Diario de un cronopio salvaje

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Noviembre 10

Por Santiago Andrés Gómez Sánchez*

«Ni líricos ni épicos pueden ser hoy con
naturalidad y sosiego los poetas;
ni cabe más lírica que la que saca cada uno de sí
propio, como si fuera su propio ser el asunto único
de cuya existencia no tuviera dudas,
o como si el problema de la vida humana
hubiera sido con tal valentía acometido
y con tal ansia investigado, —que no cabe motivo
mejor, ni más estimulante, ni más ocasionado
a profundidad y grandeza que el estudio de sí mismo».
(José Martí, Prólogo a «El poema del Niágara» de Juan Antonio Pérez Bonalde)

Lo que hay es una señal muy clara de la necesidad de hacer una pausa, la necesidad y la oportunidad conquistada, el merecimiento y el deber de hacer una pausa. Quiérete, oigo mientras medito, y cójela suave. Sí. Dentro de un par de días comenzaré mi artículo sobre Balada para niños muertos, que vi ayer por segunda vez y tal vez vuelva a ver mañana con Adri, este puente le camellaré a la clase sobre cine y teatro en Yuruparí, y es muy probable que dentro de poco tenga en mis manos la versión corregida de la tesis, lo cual implicará un trabajo exquisito, mientras califico los trabajos finales de los muchachos, con la alegría enorme de un esfuerzo bien asumido. Incluso en los días que he pasado después de mi envío del capítulo final, en plena convalecencia, el estudiar historia de la música me ha demostrado que ya cualquier estudio no es cosa de poca monta, que eso no se asume deportivamente, o digámoslo así, por juego. Debo entender que no tengo ninguna obligación, que lo propio de este momento es descansar, oír música con respeto por su dimensión trascendente, en mi caso, no práctica, aunque sí saludable, por supuesto. La lectura de El cuarto secreto, de Claudia Ivonne Giraldo, ha sido una dicha y una lección para asumir de otro modo el tiempo, para vivir la vida en conexión más profunda conmigo mismo, con mi cuerpo, con mi entorno. Qué bella y sabia obra la de Claudia, qué agradecido me siento con la vida por haber llegado a ella justo en este punto.

Noviembre 17

Le he escrito a Raúl una respuesta que considero muy significativa para mí, luego de leer un artículo suyo sobre un documental que vio hace poco, llamado Los fantasmas del Caribe. Dije esto: «Tu artículo es extraordinario y no te miento si te digo que me ha revelado algo un tanto exaltador y un tanto frustrante, y es que se esté generando, así sea de a pocos, una conciencia sobre lo imposible de los acuerdos unánimes en cuanto a relatos de país. Quizá lo importante sea otra cosa, no que estemos de acuerdo en torno a qué es lo real o qué fue el pasado. Pero convencer al poder de que su imagen no es la única es suficiente subversión. Asimismo, convencer a las víctimas de su soledad última al respecto es políticamente incorrecto. Pero hacer conciencia de eso me aclara cosas a mí (de hecho, en mi hogar me pacifica a mí mismo), y me da alientos de algunos espacios y grupos donde mirar al futuro no implica ninguna falsa esperanza, sino breves certezas sobre reducidos horizontes —tal vez más humanos—. / Un fuerte abrazo». Creo que esto resume mis ideas, o mi falta de ideas, sobre el mundo contemporáneo.

Noviembre 18

¿Qué es lo que sé? Puedo confesar, a estas alturas, que no creo en casi nada, pero sé algo que lo realza todo. Ese saber se reduce a una sola cosa, ínfima, mínima, incluso indefinible. Un saber como el de los gnósticos, hermético, íntimo, trascendental. Allí se funda todo y desde siempre, muchas veces, ha sido lo que me rescata al filo de un amanecer, en donde sea. Adopta formas infinitas, todas las de mi literatura. Creo que lo he expresado en algunos textos en el momento en que se hace evidente por medio de alguna forma, de alguna manifestación. Por ejemplo, en mi cuento El aventurero. También en el nombre de Certeza de lo imborrable. Pero, ¿qué es eso que sé? En El cuarto asesino adopta una cualidad que me fue revelada en un sueño transformador de mi primera niñez, casi cuando era aún un bebé: lo inevitable, que para Plotino, según he visto en estos días, era un atributo de la materia derivada del ser inefable, y que en la novela que tengo participando en el Municipio se expresa como bondad y consecuencia. Esta novela era El segundo amenazado, ahora en el concurso de este año la he llamado El otro infinito. Hoy le dije a Selnich que Paradiso es una metafísica, que todos mis intereses son en la metafísica, que Lezama era un teólogo. Lo que sé me hace replegar ante mi historia. Me hace dudar de mí mismo, eternamente. Lo que sé me lleva a entender que todo había estado siempre ahí.

