Periodismo Cronopio

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KAPUSCINSKI ESTÁ VIVO

Por: Carla Giraldo Duque

Llegó un año tarde… A principios de este año en Cartagena, en uno de esos famosos y ya comunes coloquios sobre periodismo y literatura, una mujer del público preguntó con entusiasmo por el legado de letras e ideas de Ryszard Kapuscinski. El agudo y crítico escritor argentino, Martín Caparrós, quien  también participo en el 2008 en el tributo que por el primer aniversario de su muerte rindió el Hay Festival al periodista polaco, le respondió con su habitual ironía: “llegó un año tarde señora”. La carcajada casi colectiva y el sentimiento de incomodidad fueron claros, efectivos, no más saturación de la misma pregunta e idéntica respuesta.

Hace un par de meses, en un diplomado de periodismo, la situación volvió a repetirse, alguien empezó a hablar de las bondades de Kapuscinski y como reacción inmediata hubo bocas torcidas y pupilas que mirando al techo se perdieron en sus reproches ¿Quién podía ser tan insensato y seguir insistiendo en lo mismo?

La vida y obra de Kapuscinski se convirtieron, durante el 2007 y 2008, en un tema más que recurrente para comentar con entusiasmo mediático su renovado periodismo, su vocación de maestro, su modelo a seguir. Tanto que los aspirantes a las escuelas de periodismo lo empezaron a usar como comodín de reina en sus entrevistas de admisión y los expertos académicos, apegados al dato exacto y minucioso, se preocuparon y desgastaron en analizar y criticar la veracidad de su obra.

Este año, el ruido de los medios ha bajado. Ya en los circuitos esnobistas no lo comentan y las poses acerca del material de sus libros se han relajado. Así, sin aspiracionismos intelectualoides, sin intenciones que desborden el gusto de una buena lectura, ahora mismo, podría leerse o releerse su obra. Sin el ruido ese que hace que los buenos libros sean más comentados que leídos, sin ese murmullo nocivo que en tantos casos, aleja a los lectores de las grandes obras por creerlas agotadas y sabidas. Sin eso, es posible regresar a Kapuscinski.

Fechas para conmemorar no hay, por lo menos no demasiado cercanas. Así que sólo porque el buen periodismo y la literatura de calidez y calidad no pueden depender de modas, de interesadas emociones mediáticas y del mercado editorial, quiero reflexionar sobre uno de los mejores libros de Ryszard Kapuscinski. Una invitación a leerlo sólo por el gusto, sólo por si hay ganas de seguir y quedarse en sus amenos juegos periodísticos.

Ébano: sobre la poética africana

África no existe. No está vigente en palabras del que ha sido considerado por muchos el mejor reportero del siglo XX. No como esa convención fácil que a veces hace imaginarla sólo como un extenso y uniforme territorio lleno de leones y cuerpos negros desnudos.

África, narrada en 340 páginas, es más que el diario de viajes que sobre sus 40 años viviendo en ella, Ryszard Kapuscinski, escribió con emotividad. Es el mundo, la hermosa, pero agresiva geografía donde miles de hombres diferentes viven enfrentados a las condiciones más duras, soportándolas con una fuerza y un ánimo asombroso. Sobre esos hombres y pueblos, y sobre la historia de este escritor entre ellos es Ébano, un libro que todavía sacude los sentidos y deja oler mejor esas múltiples Áfricas.

Publicado por primera vez en Polonia en 1998, Ébano, es una selección de 29 crónicas que el periodista escribió desde su primer viaje a África en 1957 y durante todos sus años como corresponsal de una agencia de noticias polaca. Narró por el sólo gusto de hacerlo; pues por las condiciones del continente y por ser su agencia como el decía, “una empresa pobre”, sólo podía enviar un telegrama de tres líneas por día.

Lo estrictamente noticioso fue lo único que se alcanzó a publicar en esas ocasiones, pero el cuerpo y la esencia de su experiencia como viajero y habitante de esa región, quedó concentrado e impreso en esta obra narrativa.

Historias rítmicas, que con la misma emoción en asenso que tienen los buenos viajes llevan al lector, desde la llegada al aeropuerto de Ghana, a ese escenario de nuevas relaciones entre hombres, tiempo, objetos y naturaleza. Una cercanía posible gracias a la mirada mediadora de un hombre que entendió el periodismo como un oficio de compromiso con la historia y el futuro. Y es que cada vez que pudo insistió en que un reportero también debía querer salvar el mundo a través de su trabajo, haciendo visible lo que tiene éste de real.

