LA LECCIÓN DEL BESO DE CASILLAS
Por Alberto Martínez M.*
Todo transcurrió durante una entrevista. España acababa de ganar el campeonato mundial de fútbol 2010. Iker Casillas había vivido, como ningún otro jugador de la selección, el peligro de aquel campeonato, cuando tuvo que sacar de los pies del holandés Arjen Robben, dos goles que habrían significado el final del sueño español. De manera que con el gol milagroso de Iniesta a pocos minutos de concluir la segunda prórroga, lloró como niño. Y lo haría después en los festejos por la copa.
Sara Carbonero, la periodista de Telecinco lo buscó para hacer una nota en vivo y él accedió sin remilgos. La primera pregunta fue de él:
—¿Qué quieres que te diga?
—Pues, bueno, que me digas cómo estás, cómo te sientes…
Entonces el mejor portero del mundial le dijo que estaba contento, que merecían el título y que le daba gracias a toda la gente que lo apoyó, especialmente sus padres, sus hermanos… Una pausa y, de nuevo, las lágrimas. Sara, en una muestra de sensatez reporteril, lo tranquilizó: «No pasa nada, hablemos un poco del partido y luego volvemos a…» Casillas interrumpió y le hizo ver, con un ademán, que no, que lo dejaran así, que mejor se iba, y ante su sorpresa le estampó al aire un beso de dos segundos y diez milésimas en la boca y uno más en el ojo derecho. Sara, siempre profesional, lanzó un apenado «Madre mía», y envió el cambio a estudios: «Luego seguimos Jota, ¿vale? Jota recibió: «qué grande es este capitán… Sabía que iba a hacer algo, ¡eh!». Y las risas se regaron en el set.
Sara Carbonero, en primer lugar, era la periodista deportiva más sexy del mundo, según dijo —y así no lo haya dicho— la edición norteamericana de la revista FHM, luego el arranque del arquero merengue pudo ser más que explicable, en medio de aquella magia que arropaba a todos sus admiradores; en segundo término, esa periodista sexy era nada más y nada menos que su novia, y uno tiene el derecho universal a estamparle un beso a su novia, donde quiera y ante el que sea; y tercero, a Sara la acusaron de haber sido la responsable de la derrota de España en el primer partido ante Suiza durante la fase eliminatoria del mismo mundial.
Lo hizo en la revista The Times el mismísimo presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando González Urbaneja, para quien era una vergüenza que la periodista se ubicara detrás de la portería de Casillas, porque lo distraía. (Muchos creyeron que el distraído era él, pues por estar mirando a la bella Sara no vio a los otros reporteros españoles que, por disposición de la FIFA, tenían que ubicarse en el césped, detrás de la portería de su selección). El beso de Iker pudo ser, entonces, no sólo un arrojo emotivo sino un acto de reivindicación. De reivindicación del amor.
El asunto es que el «besugol», como le llamaron los medios, convirtió a la señorita Carbonero en figura del mundial. En Google, uno de los buscadores más populares, su nombre llegó a tener, a la semana siguiente, unos 12.2 millones de resultados, muy por encima de la reina Sofía (2.890.000) e, inclusive, del primer ministro José Luis Rodríguez Zapatero (2.400.000). Las agencias de imágenes AFP, Ap, Reuters y Getty distribuyeron desde las 19.44 a las 20.32 horas del día 22 de junio, ochenta fotografías de la reportera, mientras los usuarios de Twitter saturaban la red con defensas vehementes de la periodista. La propia escena del beso fue registrada por casi treinta videos libres que los admiradores de la pareja subieron a Youtube y vista durante más de 5 millones de veces, en un solo día. Sin lugar a dudas, todo un fenómeno mediático.
Antes de serlo Sara era una estudiante más de la licenciatura en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, a la que, inclusive, le faltaba ver una asignatura para graduarse. En esa condición cubría eventos deportivos en Radio Marca y presentaba en solitario el programa musical SuperMarca. De ahí pasó a la cadena Ser y en mayo del año 2007 ingresó a La Sexta desde la que siguió de cerca a la Selección española y condujo el programa de deportes de riesgo y aventura 6º Nivel. En abril de 2009 fue fichada por Telecinco como presentadora de deportes, con el encargo de cubrir la Copa Confederaciones de Fútbol en Sudáfrica, el evento en el que justamente flechó a Casillas. Su meteórica carrera profesional se vio coronada en el 2010 cuando fue nombrada Subdirectora de Deportes de la cadena y presentadora de la primera edición del Informativo. Su conciencia sobre la distancia que ella, como todo periodista, debía mantener con la fuente para no sacrificar el rigor de la verdad, era mayor en tanto ocupaba un cargo de dirección.
