FACTOR BOLAÑO: EXTRAVÍOS, VIAJES Y PRESIDIOS
Por C. Valeria Bril
[x_blockquote cite=»Roberto Bolaño, Los detectives salvajes» type=»left»]«La vida hay que vivirla, en eso consiste todo, simplemente. Me lo dijo un teporocho que me encontré el otro día al salir del bar La Mala Senda. La literatura no vale nada» [/x_blockquote]
Las exigencias internas en la obra de un escritor requieren, la mayoría de las veces, la desaparición de su figura como autor. La figura desaparece en beneficio de la obra que va adquiriendo vida «propia». Como estrategia, el autor experimenta con su trabajo una tensión crítica que involucra su figura a partir del desgarramiento ficcional con su obra.
La no presencia de Bolaño convierte al autor en un fugitivo o un prófugo de su universo literario o de ficción, y le concede un sello personal a su arte literario. El ser extraviado es un atributo que Bolaño comparte con sus personajes como una forma de identidad para caracterizar su estética-poética. Desde esta perspectiva, el estilo de escritura de Bolaño enriquece o adorna figurativamente con una suerte de «extravío» a sus personajes, como por ejemplo: a Beno von Archimboldi en la novela 2666 (2004), a Carlos Wieder en Estrella distante (1996), a Cesárea Tinajero, Arturo Belano y Ulises Lima en Los detectives salvajes (1998), entre otros. Este extravío se representa narrativamente a través de la idea del «viaje» (tanto Bolaño como sus personajes eran trotamundos) que se torna en sí mismo un tópico en su escritura. De este modo, Bolaño transforma cualquier viaje que realizan sus personajes «extraviados» —escritores o aspirantes a serlo— en una travesía de aprendizaje que atraviesa toda su obra, y por qué no decirlo, su vida.
En este punto, se hace necesario precisar que «a Bolaño le divertía la idea de esfumarse, de dar plantones en los momentos más inesperados. Su obra está llena de fugitivos que persiguen la huida misma» (Neuman, 2008: n.p.). Y para lograr entender la lógica de Bolaño en cuanto a la caracterización del extraviado o fugitivo es indispensable recurrir a la definición de «arrojado» de Julia Kristeva. El concepto de «arrojado» está relacionado con la «abyección», dado que, según Kristeva, dentro de la abyección existe una violenta y oscura rebelión del ser contra aquello que lo amenaza, y lo abyecto tiene la capacidad de oponerse a ese ser —al «Yo»— que está entre un polo de atracción y repulsión que lo arrastra fuera de sí. Para Kristeva, el «arrojado» es un
Constructor de territorios, de lenguas, de obras, el arrojado no cesa de delimitar su universo, cuyos confines fluidos —estando constituidos por un no-objeto, lo abyecto— cuestionan constantemente su solidez y lo inducen a empezar de nuevo. Constructor infatigable, el arrojado es un extraviado. Un viajero en una noche de huidizo fin. Tiene el sentido del peligro, de la pérdida que representa el pseudo-objeto que lo atrae, pero no puede dejar de arriesgarse en el mismo momento en que toma distancia de aquel. Y cuanto más se extravía, más se salva […] (Kristeva, 1988: 16. La cursiva es nuestra).
El sentirse «extraviado» o estar extraviado es una situación que desestabiliza a los personajes de Bolaño, y provoca dudas, rencores e imprecisiones a la hora de actuar. Hay siempre un cambio de perspectiva en los personajes extraviados como es el caso más notable de la dupla: Arturo Belano y Ulises Lima en la novela Los detectives salvajes. Las perspectivas de estos personajes se amplían a partir de una constante preocupación que los vincula con la literatura y que se manifiesta en un estado de extravío continuo.
