
Decid cómo logró morir sin verme;
Y puesto que es verdad que lejos duerme.
¡Decidme cómo estoy aquí despierto!

Anexo 4: Amiga: yo esperaba

«…Y es que mi alma está
muerta, hasta que le llegue al
cuerpo su hora».
Así dice en Una carta mi madre.

«Amiga: yo esperaba
Al hijo que ha venido:
El hijo está; mas tanto me lloraba
El alma, que en llanto se me ha ido.
El alma tengo muerta
En tanto que le llega al cuerpo su hora».
¡Esto dice una carta ante mí abierta,
Que parece que me ama y que me llora!

Esto mi madre dice, esta sublime
Mujer en todo amor pura y serena,
Que no sabe el terror con que se gime
Ni el llanto sabe de cobarde pena.

Yo como tú, tranquila y desgarrada
El alma llevo en la perpetua lucha,
Y a veces se repliega en mí espantada,
Trémula de terror por lo que escucha.

Bueno, mi madre: como tú la herida
El corazón jamás domado lleva,
Y va regando el campo de la vida
Con sangre pura, siempre clara y nueva.

Mi amor entiendes; en mi frente miras,
Imagen fiel del bárbaro combate,
Este fiero tumulto de las iras
Con que el henchido corazón me late.

Cuando mis pobres ángeles sonríen,
Cuando ese anciano sus desdichas llora,
¡Y no hay canas en el que no me envíen
La sorda voz con que a la muerte implora!

Tú sabes cómo, cuando el alma aquella
Que del hogar desierto se me ha ido,
A verme viene en una luz tan bella
Que en ella tengo el corazón prendido,

Grabado deja en mi cansada frente
El beso de dolor con que me llama,
Y una pálida luz que en el caliente
Hogar en rayos tibios se derrama.

Allá en la tierra miserable y fría
El pobre corazón me lo decía:
«¡Ay! ¿Cuándo vuelva yo? ¿Se me habrá ido
La candorosa niña que solía
En mis brazos hallar caliente nido,
Y perfumar de amor mi fantasía?»

¡Se fue! ¡Se fue!… No busques, madre amada,
Vestigios de la blanca crïatura
En implacables sombra anegada,
¡En esa estrecha humana sepultura!

No busques ¡vete! En la apartada tierra,
En el montón de cieno que la cubre:
Pues mi llanto del cieno no la arranca,
Pues la tierra a mis besos no responde,
¡Nada queda en la tierra de la blanca
Criatura que en sombras se me esconde!

Yo no quiero a ese polvo que la tuvo,
Ese lugar donde su cuerpo yace:
¡No la tiene, no es ella! Lloraría
Debajo de la tierra, si me viese;
Su corazón la tierra rasgaría,
¡Y cuando cerca de ella me sintiese,
Para volverme a ver, renacería!

¡No es ella! Yo no amo
Ese montón de polvo miserable:
¡No es el sepulcro de ella! Yo la llamo
¡Y no hay nada en el polvo que me hable!
Yo beso, yo golpeo
El húmedo rincón, donde repiten
Que cubierta de tierra la dejaron:
¡No con falso dolor así se agiten!
¡Los que me dicen esto, no la amaron!
¡La vieron! ¡La trajeron!
La amaron blanca, la miraron bella,
Y, cuando sobre tierra la tendieron,
¿No se tendieron a la par con ella?

¡Hermana! Yo te siento
Que desde el corazón me estás hablando:
Blanca te miro, pálida me tiendes
Tu mano pura que se pierde en sombra,
Y se me van los brazos a tu imagen
¡Y toda el alma trémula te nombra!

El alma toda te recibe ansiosa:
Aquí tienes la vida que me pesa;
¡Aquí tienes la carga fatigosa,
Aquí tienes el alma que te besa!…

¡Sombra no más! Mentira es que el sepulcro
Guarde lo noble de los seres yertos:
Nada en el polvo ni en la cal se encierra:
Pues mis ayes de amor están despiertos,
¡Ha de haber otra vida y otra tierra
Donde respondan a mi amor los muertos!…
¡Mentira! Venerable
No es la capa de polvo miserable
Que ni me ama, ni llora, ni me mira:
Florece el suelo en que una virgen llora:
Que ese polvo la guarda es vil mentira,
¡Pero es sueño también que me habla ahora!

¡Oh, madre! Si en el alma está despierta
La imagen de un amor que no perece,
No es ya verdad que el alma tengas muerta:
¡El sol de este dolor nunca anochece!

Anexo 5: Carmen

El infeliz que la manera ignore
De alzarse bien y caminar con brío,
De una virgen celeste se enamore
Y arda en su pecho el esplendor del mío.

Beso, trabajo, entre sus brazos sueño
Su hogar alzado por mi mano; envidio
Su fuerza a Dios, y, vivo en él, desdeño
El torpe amor de Tíbulo y de Ovidio.

Está bella mi Carmen, es tan bella,
Que si el cielo la atmosfera vacía
Dejase de su luz, dice una estrella
Que en el alma de Carmen la hallaría.

Y se acerca lo humano a lo divino
Con semejanza tal cuando me besa
Que en sus brazos de un espacio me reclino
Que en los confines de otro mundo cesa.

Tiene este amor las lánguidas blancuras
De un lirio de San Juan, y una insensata
Potencia de creación, que en las alturas
Mi fuerza mide y mi poder dilata.

