Literatura Cronopio

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NO SE PUEDE MATAR A DISTANCIA

Por Miguel Ángel Di Giovanni*

Guadalupe querida, galleguita, por qué mierda apareciste justo ahora.

No dejo de mascullar insomne: por qué, por qué, por qué. Si hasta parece un tango.

Te busqué en cada mina que veía por la calle. ¿Vos habrás pensado en mí?

Volver sobre mis pasos, porque me parecía haberte visto. Darme vuelta en un café buscando desesperado esa risa familiar. Bajar como loco del bus, atrás de alguien que caminaba parecido. Guada, cuánto quisiera que te haya pasado lo mismo.

Y claro, como no podía ser de otra manera, Facebook aceleró las cosas.

Estaba seguro que vivías en España. Habías desaparecido de Buenos Aires sin dejar rastro, y con parte de la familia gallega, te imaginaba por allá. Te hacía en Madrid. Pero no, Madrid no. Vivías en Cádiz.

Los primeros llamados por Whatsapp fueron con algo de felicidad, por qué negarlo. Pero en pocos días reflotó en mí, todo lo que acumulé desde que me dejaste. Todo el veneno que contaminó mis relaciones, mis hijos, mi vida. En fin, no me juzgo, los seres humanos estamos hechos de eso también.

¿Cómo que fui tu gran amor?

Hija de remilputa.

A Rita, mi pareja actual, creo que hasta la elegí pensando en vos. No por parecida, no, ni mierda se parece. En nada se parecen. Pero desde las primeras charlas empezamos a soñar con el viaje a España. No sé que la motivaba a ella. Yo sí sabía para qué iba a viajar: No se puede matar a distancia.

Y ella, pobre Rita, me podía acompañar en el viaje. No me animaba a viajar solo.

No estaba tan decidido hasta que muy a la pasada soltaste en el vaso de mi odio, la última gota. Una noche de copas con amigas terminaste sola y triste en tu departamento. ¿No tuviste mejor idea, Guadalupe? Llamarme para que te consolara.

Hacía un año que te habías separado de tu marido. Tenías un hijo ¡pero no era de él! El no podía tener hijos. Así que habían recurrido a la inseminación artificial.

Hija de puta, ¿para qué me contaste eso? Me cambiaste por un impotente. Te cagaste en todas mis propuestas de familia para cuando yo estuviera preparado.

Y me saliste con toda la mierda que te había defraudado. Que solo pensaba en mis tiempos. Que no me preocupara, que total, te iba a olvidar pronto. Te equivocaste. No te olvidé.

Me dejaste muerto en vida. Ahora es mi turno. Por fin llegó mi momento de venganza. Aunque, no, no es venganza. Solo quiero matarte.

Ahora me invitás a vivir con vos a España. ¿Ahora, hija de puta? ¿Ahora, después de veinte años? ¿Ahora que por fin, tengo un trabajo que funciona, que tengo hijos, hijos de mi simiente? La puta que te parió. Mil veces la puta que te parió. ¿Ahora? Ahora no.

Que sorpresa te di cuando te conté que viajaba.

Una vez allá no sería tan complicado hacerme un espacio para que pudiera tenerte un rato cara a cara. Tal vez una excursión, algo se me iba a ocurrir. Pero claro, mi entusiasmo dejó de lado pequeños detalles que hacen que las cosas tomen sus propios caminos. Sobre todo pensé en mí, como siempre. Jugué mis piezas sin contemplar tu defensa, tu contraataque, tu plan.

* * *

Ay, gordo, qué fácil fue entusiasmarte, siempre te manejé a mi gusto. Bah, siempre no. Por aquellos años no me fue tan fácil. Aquella vez no me impuse. Entonces te plantaste y de verdad me asusté. Después de que esa mierda pasó, preferí dejarte. Marcharme lejos pensando que te iba a quitar de mi cabeza. Pero no fue así. Tu fantasma me persiguió doce mil kilómetros. Y ahora que por fin apareciste, voy a liberar todo lo que tuve guardadito, en lo más profundo de mis tripas.

* * *

Llegar a España, y convencer a Rita de esa estúpida excursión, me pareció eterno. Tres días interminables de museos, tapas y cervezas, hasta que pude quedar a pocos kilómetros de vos. Alquilé un scooter, y te fui a buscar mientras Rita se encontraba con una familia amiga.

* * *

A pesar de los años, te hubiese reconocido en cualquier sitio del puto mundo. Durante todo este tiempo te vi en cada tío que crucé desde que llegué a España. Tantas veces volví sobre mis pasos creyendo haberte visto, imaginando tu sonrisa, y pidiendo perdón a más de un español cuando después de cogerle el hombro giraba, y me encontraba cara a cara con un desconocido.

Ahora, tenerte tan cerca me parece increíble.

No será necesario contarte toda la verdad.

¡Cómo mordiste el anzuelo!

No hará falta decirte que crié un chaval de otro vientre. Que la que no podía quedar preñada era yo. Que mi compañero soportó todos esos análisis y diligencias, como un verdadero hombre, cuando en realidad la yerma era yo. Y peor: yo lo sabía. Sabía que después del aborto a que me obligaste, así iban a quedar mis tripas.

Mierda, mierda, mil veces mierda.

* * *

Nos alejamos del centro de Cádiz.

La costanera se iba despoblando a medida que el scooter nos llevaba a tu lugar preferido. Un mirador perdido sobre los acantilados, donde tantas veces decías que venías a llorar mirando el mar.

Mientras hablábamos de pavadas, y me reía de cómo te habías contagiado el acento español en estos años, me decidía por qué barranca tirarte al vacío con moto y todo.

Estaba excitado. Con tus abrazos lo notabas, y te gustaba. Lo que ni imaginabas era el motivo verdadero.

Ahora, tenerte indefensa, tan al borde, me calienta como a vos. Me llena el alma, si es que la tengo.

No se puede matar a distancia.

El momento de esa foto me pareció ideal. El perfecto mar de fondo, tu «vamos, tío, sonreídle al pajarillo», tu trotecito hacia mis brazos, tu último beso, tu cuerpo, tu cara, tus redondos ojos negros haciéndose más y más chiquitos, con cada metro de mi caída.

________

* Miguel Ángel Di Giovanni (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 1957) es técnico mecánico, artesano y músico amateur. Actualmente participa del Taller de Corte y Corrección, y su cuento «La sorpresa fue tan grande, que no se me ocurre ningún nombre para el relato» fue finalista en el VI Certamen Nacional de Poesía y Cuento de Editorial Ruinas Circulares. Y otro cuento «Pole Position» fue publicado en la revista cultural Fin (https://fin.elaleph.com/los-fabuladores/pole-position).

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