DOS RELATOS BREVES
OROVISA
Por Luis G. Bejarano *
Después de siete meses de penurias entre cargueros y puertos, remontando mares y esperanzas, finalmente tocaron tierra gracias a un encallamiento. El próximo paso era entonces encontrar un pueblo cercano a la zona del canal, pasar unos días allí y conseguir otro barco que los llevara al sur del trópico de Cáncer. Para dos hombres del sur de la India encontrar otras tierras con la misma calidez que arropó su cuna era ciertamente encontrarle una sucursal a su paraíso. Sentían un deseo irresistible por probar la comida y las frutas que echaban de menos y que de alguna forma les calmaría su incertidumbre. Y aunque en la India poco sabían sobre las Américas, los nombres de las ciudades y pueblos americanos ya les sonaban como un familiar tableteo silábico.
Después de deambular casi tres días por unos pueblitos costeros tratando de encontrar un buen sitio para descansar mientras recargaban provisiones, se toparon con la mala noticia de que no podrían continuar hasta que no pasara el planchón arenero «El Yunque» en unos tres meses. Y claro, como era de esperarse, esta obligada pausa no les cayó tan mal porque de inmediato quisieron alquilar una casita vetusta que encontraron cerca a la playa de Santa María del Mar, un pueblo, que por abuso de la ilegalidad se había convertido en un caserío sin esperanza. No obstante, se dedicaron a buscar alguna forma de ganarse el sustento allí con la intención de ahorrar algo para proseguir su esquiva ruta hacia el sur. Lo primero que hicieron fue ir al puerto para comprar mercancía que pudieran revender en el pueblo, pues parecía buen negocio poner un almacén de telas, ropa, bicicletas y miscelánea en un lugar donde los pocos habitantes no tenían opciones de compra.
Pese al calor no había lugar para despojarse del sombrerito blanco con cinta negra tipo Charlestón ni de cambiar los pantalones de telerka amarillos o kakis largos por unos cortos, ni mucho menos dejar de usar camisas de manga larga sobre franelas blancas. Les surgió la idea de fundar su propia aldea al lado de Santa María del Mar y ser ellos el gobierno de una comunidad próspera a la que llamarían Orovisa, por el fulgor dorado de sus atardeceres. La canícula del trópico lustraba inclementemente su tez cobriza y traía consigo eternas tardes de ajedrez y apasionadas disertaciones filosóficas desconcertantes que compartían con algunos curiosos aldeanos.
—Sabía que nos estaban tratando de engañar cuando nos dijeron que había hombres que iban a ir a la luna y que los iban a mostrar por televisión. No podían estar más locos ni ser más herejes, pues sólo eran historias de un sueño de Julio Verne y nada más. La luna Sofía, es para nosotros una madre negra que nos da todo y es complemento de nuestra tierra como espejo de nuestra naturaleza. ¡No se puede viajar a la luna porque está demasiado lejos y nadie la puede llegar a tocar si no es con el corazón y el alma! —Se le oía discutir apasionadamente a Matai Shundatu.
El universo, para Matai, debía ser concebido como una familia de deidades a las que todos debían venerar y rendirse ante su magnificencia. Sus antepasados creían que las fuerzas de los astros estaban condensadas en la perfección de los metales, en cuyo conocimiento radicaba comprender enteramente su cosmogonía ancestral. Para ellos, un ayuno de cuarenta días con sus noches era crucial para comprenderlo así y habría de comenzar el primer sábado del mes, respetándosele religiosamente, como lo había hecho Gandhi. Para Matai Shundatu y su compañero Biyou Burman, la vida se trataba de un peregrinaje y el ayuno era la única forma de hacerse más consciente de su efímera misión terrenal.
—Debemos valernos de signos y guías para emprender una larga y peligrosa jornada, parte por tierra y parte por mar y así llegar al sur. —Proseguía Matai. Uno de los signos que guiaría esta jornada sería la visión, en medio de una tormenta, de un carruaje de briosos corceles que representaba los poderes terrenales del hombre. Otro signo debería aparecer como un camino oscuro por el que un caminante ilumina con su farol la imagen de una mujer, condenada por ser mitad cabra. Creía que el fuego, en el que habita la salamandra, podría aparecer como un relámpago que divide en dos el caos cósmico, similar al que contenía al creador Brahma. En su discernimiento cósmico Matai decía también verse caminando en un mar de aguas mercuriales, como enviado divino de perfección y unidad portando un huevo dorado en sus manos, simbolizando el caos original de la creación.
—El espíritu y el alma son dos peces en el mar del nuestro cuerpo. Las fuerzas de nuestro cosmos solo pueden ser entendidas como Yantras. Al cielo se puede ascender muriendo varias veces y por gracia del fuego convertirse en oro al rojo vivo. También, la muerte del cuerpo es la única forma de dejar fundir el alma en la nada original que es la perfección misma del paraíso —concluía Matai una tarde septembrina, ante la mirada atónita de su improvisada audiencia.
Al cabo de cuarenta días y cuarenta noches, los habitantes de toda la zona vieron estupefactos ascender a los cielos una gran bola de fuego y humo, y desde entonces no se volvió a especular nada sobre quiénes eran aquellos hombres que pretendían vivir entre el trópico de Cáncer y Capricornio. Solo las siguientes y abundantes generaciones reconocerían en el tono cobrizo de su piel la herencia de aquella ciencia; la salamandra había finalmente devorado su cola.