La novela Nocturno de Chile (2000) que el propio Bolaño había titulado como «Tormenta de mierda» y que por consejo de su editor Jorge Herralde (y del escritor Juan Villoro) cambió el nombre, constituye una metáfora de un conjunto de elementos como son el complot, la paranoia, el desconcierto, la traición, el desencanto y la impostura, que pueden llegar a formar parte del sentimiento de extravío que está presente en la obra. Este conjunto de elementos puede ser observado como el recuerdo de una imagen con la cual Bolaño describe a su Chile natal, la de un país infernal. Bolaño afirmó que su novela: «Es una metáfora a aquello que decía un poeta, ‘toda una vida perdida’, a la constatación de que se ha perdido toda una vida. Cuando ocurre y se sigue viviendo, lo que viene a continuación es la tormenta de mierda, el apocalipsis individual» (Jösch, 2000: n.p.). Y entonces sus personajes se convierten en «náufragos» o «son más bien seres extraviados, en el sentido que todos estamos extraviados» (n.p.).
En Nocturno de Chile se narra sobre el personaje Sebastián Urrutia Lacroix, un sacerdote del Opus Dei y crítico literario que escribe bajo el pseudónimo de H. Ibacache y que asistía a las tertulias literarias en casa de María Canales y Jimmy Thompson. Este personaje se extravía en una ocasión y al «extraviarse», va recorriendo la casa hasta que ve a un hombre atado a una cama metálica con los ojos vendados en un cuarto iluminado por una débil luz. Ante tal situación, el personaje dice que «al verse y saberse perdido en el sótano de María Canales no tuvo miedo» (Bolaño, 2000: 140).
Los personajes en los libros de Bolaño parecen no tener miedo, y a pesar de saberse «extraviados» siguen adelante en sus búsquedas, porque están siempre «haciendo literatura». En la novela Amuleto (1999), Auxilio Lacouture, Arturo Belano (el alter ego de Roberto Bolaño) y Ernesto San Epifanio se encuentran frente al rey de la colonia Guerrero: «y en ese momento yo [Auxilio Lacouture] pensé: está haciendo literatura, está haciendo cuento, todo es falso, y entonces, como si Arturito Belano me hubiera leído el pensamiento, se volvió un poco […]» (Bolaño, 1999: 85); y en Nocturno de Chile, María Canales: «dijo que así se hacía la literatura en Chile» (Bolaño, 2000: 146). Estos personajes —así como lo hiciera su autor, Roberto Bolaño— parecen estar «haciendo literatura», una literatura que se desarrolla en medio de una vida o de varias vidas perdidas.
En los primeros versos del Canto I de la Divina Comedia Dante Alighieri escribe: «A mitad del andar de nuestra vida/ extraviado me vi por selva oscura,/ que la vía directa era perdida» (1999: 13). El viaje adquiera una representación particular en la obra de Bolaño que se asemeja al sentido que le otorga el poeta italiano.
EL VIAJE
La radicalidad en el comportamiento de algunos personajes como los poetas Arturo Belano y Ulises Lima en Los detectives salvajes, se acerca ideológicamente a su autor por el modo de proceder y de vivir la literatura, ya que, según Bolaño, «no cre[e] que Belano y Lima fuesen marginales: yo los veo como un par de exquisitos radicales que vivieron acorde a su postura» (García G., 2008: n.p.). La novela se centra en estos dos poetas perdidos en México que dedican sus vidas a los viajes y a la búsqueda de la poeta Cesárea Tinajero, o mejor dicho de la poesía. Estos personajes entrañables de la literatura, y vale también para otros, siguiendo la opinión de su autor, «[pueden] viajar de verdad [porque] los viajeros no deben tener nada que perder» (Bolaño, 2003: 150).
El viaje en la obra de Bolaño se puede leer tal y como lo definió Charles Baudelaire en su poema «El viaje» en Las flores del mal (1857), como el de los condenados porque «los verdaderos viajeros sólo parten/ Por partir» (Poema nro. 126). En este sentido, Bolaño asume que el viajero o «el fantasma» que representa a los viajeros va enumerando «las estaciones del infierno», aunque en el viaje no se rehúye de ciertas visiones paradisíacas.
