Acronopismos y otras delicatesen Cronopio

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mariposas nocturnas

MARIPOSAS NOCTURNAS

Por Manuel Cortés Castañeda*

RADIO

Yo también atrapé y maté una mariposa nocturna para evitar una muerte inminente, una vez el amanecer se escapa de las fauces de la noche y alguien va de puerta en puerta regando la mala noticia.

APRENDIZ DE BRUJO

Siempre que entraba una mariposa nocturna en los cuartos la aplastábamos sin compasión, lo antes posible, porque se pregonaba en voz baja, hasta en los rincones de la nada, que eran las mensajeras de la muerte y que si no se mataban a tiempo algún miembro de la familia más temprano que tarde iba a morir… Por mucho tiempo el miedo fue tal y estaba tan presente que muchas veces no dormíamos porque teníamos el presentimiento de que de repente entrarían en el cuarto y no queríamos correr ningún riesgo… Y evidentemente siempre que alguna escapaba o quedaba viva alguien moría en el pueblo. Pero, aunque siempre vivíamos con la angustia de que pronto sería alguien de la familia, nunca ocurrió… Concluimos, entonces, como pasa en la complicidad y la ficción, que todos estábamos a salvo siempre y cuando las mariposas entraran a nuestra casa y no en otra, matáramoslas o no… Igual que pasa en los sueños cuando uno mismo es el soñador y el personaje del sueño y muere… se puede estar seguro de que el muerto siempre es otro. Así que una vez el secreto se nos reveló, yo me dediqué a salvarlas de mis hermanos que ahora las mataban por placer… Y tanto luché con ellos que llegaron a decirle a mi madre que una bruja que vivía en el pueblo contiguo me había embrujado y que me habían visto volar transformado en una mariposa nocturna…

GOLPE DE SUERTE

Si les ocurre que de repente encuentran una mariposa nocturna extraviada y ya casi ciega de tanto volar a la deriva, incluso si ya está agonizando, intenten revivirla de cualquier forma, colóquenla en la palma de la mano, acarícienle las antenas, soplen con amor sus alas, hasta que su corazón palpite al ritmo del pulso de sus manos. Después, si no están en su cuarto, dibujen una ventana en las paredes del sueño, en el silencio del misterio, y del otro lado dibujen la noche —no pierdan el tiempo dibujando estrellas, ni tampoco la luna— y de inmediato abran la ventana y échenla a volar…

NEGATIVO

Desde niño siempre he sentido una pasión especial por las mariposas nocturnas, no porque sea un obsesivo de la oscuridad, sino porque esta siempre ha estado obsesionada conmigo… La noche y lo oscuro me escondieron de mis perseguidores muchas veces sin tener que arrinconarme en ningún agujero y cuando el dolor naufragaba en mi corazón como una plaga de langostas en un cultivo, me dejaban dormir en su intimidad a la intemperie… Desde niño siempre tuve miedo de que las mariposas nocturnas desaparecieran en manos de los creyentes y entonces la vida ya no tendría que ser… Y tanto es mi amor, mi pasión por ellas que llevo tatuada una en mi pecho y todas las noches —y últimamente incluso durante los días oscuros y nublados— se levanta de su herida, y se sacude y vuela y revolotea toda la noche hasta que cansada vuelve y se queda dormida en su negativo… en mis caprichos infantiles.

DEMENCIA

Volví a mi pueblo después de muchos años… Sabía que ya no era mi pueblo, pero antes del viaje quería seguir pensando que era mi pueblo. Y por supuesto, que de mi pueblo no quedaba nada… era como si un monstruo hambriento se lo hubiese engullido y vomitado y dejado solo ruinas, manchas de miseria, despojos. Como un iluso, pensé que quizás estaban los ríos donde tantas veces desnudo me bañaba con mis amigas y otras tantas espiaba y disfrutaba… Difícil fue encontrarlos, solo quedaban las heridas y piedras y desechos… Nada de lo prohibido, nada del amor, ningún secreto, nada de lo escondido y prometido… Con el corazón hecho mierda decidí quedarme solo unos cuantos días… Me vi con algunos amigos que nunca partieron, pero como la ciudad y los ríos no pude reconocerlos, ni ellos a mí… O, quizás, no quisimos… El día antes de mi regreso fui a un museo natural, donde se decía que había una hermosa colección de insectos. Siempre he tenido desde niño pasión por los insectos. Caminé por el museo hasta que llegué a un cuarto enorme donde tenían solamente mariposas. Entré y las paredes estallaron en mis ojos como una sombra que se retarda… estaban llenas de mariposarios y todas las mariposas eran nocturnas… Cerré un momento los ojos y me los froté pensando que me habían traicionado… Los abrí y, en realidad, todas eran mariposas nocturnas. Entonces otra vez recordé que mis hermanos siempre que veían una mariposa nocturna en cualquier lugar de la casa y especialmente en los cuartos de mis hermanas se apresuraban a matarlas, para evitar una catástrofe mayor —me decían…— Yo al contrario las atrapaba, las escondía y cuando estaba a solas con mucho cuidado las echaba a volar… Tuve tiempo de mirarlas una por una, observarlas, dibujarlas en la intimidad de mis recuerdos… No había lugar para la duda, estaba seguro de que eran las mariposas que yo había salvado de una muerte segura en manos de mis hermanos cuando era niño… De la mano de un dolor extraño y de un miedo que en ese cuarto podía reconocer como míos, abrí la ventana y me puse a llamar a gritos a la noche como un demente…

