CUANDO ARGENTINA FUE INVADIDA
Por Jaime A. Orrego*
La Argentina ha sido uno de los países latinoamericanos más afectado por las dictaduras. Históricamente, las primeras dictaduras ocurrieron en la antigua república romana. Estas ocurrían cuando en caso de guerra, el senado romano otorgaba el poder absoluto a un hombre por un período máximo de seis meses y después de este todo volvía a la normalidad. A esta persona se le miraba como un héroe, alguien que podía ser capaz de sacrificar su vida por su pueblo.
En el siglo XX, Argentina tuvo un total de seis dictaduras importantes. La primera de ellas comenzó el 6 de septiembre de 1930 cuando el general José Félix Uriburu derrocó al entonces presidente Hipólito Yrigoyen. Uriburu fue el primero de los dictadores argentinos en usar choques eléctricos para torturar a los opositores de su gobierno. Después ocurriría la Revolución del 43 que comenzó con un golpe militar el 4 de junio de 1943. La siguiente, conocida como Revolución Libertadora, sucedió el 16 de septiembre de 1955 cuando se derrocó al entonces presidente Juan Domingo Perón. La siguiente dictadura comenzó el 28 de junio de 1966 con el levantamiento militar liderado por el general Juan Carlos Onganía que depuso al presidente Arturo Illia y que fuera denominada como “Revolución argentina.” A diferencia de las anteriores, esta dictadura no se presentó como un gobierno provisional, sino que se estableció. como un sistema permanente. Finalmente, el 24 de marzo de 1976 comienza la que fuera la última dictadura en la Argentina y ocurrió cuando un grupo de militares con cierto apoyo civil derrocó a la presidenta Maria Estela Martinez de Perón, y comenzara el “Proceso de reorganización nacional”, donde se tuvo un régimen de represión ilegal, violencia indiscriminada, persecuciones, tortura sistematizada, desaparición forzada de personas, manipulación de la información y demás formas de terrorismo de Estado.
De este modo, en los 53 años que pasaron desde el primer golpe de Estado exitoso, en 1930, hasta que terminó la última dictadura cívico-militar en 1983, los militares gobernaron por un total 25 años, tuvieron 14 dictadores con el título de “Presidente”, uno cada 1.7 años en promedio. En ese período todas las experiencias de gobierno elegidas democráticamente fueron interrumpidas con golpes de Estado.
Al observar este contexto histórico, no es de sorprender que una de las películas más importantes de la vanguardia argentina tenga como tema principal una ciudad en la que un grupo de personas quiere tomar el poder por la fuerza, mientras otro trata de evitarlo. Así de sencillo parece el argumento de la película Invasión, dirigida por Hugo Santiago quien fuera asistente del aclamado director francés Robert Bresson desde 1959 hasta 1966. Esta película, rodada y estrenada en 1969, fue escrita por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, dos de las más importantes figuras de la literatura fantástica argentina.
La historia toma lugar en 1957 en la ciudad porteña de Aquilea (no es otra cosa que una ficcionalización de Buenos Aires), la cual está dividida en cuatro zonas (norte, sur, este y oeste) donde hay un ambiente en el que pareciera reinar la tristeza y el miedo. No sabemos a qué se teme, ni de qué se tiene nostalgia, pero podemos encontrar una desolación en las calles, y las pocas personas que hay en ellas. Siempre parecen caminar apuradas para llegar a su destino. Dentro de lo que parece un ambiente opresor, nos encontramos con un grupo, del cual no conocemos su ideología ni a ciencia cierta sus integrantes, que parecen luchar contra la amenaza de una invasión existente en la ciudad.
Este grupo de personas, al que algunos críticos llaman la resistencia, está conformada en su gran mayoría por hombres y mujeres con actividades profesionales liberales o relacionadas con el arte. Tienen como jefe a un anciano, don Porfirio, quien pasa la mayor parte del tiempo en su casa, tomando mate y hablando con su gato de color negro. Este hombre dirige las operaciones de la resistencia desde un pequeño cuarto en su casa, donde tiene acceso a un plano de la ciudad, el cual maneja estratégicamente casi como un tablero de ajedrez.