La diferencia entre el viajero de Baudelaire y los viajeros de Bolaño: es que el viajero del autor francés «tiene la cabeza incendiada y el corazón repleto de rabia y amargura» (Bolaño, 2003: 150), pero es alguien que razonablemente quiere salvarse; mientras que los viajeros bolañianos tienen la cabeza «incendiada» de poesía y el corazón repleto de dolor, pero son sujetos que también quieren salvarse encontrando a/en Cesárea Tinajero el origen de la poesía.
En el ensayo «El narrador» (1936) de Walter Benjamin se estipula que cuando alguien realiza un viaje puede contar algo, ya que ese narrador —que imaginamos— viene desde lejos, y a diferencia del maestro sedentario es «un aprendiz migrante» (aquí se hace la diferencia entre el narrador que es el que viaja y el novelista que es el sedentario). El narrador es admitido junto al maestro y al sabio, y «es la figura en la que el justo se encuentra consigo mismo» (Benjamin, [1936] 1991: 21) («el justo» puede ser un hombre sencillo y hacendoso que llega a asemejarse a «un santo» de la manera más natural), puesto que «El narrador es el hombre que permite que las suaves llamas de su narración consuman por completo la mecha de su vida» (21).
El viaje (como lo entiende Bolaño) se aplica a la poesía, porque todo el poema es en sí mismo como un barco o una caravana que se dirige al abismo y que en esa «travesía infernal» el viajero intuye su destino, y siente que en «su asco, en su desesperación y en su desprecio» (Bolaño, 2003: 154) quiere salvarse. Pero también podemos encontrar «el viaje» como lo piensa Mallarmé, según Bolaño: el menos inocente de todos los grandes poetas, quien dice que hay que viajar y volver a viajar. Y entonces Bolaño se pregunta: ¿a qué se debe el entusiasmo de Mallarmé? ¿Nos está invitando a viajar o nos está enviando, atados de pies y manos, hacia la muerte?
Bolaño responde que en realidad Mallarmé quiere volver a empezar, aunque el viaje y los viajeros estén condenados. Y para Bolaño el viaje es un nuevo comienzo y «lo nuevo, aquello que sólo se puede encontrar en lo ignoto, [por eso] hay que seguir transitando por el sexo, los libros y los viajes, aun a sabiendas de que nos llevan al abismo, que es, casualmente, el único sitio donde uno puede encontrar el antídoto» (Bolaño, 2003: 156. La cursiva es del autor).
LOS EXTRAVIADOS
Esta combinación de viajes, sexo y literatura, impulsa a los personajes de Bolaño en Los detectives salvajes a desaparecer al final de la primera parte de la novela, cuando a bordo del viejo auto con abolladuras, el Impala del 74 de Joaquín Font (antes de que éste se volviera loco, y que según su mujer su locura provenía por el robo o sustracción del vehículo), Belano y Lima —con Juan García Madero y Lupita— se pierden en la búsqueda de la poetisa Cesárea Tinajero por el desierto de Sonora. Así los poetas que estaban sucios, ojerosos y sin afeitar (Belano, pero no Lima porque era lampiño), son vistos por María Font, una de las hijas de Joaquín Font, quien al encontrarlos en esas condiciones no les preguntó por el auto de su padre sino que pensó que:
yo igual los hubiera besado a los dos, y no sé por qué no lo hice, me hubiera ido a la cama con los dos, a coger hasta perder el sentido, y después a mirarlos dormir y después a seguir cogiendo, lo pensé, si buscamos un hotel, si nos metemos en una habitación oscura, sin límite de tiempo, si los desnudo y ellos me desnudan, todo se arreglará, la locura de mi padre, el coche perdido, la tristeza y la energía que sentía y que por momentos parecía que me asfixiaban. Pero no les dije nada (Bolaño, 1998: 189).