«TU AMOR ES UN PERIÓDICO DE AYER»
¿Por qué al Antonio le tenían que dar los celos así?… No sé qué voy a hacer con estos mugres gatos, pero de algo me tendrán que servir; si al menos pudieran traerme la llave de este candado cuando se le quede al Antonio, pero y la cámara, no, ni modo… No sé a qué hora me pueda bañar hoy; la última vez que hablamos por teléfono me dijo que un día de estos debíamos ahorrar agua juntos, pero ni sé qué quiso decir el muy chistoso… No lo he visto como por una semana y desde ahora va a ser mucho más difícil, ojalá pudiera escaparme un día y estar con él, ya me hace falta su cariño… Sólo tengo que esperar hasta las doce y que venga el muy desgraciado para que me suelte, si no ni puedo bañarme ni cocinar hoy. Tengo que pensar en algo para la cena de esta noche, al Antonio se le tenía que ocurrir invitar a su amigote y esposa para este domingo, y claro que yo cocine y los atienda; tal vez pollo al vinagre, ya veremos… A pesar de todo no me puedo quejar mucho porque al menos me ha dejado hacer lo que yo quiera, pero tenía que obsesionarse con sus ridículos celos y dejarme así… Ojalá que mi familia siga creyendo que somos perfectos el uno para el otro, no sé qué haría si nos divorciáramos, su carácter me equilibra de alguna forma… Al fin y al cabo, yo me casé con él porque lo conocía bien, y aunque se muere de celos, no sé por qué no cambia, ¡es un témpano de hielo cuando debería ser una antorcha!… ¿De cuándo será este periódico?… a la larga qué importa… esta cama parece que se hunde cada día más, o será que estoy más pesada, no, no creo que mucho, bueno, que se le va a hacer… Ya empieza a hacer frío, ah, pues claro, y no hay calefacción, ¡que idiota el Antonio, pero me va a oír!… Hay algo en él que me vuelve loca, con él ha sido el único con quien puedo conectarme de verdad, él es diferente, su risa, su voz y su ternura son únicas, pero al mismo tiempo me deprime saber que ahí no hay nada que hacer… Pero si llego a saber que anda con otra deseará no haber nacido… Se ha vuelto tan obsesivo el muy baboso y sólo se preocupa ahora por celarme, como todos los hombres, egoísta a más no poder, y a lo mejor me la juega con otra… Ni siquiera puedo alcanzar el televisor, ¡qué aburrimiento!…
Extraño a Matilde, ojalá me venga a visitar hoy, la vez pasada me dijo que su marido sospechaba algo, porque no hacía sino preguntarle qué iba a hacer y con quién, en fin, ojalá que sea algo pasajero… Inicia esta relación, quiere toda mi atención, jura que me ama, pero al mismo tiempo no hace nada concreto para que estemos juntas definitivamente y sin embargo, no lo descarta, de pronto hay alguna esperanza, pero ¿cuándo?… Podemos funcionar bien juntas, pero claro, la conveniencia está primero que mi amor, ¡Deberíamos deshacernos de él!… Hace mucho frío, mejor me baño después, ¡no puedo resistir esto más!… Quisiera desdoblarme y salir de aquí a buscar mi felicidad definitiva en otra parte, no voy a desperdiciar toda mi vida rodeada de esta gente loca… Pero que va, en este sitio el futuro apesta; quién sabe si vale la pena hacer el esfuerzo de esperar lo que tal vez solo nos ha prestado la vida, y si no, hay que ver lo que ponen en estos periódicos hoy día, para ver el bajo precio que se paga por vivir…
A ver, leamos los titulares en este periódico… «Dos leones hieren a cuatro mujeres, una costumbre normal en Ceuta; Muere aplastada por máquina de rayos X durante una radiografía; No encuentran ataúd para hombre de 300 kilos». Estos tres tal vez son más interesantes… «La lanzó al vacío estando embarazada de tres meses y ella vuelve con él: La Audiencia municipal ha pedido que se investigue a una mujer de nombre Matilde Rodríguez por intentar encubrir a su marido, condenado a 30 años de prisión por lanzarla desde una altura de cuatro metros cuando estaba embarazada de otro…» «Se suicida en prisión, escuchando música de Héctor Lavoe, condenado por matar al esposo de su amante: La penitenciaría local de Orense divulgó hoy la noticia del suicidio de un individuo que había sido condenado a 50 años de presidio por asesinar al esposo de su ex-amante Matilde Rodríguez, quien ya había sufrido un atentado de éste contra su vida. El individuo en cuestión fue encontrado sentado en la cama de su celda asfixiado al tratar de devorar unos periódicos viejos…» «Había ingresado en un psiquiátrico el suicida que encadenaba y filmaba a su mujer perturbada: El occiso, de nombre Antonio Izquierdo padecía de celopatía. Tenía a su mujer prácticamente secuestrada: la ataba con una cadena a la pata izquierda de la cama, vigilaba todos sus movimientos con una cámara de video. La encerraba con llave para impedir que saliera de casa. Milagrosamente la mujer de 30 años identificada como Alicia Ramírez no presentaba contusiones mayores, aunque se resistía a regresar al centro psiquiátrico donde la habían tratado previamente…»
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* Luis G. Bejarano. Profesor colombiano, titular de español y educación de lenguas modernas en la Universidad de Valdosta State en Georgia, Estados Unidos. Recibió su maestría en lingüística de la Universidad de Georgia, y su doctorado en literatura en la Universidad de Oklahoma. Sus publicaciones incluyen un libro de literatura comparada del modernismo hispanoamericano y el simbolismo francés, y artículos sobre literatura latinoamericana del siglo XX y el siglo de oro español. Asimismo, ha publicado estudios comparados sobre educación de lenguas extranjeras en Estados Unidos y España. Sus intereses también incluyen la escritura de cuentos y poemas, así como el dibujo, la pintura y la escultura. Correo-e: lgbejara@valdosta.edu