NOCHE SIN FIN

Desde que dejé el lugar donde nací, nunca quise volver —pero el destino es caprichoso—, y como si hubiese sido desmaterializado y transportado a otro universo, en un parpadeo estaba ahí… Quizás, fue pura casualidad, o el recuerdo de mis amigas que todavía guardo como el mejor de mis secretos en algún lugar del corazón… La casa todavía estaba en pie, pero la persona que atendió a mi llamado dijo no saber nada de las familias que la habían habitado… La piedra enorme donde me sentaba en las tardes, a pensar en nada, todavía estaba ahí… También el mango del patio donde solía esconderme y hartarme de mangos hasta quedarme dormido… Me invitó a entrar, pero rehusé su invitación. Más tarde, mientras estaba sentado en un bar tomándome un trago, se me acercó una mujer ya madura, pero sus ojos eran frescos e iluminados como un lago bajo un sol ardiente. Se sentó a mi lado sin pedirlo, sacó un papel doblado que llevaba en su seno, lo desdobló y me lo pasó… Lo leí en silencio, mientras ella me miraba como se mira a un extraño que uno cree que reconoce… Era un poema, escrito en cuartetas, por lado y lado del papel, y el título una sola palabra: «adiós». No sé cuántas veces lo leí. Era un poema de amor, firmado con mi nombre de puño y letra. Era un poema quizás malo, pero el amor aún estaba intacto en el papel, una pasión intensa y desgarrada consumía cada palabra, cada estrofa, cada pausa, cada rima… Ahí estaba el mismo olor de aquellos días de felicidad y de angustia, el sabor intenso de su piel, el dolor tan presente, tan necesario cuando se nos atraviesa el corazón… No sé cuanto tiempo estuve leyendo… Y ahí, frente a mí, la mujer que había sido la causa de tanta pasión mirándome como se mira algo que a pesar de haber sido olvidado no se puede olvidar. Esa noche la pasamos juntos. A los pocos días ya en los Estados Unidos recibí una carta muy larga donde terminaba diciéndome que le hubiese gustado que conociera su familia…

PREMONICIÓN

Cuando murió mi madre, en un lugar que no era el suyo, ya en el cementerio, una enorme mariposa nocturna, bajo un sol resplandeciente, se detuvo en el ataúd… Muchos de los asistentes corrieron de inmediato a espantarla y ella levantó vuelo, pero se quedó dando vueltas en la mirada de todos y tanto que parecía haber naufragado en su presencia… Ya no recuerdo cuántas veces se repitió esa tarde la misma escena, pero fueron muchas… en el mismo instante que se bajaba el ataúd hasta el fondo del hueco, reapareció nuevamente y apagó sus alas como si quisiera que la enterraran con mi madre… Los chicos que habían ido al cementerio le tiraron flores para espantarla y esta vez sí definitivamente levantó vuelo y desapareció bajo el apetito solar… Nadie dijo nada, aunque en los rostros y en las miradas se podía ver que todos tenían algo para decir… Ya en casa esa noche me aislé de la familia… —era una costumbre que tenía desde muy pequeño— y en mi cuarto estuve viendo fotografías de mi madre cuando era más joven… Había mucho de hermosa en mi madre y me dio la impresión de que hasta ese momento me daba cuenta… Ya listo para irme a la cama vi que una mariposa negra se estrellaba contra los vidrios de la ventana… Me acerqué cuanto pude, pero no había nada… Y entonces fue cuando otra vez me recordé que —éramos aún muy jóvenes— cada vez que aparecían mariposas negras en la casa y especialmente en los cuartos de mis hermanas, mis hermanos las mataban de inmediato para evitar una catástrofe mayor —me decían…— Yo, al contrario, como tantas veces lo hacía, las capturaba con delicadeza y las escondía y cuando ellos no estaban las echaba a volar… No sé por qué pensé que alguna de esas mariposas que yo tanto quería y que había salvado de una muerte inminente era la causante de la muerte de mi madre… Me dormí finalmente y al amanecer abrí la ventana y en el vidrio había una mancha de sangre ennegrecida…

