LIMÓNOV DE EMMANUEL CARRIÈRE
Las ambigüedades de la vida, la literatura y el poder.
Este libro de Emmanuel Carrère suscita una infinidad de asociaciones, reacciones y comentarios. Para simplificar, presentaré dos partes: una relativa al libro; la segunda, centrada en el personaje que es su tema.
El libro es una recia, pero grata, amalgama de experiencias personales del autor con su tema, su personaje y el trasfondo histórico que ambos comparten. Una suerte de vidas paralelas se establece en numerosos lugares del libro. Paralelas son las vidas de biógrafo y biografiado, pese a que no coinciden temporalmente en forma exacta. Paralelas son las vidas de escritores y políticos que tienen semejante o distinta suerte que el personaje de esta biografía novelada, Savienko o Limónov. Las comparaciones son inevitables, y todas están urdidas o sugeridas con maestría, al punto que este entramado de persona y personaje constituye una experiencia lectora inolvidable.
Sigue siendo motivo de perplejidad el localismo con que las traducciones peninsulares de Anagrama se presentan a lectores de un mundo panhispánico. En este caso, no llegan a inquietar los muchos «tíos», «gilipollas» y otras expresiones, pero es evidente que un mínimo esfuerzo de universalidad —considerando las numerosas variantes del español— haría más legibles estos textos para un lector hispanoamericano no del todo inculto.
El personaje —y cabe suponer, la persona que le da origen— tiene una vida ajetreada. Hijo de un oficial subalterno de los servicios de seguridad, un chequista, con una infancia que admira y practica ciertas formas delincuenciales menores, la razón por la que podría interesar a un escritor es, sin duda, que escribió bastante y muy fuerte, que hizo política y que causó sensación y escándalo. Despejadas estas causales de curiosidad, lo cierto es que el acucioso trabajo periodístico y el no menos encomiable armado de trama destacan con nitidez las ambigüedades, contradicciones y ambivalencias de una vida multifacética, abyecta, incomprensible y real. Quizá no menos que otras, pero precisamente el mérito de este libro es destacar algo que quizá hubiera pasado inadvertido al observador corriente. De hecho, por muy fascinante que sea la narración, lo es precisamente porque se supone avalada por el registro histórico y la veracidad de lo relatado.
Limónov, Eduard como se le llama en el libro, es pseudónimo de Savienko. Su producción escrita, realizada en Moscú, Nueva York, París y otros lugares, ofrece una veta autobiográfica de inextinguible valor. Parece una trayectoria vital inventada, en la que se da como por supuesto que lo escrito y divulgado es obvio. Hacia el final del libro viene el lector a entender que, en realidad, el valor testimonial de esta vida se debe a su actuación política, a la fundación del Partido Nacional Bolchevique, a su prisión y liberación publicitadas, a la comparación con el Putin nostálgico de la vieja Unión Soviética pero sabedor, como Limónov, de que su reconstrucción es imposible. En fin, la obra escrita de este autor es esencialmente autobiográfica. Y de un valor que sobresale por mostrar lo abyecto que puede ser el discurrir vital de alguien que nace en la vieja Unión Soviética y experimenta glasnost y perestroika durante su vida. Con encontrados sentimientos y, sobre todo, con la desorientación que se impone tras esas ficciones democráticas a que son tan propensos los nuevos dictadores. La nueva Rusia, con su corrupción, sus oportunismos, sus mafias, su juego político descarnadamente cruel, toma por sorpresa al pueblo ruso, acostumbrado tras setenta años a vivir en un régimen en que el terror es parte de la cotidianidad, pero un terror atemperado por la dulcedumbre del estado totalitario. La madre de Limónov no apaga el gas en todo el día y se sorprende de que en América lo cobren. El mozo del restaurant no cree necesario ser amable con su cliente porque es un funcionario y no un emprendedor que vea peligrar su trabajo si lo hace mal.
Es cierto. En la historia de Limónov ve el lector confirmado lo que de oídas sabe. Al mismo tiempo, entiende que nadie puede aceptar sin ambages que setenta años de la historia patria fueron fraude y engaño, criminalidad y corrupción. Una gerontocracia partidaria feroz con la disidencia, una ortodoxia acomodaticia según quien tiene poder para interpretar los textos canónicos o simplemente ignorarlos, una brutalidad represiva que llega a ser hilarante por lo tosca y desembozada. Y sobre todo, la necesidad de elogiar permanentemente el estado de cosas. Recuerda lo descrito en «Obscuridad al mediodía» de Arthur Koestler, cuando el ex agente del servicio de represión es, a su vez, sometido a interrogatorio. Sabe con exactitud las fases de éste, lo que ocurrirá y cuando. Habrá un momento amistoso del inquisidor, habrá días de abandono, habrá chantajes emocionales. Los períodos de amenaza alternarán con otros de persuasión casi amistosa.