El sexo ocupa un lugar importante para todos los personajes de la novela, porque el sexo «lo cura todo»: la locura, la tristeza, las pérdidas y los excesos, y aparece unido a la literatura. En muchos segmentos de la obra, el sexo se plantea como un acompañamiento en el arte de la escritura de la poesía, e incluso es lo que decide el destino de los escritores que de acuerdo a una elección sexual se colocan en un escalafón literario («maricones», «maricas», «mariquitas», «locas», «bujarrones», «mariposas», «ninfos» y «filenos»). Además el protagonista de Los detectives salvajes, Arturo Belano, habla todo el tiempo de literatura y de sexo —con Simone Darrieux y otros personajes—. De Belano se afirma que producía mucho, en otras palabras escribía mucho (y esto puede o no tener correlación con la frecuencia de sus encuentros sexuales) a diferencia de otro personaje, Guillem Piña, que vivía tranquilo y producía poco.
Arturo Belano que es reconocido como el alter ego de Roberto Bolaño, había sido hospitalizado en el Valle Hebrón (al igual que Bolaño) en seis ocasiones a lo largo de dos años. Este dato biográfico no es el único que comparte con su autor, dado que antes del viaje de Arturo Belano a África —el viaje a este continente es otro dato que forma parte de la biografía de ambos, del personaje y de su autor—, éste tiene un enfrentamiento con el crítico Iñaki Echavarne por una supuesta futura reseña que haría el crítico a su último libro: «El problema, dijo él, es que el crítico, un tal Iñaki Echavarne, es un tiburón. ¿Es un mal crítico?, dije yo. No, es un buen crítico, dijo él, al menos no es un mal crítico, pero es un jodido tiburón» (Bolaño, 1998: 474).
La ironía de Bolaño siempre queda plasmada como una huella que describe el impulso visceral o sanguíneo del autor y que recuerda los innumerables enfrentamientos que tuviera con críticos literarios, profesores y escritores. Una vez más el objetivo se cumple en la escritura de Bolaño cuando se alude de un modo diverso al lugar de extravío del escritor, un lugar donde se coloca voluntariamente, y a veces lo coloca la crítica académica para hablar del supuesto papel secundario que ocupara en la escena cultural y que evidentemente ha dejado de ocupar en la actualidad.
OTRA FORMA DE «EXTRAVÍO»: LOS PRESIDIOS
Los escritores aprenden de manera diferente su oficio, y en algunos casos tienen que asimilar la experiencia de la cárcel como una condición necesaria para producir sus escrituras en una suerte de «extravío. Esta experiencia desagradable deja marcas en los escritores cuya imposición carcelaria se va a ir manifestando literariamente de diversos modos, como por ejemplo: en el Marquéz de Sade y en Antonio Di Benedetto. El primero estuvo preso veintisiete años, y este cautiverio, según la crítica literaria, generó en el Marquéz de Sade «una ética de la soledad y la destrucción» (Néspolo, 2004: n.p.) que la plasmó abiertamente en su escritura; y el segundo estuvo preso un año y siete meses, y esto le generó a Antonio Di Benedetto [1] «una ética de la culpabilidad y el absurdo» (n.p.) que la traslada también a su escritura con diferentes niveles de observación en sus textos.
En el caso de Bolaño, estuvo preso ocho días, si bien en comparación con los escritores mencionados es bastante menos, este cautiverio le permitió generar una ética de la violencia y la imaginación que la conduce en su escritura bajo la aparente sumisión del despliegue de una violencia innecesaria —sus libros exponen diferentes grados de violencia— y de la urgente reivindicación de la libertad en la vida y en el ejercicio de la literatura. Basta recordar el cuento de Bolaño «El Ojo Silva» del libro Putas asesinas, entre otros relatos y novelas, en donde se deja asentado el precedente de la violencia que ahoga al escritor latinoamericano: «Lo que sucedió a continuación de tan repetido es vulgar: la violencia de la que no podemos escapar. El destino de los latinoamericanos nacidos en la década de los cincuenta» (2001: 22).