Noviembre 21

No te dejes distraer. ¿Qué es lo que sé? Lo que sé implica una atención no del todo permanente hacia afuera ni hacia adentro, una atención contenida en sí misma, despojada a veces de toda conciencia, alerta pero plena. ¿Es ese yo de la apercepción kantiana, esencialmente libre? ¿Es esa el alma agustiniana que se saborea a sí misma como expresión del ser, de lo que es? ¿Es ese el objeto de conocimiento socrático que simplemente se recuerda en tanto verdad trascendente, cae en la cuenta de una naturaleza espiritual suya que para Aristóteles, en cambio, sería ante todo una existencia sustancial activa, un simple sustrato de la percepción? Es en mí lo que hace siesta burguesa y se despierta como nuevo gracias a un privilegio de clase, según Marx, y en otro será lo que muere sin dejar rastro sobre el mundo distinto a una eventual prole y un beneficio para el poder. O sea, no es siempre lo mismo, en una dialéctica materialista. Si en Agustín ya era siempre un otro que refleja a un mismo Dios, en Kant es algo desencarnado y en Marx solo es lo que uno hace, aunque anhele (y merezca) el disfrute de lo contingente. Pero en Freud el yo es producto eventual de la lucha de la que hablaba San Pablo: el querer y al mismo tiempo no querer, una codificación y un deseo. Agustín llamaba al deseo voluntad, pero la voluntad en Freud puede ser distinta del deseo, y en cualquier caso para ambos el yo es otra cosa. Al respecto, la psicología no ha llegado más lejos de lo que llegó Lezama, y para la filosofía política todo se reduce a un sujeto ético, como me decía Paulina Arango, consciente de su entorno. Lezama sabe que el yo es un signo, como lo hubiera afirmado Lacan. Yo no quiero ser un signo, de no ser por el silencio que nutre al signo. Oh, sí, yo quiero ser un silencio pleno conmigo mismo. No te distraigas. ¿Es un saber? No, en últimas. Yo lo que sé no es distinto a un recibir, pero un recibir que al mismo tiempo es perder y conservar. Saber sería no tener: sería sobre todo no tener; sería, tal vez, recuperar.

Noviembre 22

En mi caso, ha sido aportante para mí el estar alejado, el participar ya lo menos posible en la barahúnda a la que llaman opinión pública.

Noviembre 24

He tomado una decisión que será más o menos secreta. Me retiro a estudiar en serio. Hasta que me muera. Solo aceptaré trabajos en la medida en que sean realmente necesarios para una digna subsistencia nuestra. De resto, todas las energías están enfocadas, en este momento, a tejer la nueva novela de la mejor manera, y esto requiere un estudio metódico de unas cuantas cosas, a profundidad. Sobre mi larga investigación de aquí en adelante: lo que se pueda, lo que se logre recibir. Lidiar con todos los caos, trascenderlos, los externos, los internos, dejarse llevar, apartarse a la orilla.

Noviembre 26

Qué ambiente tan envenenado, luego de la muerte de Maradona, por esa idea perniciosa de que un genio es alguien mejor o peor que cualquier otra persona. Así, en redondo.

Noviembre 27

Nunca ha sido un momento menos intranquilizador para mi persona, y no precisamente porque falten riesgos en la vida. Es otra cosa, relacionada con lo que vengo pensando acerca de «lo que sé». Hace un tiempo he creído que en mí late algo relacionado con lo que hoy conocemos como gnosticismo y que fue una corriente de pensamiento hace unos dos mil años, cuando el cristianismo comenzaba a irrigarse y establecerse por el mundo de la Antigüedad. Lo que lo caracteriza —a eso latente, o palpitante— es el asombro, pero su plenitud es una alegría irrefrenable, nueva. Oh, sí, eternamente nueva, un asombro firme sobre su propio haber sido. Lo que Frankl en El hombre en busca de sentido, si mal no recuerdo, considera mejor que simplemente ser. La frase la cité alguna vez en un artículo sobre Cassavetes, fue su epígrafe, algo como: «Es mejor haber sido que ser», pero tiene una formulación más profunda en otro pasaje que no sé si recuerde bien, en el que Frankl dice que lo único transitorio en la vida es lo que tiene de potencial, o algo así, la forma en que él acierta a decirlo es formidable, y que de resto todo tiene un carácter definitivo. Eso es algo (el haber sido) que a quien lo percibe desde temprano en su vida puede salvarlo de las peores contingencias. Nada que temer. No anticiparme a las cosas porque estoy bien parado.

