Periodismo Cronopio

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SUBASTARÁS A TU ABUELA

Por: José Gabriel Baena*

Una de las tareas más jartas que afrontan las jóvenes parejas con hijos chiquitos es la de visitar a la abuela todos los fines de semana, lo que se complica cuando los cónyuges tienen vivas a las mamás por ambos lados. Esto es motivo de graves discusiones semanales en los matrimonios, que finalmente tienen que optar por una cuidadosa y planeada repartición para no ofender a las partes, sobre todo a las abuelas (la mamá de ella, la mamá de él). A los abuelos por lo general les importa un carajo porque los fines de semana andan copetones, viendo la tele, oyendo música vieja en “la pieza de atrás” con dos amigotes, los niños más bien les estorban, etc.

Yo iría más lejos afirmando que los niños, todos, son muy estorbosos. Lo que más se acostumbra en Medellín y otros pueblos cercanos es que los sábados entre las 4 y 6 de las tarde se les haga la visita cortés a los abuelos paternos y la más sagrada a las abuelas maternas los domingos hacia las once. Es prudente ir bien desayunados porque generalmente van los otros hijos con sus nietos y no se le puede dar almuerzo a todo ese gentío sino a los más pobres y que vienen de más lejos. De más está decir que estas visitas de sábado o domingo terminan siempre con las parejas enfurruñadas, peleando en el carro por lo que dijo el uno o la otra, por los problemas de las ovejas negras (en toda familia antioqueña hay un loco, un alcohólico, un vago billarista, un trovador, alguien al que darle plata cada ocho días, una divorciada o una sobrina o una prima con un hijo natural, en fin, esas trivialidades de la raza).

Esto viene a cuento por la ya olvidada historia, de hace apenas unas semanas, de la niña británica de 10 años que subastó a su abuela por la Red, en el famoso portal e-Bay. Más precisamente “intentó” subastarla porque en menos de una hora las entrometidas autoridades bloquearon la oferta alegando que por la Red estaba prohibido “vender personas”. ¿Sabía usted eso? Si a los futbolistas los rematan en la vida real como si fueran cuadros de Van Gogh o sementales, ¿por qué no se puede vender a la gente por Internet?

En esos pocos minutos en que la oferta se sostuvo, la niña había recibido las propuestas de 27 perversos cibernautas que “mostraron su interés en adquirir a la pobre abuela, quien fue descrita por la menor así: tiene  61 años, es rara, fastidiosa y quejumbrosa, de mal carácter, muy regañona y falta de paciencia”. Se habían enviado cotizaciones hasta por 2 mil dólares. Lástima que el negocio le fracasó a la menor. Hubiera sido un prototipo planetario y millones de abuelas ya habrían sido subastadas desde entonces.

Pero el buen ejemplo cunde y pronto el asunto estará legalizado. Los códigos penales del mundo están atrasados en cuanto se refiere a “crímenes” que se pueden inventar y “cometer” a través de la bendita pantalla. Cada día nos trae una grata innovación malévola y los legisladores, en su inmensa brutalidad y tan ocupados en sus corruptos asuntos políticos, no alcanzan a dar abasto y por el contrario viven como en mundos paralelos, para lelos o de ficción, en el pasado o en el futuro.

En Cuba y en Venezuela, ejemplo, imitando la curiosa teoría que se describe en la película “The minority report” (Spielberg, 2002), se puede acusar a alguien de asesinato porque los Videntes del Estado han pre-visto que lo vas a cometer, existe la legislación del pre-delito: están metiendo a prisión a los “posibles y futuros enemigos de la Revolución”. Al principal líder opositor estudiantil en Caracas, un niño de 18 años, ya lo han encanado dos veces bajo el cargo de “pensar”.

Pero no nos desviemos de nuestras buenas intenciones con esta columna. Si los internautas de todo el mundo nos unimos y empezamos a subastar a quienes nos estén fastidiando, pronto los Estados serán incapaces de contenernos y rematar a los imbéciles que se nos atraviesen será tan común y admirable como la venta de futbolistas analfabetos.

La gran ventaja de la Red es la velocidad con que funciona, y en cuestión de minutos uno podrá deshacerse de quien quiera, mediante tu tarjeta Mastercard. A los jeques árabes les encanta tener mujeres y eunucos latinos en sus harenes. Y mandan por ellos “de una” en sus jets privados.

Ponga usted en oferta a quien quiera. Yo tengo en la mira a unos cuantos idiotas locales, de varios sexos. Claro que también puedes ser la víctima del invento. Hoy estarás aquí, leyendo esta columna, y mañana vestido de túnica y mediapantalón en Arabia. Como decían los Beatles, “tomorrow never knows…”
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* José Gabriel Baena es escritor, traductor y periodista profesional. Diseñador editorial. Colabora habitualmente con artículos y traducciones para suplementos culturales y revistas de Medellín. Algunas de sus obras publicadas son: Baila en mi lecho de espinas (poemas, 1990); El amor eterno es un sándwich express (1994); La Virgen Luna, los Siete de Urantia y el Dragón Láser (1998); El Libro del desapego de Beremundo Transz (2001).

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