LA NOCHE

De repente, quizás extraviada, quizás cegada de tanta luz, una mariposa nocturna ha apagado sus alas en el parabrisas del carro… La veo cansada, sus alas rasgadas como un trapo viejo y me mira como si quisiera decirme algo, pedirme algo, confesarme algo… Con cautela abro la puerta y salgo, y busco un lugar seguro donde dejarla hasta que llegue la noche… Me acerco y con delicadeza intento agarrarla de las antenas, pero su mirada ahora, más intensa en mi mirada, me dice que eso no es lo que quiere, y me deja pensativo… Quizás —me digo— quiere que la deje volar, pero tampoco… su mirada sigue en la mía… Regreso al carro y una mirada más y otras tantas miradas más hasta que algo se ilumina en mi corazón, hace click en el misterio… Sin dudarlo un instante activo el limpiabrisas a su máxima velocidad y en el vidrio solo queda una mancha negra… Cada vez más negra, cada vez más la noche…

PRIMEROS AMORES

Ya un adolescente, cada noche dejaba la ventana abierta como la deja una amante que espera a su amado con el corazón colgado del delirio… Tenía la corazonada de que no estaba muy lejos esa noche en que un amante se equivocase de camino, de casa, de destino, de ventana y se escurriese en mi cuarto como el mejor de los ladrones… Así que siempre, cada noche, apagaba la luz, y me metía desnudo en la cama, esperando como un condenado a muerte y con el miedo de que el amante equivocado, si me ocurriese mi deseo más deseado, pudiera descubrirme… Y en la ventana de tanto en tanto la luz de una estrella moribunda… Sin embargo, nunca me visitó ese destino equivocado que yo tanto quería… Solamente, y cada vez más, rebaños enteros de mariposas nocturnas entraban, como disputándose un lugar de privilegio, en mi cuarto… Y revoloteaban toda la noche y al amanecer las que no aparecían muertas en todos los rincones y en la cama como saliendo de una pesadilla hacían un último esfuerzo y echaban a volar… con el tiempo llegué a darme cuenta de que eran las mensajeras de otros amantes que se habían extraviado en su camino, en sus noches de gloria, y quien sabe por qué azar del misterio y del deseo siempre terminaban en mi cuarto…

LA MARCA

Yo también atrapé y maté una mariposa nocturna para evitar una muerte inminente, una vez el amanecer se escapa una vez más de las fauces de la noche y alguien va de casa en casa regando la mala noticia. Y hasta el día de hoy no he podido arrancarme de la cabeza el momento de la captura, y después verme una y otra vez aplastarla con la mano derecha contra la pared, dejando su marca exacta, perfecta, más real que la mariposa real en la palma de mi mano y en la pared. Y es tan viva su presencia, tan intensa la escena, que en las paredes de mi cuarto cada noche reaparece la marca, cada vez más exacta, cada vez más viva como si quisiera echarse a volar… Y no me ha quedado de otra que vendarme la mano porque me rasca y me quema y tengo el presentimiento de que pronto, también ahí, en la palma de mi mano, aparecerá la mancha de mi delito.

REVELACIÓN

Junto a la ventana, cada atardecer, aparte de los enamorados que se detienen un momento a tocarse como si quisieran compartir su amor, como si esperaran eternizarte en mis pupilas, veo una mariposa nocturna antes de verla, que se acerca, un aleteo invisible en la distancia, y poco a poco encuentra su forma y su sustancia y ya casi junto a mi ventana se detiene como una hélice y veo que la noche viene cabalgando, bien pegada a su abdomen y casi fundida con sus alas… y junto al umbral de mi ventana se baja y la última gota de luz se tiñe de misterio y de sombra. Y mi ventana desaparece en su intimidad, y yo con ella, hasta que la siento otra vez, no sé si dormido o ya despierto, aleteando como un incendio tocado por una tormenta, y en un instante desaparece en el fondo de mis pupilas, mientras el amanecer entra en escena untado de sangre y dando tumbos… todavía ebrio de placeres ocultos…