Noviembre 28

Nada de miedo, nada de afán, nada de ambiciones.

Diciembre 6

Dejar de existir: conforme. Me he ganado a mí mismo. O sea, me he conquistado, me merezco porque me reconozco en lo que he llegado a ser. El tiempo será todo para ese disfrute.

Diciembre 14

Puesto de frente al porvenir, veo de pronto que la tarea de ahora en adelante será más que colosal, por una sencilla razón. Una vez terminado el doctorado (y son estas palabras que me estremecen), lo único posible para vivir sin desesperarme es encontrar un programa personal de estudios y rendir en la universidad. Con Madera Salvaje y Ojo Mágico, ser estratégicos. Cero ambiciones y total opacidad en mi imagen. Dejar la bola rodar, solo irla tocando, como Equis, que ella va, en el segundo tanto frente a los ingleses. Lo principal es aprovechar lo hecho y concebir líneas de avance. Así que el trabajo se hará poco a poco, sin pensar demasiado en cómo vaya a concluir. La experiencia me dice que así se hizo el universo, o sea que lo mejor es pensar que cada momento es un tesoro invaluable. Solo me ocupe el quehacer diario. Más real descanso. Más goce práctico y sensual. Más libertad de espíritu. Una cultura más viva, mejor dicho, menos fantasmal. Es benéfico ponerse en pequeñas acciones y hacer pausas. Todo tiene un sabor exquisito.

Diciembre 15

Veo que el estrés perfectamente puede disolverse en un absoluto disfrute de la especial levedad de todo. Sin embargo, la quietud a la que estoy obligado por la convalecencia de mi cirugía me hace respirar con menos facilidad que antes, verme cansado sin razón. De hecho, eso me fuerza a nuevas acomodaciones con la rutina, o sea, a entender que siempre cambian las cosas. Podemos entender que realmente el universo solo se manifiesta en la subjetividad. Esto es más determinante de lo que cualquiera pueda imaginar, y saber de esa determinación propiamente absoluta puede resultar un alivio, porque coincide con nuestra contingencia y nuestra virtualidad, pero también con un poder inconcebible que nos soporta. Al mismo tiempo, en el no ser o, digamos, en una forma de no estar subyace esa nuestra percepción, y eso sería también el ser en un sentido actualizado, el único verdadero. Entre tanto, la premura, el trasudor, los molimientos. Respiro ansiosamente no tanto por encontrar el momento de mis nuevos estudios o un propósito para ellos, o un trabajo y un desahogo económico, o un simple poder no hacer nada o hacer lo que quiera, sino por encontrar una armonía entre las actividades todas. Ayer el Colegio Electoral de Estados Unidos proclamó la victoria de Biden.

Diciembre 17

The New Republic ha publicado un artículo en el que aseguran que los republicanos nunca aceptarán la derrota de Trump.

Diciembre 20

Encuentro una tan grande estupidez en casi todo, a veces muy al lado de lo poco que hay rescatable de inteligencia en el mundo. En verdad, esa estupidez la encuentro no en casi todo, sino en todo. Por ejemplo, el modo en que los medios masivos de comunicación nos venden el mundo que quieren. Ahora están exaltados haciendo publicidad del modo en que YouTube se volvió una plataforma para dar plata, para salir de pobre, sea como sea. Epa Colombia es un modelo a seguir, por ejemplo. Yo no la critico del todo. En verdad, no me interesa. Eso sí, francamente, no sé que tiene de importante. Nada, solo lo vistoso. Es un problema porque hay cosas ciertamente formativas y sanadoras que quedan excluidas de esa visión: por la plata baila el gato, o el perro, no sé. En una situación como la que vivimos, asfixiante, en esta debacle, solo se divulga el ruido y hay una obligación de ser optimista aunque ese optimismo implique ser cómplice de la destrucción del mundo entero, o real; en general, se destruye lo bueno, o sea, lo vital y humilde, y más bien hay una incesante, patética construcción de imágenes de poder, de falsa inmortalidad. Un poco lamento lo que Arguedas lamentaba, la dictadura de la pompa.

