Multiverso Cronopio

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La indomita realidad en las casas de julio cortazar y jose maria merino

LA INDÓMITA REALIDAD EN LAS CASAS DE JULIO CORTÁZAR Y JOSÉ MARÍA MERINO

Por Jaime A. Orrego*

Tuve la fortuna de ser parte de un congreso hace un par de semanas en el que se homenajeaba al escritor español José María Merino.  Pude asistir a diferentes presentaciones, dentro de las que se destacaban el afán de Merino por crear lo que se conoce como “no espacios” y cómo, la gran mayoría de las veces, hay un fracaso por parte de sus personajes al llegar a estos lugares. Asimismo, muchos de estos espacios creados por Merino fomentan el delirio ya que combinan lo real con lo irreal y, además se nutren de la memoria.

Es a raíz de este congreso que me decidí a volver, en el Multiverso de esta edición, al escritor español del que ya he escrito anteriormente. Escogí entonces el cuento “Casa feliz”, incluido en la colección Cuentos de los días raros publicada en el 2004.  El título de este relato, me recordó inmediatamente “Casa tomada” del escritor argentino Julio Cortázar publicada inicialmente en diciembre de 1946, en la Revista Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luís Borges, y que luego formaría parte de la colección Bestiario publicada en 1951.

Sin embargo, mientras el cuento de Merino sucede en su gran mayoría en los alrededores de la casa, Cortázar centra su narración en el interior de la casa. Es sólo hasta el final que sus personajes salen completamente de ella. Es así como las descripciones del interior en “Casa tomada” son muy específicas: “Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña…”. Mientras que Merino se enfoca en el exterior: “…una casa de ladrillo con galerías a ambos lados de la puerta principal, tres ventanas adornadas de flores en el primer piso y un empinadísimo tejado a dos aguas, sujeto con vigas de madera, en el que sobresalía la chimenea sobre la estructura de los ventanales inclinados de la buhardilla”
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Los personajes de “La casa feliz” son personas tristes, como lo podemos notar desde su protagonista: “El doctor Zapater, que tenía como profesión la salud mental de la gente, se declaraba a menudo especialista en infortunio.  Intentaba devolver a sus pacientes la felicidad, o al menos la serenidad, y aunque no era sencillo, había conseguido al menos identificar con bastante exactitud los grados de la desventura.  La materia de su trabajo hacía que tampoco él se sintiese nunca del todo feliz.” Sin embargo, un día se levanta invadido de una felicidad inexplicable, y es cuando sale camino a su clínica que se percata que en el lote abandonado contiguo a su casa, donde antes había sólo matorrales, ahora había una hermosa casa.  El doctor Zapater, aunque le parece inverosímil que un edificio aparezca de la noche a la mañana en un lote vacío, él acepta que este tipo de cosas suceden.  Su mujer, quien también se encontraba de muy buen ánimo ese día, es incluso menos escéptica que su marido y “…en vez de escandalizarse por lo irrazonable de su presencia [la casa] exclamó que era muy bonita.”
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No obstante, a medida que Zapater conduce a su trabajo y se aleja de su hogar, y por lo tanto de la casa recién aparecida, su estado de ánimo deja de ser alegre para volver a lo que es normal para él: un cansancio físico y moral; pero la felicidad vuelve al doctor a medida que, en la tarde, se acerca a la casa, y por consiguiente a su hogar.  Es así como él se da cuenta que su felicidad proviene de esa imposible irrupción de un edificio, con su correspondiente jardín, en un lugar que había estado abandonado por mucho tiempo. El resto de vecinos y la autoridad local, aunque reciben con extrañeza la aparición de la casa, aceptan el hecho como parte “de la siempre indómita realidad.”

En el pueblo se dan cuenta que la casa no está habitada, y ante la imposibilidad de encontrar a sus dueños, las autoridades decidieron cercar el perímetro de la casa hasta que apareciera alguien que pudiera dar razón de ella.  Sin embargo, aunque nadie en el pueblo podía entrar a la casa, con sólo estar cerca de ella se sentían felices.  Es por esto que los vecinos colocan bancas alrededor de la cerca, las que se llenaban en las tardes con personas de todas partes del pueblo radiantes de felicidad.
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A diferencia del relato de Merino, en el de Cortázar la casa ha estado allí por generaciones.  De igual manera, en “La casa tomada”, esta no transmite la alegría que sí lo hiciera en “Casa feliz”, muy por el contrario, pareciera generarles cierto tipo de desgracia “A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene [hermana del narrador] rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos.”