Sus primeros relatos son los de la llegada, los de la etapa en que la noticia y el estar a la orden del día con los conflictos del continente, aún son lo más importante. Letras en las que se lee el choque del extranjero con esa tierra de sol asfixiante y mortal, donde parece un delirio que sus hombres, por un fuerte sentido de comunidad, quieran llegar a compartirlo todo, es decir, el casi nada, con la familia y el clan.

Desde el principio Kapuscinski  consigue ingresar, no sin problemas, a la cotidianidad de los grupos en que se mueve, acercándose, sin que los nativos lo vean como a un blanco más, brutal conquistador y explotador de sus tierras y gente. Rehuyendo a las agendas oficiales para periodistas y con una economía bastante básica, Kapuscinski durmió, comió y sufrió los mismos males que la mayoría de los africanos.
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En medio de sus viajes, en plena independencia de Uganda, enfermó de malaria y luego de tuberculosis, sin dinero y por miedo de regresar a Polonia y alejarse del sueño de su vida, ser reportero en África, decidió quedarse y hacerse atender en un centro de caridad como un africano más.

Los relatos que hacen parte de Ébano tienen poesía, y esa poesía es también cuota de África, que con el tiempo le empieza a regalar al periodista y al viajero, el ritmo necesario para entenderla y narrarla mejor. Un ritmo que dominan bien los nacidos ahí, quienes para sobrevivir reciben como herencia el paso lento necesario para ganarle al golpe del sol. Paciencia, reposo, espera, seguir viviendo.

Por otro lado, los primeros relatos de Kapuscinski no tienen ese ritmo africano, ese caminar suave. Aunque son valiosas apreciaciones, se le siente todavía extranjero –ya se dijo– periodista en medio del mitin. Son las últimas crónicas de Ébano las que dejan sentir el cambio de velocidad, y por fin, sin ser la noticia lo más importante, la contemplación de la lenta y ardiente África aparece. Poesía del hombre enfrentado a la muerte sin ningún intermediario.

Ébano es la mirada intima y cercana de la historia que desde el 57 hasta finales de los 90 vivió África. Es más que una crónica sobre los rezagos del Apartheid, las independencias de muchas colonias y las guerras civiles por el poder entre etnias. En Ébano se lee la oscuridad misma del dictador Amín, la dolorosa guerra de desquites y golpes-contragolpes en Ruanda, la barbaridad y crueldad de los niños alzados en armas.

Y aunque en críticas como ‘A play in the bush of ghost’ de John Ryle, publicada en el ‘Times Literary Supplement’, se habla de exageración y simplificación planeadas para «literaturizar» la experiencia del autor. Y se detalla la falta de precisión y errores en nombres de tribus, ciudades y datos históricos, lo realmente importante de Ébano es el sentir humanista tan propio del escritor polaco. Esa sensación de contemplar, comprender, aceptar e incluso enamorarse de la extraordinaria pluralidad del mundo.

Un libro que emociona, conmueve, agita y hasta frena la respiración con todas esas ocasiones en que se presiente y se confirma la vida y la muerte. Un retrato plural –tamaño mural y técnica collage– sobre ese mundo que Kapuscinski se negó a resumir como sólo África. Un territorio que duele y se llora, pero que también se celebra con las leyendas y mitos que alimenta su gente, con su historia que sobrevive por memoria oral, con la solidaridad entre tribus, con el respeto al elefante y a la soledad y el hambre del león viejo.  Imágenes que se quedan por bellas, por reales, por humanas. Es  Kapuscinski en su máxima expresión.

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*Carla Giraldo Duque es periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana. Estudiante de la primera generación del diplomado en Edición de revistas de la Universidad Autónoma de México y la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana. Practicante de redacción de la editorial Artes de México y el mundo, de la cual es director el escritor Alberto Ruy Sánchez. Eventualmente es free lance.

3 COMENTARIOS

  1. Un mensaje desde Contexto. Nos alegra ver a una de nuestras púpilas compartiendo sus trabajos, por demás, con mucha calidad. Bien esos apuntes sobre Kapuscinski. Se nota que tienes los ojos muy abiertos…

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