LA PREHISTORIA DE LA CIENCIA FICCIÓN COLOMBIANA
Por Jaime A. Orrego*
En Colombia, al igual que en el resto de América Latina, la ciencia ficción ha sido eclipsada por otras corrientes más populares. Sin embargo, yo me atrevería a afirmar que en nuestro país esta tendencia se amplifica. Podría decir esto pues la sociedad colombiana del siglo XIX se caracterizó por la disputa entre los conservadores que buscaban mantener la tradición española, establecer estrechas relaciones de la Iglesia con el Estado y seguir un modelo de pensamiento católico. Mientras que, los liberales tenían un discurso un poco más científico, abierto a tradiciones distintas a la hispánica, con un gobierno laico y promodernista.
Desde finales del siglo XIX, luego del triunfo conservador en la guerra civil “De los mil días” hasta 1930 cuando los liberales ganaron las elecciones, hubo una hegemonía conservadora, en la cual se silencian la visión científica y el pensamiento racionalista que representan la Modernidad, y en su lugar se consolidan antiguos valores que privilegiaban conceptos como el del honor, y a su vez menospreciaban procesos de autonomía individual o secularización.
La literatura se ve afectada por estas políticas de Estado, y es por esto que el cuento y novela no son bien recibidos por la crítica colombiana, y en cambio se alaban la poesía y el ensayo. Pero asimismo, se resaltaban aquellos cuentos o novelas que seguían un relato castizo, con un valor educativo que inculcaran una ideología política y moral, y que socialmente cumpliera una labor útil. De igual manera, se enfatizaba en lo que en ese entonces se llamaba una «literatura nacional», es decir, una literatura que fuera reflejo fiel de la identidad y la realidad colombiana.
Por este motivo, novelas como María de Jorge Isaacs de 1867, iban muy acorde con las políticas conservadoras ya que había una nostalgia rural y una añoranza por los antiguos valores y estructuras coloniales. De igual manera, con la publicación de La Vorágine en 1924 por José Eustasio Rivera, se tiene un modelo a seguir pues esta novela no sólo exaltaba el patriotismo, sino que también cumplía una importante labor de denuncia social y por esto se le considera como un ejemplo de una auténtica literatura nacional y continental.
En 1930 llega a la presidencia un gobierno liberal y con este comienza un proceso de modernización dentro del que se destacan los programas de salud y educación, la construcción de viviendas, carreteras y ferrocarriles, además de la aprobación de una reforma agraria. Los gobernantes de la llamada «República Liberal» (también llamada “Utopía Liberal”) trabajan en eliminar los residuos coloniales en el campo y modificar las estructuras políticas; así mismo, observan un incremento en las migraciones hacia las grandes ciudades y de una progresiva apertura hacia el mundo.
En el campo literario, más en el Caribe que en el resto del país, Colombia empieza a internacionalizarse, “deshispanizarse” y desregionalizarse. Es necesario señalar que debido a lo accidentado del terreno del país, hace que este se divida en diferentes subregiones, de las cuales el crítico norteamericano Raymond L. Williams plantea cuatro en su estudio sobre la narrativa colombiana (Costa Atlántica, Altiplano, el Gran Cauca y Antioquia la Grande). En este, Williams argumenta que debido a la topografía colombiana, la literatura de las diferentes regiones puede tener más semejanzas con literaturas extranjeras que entre ellas mismas, es por eso que: “la ficción de García Márquez tiene más cercanías con la de William Faulkner que con la de sus contemporáneos colombianos del interior, como Manuel Mejía Vallejo y Eduardo Caballero Calderón” (Novela y poder en Colombia, 1844-1987, 36). Es por esto que no era fácil que en una región se conociera lo que se hacía en la otra.
Por este motivo, a finales de los años veinte y comienzos de los treinta, Barranquilla al ser el puerto más importante en el Caribe colombiano, es la primera ciudad en el país en recibir el impacto de la modernidad, el cual se refleja en la arquitectura de sus edificios, las diferentes estaciones de radio, las primeras salas de cine, y en lo que más me atañe para esta columna, las literaturas de diferentes partes del mundo.
Por estos años se forma, en el principal puerto fluvial de Colombia, el “Grupo de Barranquilla” donde se difunden los escritores europeos y norteamericanos más importantes del momento y esta ciudad se convierte en un faro vanguardista frente a una literatura más conservadora en el resto del país. De este modo se leerán escritores modernos raramente frecuentados en el resto de Colombia. Es así como no sorprende que uno de los principales miembros de este grupo, publica la que es considerada por la crítica como la primera novela de ciencia ficción colombiana como lo señala Ricardo Burgos López en su estudio de la ciencia ficción en Colombia: “…un escritor alejado de la crítica hispanogrecocastiza entonces en boga, alguien que desdeñaba del folclorismo y en cambio se interesaba por temáticas de tipo urbano, el señor José Félix Fuenmayor, en 1928 inaugura el campo de la ciencia ficción nacional cuando publica Una triste aventura de catorce sabios.” (730)
No nos debe sorprender tampoco que Barranquilla 2132 haya sido publicada en el lugar que le da título a la novela y que así mismo sea allí donde se desarrolla la narración, ya que es la ciudad con mayor exposición a la modernidad en Colombia. Esta novela es escrita por José Antonio Osorio Lizarazo, un autor que prefiere una línea urbana en lugar de una rural, y que a su vez cuestiona los efectos nocivos de la modernización, dejando de lado la reducida crítica en estos temas de la época. De este modo, la novela de Osorio Lizarazo, junto con la ya mencionada Una triste historia de catorce sabios (1928) de José Félix Fuenmayor y Viajes interplanetarios en Zepelines (1936) de Manuel Francisco Sliger, han sido catalogadas como parte importante de la pre-historia de la ciencia ficción en Colombia.
En mis próximas columnas haré un análisis un poco más profundo de estos tres textos que fueron revividos el año pasado por la editorial independiente Laguna Libros.
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+Multiverso Cronopio es la nueva columna de Jaime A. Orrego, sobre temas relacionados con la Ciencia Ficción.
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*Jaime Orrego es profesor de español y literatura latinoamericana en Saint Anselm College en Manchester (New Hampshire, USA). Es Ingeniero Industrial de la Universidad Javeriana de Bogotá (1999) y Ph.D. en literatura de la Universidad de Iowa (2008). Tiene cuentos, artículos y entrevistas publicados en diversas revistas especializadas en Colombia y los Estados Unidos. Su narrativa, utilizando mayoritariamente los recursos estilísticos de la ciencia ficción, trata el tema de la realidad colombiana de los últimos años, sin restarle por ello el dramatismo a una época violenta y hostil que marcará profundamente su infancia y adolescencia. Además de la creación literaria, también se dedica a la labor investigativa, enfocándose principalmente en la violencia colombiana desde el período de la independencia (principios del s. XIX). Web: www.jaimeorrego.com.