El narrador y su hermana, hasta cierto punto, parecen vivir allí más por costumbre que por un verdadero deseo: “Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella.”  Así mismo, ellos siguen una rutina de limpieza en las mañanas, y el resto del día Irene se pone a tejer, y el narrador aparentemente a leer.  El único día que se antoja diferente, es los sábados, cuando el narrador va al centro para comprar lana para su hermana, y además visita algunas librerías con la esperanza de encontrar algo nuevo de la literatura francesa, lo que no sucede desde 1939.
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Por lo tanto, las casas en Merino y en Cortázar parecen tener un efecto contrario en sus personajes.  Mientras en el primero la aparición intempestiva de la una, genera felicidad y saca a las personas del escepticismo en el que parecen vivir; en el segundo, la casa mantiene a sus habitantes solitarios, en una vida rutinaria que podría antojarse aburrida.  Sin embargo, en ambos relatos, es la misma casa la que cambia el estado emocional de los personajes.  Esto ocurre cuando un día, aquel edificio hermoso que había revolucionado el barrio en el cuento de Merino desaparece, y así como los personajes aceptaron su intempestiva aparición, de igual manera lo hacen con su desaparición pero ésta afecta la situación emocional de las personas, y es por eso que desde entonces, el doctor Zapater “volvió a sentir de continuo la brumosa insatisfacción propia de la rutina humana”.

Por otro lado, la casa en Cortázar parece controlar a sus habitantes a través de la monotonía. Esto cambia cuando el narrador comienza a escuchar ruidos en diferentes partes de la casa, y en lugar de revisar la proveniencia de esos sonidos decide abandonar esas secciones y se lo cuenta a su hermana: “Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo” y ante la explicación del narrador, su hermana responde “Entonces…tendremos que vivir en este lado”. De manera similar a como lo hicieran los personajes de “La casa feliz”, tanto el narrador como Irene en “Casa tomada” parecen aceptar esta nueva realidad sin ningún sobresalto.  Así, poco a poco, el narrador va cerrando diferentes secciones en la casa que ha estado por generaciones en su familia, hasta que finalmente cierra la puerta principal de la casa, y él y su hermana se quedan fuera de ella.

Para terminar, podemos resaltar el efecto que tienen las casas en los personajes de ambos relatos.  Mientras que en Cortázar esta pareciera mantenerlos atrapados con la rutina, en Merino su sola presencia hace feliz a sus personajes.  Sin embargo, como es característico en ambos escritores, todo cambia con la ocurrencia de un evento que se antoja sobrenatural.  Esto es la desaparición de la casa en el relato de Merino, y la manera como los personajes son expulsados por algo desconocido en el de Cortázar.  A pesar de la extrañeza de estos eventos, los personajes en ambos cuentos aceptan lo que sucede sin ningún tipo de sobresalto, muy seguramente pensando que lo ocurrido puede ser parte “de la siempre indómita realidad”.

Casa tomada, en la voz de Julio Cortázar.

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**Jaime Orrego es profesor de español y literatura latinoamericana en Saint Anselm College en Manchester (New Hampshire, USA). Es Ingeniero Industrial de la Universidad Javeriana de Bogotá (1999) y Ph.D. en literatura de la Universidad de Iowa (2008). Tiene cuentos, artículos y entrevistas publicados en diversas revistas especializadas en Colombia y los Estados Unidos. Su narrativa, utilizando mayoritariamente los recursos estilísticos de la ciencia ficción, trata el tema de la realidad colombiana de los últimos años, sin restarle por ello el dramatismo a una época violenta y hostil que marcará profundamente su infancia y adolescencia. Además de la creación literaria, también se dedica a la labor investigativa, enfocándose principalmente en la violencia colombiana desde el período de la independencia (principios del s. XIX). Web: www.jaimeorrego.com

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