PRISIÓN

Mi corazón palpita y se estremece como una mariposa nocturna que se ha quedado atrapada en las redes de un destino que no es el suyo… Y se golpea de tal forma contra su propio delirio que a veces tengo la certeza de que hace ya tiempo logró romper los hilos de su prisión y se echó a volar, dejando en mi pecho solo un hueco vacío donde de tanto en tanto se escucha el eco de sus lamentos, y el palpitar de sus heridas malolientes…

MARIPOSAS NOCTURNAS

Han vuelto las mariposas nocturnas, aunque siempre han estado ahí golpeándose contra las ventanas del olvido, las ventanas del sueño, las ventanas del horror… No porque no veamos lo que nuestros ojos pueden ver podemos afirmar que lo que no está presente no esté presente… Las presencias nada tienen que ver con nuestra mirada… Quizás mucho antes que antes, he escuchado las mariposas nocturnas sangrar su corazón en la ventana, oler sus aletazos rotos de tanto amor en la ventana, saborear su salto mortal en la ventana, tocar con mi silencio su naufragio sin tiempo en la ventana… Hoy es solamente una, y como cuando niño, le he abierto la ventana… Se detuvo un momento en mis pupilas, voló como si se le hubiera olvidado volar, y se quedó pegada en un rincón apenas agitando sus alas como si buscara un poco de aire, como si estuviera reconociéndose y después se quedó quieta como se quedan los ciegos cuando quieren ver lo que quieren con su oído… no pasó mucho tiempo y empezó a revolotear, estrellándose de tanto en tanto en las paredes y revoloteó toda la noche como si estuviera luchando con el amanecer… Me desperté y había desaparecido… De repente la mujer que me ama entró al cuarto y me dijo que finalmente habían encontrado el perro de mi hija… Que unos chicos que pasaban por la calle, temerosos de que el perro los mordiera, lo habían matado a patadas…

MURCIÉLAGOS

Sin darme cuenta me enamoré de las mariposas nocturnas y a tal punto que luché con dientes y uñas con mis hermanos para evitar que las capturaran y las mataran de inmediato, ya que si lograban hacerlo a tiempo podían salvarle la vida a un inocente —decían…— Me lo restregaban hasta el cansancio cada vez que de rodillas les implora que las echaran a volar… A muchas pude salvar de su demencia y su apetito por aplastar, pisotear, machacar estas criaturas indefensas… Y nunca me sentí triste ni culpable por las muchas muertes que se iban acumulando bajo mi piel por no haberlas matado a tiempo. Después me di cuenta, o soñé o me lo inventé y me lo creí, que las mariposas nocturnas son solo una quimera, algo así como si de una fotografía reveláramos un negativo… Las mariposas nocturnas son solo la sombra de los murciélagos, de los que igualmente me obsesioné y me enamoré como un demente, aún siendo muy niño…

EL OTRO LADO DEL DESEO

Nunca me ha abandonado el temor de volver a ver otra mariposa nocturna que entre a mi cuarto y se acomodé en cualquier rincón y se quede dormida hasta el amanecer… Y es tanta mi obsesión que, aunque nunca volví a verlas, siempre las veo por todas partes y cada vez más, cada vez más hermosas, cada vez más cerca de mí, cada vez más amontonadas en mi mirada… He pasado muchas horas buscando estas mariposas de ensueño en mi cuarto y atraparlas y abrirles la ventana y echarlas a volar cuanto antes, como cuando niño tantas veces lo hice para evitar a tiempo la catástrofe inminente, las lágrimas del silencio, el horror de la muerte… Solo que ahora, una vez las capturo, no las obligo a partir, sino que las meto en una caja de cristal que me he fabricado para mi dicha de tenerlas siempre conmigo… Y ya no me importa si al día siguiente tengo que asistir a otro funeral… Después de todo, solo se trata de mariposas de ensueño…