Diciembre 22

No le temas a la mediocridad. Tómate las cosas con calma, eso es incluso parte indispensable de la excelencia. Dale como puedas a las cosas que haces. Avanza de a pocos en la lectura de Judt y de la teoría crítica latinoamericana. Avanza cuando puedas en las lecturas íntimas, Correa Restrepo, Zuluaga Robledo, Ríos Máster, Montoya Campuzano, Sanín. Sobre todo, ahora que sabes que quieres hacer un buen ensayo sobre el papel del intelectual de hoy, no te afanes de ninguna manera en ese artículo nuevo para Medrado Malquisto. Lo que sí debes hacer es separar un tiempo para ello, pero sin olvidar que hay un deber primordial con el hogar y un deber laboral pendiente.

Diciembre 23

Lo peor es el conformismo. Y sobre todo el conformismo satisfecho. No. Hay que transigir hipócritamente, o sea: en contra del sistema, no para cambiarlo, para socavarlo, destruirlo un poco con la desconfianza y la mayor abulia posible. Por otra parte, de todos hay que aprender siempre, pero sin creer en sus ilusiones. En cuanto a mí, ahora mismo, en estas vacaciones reales, lo primordial sigue siendo el estudio disciplinado y la sistematización de mis notas. Luego vienen, ya lo sé, las lecturas íntimas y la escritura metódica. Sin el mínimo afán. Hace unos minutos hablé con Marta Rodríguez. Dice que hay que tener paciencia. Si eso lo dice ella, hay que pensarlo a fondo como un motivo constante en la vida. Ella está esperando el visto bueno para su cirugía.

Diciembre 25

Ese deber tan profundo y olvidado de ocuparse de sanar. En mi caso, hay algunos pagos a mí mismo que he debido hacer y tal vez no he hecho del todo bien, pero esa era la idea, por deudas que quedé teniendo conmigo al querer hacerlo todo siempre apegado a ciertas nociones del falso deber ser. No es que quisiera propiamente «ser el mejor». Al menos en eso no he creído nunca. Pero tal vez detrás de la busca de un decir correcto estaba implícito un ser el mejor en decir aquello que tenía por decir, ser digno de un yo inflado, perdido. A veces pelear por el propio lugar donde caerse muerto es ya un anhelo menos que inmerecido, sino innecesario, o al menos más bien simplemente suficiente como tal, como deseo, o simple impulso que uno puede ignorar o barajar. O sea, un anhelo que podría bastarse en otra forma de asumir las cosas, sin tanto esmero en decir y hacerse entender. Es entonces cuando me pregunto por el sentido de lo que he hecho. El hecho un poco extraño de que tanto me guste a veces visitar mi obra, leer o ver mis películas y libros u oír mis músicas, tiene que ver con ese pago a mí mismo de una deuda pendiente, pero también hace parte de ello el sentir que me es válido ahora hacer menos (mucho menos), o de manera más calmada, digamos indiferente.

Diciembre 26

En cuanto a mí, no necesariamente para otros, puedo entregar mi parte. Toda la experiencia perdura en un tipo amplio de memoria. Pero como ya lo he sugerido en cuanto a la trascendencia de lo subjetivo, esa amplitud de lo que queda se ahonda definitivamente en la intimidad de un ente receptivo. Qué profundo sentimiento de comunión me produce el definir mis conclusiones como un objeto que acojo. Sobre esta tela me muevo contemplando un paraje inviolable.

Me siento a veces débil, maligno y triste, por extrañar un momento junto a aquella mujer inteligente y hermosa, pero el no llamarla me hace saber fuerte, bondadoso y muy feliz, y además bello y deseable, digno de satisfechos adioses.

Es indispensable, hoy en día, aceptar que estamos frente a la muerte a cada instante.