Ahora bien: A juzgar por la escena, quien no guardó la prudencia fue el portero. La reacción que produjo en su pareja, en efecto, fue de turbación. Seguramente Sara lo disfrutó después cuando revisó los comentarios de los internautas («muy bonito Iker, eres el mejor; qué pareja tan linda, o qué envidia»), pero ante las cámaras se mostró un poco avergonzada por el momento. Es probable que Casillas tampoco lo hubiese hecho aposta, si consentimos sus declaraciones a la cadena Ser, que dicho sea de paso, calificaba su gesto como «una de las mejores jugadas del mundial»:
—Me ha llamado mi madre y me ha dicho que el beso tuyo del final es el beso de España. ¡Vaya huevos que tienes!
—Bueno, la espontaneidad. Yo creo que soy como todo el mundo. Somos de la calle, somos campechanos, somos gente normal por encima de todo. Y lo hemos demostrado en nuestra manera de ser, en nuestras manifestaciones. Por encima de todo, somos un equipo y siempre hemos ido con la humildad para llegar a dónde estamos ahora mismo.
Pero la crítica, que fue tan despiadada esta vez como lo había sido cuando España cayó ante los suizos, sostuvo que desde el mismo momento en que sonsacó a la joven presentadora de La Sexta, donde antes trabajaba, el canal Telecinco sabía cuál era su jugada. Su intención era mantener en alto el raiting con los desafueros del arquero y la aparente ingenuidad de la reportera. Por eso, en vez de evitar la cercanía, la promovió. La Federación de Sindicatos de Periodistas (Fesp), que también expresó su respeto por la periodista, lamentó que Telecinco, «una cadena de televisión especialista en promover el morbo y la más repugnante telebasura, haya decidido explotar la imagen de una periodista de su plantilla en programas que no tienen nada que ver con el periodismo, con el único objetivo de buscar audiencia».
La lección, es clara:
El periodismo, así nos vean de manera diferente, es una actividad subjetiva que está gobernada por los sentimientos humanos. Para atenuar los sesgos inevitables, los periodistas mayores nos aconsejan mantener una distancia moral con la fuente, para que la verdad que finalmente presentamos a los ciudadanos, se aproxime lo mayor posible a sus certezas. En este sentido, la recomendación es que no cubramos profesionalmente a nuestros hermanos, papás, esposos o novios, como tampoco lo hacen, por ejemplo, los psicólogos con los suyos. Lo intentó en el comic, con no menos debates éticos, la intrépida Luisa Lane cuando, entusiasmada con el superhéroe de Criptón, no pudo evitar la intromisión de sus sentimientos en las notas del diario El Planeta.
Y en la vida real la fantástica reportera italiana Oriana Fallaci, que se enamoró perdidamente de su entrevistado, el líder opositor griego Alekos Panagoulis, y publicó su cuestionado libro Un uomo, que recoge la profunda y particular admiración por su amado, asesinado justamente cuando completaban tres años de convivencia sentimental. De vuelta, Sara tiene que mantener la distancia para que su profesionalismo, tan evidente como su belleza, no quede reducido a una apuesta de raiting de empresas periodísticas que no siempre tienen corazón. Dicho mejor: mientras mantenga la relación que todo el mundo aplaude, Casillas no puede ser su fuente, porque las pasiones, campechanas o no, terminarán mezclándose y afectando los contenidos de la información que transmita. Y eso no lo pueden evitar, ya está visto, ni las superperioiodistas.
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* Alberto Martínez M. es comunicador social (Universidad Jorge Tadeo Lozano) y economista (Universidad de la Salle), magíster en educación (Universidad del Norte) y doctorante en ciencias sociales de la Universidad del Norte. Ha sido periodista en El Espectador, El Tiempo-Portafolio, Colprensa, La República, RCN Radio, Caracol Radio, Todelar, Audiovisuales, Señal Colombia y El Universal. Fue director de tres series de documentales nacionales de televisión (Asombros, Tertulias y Sueños de Tornillo) y realizador de uno internacional (Ese mar es mío). Ha sido coautor de los libros Bajo Palabra (editorial CGR) y Desafíos (editorial Norma), editor del libro Visión Colombia 2019 y autor invitado en revistas académicas nacionales. En el año 2007 obtuvo la Medalla al mérito científico de la Universidad del Norte con la investigación: Juan el hijo de Juan: una travesía por las competencias extraordinarias de Juan Gossaín desde la perspectiva cognitiva de Howard Gardner, y Premio al mejor proyecto de innovación pedagógica de la misma Universidad con el proyecto: Juegos de periodismo, una metodología amorosa para enseñar a ser periodista. Actualmente es profesor-investigador del Departamento de Comunicación Social de la Universidad del Norte.
La lección es para toos los periodistas, evidentemente. Pero también para las fuentes. Ambos tenemos apuestas por la credibilidad y la veroimilitud.