Las dimensiones literarias de esta historia son difíciles de apreciar, excepto como excusa y pretexto para entender por qué se tiene clemencia, y hasta tolerancia, con un elemento a todas luces molesto, como terminó siendo Limónov. Centenares de miles de ejemplares parecen ser de regla en una población de dimensiones inalcanzables. La estupefacción por revelaciones de cruda realidad también puede contribuir a la popularidad. Pero en el fondo, se sospecha que muchos escritores notables que no tuvieron la fortuna de escapar del gulag o ser temporalmente parte de la nomenklatura no podrían contar una «success story» como ésta. Porque, al fin de cuentas, es una historia de éxito. Una personalidad como Limónov obtiene al final lo deseado: la popularidad. Las observaciones de Carrère sobre la semejanza entre Putin y Lemónov no dejan de impresionar. Se muestra a Putin quedando desempleado después del colapso del sistema en Alemania Oriental, realizando no muy brillante trabajo en servicios de seguridad y siendo finalmente escogido por financistas y mafiosos para saltar al estrellato político. Obviamente, con el fin de manipularlo, sin contar con que el personaje sería más hábil y terminaría por encarcelar o liquidar a quienes pensaron hacerlo su marioneta. Así es la vida: los escrúpulos no pueden detener al político avezado. Y la única diferencia con Lemónov es que éste tuvo menos éxito en lo que poder respecta. Esto es, falló en conseguir lo que el otro tiene. Pero, qué duda cabe, de haber estado los papeles invertidos, iguales serían el desparpajo y la brutalidad. Es el poder. Suele decirse que la verdadera fibra moral de las personas no se ve en la adversidad. Se aprecia cuando tienen poder.
Las moralejas de este caso son múltiples. Termina el lector agobiado por la sensación de monotonía que historias como ésta inevitablemente dejan. Por aventurera que sea la vida, más allá de la peripecia, en los grandes esquemas, nada parece alejarse de lo esperado y esperable. El abuso del poder en nombre de estrafalarias construcciones como el pueblo, los proletarios, la nación, la patria, generalmente usadas con fines cosméticos que terminan siendo tóxicos es una tentación irresistible. Ya un tópico. Lo que se observa en las formas actuales de política es el abuso por parte de un grupo de su transitorio control de lo que suele llamarse el Estado. Esta construcción abstracta se invoca a veces como garantía del bien común pero termina siendo evidente que se trata del bien del grupo que «gobierna», «controla» o «administra».
La historia de Limónov puede ser leída en muchas claves, y quizá la que escogemos no sea universal. Salvo las deficiencias en la traducción, que sin duda desmerecen un original que parece haber merecido premio por la prolijidad y valor de su prosa, es una historia apasionante, con un final menos magnífico de lo que cabía esperar. Pero así es la realidad. No siempre los finales se ajustan a las expectativas.
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Referencia: LIMÓNOV. Emmanuel Carrère. Editorial Anagrama, 2016 (12ª edición en castellano) 2011 edición original en francés, P.O.L. èditeur.
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* Fernando Lolas Stepke es médico cirujano, psiquiatra y escritor chileno. Miembro de Número de la Academia Chilena de la Lengua, Académico Correspondiente de la Real Academia Española. Ha escrito ensayos literarios (premios Pedro de Oña, Gabriela Mistral, Manuel Montt, Consejo del Libro y la Lectura) sobre temas de historia y humanidades médicas. Ha escrito varios libros sobre bioética y ciencias humanas; Conferencias en diversas instituciones. Programa Interdisciplinario de Estudios Gerontológicos en la Universidad de Chile. Columnista de los diarios La Época y El Mercurio (Santiago de Chile) y Hoje em Día (Belo Horizonte, Brasil), con libros de recopilación de crónicas. Tiene cerca de cuatrocientas publicaciones en revistas nacionales e internacionales en español, inglés, alemán, polaco y portugués como el Journal of Philosophy and Medicine, Social Science and Medicine, Transcultural Psychiatry y World Psychiatry. También es editor o miembro del comité editorial de varias revistas especializadas en psiquiatría y medicina.
Excelente comentario sobre un libro extraordinario y un hombre fuera del común.
El verdadero Eduard Limonov es algo diferente de lo que cuenta Carrere, y aun mas interesante.
Hay un site web muy completo sobre el verdadero Limonov :
https://www.tout-sur-limonov.fr
Y la primera pagina en español del site :
https://www.tout-sur-limonov.fr/222318824