Diciembre 28

La conciencia griega frente al destino o frente a una simple realidad entendida como ajena, dada, no solo genera una individuación del sujeto (aislamiento artificial, cuando menos virtual) sino también una individuación del discurso y de la práctica cultural, también el rito, o la imagen, sea cual sea —escultórica, artesanal, poética, la que sea—. Es una anticipación paranoica de la muerte del yo, ahora objetivada en una trascendencia laica. Este objetivismo, falso realismo, esta crasa idealización del sujeto mortal y de la obra o la palabra personal, puede ser un logro visionario de la cultura occidental, pero no debemos olvidar su carácter ilusorio, o al menos llevar la ilusión a sus últimas consecuencias, las de una existencia plena, imborrable y consumada.

Diciembre 30

Cerrar capítulos, pasar páginas, trascenderlo todo es dejarlo en segundo término. A todo, y a todos. Es el final de una década definitiva en mi vida, única y muy dolorosa, en cierto sentido la más difícil y, sin duda, clave como todas, pero en un sentido superior, de superación de escollos tremendos para la consecución de algo que puede tal vez ser, sí, el sentido de la vida, y es la conciliación del silencio y la calma. El saber que puedes cantar para ti mismo, porque al fin hay quien te oiga. O sea, porque al fin eres sujeto para ti. Y pienso en todo lo que fue mi vida hace quince años, cuando estaba en La Alborada, viviendo con incertidumbre máxima mi proceso de rehabilitación. Entonces íbamos a entrar en el año 2006 y yo estaba tan solo. Mis hermanos me acababan de regalar A Bigger Bang, el reciente elepé de los Stones. Mis primeros libros de cuento y novela estaban apenas naciendo. Soñaba con personas que, en cierto sentido, puedo decir que, de algún modo, he podido despedir, he sabido despedir, aunque el adiós sea largo, largo, largo, y en ocasiones insoportablemente triste. Lo que hay hoy es una comprobación práctica de la realidad más enaltecedora que yo pueda reconocer, la de que no necesito mucho ni necesito de nada de lo que antes necesité o creí necesitar. Me levanto temprano, estudio con deleite tomando café, a veces me baño en sol, desayuno, reposo un instante, lavo loza, leo algunas cosas íntimas, trato de entrar en contacto y acompasarme con el gran corazón, almuerzo, hablo con Adriana, nos reímos, descanso, vuelvo a estudiar un poco, tomando agua aromática o té, si hay tiempo hago alguna lectura personal más, lavo loza, medito, hablo con mis seres queridos, como, me siento con los gatos, hablo con Adri, oigo música, me ducho, antes de dormir repaso la lista de enemigos por derrotar que aún no han caído —son tres, dos hombres y una mujer— y sé que será solo cosa de tiempo. Todo tiene su final.

2021

Enero 1

Le he escrito a algunos amigos: «feliz año. Son momentos de quiebre para el mundo, y estamos siendo testigos de ello. Espero estén bien tú y tu familia». En verdad, me siento muy estresado. Le dije a Adriana: siento que estamos viendo la muerte de un gran animal hermoso. En medio de esta situación, advierto que debo diferenciar dos dimensiones: una práctica y otra absoluta o profunda. Lo más importante, o al menos lo definitivo —quizá lo menos importante, lo más tranquilo: lo seguro—, es lo profundo. En esa dimensión, no tengo nada de que preocuparme y, como suelo decirlo, no es que no haya nadie a quién rendirle cuentas, sino al contrario, ya cumplí, planteando una postura, una estética, y cumplí con méritos de sobra. Pero hay otra dimensión que me compromete en términos, sino absolutos, tal vez sí totales, en cuanto ocupan el ámbito de la experiencia y suponen un cambio, una continuidad hacia lo nuevo. En esa dimensión práctica sí hay siempre cosas que cumplir, pero en cierto sentido, ya que son exigencias positivas, digámoslo así —efectivas, reales—, entonces el soportarse en las ventajas materiales y económicas que uno tiene en la vida es el primer paso para cumplir con esos deberes. Y veo que, además, eso es lo único que he hecho en esta segunda década del siglo XXI, o sea que no está separado de la misión espiritual o poética. Y por más que queden cosas importantes que cumplir en medio de esta incertidumbre universal, que no permite que uno pueda garantizar nada en ninguna circunstancia, en este flanco terrenal también es bien grande, es enorme lo que he cumplido: me gradué y adelanté dos posgrados, y hay unas cuantas tareas más que ya se asumen solo de modo práctico y dan frutos de toda especie. Ir avanzando poco a poco es lo mejor, y no hay por qué correr si queda otro montón de obras creativas cuyos diseños en otro momento me habrían exasperado, sobre todo literarias, porque de la música y el cine ya no me ocupo más que en lo que me compete orgánicamente. La música la oigo por placer y salud, y el cine lo abordo laboralmente, como crítico o profesor, en lo que me resulte útil. Por otro lado, sí hay cantidad de proyectos literarios, pero con ellos me muevo sin afán, y así debe de ser. Este diario, por lo pronto, es tal vez la forma más vital de mi literatura actualmente.