Robusto amor, en sus entrañas lleva
El germen de la fuerza y el del fuego,
Y griego en la beldad, odia y reprueba
La veste indigna del amor del griego.

Señora del alma de la ley terrena,
Despierta, rima en noche solitaria
Estos versos de amor, versos de pena
Rimo otra vez, se irguió la pasionaria.

De amor al fin: aunque la noche llegue
A cerrar en sus pétalos la vida,
¡No hay miedo ya de que en la sombra plegue
Su tallo audaz la pasionaria erguida!

Anexo 6: Viejo de la barba blanca

Viejo de la barba blanca
Que contemplándome estás
Desde tu marco de bronce
En mi mensa de pensar:
—Ya te escucho, ya te escucho:
Hijo, más, un poco más:
Piensa en mi barba de plata,
Fue del mucho trabajar:
Piensa en mis ojos serenos,
Fue de no ver nunca atrás:
Piensa en el bien de muerte
Que lo gané con luchar.
Piensa en el bien de
Que lo gané con penar:
Yo no fui de esos ruines
Viejos turbios, que verás
Hartos de logros impuros
Perecer sin reparar:
Vamos, pues, yo voy contigo
Sé que muriendo vas:
¡Pero el pensar en la muerte
Ya es ser cobarde! ¡A pensar,
Hijo, en el bien de los hombres,
Que así no te cansarás!
El llanto a la espalda: el llanto
Donde no te vean llorar:
¿Hay tanta lágrima afuera,
Y vienes a darnos más?
Marino que echa agua al barco
Cuando lo ve zozobrar.
Quejarse es un crimen, hijo:
Calla: date ¡un poco más!
La barba muerta me tiembla,
Hijo, de verte temblar.
Recojo el cuerpo desecho,
Cierro los labios amargos.

Anexo 7: Yugo y estrella

Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
—Flor de mi seno, brava criatura,
De mí y de la Creación suma y reflejo,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Este, es un yugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
Esta, oh misterio que de mí naciste
Cual la cumbre nació de la montaña,
Esta, que alumbra y mata, es una estrella:
Como que riega luz, los pecadores
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Todo el que lleva luz, se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
La escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
¡Como que crea, crece! Cuando al mundo
De su copa el licor vació ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón: cuando a los vientos
De Norte y Sur virtió su voz sagrada,
La estrella como un manto, en luz lo envuelve,
Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
¡Se oye que un paso más sube en la sombra!
—Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata.

NOTAS

[1] Confróntese: El santo de América, por Luis Rodríguez Embil. Tomado de: Pourtuondo, José Antonio (1982) Martí, escritor revolucionario. Editora Política, La Habana.
[2] Se hace referencia a la poesía en verso para diferenciarla de la prosa poética martiana.
[3] Cuando se refiere a los familiares de José Martí se alude a sus padres: doña Leonor Pérez Cabrera y don Mariano Martí; sus hermanas, su esposa Carmen Zayas Bazán y su hijo José Francisco Martí y Zayas Bazán.
[4] No todas las alusiones a familiares resultan retratos precisamente.
[5] Ver anexo 1 y 2
[6] A partir de ahora, los próximos tres poemas citados fueron tomados de Ed. Crítica, t.15. CEM, 2007.
[7] Antonia Bruna Martí Pérez y Rita Amelia Martí Pérez.
[8] Ver anexo 3
[9] Se conoce también bajo el título: «Y es que mi alma…» en: José Martí, Poesías Completas (1953) Aguilar, S.A. de Ediciones, Librería Económica – La Habana, Pp.330. Ver anexo 4.
[10] Se reconoce como «Mi tojosa admiración» en: José Martí, Poesías Completas (1953) Aguilar, S.A. de Ediciones, Librería Económica – La Habana, Pp.228.
[11] Por la importancia que adquiere el poema dentro de la categoría de sujeto autónomo, se sugiere ver Anexo 5.
[12] Ver Anexo 6
[13] Carta a Manuel Mercado, Guatemala, 30 de marzo de 1878, Epistolario, t.1 , p. 116
[14] De las dos versiones propuestas por la Edición Crítica del CEM, 2007; se seleccionó la versión (A). 15 Ver anexo 7
[15] Así lo describe inicialmente José García a José Martí en una carta enviada desde Nueva York en febrero de 1887. Luego Martí emplea la misma expresión en la carta de contestación a este amigo.
[16] De las dos versiones propuestas por la Edición Crítica del CEM, 2007; se seleccionó la versión (B).
[17] Fue escrito por José Martí a la edad de 22 años y publicado en la Revista Universal de México el 7 de Marzo de 1875.

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*Arianna Rodríguez del Rey García (Cienfuegos-Cuba, 1992). Licenciada en Letras por la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas en el 2015. En el presente es profesora del Departamento de Estudios Socioculturales, en la Universidad de Cienfuegos. Ha obtenido lauros como el Premio Nacional Leer a Martí Edición XVIII con el ensayo: «Un nuevo acercamiento al daguerrotipo martiano. El retrato a familiares en su discurso poético en versos», donde resultó multipremiada, obteniendo el reconocimiento de la Biblioteca Nacional José Martí como institución promotora de tal competición y también un premio especial en la categoría «Gonzalo de Quesada y Miranda», en 2016.

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