El dolor, el encierro y el desgarramiento que circunscriben el extravío de los personajes bolañianos y de su autor, al querer manifestar una conciencia activa que vaya más allá de cualquier orientación moral, psíquica o de responsabilidad, se asume como una forma de enfrentar cualquier miedo o castigo que la sociedad demande para sus hijos latinoamericanos que sufrieron la falla o el punto ciego de la política corrupta.
NOTA
[1] El escritor argentino Antonio Di Benedetto (2 de noviembre de 1922, Mendoza – 10 de octubre de 1986, Buenos Aires) fue detenido por la junta militar unas horas después del Golpe Militar del 24 de marzo de 1976 acaecido en la Argentina. Di Benedetto estuvo detenido unos meses en Mendoza, en el Colegio Militar, y lo trasladaron a la Unidad 9 de La Plata, en Buenos Aires. Estuvo preso desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 4 de setiembre de 1977 y sufrió cuatro simulacros de fusilamiento.
BIBLIOGRAFÍA
ALIGHIERI, D. (1999): La divina comedia. Espasa Libros, Madrid, España.
BAUDELAIRE, C. ([1857] 2011): Las flores del mal. Alianza Editorial, Madrid, España.
BENJAMIN, W. ([1936] 1991): El narrador. Editorial Taurus, Madrid, España.
BOLAÑO, R. (1996): Estrella distante. Anagrama, Barcelona, España.
BOLAÑO, R. (1998): Los detectives salvajes. Anagrama, Barcelona, España.
BOLAÑO, R. (1999): Amuleto. Anagrama, Barcelona, España.
BOLAÑO, R. (2000): Nocturno de Chile. Anagrama, Barcelona, España.
BOLAÑO, R. (2001): Putas asesinas. Anagrama, Barcelona, España.
BOLAÑO, R. (2003): El gaucho insufrible. Anagrama, Barcelona, España.
BOLAÑO, R. (2004): 2666. Anagrama, Barcelona, España.
FOUCAULT, M. ([1970] 1992): El orden del discurso. Tusquets Editores, Buenos Aires, Argentina.
GARCÍA G., M. (2008): «Ruta infrarrealista / Claves de un escritor-leyenda. Mario Santiago: El poeta salvaje», en El Mercurio, Santiago de Chile. .
JÖSCH, M. (2000): «Roberto Bolaño: ‘Si viviera en Chile, nadie me perdonaría esta novela’», en Primera Línea. <www.letras.s5.com/bolao21.html>.
KRISTEVA, J. (1988): Poderes de la perversión. Siglo XXI Editores, Madrid, España.
NÉSPOLO, J. (2004): «Entre Líneas», en Página 12 Radar, Argentina. <www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-1222-2004-09-12.html>.
NEUMAN, A. (2008): «Las tres apariciones de Bolaño», en Ñ Revista de Cultura, Argentina. <www.revistaenie.clarin.com/notas/2008/11/15/_-01802130.html>.
____________
* C. Valeria Bril es Licenciada en Letras Modernas e investigadora becaria doctoral por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina. Ha publicado artículos y ensayos en revistas nacionales e internacionales como por ejemplo: «Una mirada crítica en el horizonte simbólico de Roberto Bolaño» (2008–2009), «La ficción de oralidad como ‘intertexto’ en los cuentos rulfianos» (2009), «Roberto Bolaño, un habitante extraviado en la literatura chilena» (2009), «La ‘caja negra’ de Roberto Bolaño, una literatura sin residuos» (2011), «La representación social de la ‘otredad’ en el discurso literario. El caso Bolaño» (2011), «La pasión imaginaria de Roberto Bolaño» (2011), «La ‘otredad’ latinoamericana: el ‘conocimiento del otro’ en la narrativa de Roberto Bolaño» (2011), «Las voces chilenas bajo la mirada bolañiana. Notas críticas sobre Chile y sus escritores» (2011–2012), «Aproximaciones teórico–críticas a la novelística de José Donoso: lecturas para pensar en El obsceno pájaro de la noche» (2013), «Roberto Bolaño: las conspiraciones críticas alrededor de un escritor imaginario» (2014), entre otros.