También son importantes dentro de la película Julián Herrera y su esposa Irene. El primero, es el integrante más activo de la resistencia y parece ser el encargado de una célula de hombres, todos de mediana edad y siempre vestidos de negro. Este grupo tiene un éxito relativo en sus tareas, pero en cada incursión siempre muere alguien de su grupo, y es así como casi al final de la película Herrera se queda solo, y es atacado y asesinado por una gran cantidad de invasores, hombres vestidos con gabardinas largas de color claro.
Por otro lado, Irene es la encargada de dirigir los entrenamientos clandestinos con armas y bombas de un grupo de jóvenes de la resistencia. Debe resaltarse que tanto Julián como Irene no saben de las acciones del uno o del otro, lo que muestra el aislamiento entre esta pareja y que podría ser una alegoría de la falta de comunicación entre los habitantes de la ciudad de Aquilea. Así mismo, el crítico Juan Redondo profundiza la relación de Julián con Irene cuando dice:
…un claro distanciamiento de esta extraña relación amorosa es el hecho de que Julián es el cabecilla del grupo de acción compuesto por veteranos mientras que Irene es la cabecilla de una inminente guerrilla formada por jóvenes luchadores, rubricándose de este modo un distanciamiento generacional entre ambos personajes.
Así mismo, la situación entre Julián e Irene refleja la soledad y el desamor de la época. Es así como los diálogos en la película son casi inexistentes y cuando los hay, son hechos con gran indiferencia. Es así como Redondo llega incluso a señalar a los personajes como autómatas de carne y hueso y acerca así la película a la ciencia ficción:
Este es uno de los grandes hitos del film y que lo emparenta con los grandes relatos de la scifi. A pesar de carecer de robots y autómatas, los seres humanos suplen esta carencia con su forma de interactuar. Incluso los invasores, que son seres humanos en lugar de alienígenas, son imperceptibles a lo largo del film, su amenaza se encuentra oculta como un fantasma al acecho de su presa, y cuando emergen en la parte final del film, adoptan la forma de monstruos crueles, sádicos y torturadores ajenos a cualquier vínculo con las principales virtudes del ser humano.
Después de la muerte de Julián, podría pensarse que la resistencia ha fracasado en su intento por detener a los invasores, no sólo porque ha muerto uno de sus líderes más importantes, sino también porque los invasores ya se han posicionado en los diferentes lugares de la ciudad. Sin embargo, la película termina con Irene y don Porfirio en el proceso de armar un nuevo grupo de personas para luchar contra las fuerzas invasoras.
La película, además de referenciar a El Eternauta (1957-1959) de Héctor Germán Oesterheld, es una fuerte crítica a las dictaduras sufridas por la Argentina a lo largo de la historia. Por ejemplo, la escena donde Julián es atacado y asesinado en un campo de fútbol, nos recordará situaciones vividas en los años más atroces de las dictaduras latinoamericanas, en las cuales los estadios de fútbol se convirtieron en campos de concentración. Es por esto que Redondo argumenta que Invasión es “una fábula futurista, incómoda y clarividente. Un arma peligrosa que la convirtió en una obra perseguida.” No sorprende entonces que la película estuvo prohibida durante los últimos años de la dictadura de Onganía, y lo fue también después del golpe militar de 1976. Dos años después del comienzo de la junta militar, se roban las cintas originales y así desapareció completamente la obra. Sólo fue hasta el 2004 cuando se logró encontrar una copia en 35 mm y de esta forma se le volvió a dar trascendencia a esta importante película del vanguardismo argentino.
La película completa puede encontrarse en:
https://www.youtube.com/watch?v=gMDU2WzoYgI&feature=youtu.be
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*Jaime Orrego es profesor de español y literatura latinoamericana en Saint Anselm College en Manchester (New Hampshire, USA). Es Ingeniero Industrial de la Universidad Javeriana de Bogotá (1999) y Ph.D. en literatura de la Universidad de Iowa (2008). Tiene cuentos, artículos y entrevistas publicados en diversas revistas especializadas en Colombia y los Estados Unidos. Su narrativa, utilizando mayoritariamente los recursos estilísticos de la ciencia ficción, trata el tema de la realidad colombiana de los últimos años, sin restarle por ello el dramatismo a una época violenta y hostil que marcará profundamente su infancia y adolescencia. Además de la creación literaria, también se dedica a la labor investigativa, enfocándose principalmente en la violencia colombiana desde el período de la independencia (principios del s. XIX). Web:www.jaimeorrego.com