Me doy cuenta de que, en cierto modo, todavía hay miedo de Equis. No del Equis del pasado, sino del Equis del futuro. O sea, de un Equis que desconozco pero preveo, imagino. Y puedo estar errado. ¿Qué poder puede tener él sobre mí, o tiene? El de afectarme como familiar, el que sea mi familiar. Pero todo miedo de otro es también miedo de lo que yo pueda ser frente a lo que temo. Un poco hay que vencer el miedo al otro con confianza en lo que yo puedo ser frente a eso que temo de él. Por supuesto, lo considero cómplice de un conjunto de malhechores. Grandes deberes para mí, en estos días, son los que he referido como conciliar paz y silencio, pero esto es mantener mi disciplinada lúdica de silencios y quietudes. En eso me he vuelto un maestro de la huida. Por otro lado, hay veces en que uno tiende a sentirse incluso culpable de algo solo porque todo está bien. Pero sí es claro que debes soltarte, sobre todo, de tus mismas presiones, amores, supuestos hábitos. Por ejemplo, soltarte de aquellas presiones que te dicen que, si dejas de dedicarte a oír música todas las noches, sería como si perdieras algo. Por el contrario —y ya has ido avanzando en eso—, hay que dedicar más tiempo a los gatos, a Adri, a la casa.

* * *

La presente columna, Diario de un cronopio salvaje, son tajadas de vida, como llamaba el gran cineasta Louis Feuillade al cine, son estas páginas extraídas del diario de un crítico solitario, narrador alucinado, estudiante eterno de literatura, cine y música.

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* Santiago Andrés Gómez Sánchez (Medellín, 1973) es periodista de la Universidad del Valle, magíster en literatura de la Universidad de Antioquia. Ha publicado los volúmenes Madera Salvaje (novela, Ediciones B, 2009), El cine en busca de sentido (crítica, Universidad de Antioquia, 2010), Los deberes (cuentos, Universidad de Antioquia, 2012), Todas las huellas. Tres novelas breves (novela, Universidad de Antioquia, 2013), La caminata (cuento, EAFIT, 2015), El cuarto asesino (novela, Universidad de Antioquia, 2016), Certeza de lo imborrable. El cine en busca de sentido, vol. 2 (crítica, Universidad de Antioquia, 2017), La Musa asesinada. ‘Conversación en la Catedral’, de Vargas Llosa: novela marxista (crítica, Universidad de Antioquia, 2018), Régimen de criterios. Cines y cineastas colombianos (crítica, Editorial Deliberar, 2019) y Diálogo de raíces (cuento, EAFIT, 2019). Entre 1992 y 2011 fue crítico de la revista Kinetoscopio y del diario El Colombiano, de Medellín. En 1994 fundó la Corporación Cultural de Video Independiente Madera Salvaje, con la cual ha realizado 28 obras audiovisuales de corto y largometraje en los géneros de documental, ficción y experimental. En 1996 recibió el Premio Nacional de Video Documental por Diario de viaje, considerada una obra pionera en el cine de ensayo en Colombia. En 2014 fue merecedor de una beca a la creación del Municipio de Medellín para la escritura de su libro La caminata. Ha sido profesor de historia del cine, apreciación cinematográfica, lenguaje audiovisual y teoría del cine en EAFIT, la Universidad de Antioquia y el Politécnico Jaime Isaza Cadavid. También ha sido jurado en la convocatorias del Ministerio de Cultura, el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico, IBERMEDIA y la selección de la película colombiana para los premios Oscar, Goya y Ariel. Actualmente es candidato al Doctorado en Literatura de la Universidad de Antioquia. Como músico, grabó el disco Savia con el grupo Los Dados y persiste en ser rockero de tiempo completo.

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