EL TERCER OJO

Los misterios y los misteriosos hablan de un tercer ojo localizado entre los dos ojos con los cuales vemos todo, pero casi no miramos nada… Es aparentemente el ojo que todo lo mira y lo individualiza a la vez… Es el centro donde la luz alcanza su medida justa, su equilibrio perfecto entre la nada y la necesidad de abrir huecos para que surjan las formas y los sueños… Para algunos es el ojo que cultiva y procesa todos los desechos, el ojo que selecciona y elimina, el que nos mantiene vacíos y que guarda todos los secretos… Algunos como mi madre lo llevan en la palma de la mano y lo esconden, a la vez que lo muestran, como se esconde y se muestra el dolor, las heridas que sangran y las que aún no sangran, las pasiones que esperan y que se reproducen como una llaga en los territorios de la dicha y el amor… El ojo que se robaron y crucificaron los fanáticos servidores del tiempo y que igual que un mercachifle de pueblo convirtieron en un santoral. El ojo del cíclope que ha sacrificado la tiranía de la luz donde todo es equilibrio y marchar como elegidos por una cuerda floja… El ojo del silencio que no necesita ver nada para mirarlo todo, y tirarlo todo a la vera del camino, y entregarlo todo a aquellos que aún permanecen desnudos y a la intemperie… Mi caso es más simple: mis ojos son las alas cada vez más plegadas y sedientas de una mariposa nocturna que se arrulla en su propia intimidad… y entre las dos orillas, entre ceja y ceja, rompiendo el balance y las proporciones, el abdomen todavía es intimidad; y en la punta que mira el horizonte, el apetito de un vampiro… Solo algunos pocos han tenido el privilegio de ver en la oscuridad lo que todavía no existe, pero que ya se siente rompiendo la crisálida de la noche y sus fantasmas…

ESPEJISMO

Y por esos caprichos del destino desaforados y todo el tiempo inminentes, a la vera del sueño y en cualquier rincón de lo inesperado, conocí a una adolescente, menos adolescente que yo, que tenía el pubis como una mariposa nocturna con las alas siempre abiertas y era como si se hubiese cansado de volar al encontrar refugio en la delicia de aquellos muslos hechos para vencer la desdicha y el tiempo… Y allí se había quedado, construido su flor y su naufragio, plantado sus antenas y su mirada en la delicia de aquella intimidad… Una mariposa que se quedaba en arrullo una vez los muslos se juntaban y que parecía haberse extraviado y sobrevivido a la catástrofe del deseo una vez los muslos se separaban y le ofrecían nuevamente sus alas para que se echara a volar… Todavía muy joven, la primera vez que la vi sentí miedo y unas ganas extrañas de cerrar los ojos para poder aguantar el deseo de arrancarle las alas como lo hacían mis hermanos cuando una mariposa nocturna entraba en la casa, quedándose solamente con el abdomen que se contorsionaba como un gusano que ha perdido la vista y siente que lo van a pisar… No sé cuánto tiempo me quedé varado en su delicia, no sé cuántas veces naufragué en el asombro de tal ubicuidad, solo recuerdo que un día, sin apenas darme cuenta, quise arrancársela de los muslos, abrir la ventana y echarla a volar como cuando mis hermanos atrapaban una en los cuartos de mis hermanas con la intención de matarlas… En una lucha desigual se la arrancaba de las manos y como podía la tiraba por la ventana sin importarme si ya estaba muerta… Y solo quedaba en el silencio de los muslos una herida que de tanto en tanto sangra y que se niega a ser solamente una cicatriz…

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* Manuel Cortés Castañeda, nacido en Colombia, es licenciado en Español y Literatura de la Universidad Nacional Pedagógica (Bogotá), director y actor de teatro. Cursó estudios de doctorado en la universidad Complutense (Madrid). Enseña español y literatura del siglo XX en Eastern Kentucky University. Ha publicado seis libros de poesía: Trazos al margen. Madrid, España: Ediciones Clown, 1990; Prohibido fijar avisos. Madrid, España: Editorial Betania, 1991; Caja de iniquidades. Valparaíso, Chile: Editorial Vertiente, 1995; El espejo del otro. París, Francia: Editions Ellgé, 1998. Aperitivos, Xalapa, México: Editorial Graffiti, 2004; Clic. Puebla, México: Editorial Lunareada, 2005. Dos antologías de su trabajo literario han aparecido recientemente: Delitos menores, Cali, Colombia: Programa editorial Universidad del Valle. Colección Escala de Jacob, 2006; y Oglinda Celuilalt, Cluj–Napoca, Rumania: Casa Cărţii de Ştiinţă, 2006. Ha sido incluido en antologías tales como Trayecto contiguo. Madrid, España: Editorial Betania, 1993; Los pasajeros del arca. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1994. Libro de bitácora. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1996. Donde mora el amor. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1997. Raíces latinas, narradores y poetas inmigrantes, Perú, 2012. Además, escribe sobre poesía, cuento y cine. Actualmente está traduciendo al español textos de poetas norteamericanos de las últimas décadas: Charles Bernstein, Leslie Scalapino, Andrei Codrescu, Susan Howe y Janine Canan, entre otros.

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